Me gustaban los relatos de H. P. Lovecraft. De hecho, me
siguen gustando y a veces me parece una
lástima haber leído ya todo lo escrito por él, por lo que encontrar algo nuevo
es imposible. Como buena seguidora de los Mitos, en su día llegué a leer
también alguna antología temática sobre los Mitos de Cthulhu. Estas siempre
estaban muy ceñidas al mismo esquema de libros perdidos, dioses con tentáculos
y gente que se vuelve muy loca, por lo que con el tiempo fui perdiendo el
interés por los pastiches y, por suerte, ampliando un poco más las lecturas.
Pero de vez en cuando, todo el tiempo que dediqué a todos esos relatos me viene
a la memoria, y acabo leyendo alguna antología nueva sobre el tema. A veces por
morriña, y a veces por curiosidad por si alguien ha sido capaz de salirse un
poco de los clichés típicos de los derivados lovecraftianos.
Una temporada en Carcosa. Edición de Joseph S. Pulver. El
Rey de Amarillo creado por Robert W. Chambers no es parte de los mitos, sino
una serie de relatos anteriores, que H. P. Lovecraft conocía y que se
consideran como precursores del horror cósmico. Posteriormente (especialmente
con el juego de La llamada de Cthulhu) fueron incorporándose como parte del
universo de H. P. L, y no fue hasta el año pasado cuando volvieron a llamar la
atención de forma independiente, aunque solo fuera como referencia, en TrueDetective. Precisamente como antecedente de los mitos es uno de sus integrantes
menos explotados, por lo que una antología sobre el Rey de amarillo, como libro
maldito, y como personaje en sí, ofrecía bastantes posibilidades.
Ya el propio compilador expone que su intención es alejarse
de la ficción lovecraftiana típica, y que las principales influencias que había
propuesto para la recopilación eran, más que Lovecraft o Derleth, el propio
Chambers, los poetas decadentistas o incluso Thomas Ligotti.
Solo con esto, hace que la antología tenga mayor interés que
otras del palo: efectivamente, se alejan mucho de los clichés de siempre y hay
unas cuantas que realmente consiguen un ambiente realmente inquietante, y en
cualquier escenario posible. Relatos como los de la visita a un extraño burdel
en el Nueva York de principios de siglo, o un enigmático programa infantil de
televisión que nadie recuerda, son el mejor ejemplo de los cuentos que un
lector más acabará recordando del libro. Pero como suele pasar en estas
recopilaciones, el nivel general no es tan bueno: con esto de querer parecerse
tanto al enigmático libro de chambers, muchos autores se pasan de listos y
ofrecen algunos textos que, más que extraños, no llegan a contar nada en
concreto, o a dar la impresión de ser demasiado desordenados, sin un desenlace
propiamente dicho. Y no precisamente como final abierto, sino de esos en que no
se sabe si termina ahí, o si la edición digital tenía fallos y se habían comido párrafos.
W. H.
Pugmire. The Strange Dark One. De todos los inventados por Lovecraft,
probablemente Nyarlathotep es el más interesante. Es capaz de adoptar cualquier
aspecto, incluido el humano, y actuar con cierta astucia y mala baba más
comprensible que sus contrapartidas con tentáculos. Además, el propio autor
recurrió a este como antagonista visible de Randolph Carter en En busca de la
ciudad del Sol Poniente. Por lo que, al igual que en Una temporada en Carcosa,
una antología basada en este, parecia bastante más interesante que el relato
medio con investigadores evitando por los pelos la destrucción del mundo, o
volviéndose locos.
Pero este interés se queda en el punto de partida. De
entrada, no se trata de una antología sino de la recopilación de cuentos
escritos por el mismo autor. Este, especializado en novelas y relatos de corte
lovecraftiano, emplea un escenario de su propia creación: el valle de Sesqua,
donde sus habitantes no son del todo humanos y están ligados a algunas
criaturas mitológicas. Esto podría haber sido un aporte tan interesante como
cualquier otro, pero su forma de escribir, que muchos describen como poemas en
prosa, es completamente densa. Quizá intenta evocar el estilo de Lovecraft, con
diálogos llenos de palabras rimbombantes y situaciones donde la trama suele
implicar a algún artista perdido en el susodicho valle, teniendo un encuentro
con el dios y presenciando visiones horribles y llenas de adjetivos. Pero para
que un estilo tan denso funcione, hay que ser muy hábil, o se queda en un libro
donde avanzar entre tantas conversaciones afectadas apenas despierta ningún
interés. Y que en este caso, además de ese estilo que no ha terminado de
convencerme, ha tenido dos resultados: uno, que quedan aparcadas las antologías
lovecraftianas por una buena temporada. Y dos, que para leer a un autor difícil
cuyos textos requieren una atención continuada, pero que a través de ellos sean
capaces de evocar un ambiente muy específico, me quedo con Thomas Ligotti.
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