Durante una temporada, los exorcismos y las posesiones
fueron sustituyendo a los zombies en el cine de terror. Y aunque es un tema
que, menos en El exorcista, por su carácter de clásico, no suele interesarme,
acabé viendo alguna que otra, bien por buenas referencias, como Deliver us from
Evil. O directamente a ciegas, como Asmodexia. De ella solo sabía que era una
producción española, que su título era bastante desconcertante y que, como
otras del género como Los sin nombre o Darkness me habían gustado, podría no ir
desencaminada.
Pese a tener estas dos como referentes, Asmodexia no es una
película que cuente con el mismo acabado y recursos que las anteriores. Pero sí
tiene ciertos elementos similares, como la presencia en la trama de cultos, lo
ambiguo de sus intenciones, y el aprovechar este desconocimiento del espectador
para poder retorcer el guión. Este sigue los pasos, literalmente, de Eloy y
Alba, un predicador o sacerdote y su nieta que deambulan por las carreteras de
Barcelona realizando exorcismos. Estos parecen ser conocidos de antemano y
respetados entre quienes piden su ayuda, gente que asegura haber sido atrapados
en un lugar por algo desconocido y que aguardan que algo suceda. Y algo debe
pasar, porque, en medio de una ola de calor que arrasa España en pleno
invierno, los internos de un manicomio están cada vez más inquietos. Una de las cuales parece haber estado
relacionada en el pasado con Eloy y Alba.
El mayor punto a favor de la película es recurrir a una
ambientación de forma muy sencilla: las menciones al revuelo del 2012, el año
donde transcurre la historia, juegan como un elemento fortuíto, algo que nadie
se llegó a tomar en serio si no era por la situación económica y social, y como
un guiño indirecto a lo que esperan, o quieren llevar a cabo los personajes.
Esto se añade a las continuas referencias a una ola de calor, todos los
exteriores aparecen filmados en colores tierra, y cualquier otro que pueda
hacer pensar en un entorno extremadamente seco. Unido a unos escenarios muy
puntuales, desde carreteras a centros de ocio y mansiones abandonadas, hace que
en todo momento se mantenga una atmósfera de desolación y de encontrarse un
poco al margen de lo que puede suceder en un entorno real. También se juega en
alguna ocasión con decorados irreales: si bien se trata de una fecha reciente y
muy concreta, algunos de estos parecen bastante intemporales, tanto en los
edificios abandonados como en el manicomio donde transcurre parte de la trama.
Este, en muchos casos, no responde tanto a lo que sería un centro moderno como
a la idea que se tiene en la cultura popular: pasillos interminables, bañeras e
incluso personal con uniforme anacrónico, consiguen una ambientación muy
extraña y agobiante, pero sin resultar exagerada.
Aunque el guión depende bastante del giro final, consigue
defenderse bastante bien e ir aportando los detalles necesarios hasta la
llegada de este. Si la trama gira entorno a los cultos religiosos, las
posesiones y los exorcismos, no dudan en jugar con ellos de forma que todo vaya
quedando en el aire: los personajes hablan de dios y mencionan citas bíblicas,
realizan exorcismos de una forma bastante sui géneris y todo lo que puede ser
habitual en los predicadores o los
fanáticos, sin que mencionen durante esas secuencias el carácter del culto que
estos siguen, hasta el desenlace.
Lo malo de los exorcismo es que lo ponen todo perdido
En general, la manera en que usan estos elementos es
bastante modesta, de forma que podría haber resultado una buena película de
terror…si no fuera por contar con un guión muy mal pulido. Los diálogos son en
su mayor parte muy forzados, especialmente en lo que se refiere al personaje de
Alba: mientras la niña se mantiene callada mirando de forma inexpresiva, tal y
como han caracterizado a su personaje, todo va bien…hasta que abre la boca y
empieza a hablar de forma en la que más que actuar, recita sus líneas de forma
muy artificial. Si en la mayor parte de los casos esto chirría bastante,
cualquier intento de conseguir seriedad salta por los aires tras la aparición
de un secundario que, si cabe, dialoga con ella de forma todavía más ridícula.
El reparto adulto es algo más solvente, especialmente el personaje de Eloy a
quien un vocabulario teatral le resulta adecuado, pero en muchos casos estos
parecen un poco desorientados por unas líneas de diálogos que no les resultan
propias, resoluciones de trama a base de flashbacks puestos para la ocasión y
en general, todo tipo de trucos para intentar cerrar los flecos que le fueron
quedando al guión por el camino.
Estas ganas de hacer algo algo más tremendo de lo que se
había planteado al principio acaban perjudicando bastante. No solo en lo
relativo al guión y los diálogos, sino a detalles menores como la propia
ambientación: si bien el tema de las posesiones es una parte minoritaria de la
trama, acaban recurriendo a ella de una forma exagerada, al menos en su aspecto
externo, que sería el de los maquillajes y caracterizaciones. De golpe y
porrazo empiezan a aparecer por ahí unos semblantes blanquecinos, ojeras por
todas partes a las que se les nota en exceso el no ser otra cosa que
maquillaje, y uno más propio de un pasaje del terror que el de una película
profesional.
Si bien esto es un detalle bastante más pequeño, es en
realidad todo el tema de los diálogos, esos elementos pillados por los pelos y
algunas interpretaciones muy flojas las que hacen que una película con
elementos originales se quede en una producción más mediocre de lo que debería
haber sido.
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