A finales de los noventa hubo unas cuantas películas marcadas por su carácter espectacular. Actores de primera fila, efectos especiales, y sobre todo, cosas que explotan. Fue la época de Armaggedon, de Deep Impact (qué manía con bajar meteoritos a la tierra), de Salvar al soldado Ryan…pero también de otros proyectos, igual de vistosos cuyo resultado fue muy distinto del esperado. Godzilla tendría que esperar casi 20 años para convertirse en una franquicia, y a juzgar por la escasa repercusión que tuvo la cinta de Stephen Sommers, todavía no eran tiempos para monstruos marinos.
La película es una mezcla de géneros donde entre el terror, la comedia y la acción, esta última es la que tiene más peso. Pese a contar con un antagonista como unas criaturas marinas y un diseño propio de un monstruo abisal (además de tener un giro inesperado), el tono es más propio de los blockbusters de ese año, donde abundan las secuencias de disparos, explosiones y huidas espectaculares. Aunque haya un par de escenas un tanto siniestras, donde una sala llena de cadáveres sanguinolentos recibe a los protagonistas, queda muy lejos de una historia sobre los horrores que alberga el mar y más cerca del cine de aventuras.
El reparto, sin contar con actores de primera fila, tiene caras conocidas de papeles secundarios o producciones menores, como Wes Studi, Famke Janssen o Jason Flemyng. Este es más que competente, aunque el tipo de personajes es bastante simple y no hay mucho espacio para la caracterización: estos, formados por delincuentes, pilotos de fortuna o una ladrona recuerdan a las novelas populares, se resumen en el bueno, la chica, el malo, el traidor, los que se mueren al principio y el gracioso. Unos perfiles simples que se desplazan por un escenario conviviendo con unos efectos especiales más que correctos para la década y el presupuesto de la producción, pero que hoy sufre de la misma textura infográfica de gran mayoría de los estrenos de entonces. Por lo que, aunque el diseño de los monstruos resulte interesante, casi se agradece que estos no aparezcan más tiempo del necesario.
Hoy, al menos, puede verse como una de esas series B que tuvieron la suerte de contar con un presupuesto holgado. Y que podría haber sido mucho mejor, de haber aprovechado el entorno claustrofóbico o de haberse enfocado más hacia un género más concreto, pero que se queda en una sesión de tarde entretenida. Y, teniendo en cuenta el éxito que tendría posteriormente La momia, quizá en un adelanto de un tipo de cine fantástico para todos los públicos y muy vistosos
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