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jueves, 8 de agosto de 2024

Dark Angel (1990). Narcotraficantes del espacio exterior

 


Volviendo a los ochenta, que es un poco mi Día de la Marmota particular, y sobre todo, a los videoclubs y películas memorables pero no tan buenas, uno de los tópicos más populares era el de las buddy movies. Una pareja de policías de lo más dispar en cuanto a métodos y actitud que debían trabajar juntos para detener al mafioso, terrorista, narcotraficante, o si habían pasado por ahí también, a los alienígenas. Porque lo de hacer mezcla de ideas  un poco imposibles de y que con un poco de suerte, salieran bien tras caminar en esa fina línea entre lo que funciona y el absurdo, también era una cosa muy habitual en lo que  podía estrenarse en un cine o verse entre las estanterías para alquilar. En este caso, la película de policías no solo se  cruza con la ciencia ficción sino con uno  de los cachas más conocidos de la década. Uno que de nuevo, sin estar en la misma línea que Schwarzenegger o Stallone, conseguiría cierta notoriedad con un par de estrenos  para seguir con una carrera en la serie B bastante estable:  Dolph Lundgren.  Que, como era de esperar, es el policía de métodos cuestionables pero dispuesto a todo para cumplir su deber. Sin importar de qué galaxia vengan los delincuentes.


Los problemas del agente  Jack Caine empiezan  cuando una operación antidroga sale mal: tras perder a su compañero, el cargamento de heroína desaparece sin dejar rastro. Esta coincide con una ola de crímenes que empieza a asolar la ciudad: los cadáveres, con marcas de pinchazos, parecen haber sido  víctimas de una sobredosis de heroína y  de la extracción de fluido cerebral. Con la amenaza de ser definitivamente apartado del caso, a Caine le asignan un nuevo compañero: Arwood, un miembro del  FBI dispuesto a acatar las normas en todo momento. Peso e a lo opuesto de sus métodos, la colaboración entre ambos los llevará a descubrir que la droga desaparecida y los crímenes perpetrados por la gigantesca figura que se mueve por las calles de  Houston provocando la destrucción a su paso, están relacionados.  Y que otro desconocido, cuya as armas y capacidad destructiva son muy similares a los del sospechoso, parece estar siguiendo  su rastro, pero… ¿es aliado o enemigo? ¿Vendrá también en son de paz, como asegura el asesino, antes de acabar con sus víctimas?



Aunque estrenada en 1990,  la película puede considerarse todavía una locura, un tanto absurda, propia de la década anterior. La trama es nada menos que una guerra de drogas a nivel espacial…¿el motivo? Ni lo exponen, ni parece importar mucho entre el desfile de premisas improbables, armas imposibles…y explosiones. Porque uno de los elementos imprescindibles de toda película de acción poco creíble son las explosiones: esta se abre con el aterrizaje del alienígena, que tras pronunciar su frase lapidaria (y a la vez, título del original de la película: I Come in Peace), comete su primer asesinato para, a continuación, emplear una de sus armas que provocará una gigantesca explosión y un incendio. Uno de esos que  más as allá de ser vistoso, no tiene consecuencias, como solía pasar a todas las explosc9iones localizadas a las que recurría el cine entonces.


La trama  principal, correspondientes  a los personajes interpr4etados por Lundgren y Brian Benben, se mueve por el camino rutinario del cine de policías obligados a trabajar junto: héroe de acción individualista junto a un burócrata  enclenque, y el interés romántico del protagonista encarnado por en una forense (Betsy Brantley), que poco más hace que quejarse de que este no le hace caso y limitarse a esperarle. Se le añaden los exteriores de la ciudad, a provechando bien el paisaje industrial y una secuencia final  rodada en una factoría abandonada, sin duda unos elementos a favor para dar atmósfera a una producción que de otro modo, tendría muy pocos medios para poder reflejar ese entorno de ciudad  peligrosa y asolada por el crimen que el público debería creerse.

La resolución de esta trama, en la que ambos coprotagonista consiguen detener a la amenaza saltándose las normas, es tan rutinaria como podía esperarse. No tiene mucho humor, los personajes no son especialmente carismáticos (a Lundgren por simpático no le pagan, no) y esta se limita a la sucesión de muertes, pistas, traiciones dentro del cuerpo de policía típicas, sin que estén especialmente bien narradas. En apariencia, una película no muy buena.


U no lo es, en realidad. Pero es, paradójicamente, su mezcla de ciencia ficción lo que la hace funcionar. Una premisa en la que  poco más  se molestan en explicar, en boca de ese  otro alienígena adversario del villano, que  los objetivos de este  no son muy distintos a los de cualquier grupo de narcotraficantes de la tierra.  Por qué este se lleva alegremente un alijo de heroína, es algo que no  aparece ni planteado: solo necesitaban una  justificación para que la película  fuera de ciencia ficción, y ya la tienen. La presencia del villano, interpretad o por Matthias Hue, ataviado con un armamento imposible y un guardapolvo propio de un cazarrecompensas espacial, es suficiente para tener  ese antagonista en la que su falta de diálogo se compensa con lo llamativo de su caracterización.


Esta mezcla entre lo policiaco y la ciencia ficción no muy trabajada  no son los únicos elementos  con los que cuenta la cinta. Además de  armas  como una pistola incendiaria o un lanzador de cds con los que el villano cuenta como arsenal extraterrestre,  el guion intenta establecer una serie de pistas previa para la trama, y un paralelismo  con el caso que investiga el protagonista en la primera parte del guion. La idea no sería mala, con la manda de narcotraficantes “realista” siendo eliminada por uno más peligroso. Pero esta, llamada “Los Chicos blancos” no es otra que…un grupo de ejecutivos  trajeados que desarrolla sus operaciones entre reuniones empresariales y llamadas de negocios. Y el público conoce bastante de los ochenta y la cultura yuppie como para  comprender lo poco creíble de la idea. Es probable que se esnifaran el alijo entero ante de que pudieran ponerlo a la venta.

Un título reconvertido al inglés, un punto de partida curioso, pero llevado de forma entre absurda, cómica y  como muchas de estas producciones, un tanto entrañable: Dark Angel es una de esas buenas malas películas de los ochenta. Dloph Lundgren, en plena época de Ivan Drago y Red Scorpion, repartiendo tiros contra ejecutivos narcotraficantes y un camello del espacio. Algo tan improbable como divertido, te lo que es imposible no caer un poco en la nostalgia del cine de los ochenta. Pero no mucho. Era 1990 ya, y también es inevitable plantearse que ese alienígena, de haber aterrizado en Galicia en esos años, no hubiera durado un asalto.




2 comentarios:

Anacrusa dijo...

Lo de las buddy movies se explotó hasta la saciedad, es algo que siempre ha dado mucho juego, sea el género que sea. Creo que llegó tal sobreexplotación que tuvieron que tirar por otros caminos menos transitados. Pasó un poco como el slasher, que ya todo era un refrito de otro refrito. Con Dark Angel pasa un poco los mismo. Ya hay otras buddy movies del palo, como aquella Enemigo mío protagonizada por Dennis Quaid o Alien Nation, que dio lugar a una larga saga, incluyendo una serie de televisión. Casi lo más curioso es que no haya habido secuelas de Dark Angel.

Lo de la premisa de ciencia ficción es de tener un serio problema de drogadicción. En general es todo mal en la película, pero por algún curioso capricho de los Antiguos se deja ver. Y yo al menos me lo pasé bastante bien. El Lundgren con menos carisma que un catus, su compañero papanatas, el camello del espacio exterior que es un hablandahigos, una trama que no tiene ni pies ni cabeza... todo eso acaba funcionando de alguna extraña manera. Y creo que es lo que dices, que ese toque de ciencia ficción le da la vida a la peli, que de otra manera hubiera sido una buena castaña.

En Galicia no sé, pero en la Salamanca del 90 a ese extraterrestre le hubieran atracado varias veces y le habrían robado las ruedas de la nave xD.

Renaissance dijo...

Ahora mismo, de buddy movies ciencia ficcioneras, me estoy acordando tanto de Enemigo mío como de Hidden, o mismamente de la serie de Alien Nation. Es un escenario como el policiaco, que cuenta con herramientas que permiten sacar adelante cualquier historia..
Y lo de los ochenta acabó siendo un poco como la tormenta perfecta del absurdo: cualquier idea, por ridícula que fuera, tenía una posibilidad de convertirse en una película que funcionara pese a sus defectos ¿Que un brujo de Boston viaja en el tiempo tres siglos hasta Los Angeles de los ochenta? Venga, por qué no ¿Un narcotraficante del espacio viene a aprovisionarse de materia prima? Palante también. Y eso que en este caso, la trama de ciencia ficción me ha parecido menos absurda que la banda de yuppies narcotraficantes XD.
Y parece que no hay idealización que valga, es acordarse de cualquier ciudad en los noventa y pensar que los delincuentes espaciales, chungo lo tendrían XD.

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