La propuesta de Channel Zero fue cuando
menos, un experimento curioso, pero muy bien pensado: crear una serie
antológica a partir de distintos creepypastas. Esto garantizaba en
principio una serie de terror muy efectiva, gracias al factor shock
de ese tipo de narración, y los escasos medios que harían falta
para desarrollar unos escenarios que podrían encontrarse en
cualquier sitio. La primera temporada tuvo un resultado un tanto
inesperado, al menos, comparado con lo que el público contaba ver:
Candle Cove no era una miniserie sobre el misterioso programa
infantil que ensombrecía la memoria de determinados adultos, sino
una muy distinta sobre niños siniestros en la que el creepypasta en
cuestión era poco menos que un señuelo. La realización también
era muy distinta a lo que el público se había acostumbrado, con
unos exteriores y colores poco saturados que hacían recordar a las
producciones de televisión de hace veinte años, y sobre todo, unas
interpretaciones un tanto acartonadas de las que no quedaba muy claro
el motivo.
Las promos de Channel Zero: El American Horror Story de Hacendado
La propuesta, en cambio, funcionó, y
el siguiente año se adaptó por las mismas fechas, pero de una forma
más libre, The No End House. En este caso, los rumores de una casa
donde, si se superaba una serie de habitaciones con encuentros cada
vez más terroríficos, se conseguía un premio pero a costa de la
cordura de quien se adentre en ella. De nuevo, en lugar de un
narrador indefinido, aparecen Margot, una joven que todavía no ha
superado el duelo por la muerte de su padre, y sus dos amigos. Tras
recibir un extraño vídeo, el grupo decide acudir a la atracción
que este anuncia: una casa del terror que cada Halloween, aparece en
distintos lugares y de la que se dice que es una de las experiencias
más aterradoras que pueden vivir. Lo que comienza con una serie de
salas en las que estos, acompañados por un hombre que parece haber
estado en la casa otras veces y un joven que hace buenas migas con
Margo, contemplan situaciones demasiado cercanas a ellos como para
ser una atracción de Halloween corriente, termina con una
atropellada salida de la casa. Salvo que la salida es a un lugar muy
distinto, donde estos se encuentran con todo lo que deseaban o habían
perdido. Y que muy pronto les hará recordar la advertencia que había
al comienzo de su viaje: cuidado con los caníbales.
Sin ser una versión literal del
creepypasta original, esta temporada opta por una solución bastante
más satisfactoria: la casa sin fin es el punto de partida. Uno, en
este caso, muy libre y a partir del cual el guión desarrolla lo que
pasaría después de lo que narra la historia previa. Si lo que se
busca es un material más cercado a su fuente de inspiración, esta
decisión ha sido una mejora. La trama principal no parece una
historia distinta pegada con celofán a la de la casa, sino un poco
una secuela o un guión donde se desarrolla algo distinto a partir de
un bosquejo. Y por suerte, las interpretaciones esta vez resultan
menos estáticas. Sin ser una maravilla, porque la serie tampoco lo
necesita, pero no resultan acartonadas y se acercan más al formato
al que el público está acostumbrado. Algo necesario cuando el guión
incide mucho en temas dramáticos como la memoria, la culpabilidad o
el miedo.
Posiblemente, uno de los aspectos por
los que Channel Zero funciona (y en vista de esta temporada, espero
que siga funcionando), es porque a nivel presupuestario parece una
serie de lo más apañadita: con cuatro escenarios corrientes y un
poco de gelatina de atrezzo se saca una historia. No hay efectos
especiales, y los que hay, tiran un tanto a pobres...y esto, hasta
acaba teniendo gracia. La mayor parte de los decorados son muy
simples, con unos exteriores muy despoblados, y sin más horror, como
tal, que lo que van contando o sintiendo sus protagonistas. La
simpleza que mantienen en todo momento,y que parece convertirse en
una característica principal de la antología, es todo un acierto:
no pretende impresionar ni llamar la atención, sino contar una
historia de terror.
Una cosa está clara: esto no es
American Horror Story. Y como tal, no va a haber dramas extraños ni
humor negro, ni rarezas. Sino, simple y llanamente, una historia de
terror. Una que mantiene cierto aire de serie B y se agradece, sin
tener pretensiones de crear un formato revolucionario ni que se hable
de ella, salvo por los fans del género fantástico, que quedarán
bastante satisfechos. Pero también tiene los defectos de todo
creepypasta: aunque se base en ellos libremente, están muy presentes
las incoherencias de estos, los momentos alargados innecesariamente e
incluso situaciones poco cuidadas, donde personajes que parecían
principales acaban desapareciendo sin que al resto le importe mucho,
o donde el ritmo de la narración falla estrepitosamente al crear
episodios de relleno consistentes en persecuciones. Algo bastante
imperdonable en una miniserie con seis entregas.
La primera temproada de Channel Zero fue poner una idea a prueba, que podía gustar o no. La segunda, la idea se pule más y aprovecha bien el formato de antología: cada año es una historia distinta, tan breve como la que se podría leer en la pantalla del ordenador y en la que por suerte, en esta entrega, y pese a sus defectos, ha quedado bien. Y esperemos, que con la puerta abierta hacia una nueva temporada el año que viene.
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