jueves, 19 de julio de 2018

La primera Purga (2018). El origen de una bonita (es un decir) tradición


Pocas franquicias han aprendido tan bien de sus errores como La purga. Tras una primera entrega demasiado centrada en el home invasion como para prestar atención al trasfondo que lo justificaba, siguieron una serie de secuelas donde acertaban de pleno con el tono de guión y estilo: en lugar de continuar asediando a los protagonistas en sus respectivos domicilios, se veían obligados en cada secuela a salir, durante la noche más peligrosa del año, e intentar sobrevivir en unas calles pobladas de gente dispuesta a liberar sus instintos más salvajes, frustraciones e incluso sus deseos de venganza. Con un planteamiento mucho más dinámico a partir de la segunda parte, la saga se fue componiendo de historias independientes que narraban lo sucedido en la purga de distintos años, llegando a plantear el que podría ser el final definitivo de esta. Pero lo variado de este escenario no impide el poder llenar esos huecos que faltan en una historia de unos Estados Unidos gobernados por un partido que se hace llamar los Nuevos Padres Fundadores y en una práctica que parece esconder algo más que el reducir los índices de criminalidad durante el año Y, antes de la serie de televisión que continuará la franquicia, se estrena una precuela que continúa desarrollando lo sucedido en cada celebración.



Con La primera Purga tampoco es que se compliquen demasiado en cuanto a títulos (y de paso, debo informar que el nombre de tan curiosa celebración siempre me resultó un poco contradictorio al recordarme a la palabra que usaba mi abuela al referirse a un laxante), indicando desde un principio, que esta se trata de la primera celebración, organizada por el nuevo gobierno de los Estados Unidos, que se llevó a cabo con el objetivo de reducir el crimen y la violencia durante el resto del año. En un país asolado por la crisis y la desigualdad, este experimento científico parece la solución más viable para paliarlas. Pero el proyecto, que se llevará a cabo en Staten Island, una zona particularmente afectada por la situación, es presionado continuamente por un gobierno demasiado interesado en conseguir que esa Purga sea un éxito. Sobornos a cambio de participación, espionaje e incluso la presencia de mercenarios en el área, hacen que sus habitantes, desde gente con escasos recursos que solo quiere seguir adelante con sus vidas hasta los representantes de la delincuencia local, deban defenderse, y atacar, si es necesario, para sobrevivir.



Uno de los aspectos más dinámicos de la serie es la independencia entre cada secuela: salvo tener lugar en el mismo universo, cada una ofrece personajes e incluso distintas situaciones en el tiempo, de modo que siempre es posible ofrecer un poco de variedad en una saga que ha llegado a las cuatro entregas. Y que desde las dos últimas ha optado por aportar una trama política, un tanto de serie B, para intentar dar coherencia a una premisa que, si ha funcionado hasta ahora, es por haber conseguido unos guiones centrados en la acción, y algo de distopía, muy entretenidos. En este caso, junto a la trama principal, sigue perfilándose un argumento secundario sobre la politica manejada en segundo plano y que aquí terminan de presentar como algo muy relacionado con lo que se ha visto en pantalla previamente. En este caso, se sigue de forma paralela a unos personajes principales, desde un narcotraficante con cierta épica, hasta una familia compuesta por dos hermanos, pasando por el correspondiente alivio cómico, y a los políticos responsables. Aunque, teniendo en cuenta el tono de la producción, la resolución de esta última trama no va a ser precisamente un drama de conspiraciones y alta política.


Los cosplayers de Borderlands también purgan

Con el tiempo, la estética que se fue desarrollando en cada secuela se ha convertido en algo propio de la serie, y pese a tratarse de una precuela, aquí tampoco podía faltar: las primeras escenas, más neutras, van dando paso a una serie de personajes de apariciones muy breves y caracterizados unicamente por unos vestuarios, con intención de disfraces, tirando a macabros y donde no falta un punto exagerado (de nuevo, es un poco improbable imaginarse a cualquier viandante diseñando su disfraz para la Purga de cada año como quien se va a los carnavales de Xinzo), que aquí han terminado de perfeccionar con un guiño muy ingenioso a objetivo de la historia:las lentes de contacto que llevan los personajes, con el objetivo de grabar lo que sucede, emiten un brillo que hace que estos sean rodeados continuamente por siluetas de las que solo se ven máscaras y una luminosidad irreal.



Siendo una cuarta entrega ya también era difícil que esta ofreciera algo nuevo: aunque la idea ofrezca la posibilidad de contar diversas historias, en el fondo el desarrollo de la trama puede resumirse en llevar a unos protagonistas del punto A al B o conseguir que no los maten, funcionando un poco por el interés que pueda tener cada protagonista o situación. En este caso, el escenario sobre vecindarios chungos, mafiosos malotes pero honrados y guerras de bandas, aunque divertido, no llega a convencerme, y queda un poco lejos de la frescura que supuso The Purge: Anarchy.
Salvo un punto de partida que no considero mi preferido de la franquicia, The First Purge sigue funcionando como una buena película de serie B, manteniendo un punto muy curioso entre la acción y la trama política, en el que el único limite, como en todo, acaba siendo el tiempo y el agotamiento de las ideas: de momento, funciona, aunque habría que ir pensando en cuantas purgas quedan antes de no quede más que contar.

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