De nuevo, ha pasado otro mes desde la última entrada sobre
libros. Y al igual que la última vez, estos han sido cada uno de su padre y de
su madre, por decirlo de algún modo: desde ciencia ficción hasta el lejano
Oeste.
Thierry Rollo. La profondeur des tombes. No conocía a este
autor, y hasta donde sé, no se ha traducido al castellano. Solo, por la
información en general, que sus primeros libros se caracterizaban por estar
ambientados en ambientes sórdidos y llenos de desesperación. En un futuro
cercano, la escasez de los combustibles fósiles y la falta de previsión a la
hora de encontrar otras fuentes de energía, hace que la sociedad deba volver a
la minería del carbón a una escala que la revolución industrial no pudo
imaginar. Las consecuencias son brutales para el medio ambiente, convirtiéndose
el agua en un lujo, los coches en algo muy escaso y la humanidad se ve obligada
a vivir bajo un cielo oscuro a causa del humo. El protagonista es un capataz de
mina atormentado por una visión que tuvo cuando era niño: una criatura similar
al cadáver de su madre le dice que debe conocer la profundidad de las tumbas.
Este decide partir hacia una colonia penal en busca de su mujer y su hija, a
quienes perdió hace mucho tiempo, sin más ayuda que los restos de una
replicante y una hiena, resultado de la clonación de animales extintos.
La ambientación de la novela, y practicamente su primera
mitad, es lo más interesante y la narración mejor conseguida: se trata de esos
casos donde con unas pinceladas breves, haciendo referencia a cosas habituales
para los personajes y ajenas al lector, se consigue que este se haga una idea
global del mundo en que ellos viven. Además, detalles como el evidente
empobrecimiento de la sociedad, el que el Euro sea la moneda corriente, y que
el precio de la electricidad se haya disparado por tener que recurrir a una
fuente menos eficiente, hace que a día de hoy la historia resulte mucho más
inquietante que cuando se publicó en 2003.
Hay otros elementos que resultan mucho más chocantes, al
entrar dentro de la parte que no se llega a aprovechar bien: temas, como los
replicantes (humanoides robóticas previos al desarrollo de la clonación), o los
clones de animales extintos que se utilizan en las minas, quedan, o mal
aprovechados en la narración, o dan lugar a situaciones más cercanas al humor
involuntario, como los primeros párrafos donde los mineros trabajan con un
hipopótamo en los túneles.
Además, la narración en general sale perdiendo: se
vuelve progresivamente más absurda, como si de repente el autor se diera cuenta
que no sabe cómo continuar la historia y empezara a meter todo tipo de deus ex
machinas y personajes que se ponen a hablar y resuelven la trama como mejor les
conviene. Igual quería reflejar la locura y desesperación en la que el
protagonista se sumía, pero el resultado final fue el de que el pobre hombre
acabe dando vueltas como un pollo sin cabeza.
Como historia se queda en un libro muy fallido, pero del que
no puedo decir que no me haya gustado: su brevedad, y la eficiencia a la hora
de describir un mundo en las últimas, es lo que lo convierte en fascinante,
pese a acabar en un desenlace bastante enloquecido.
La primera impresión que da el libro es de tratarse de uno
de esos adecuado para un club de lectura (de hecho, en muchas reseñas mencionan
que lo eligieron para eso, o como lectura de verano): la ambientación es lo
suficientemente llamativa para atraer a todo tipo de público, y en realidad, el
tratamiento de los personajes, más bien simples, y de la cultura india, es muy
superficial y pensado unicamente a favor de la narración. No se trata de algo
negativo porque en realidad, esta es muy fluida y hacía tiempo que no tardaba
tan poco en terminar una novela. Las descripciones son breves, hay muchos
diálogos y en general, lo más importante es el mantener cierto nivel de
dinamismo y llegar a un desenlace sin aburrir al lector. Conmigo ha funcionado,
y ha conseguido que me interese una ambientación por la que hasta entonces, no
había buscado por cuenta propia.
Esta forma de escribir también tiene una desventaja, y aquí
se nota a las primeras páginas: su simpleza y su intención de alcanzar al mayor
público posible se extiende hacia los personajes y su desarrollo. Muchas
aspectos están contados desde un punto de vista demasiado moderno, por lo que
enseguida toma partido, quejándose de una sociedad clasista en plena Depresión
que, entonces, era algo relativamente aceptado. Además, algunos personajes
llegan al extremo de la caricatura: Tolley, gay y orgulloso de serlo, con su
armario interminable, su interés por la moda y su capacidad para llevarse bien
con todos los personajes femeninos, parece sacado de una telecomedia de los noventa,
y no el rebelde de los años treinta que debería ser. En menor medida, al
tratarse de un secundario, el mayordomo se queda un poco en la caricatura que
todos tienen en mente cuando se piensa en el servicio doméstico británico.
En cambio, el conflicto entre los blancos y apaches sale
mucho mejor parado. Ahí consigue no tomar partido por nadie, y sin explayarse
demasiado en la cultura indígena, consigue reflejar de una forma bastante
imparcial la situación: lejos de tomar partido por los indios, o presentar un
retrato idealizado, refleja una sociedad con sus propias normas, capaz de ser
sanguinaria y de cometer todo tipo de atrocidades que, a su vez, son
respondidas con otras por parte de las autoridades. El que un pacífico y
anciano guerrero reconozca, y lamente, haber violado y asesinado, o que exista
una recompensa por las cabelleras indias que se presentaran ante la policía,
describe bastante bien la violencia de aquellos últimos momentos del
enfrentamiento. No ha sido de lo más excesivo que he podido leer en un libro, y
más teniendo reciente Juego de Tronos, pero la cercanía en el tiempo, y la
buena maña que demuestra el autor en el relato, hace que resulte bastante
emotivo.
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