Cuando a finales de los noventa se anunciaba una película
“basada en una popular serie de los sesenta”, aquello era para echarse a
temblar. De lo que se hizo en esos últimos cinco o seis años, las comedias
querían ser tan irónicas y tomarse tan poco en serio, que acababan por no hacer
gracia a nadie. Las de acción, parecían una excusa para empaquetar un
blockbuster lleno de escenas de acción y de mostrar a tutiplén unas infografías
que vistas hoy cuando las pasan en la tele, llevan peor el paso del tiempo que
cualquier efecto especial tradicional. Hay excepciones, como las cinco entregas
de Misión imposible, pero solo hace falta recordar aquella versión de Los
vengadores con Uma Thurman como ejemplo de lo que puede pasar. Por eso tras
aquella fiebre de versiones, el trailer de Operación U.N.C.L.E., con su estilo
de acción más seria, me hacía dudar bastante. Pero, por un lado, no sabía nada
de la serie, solo que en mi casa la conocían como El agente de CIPOL y su
temática de agentes secretos. Por otro, el director era Guy Ritchie, cuyo
estilo de dirección, desde Snatch a Sherlock Holmes, me había gustado mucho
(más la primera que su secuela. Y vamos a fingir que Barridos por la marea
nunca ha sido filmada). Al menos, las expectativas eran algo mejores esta vez.
Y en el peor de los casos, todo podría quedarse en una película de acción
similar a Misión imposible.
En realidad ahí estuvo el primer error, porque el guión
recurre a mantener la época original de la serie: son los años sesenta, y
Napoleón Solo, un antiguo ladrón de guante blanco metido a espía, debe sacar de
Berlín oriental a la hija de un científico desaparecido, del que se sospecha
que ha sido secuestrado. Como la posibilidad de un físico nuclear fabricando
armas para una organización terrorista es mucho peor para el orden establecido
que el quítame allá ese telón de acero, ambos bloques deciden trabajar juntos y
Solo tendrá como compañero a Ylya Kuryakin, un agente del KGB, y a Gabi, la hija
del científico y experta mecánica. El objetivo es descubrir lo que sucede en
unos conocidos astilleros italianos, de los que se sospecha que están ligados a
la organización terrorista y donde puede estar llevándose a cabo la
construcción de una bomba nuclear.
El primer acierto de esta versión ha sido precisamente
mantener la época original. En lugar de tirar por lo fácil y enseñarle al
público lo que conoce, optan en cierto modo por una película de época. De la
guerra fría, que a fin de cuentas, es una época determinada. Esto implica un
mayor esfuerzo a la hora de establecer los escenarios, personajes e incluso
forma de pensar, pero también supone el contar con una situación mucho más
concreta y reconocible, como es la guerra fría, en lugar de la organización y
misiones más genéricas que salen en muchas producciones posteriores al 2000.
Los diálogos y las actitudes, especialmente las de los jefes de los
protagonistas, cuentan así con una mayor carga, más ideas y también más mala
leche. Pero también el mantener este escenario hace que visualmente, se
disfrute mucho más. Porque este está cuidadísimo, explotado al máximo pero
también lleno de detalles. Desde los escenarios más desvencijados de Berlín
occidental, hasta los excesos de un hotel de lujo en Roma, pasando por cosas
tan nimias como el mobiliario funcional en un apartamento franco, en una escena
que, apenas durando dos minutos, no se han olvidado de incluir hasta el más mínimo
elemento…Y es que cuando es posible reconocer los muebles de contrachapado y
las butacas de skay, se lo han currado a base de bien.
A partir de esta estética y la atmósfera es cuando se
empieza a notar también la intención de la película. Porque, frente a los
escenarios más grises y secos de Berlín, que hacen pensar en las producciones
de espías tradicionales, todas las secuencias de Roma son una verdadera locura:
excesos en los interiores, en los decorados, donde no falta lo más moderno de
lo que era moderno en los años sesenta…y hasta en los vestuarios. Porque
algunas secuencias, como una fiesta para la alta sociedad, son un desfile de
interpretaciones histriónicas, atrezzo pasado, y unos modelos que parecen
sacados de un anuncio de Ferrero Rocher o de los que echaban en los cines hace
más de veinticinco años. Al princpio resulta chocante comparado con la
sobriedad anterior, después se le pilla el truco, y es imposible no apreciar
todo ese trabajo y exceso y tomárselo a broma, que era lo que pretendían. Al
igual que el retrato que hacen de los italianos, donde, también con bastante humor,
la mayoría de figurantes quedan reducidos a caricaturas con bigote y actitudes
prepotentes. Todo también muy de entonces y planteado con muy mala baba.
Si con determinadas secuencias se nota que la historia, en
cierto modo, no va muy en serio, se confirma a partir del tratamiento de la
trama y de determinadas situaciones. Todo el mundo de los espías se plantea de
forma muy irónica, explotando mucho la paranoia, y con eso también, las bromas
a costa de la tecnología de la que se disponía en los sesenta: hay micrófonos
hasta en la sopa, agentes hasta en el parque, y en general, nadie se fia de
nadie. Un poco con el tono Teléfono rojo, volamos hacia Moscú, pero mucho más
ligero. Incluso las secuencias de acción se plantean de forma similar y
bastante brillante: si ya a la hora de presentar esa Roma de anuncio de
televisión se notaba que no iba en serio, a estas se acercan en el mismo
estilo: gran parte de las persecuciones y explosiones se solucionan con la
técnica de la pantalla partida en varios planos, haciendo que la duración de
estas se reduzca muchísimo. O directamente, optan por presentarlas en un
segundo plano, en uno de los mejores momentos de la película, donde se ve a
Solo haciendo algo completamente anodino (y chocante) mientras su compañero es
perseguido dramáticamente una y otra vez. Porque, seguramente hemos visto
muchas películas donde vemos al héroe huyendo de los malos. Pero ninguna donde
enseñan lo que hace su compañero mientras.
La estética y el humor son una de las mejores bazas de la
película, donde sorprendentemente, consigue mantener el equilibrio con los
momentos dramáticos. Pero el guión en comparación, ha quedado a ratos muy
simple, y a ratos muy poco cuidado. La trama de la hija del científico
secuestrado es algo que debe componer el 30% de las historias pulp y un 60% de
las de los años sesenta, por lo que lo importante aquí no sería el qué cuentan,
sino como (o directamente, verlo un poco como un guiño irónico). Pero pese a
cuidar tan bien todo lo relativo a la guerra fría, se han olvidado de los
antagonistas. Que sean una organización terrorista, de acuerdo, pero en un
momento de la película, se sacan a los nazis de la manga para mencionarlos en
un momento, y olvidarse por completo del asunto. Porque, parece que exceptuando
lo de incluir a un villano que todavía podía estar reciente en los sesenta, ni
es relevante para la trama ni hacía falta. Y mucho menos, con un antagonista
principal como el que tienen, igual de exagerado y tremendo que la estética,
pero que le pega muy bien que todo eso de los nazis. Los personajes, a ratos,
tampoco funcionan demasiado bien: aunque la química y los piques entre Solo e
Ylya sea lo más cuidado, y estos cuenten con la mayor simpatía del público
(especialmente el segundo), la aparición de Gabbi se queda en una inclusión un
poco forzada de “chica de la película”, donde los intentos de introducir una
trama romántica con uno de los personajes resultan artificiales y carecen de
frescura. No sé si llegara a haber una segunda película, pero espero que en ese
caso pulan un poco esto último, o si no resulta, eliminen esa trama.
Operación U.N.C.L.E. es una de esas películas que, en cierto
modo, hay que pensar un poco antes de decidir si han gustado o no. Su forma de
narrar un poco chocante hace que al principio de la impresión de no estar claro
si es una broma, en serio, o si les ha salido mal. Algo que también provoca en
algunos momentos, la manía del director por seguir utilizando un montaje
acelerado e incluir flasbacks donde no hacían falta, solo por una especie de
manía de mantener una estética moderna. Pero una vez superado el desconcierto,
funciona: los personajes principales, el contraste entre lo serio y lo exagerado,
e incluso la música de fondo, hacen que sea una de esas veces en las que un
intento de filmar algo con un punto de ironía pero respetando el material
original, funcione.
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