Pocas franquicias han aprendido tan
bien de sus errores como La purga. Tras una primera entrega demasiado
centrada en el home invasion como para prestar atención al trasfondo
que lo justificaba, siguieron una serie de secuelas donde acertaban
de pleno con el tono de guión y estilo: en lugar de continuar
asediando a los protagonistas en sus respectivos domicilios, se veían
obligados en cada secuela a salir, durante la noche más peligrosa
del año, e intentar sobrevivir en unas calles pobladas de gente
dispuesta a liberar sus instintos más salvajes, frustraciones e
incluso sus deseos de venganza. Con un planteamiento mucho más
dinámico a partir de la segunda parte, la saga se fue componiendo de
historias independientes que narraban lo sucedido en la purga de
distintos años, llegando a plantear el que podría ser el final
definitivo de esta. Pero lo variado de este escenario no impide el
poder llenar esos huecos que faltan en una historia de unos Estados
Unidos gobernados por un partido que se hace llamar los Nuevos Padres
Fundadores y en una práctica que parece esconder algo más que el
reducir los índices de criminalidad durante el año Y, antes de la
serie de televisión que continuará la franquicia, se estrena una
precuela que continúa desarrollando lo sucedido en cada celebración.
Con La primera Purga tampoco es que se
compliquen demasiado en cuanto a títulos (y de paso, debo informar
que el nombre de tan curiosa celebración siempre me resultó un poco
contradictorio al recordarme a la palabra que usaba mi abuela al
referirse a un laxante), indicando desde un principio, que esta se
trata de la primera celebración, organizada por el nuevo gobierno de
los Estados Unidos, que se llevó a cabo con el objetivo de reducir
el crimen y la violencia durante el resto del año. En un país
asolado por la crisis y la desigualdad, este experimento científico
parece la solución más viable para paliarlas. Pero el proyecto, que
se llevará a cabo en Staten Island, una zona particularmente
afectada por la situación, es presionado continuamente por un
gobierno demasiado interesado en conseguir que esa Purga sea un
éxito. Sobornos a cambio de participación, espionaje e incluso la
presencia de mercenarios en el área, hacen que sus habitantes, desde
gente con escasos recursos que solo quiere seguir adelante con sus
vidas hasta los representantes de la delincuencia local, deban
defenderse, y atacar, si es necesario, para sobrevivir.
Uno de los aspectos más dinámicos de
la serie es la independencia entre cada secuela: salvo tener lugar en
el mismo universo, cada una ofrece personajes e incluso distintas
situaciones en el tiempo, de modo que siempre es posible ofrecer un
poco de variedad en una saga que ha llegado a las cuatro entregas. Y
que desde las dos últimas ha optado por aportar una trama política,
un tanto de serie B, para intentar dar coherencia a una premisa que,
si ha funcionado hasta ahora, es por haber conseguido unos guiones
centrados en la acción, y algo de distopía, muy entretenidos. En
este caso, junto a la trama principal, sigue perfilándose un
argumento secundario sobre la politica manejada en segundo plano y
que aquí terminan de presentar como algo muy relacionado con lo que
se ha visto en pantalla previamente. En este caso, se sigue de forma
paralela a unos personajes principales, desde un narcotraficante con
cierta épica, hasta una familia compuesta por dos hermanos, pasando
por el correspondiente alivio cómico, y a los políticos
responsables. Aunque, teniendo en cuenta el tono de la producción,
la resolución de esta última trama no va a ser precisamente un
drama de conspiraciones y alta política.
Los cosplayers de Borderlands también purgan
Con el tiempo, la estética que se fue
desarrollando en cada secuela se ha convertido en algo propio de la
serie, y pese a tratarse de una precuela, aquí tampoco podía
faltar: las primeras escenas, más neutras, van dando paso a una
serie de personajes de apariciones muy breves y caracterizados
unicamente por unos vestuarios, con intención de disfraces, tirando
a macabros y donde no falta un punto exagerado (de nuevo, es un poco
improbable imaginarse a cualquier viandante diseñando su disfraz
para la Purga de cada año como quien se va a los carnavales de
Xinzo), que aquí han terminado de perfeccionar con un guiño muy
ingenioso a objetivo de la historia:las lentes de contacto que llevan
los personajes, con el objetivo de grabar lo que sucede, emiten un
brillo que hace que estos sean rodeados continuamente por siluetas de
las que solo se ven máscaras y una luminosidad irreal.
Siendo una cuarta entrega ya también
era difícil que esta ofreciera algo nuevo: aunque la idea ofrezca la
posibilidad de contar diversas historias, en el fondo el desarrollo
de la trama puede resumirse en llevar a unos protagonistas del punto
A al B o conseguir que no los maten, funcionando un poco por el
interés que pueda tener cada protagonista o situación. En este
caso, el escenario sobre vecindarios chungos, mafiosos malotes pero
honrados y guerras de bandas, aunque divertido, no llega a
convencerme, y queda un poco lejos de la frescura que supuso The
Purge: Anarchy.
Salvo un punto de partida que no
considero mi preferido de la franquicia, The First Purge sigue
funcionando como una buena película de serie B, manteniendo un punto
muy curioso entre la acción y la trama política, en el que el único
limite, como en todo, acaba siendo el tiempo y el agotamiento de las
ideas: de momento, funciona, aunque habría que ir pensando en
cuantas purgas quedan antes de no quede más que contar.
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