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jueves, 30 de agosto de 2018

Hechizo Letal (1991). El Necronomicon Maltés


Si bien H. P. Lovecraft no ha tenido muy buena suerte como adaptación directa en el cine durante varias décadas, si ha sido posible ver aproximaciones a su obra bastante efectivas. En la boca del miedo fue (y es, de momento), una de las mejores versiones de los mitos que podemos ver en pantalla. The Void fue todo un homenaje a la literatura lovecraftiana y al mejor terror de los ochenta...Y a principios de los noventa, la HBO se atrevió a sacar un telefilme de fantasía urbana que se adelantaba unos cuantos años no solo a la literatura que haría popular este género, sino a algunas producciones de Netflix donde quisieron hacer, alguna vez con mejor suerte, en otras, no tanto, lo mismo. Con la diferencia, de que en este caso el propio H. P. L. tiene un papel protagonista. O no.


En la década de los cuarenta del Los Ángeles de Hechizo letal, o El sello de Satán como también se tituló en España (que, aunque válido, no termina de convencerme ¿Para qué, si Cast a Deadly Spell contaba ya con una traducción directa?), la magia es algo habitual. De un modo u otro, aunque los personajes mencionan que su uso es algo relativamente reciente, los hechizos están a la orden del día, lo sobrenatural convive con lo cotidiano, y, si bien es posible utilizar la magia en la vida diaria, también es algo normal en los bajos fondos. Los zombies han sustituido a los matones, cualquier mafioso que se precie cuenta con un hechicero en nómina, y el departamento de policía sufre los peores turnos durante las noches de luna llena, aunque también se valgan de la magia como recurso. Solo un antiguo agente, ahora convertido en detective privado, se niega a utilizar cualquier medio sobrenatural para llevar a cabo su trabajo. Howard Philips Lovecraft sobrevive, como puede, en un minúsculo despacho aceptando casos más bien corrientes en la carrera profesional de un investigador, aunque es su fama de no recurrir a la magia la que le sirve para obtener un caso bastante prometedor: un coleccionista quiere recuperar un tomo de magia que le ha sido robado. Tratándose de la época dorada de los detectives y el noir, las traiciones, mafiosos y mujeres fatales no se harán esperar. Aunque, cuando el libro desaparecido es el Necronomicon, es muy probable que cualquier detective necesite algo más que un revólver y unas cuantas respuestas ingeniosas para salir vivo.





Aunque el guión cuente con nada menos que el detective privado Howard Phillips Lovecraft, la presencia del escritor como tal se queda en el nombre. No se trata en este caso de una versión ficcionada del autor sino más bien un guiño a sus obras y al material que han utilizado en el guión, del mismo modo que aparecen personajes llamados Bradbury o Borden. En cambio, esta decisión, además de ser un truco un poco rastrero para atraernos a unos cuantos a la película, cuenta con su punto ingenioso: Lovecraft, ateo y racionalista, no creía en lo sobrenatural del mismo modo que su tocayo en la película se niega a utilizar cualquier medio mágico en su vida y trabajo.



El guión acaba siendo un cruce muy efectivo entre el género negro, quizá un tanto tópico, y el fantástico. El Lovecraft detective no resulta precisamente original como protagonista, ya que viene a ser el arquetipo de investigador en este tipo de ficción: de vuelta de todo, con una respuesta ácida para todo, la impresión de que todo caso que resuelva va a terminar en tragedia, y unas finanzas tirando a penosas, suplidas, en este caso, por un secundario bastante interesante y que sirve de enlace con el mundo de Los Ángeles en el que se mueve: una hechicera, que, si bien tiene muy poca presencia en el metraje, su caracterización le aporta el toque cotidiano y pintoresco a la parte sobrenatural. No es posible buscar demasiada originalidad en este escenario y personajes, porque tanto el protagonista, como sus secundarios, resultan un tanto estereotipados: detective, mafioso, matones, mujer fatal y policías con dudosa moral. Estos, en cambio, están muy bien llevados y encajan perfectamente en la historia: no aportan nada, no renuevan, pero ayudan al guión, e incluso aportan una dosis de humor negro muy adecuada, con recursos tan sencillos como ganarse el interés del público: ¿como es posible que no se sienta pena por la hija adolescente de un millonario? Convirtiéndola en una cría insufrible que, a pesar de dicha caracterización, su aparición en la pantalla resulte soportable.



Pese a tratarse de un telefilme, cuentan con todos los medios de los que podría disponerse en la televisión de principios de los noventa para hacer una producción de corte fantástico. Si la parte de vestuario para la época es adecuada, y en algunos casos poco tiene que envidiar a producciones mayores, también sucede lo mismo con los escenarios: se nota a veces su condición, pero los decorados interiores son lo bastante minuciosos e incluso cuentan con la atención necesaria para mezclar, en un mismo entorno, lo que podría haber en una producción realista con todo tipo de elementos del fantástico. La infografía estaba muy lejos, pero el metraje coloreado y esos mismos decorados hacen el servicio necesario. Y las marionetas. Las marionetas, los maquillajes y los monstruos de goma que aquí aparecen con toda su sencillez, dejando entrever a menudo que se tratan de un actor enterrado en varios kilos de latex pero que siguen siendo lo mejor que se podía ofrecer y que, cada vez que aparecen, demuestran el carácter artesano de la producción...Para lo bueno y para lo malo: y es que a veces la falta de medios propia de la producción hace que algunas situaciones donde se deberían evitar los efectos especiales se solucionen con unas cuantas chispas eléctricas y un bicho de goma pegando botes.



La crítica que podría hacerse a Hechizo letal vendría por exceso de purismo: tenemos a Lovecraft, al necronomicón y unas referencias a los Mitos de Cthulhu correctas, se nota que los guionistas conocen el material con el que trabajan. En cambio, no es una historia de horror cósmico, y cualquier purista confirmaría que a Cthulhu le da un poco igual que le sacrifiques una virgen o que lo invoques cada 666 años o mañana por la tarde. Simplemente, no es una historia lovecraftiana, sino una de fantasía noir con guiños lovecraftianos. Y muy bien traídos.

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