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jueves, 14 de marzo de 2024

The Poughkeepsie Tapes (2007). El asesino siempre saluda en la escalera

 


Si el objetivo de la ficción en contar una historia, independiente de si usa recursos realistas o no, una de las alternativas que dispone es el emplear un medio tan vinculado a lo real como el documental. Quizá, retorciendo un poco los medios de este para usarlos a su favor, es posible hacer con ellos lo contario para lo que habían sido pensados:  narrar algo que no ha sucedido, presentándolo como si fuera verídico. ...en la mayoría de los casos,  este factor despiste se aprovecha de forma que  no se sepa si  eso ha sucedido o no, como sucedió con El proyecto de la Bruja de Blair. En otros casos, se juega  con el lenguaje  para recrear una historia alternativa, como en Estados Confederados de América. El falso documental (aunque su traducción en inglés, mockumentary, suene mucho mejor) se mueve a menudo en ese campo y a veces, emplea recurso de otro género, tan agotado ya como es el metraje encontrado, para recrear  temas donde precisamente lo inmediato, lo oscuro y lo escabroso tienen un peso importante, como pasa a menudo en el true crime. Una idea que en 2007, pasada ya hace mucho la sorpresa de El proyecto de la Bruja de Blair, pero cuando todavía quedaba lejos la afición masiva por la crónica negra (de la que me declaro seguidora. Algunas de mis mejores liquidaciones surgieron al amparo de las tropelías de Landru), se mezclaban en una cinta donde seguían, aparentemente,  el descubrimiento de los crímenes cometidos  con impunidad por un asesino, en una pequeña ciudad de Nueva York.


El reportaje sobre las cintas de video encontradas en una casa de Poughkeepsie, cientos de cintas domésticas abandonadas por su propietario, describía el descubrimiento de estas por la policía y a partir de su examen, la revelación de algo peor: la existencia de un asesino que no dudaba en registrar todas sus atrocidades y que había campado a sus anchas por toda el área, siendo tan meticuloso a la hora de desarrollar su modus operandi como despiadado a la hora de ejecutarlo.
Mediante distintos testimonios, desde la propietaria de la casa donde estas fueron encontradas hasta los agentes encargados de su revisión,  pasando por familiares de las víctimas e incluso una superviviente, la voz en off del narrador reconstruye  los pasos del asesino, su capacidad para ocultarse a simple vista, de eludir a la justicia y sobre todo, de crear las pistas falsas necesarias para acusar a un inocente, que este sea condenado, y de una forma retorcida, convertir al sistema en asesino y cómplice. Y también, en parte por reflejar esa investigación, o en parte por la curiosidad malsana de su público, se revelará una pequeña muestra de lo que contenían esas cintas.




La estructura de la película emula en todo momento al formato de reportaje televisivo.  No es tanto un documental al uso como un informativo largo, similar a 60 Minutos, o salvando las distancias, uno de los especiales de sucesos de Equipo de investigación. Las entrevistas se intercalan para hacer avanzar la narrativa desarrollada en una trama en la que el relato de los asesinatos  es paralelo a la investigación y el seguimiento de pistas falsas. Esta última, donde describen el juicio paralelo a ese falso culpable preparado especialmente por el criminal, supone  no solo una subtrama bastante interesante que refleja uno de los defectos de la fascinación por el true crime, sino también una manera de caracterizar  a ese asesino al que no se le ve la cara, pero que es posible imaginar como alguien de una inteligencia sobrehumana, pero retorcida, carente de moral y tan aterradora como solo puede serlo  el monstruo que se oculta a simple vista.


Algo me dice que estas no son las cintas de la boda de los cuñados

Pese a su formato  documental,  la cinta consigue  resultar inquietante,  por ese aire de veracidad que mantiene. Sin momentos  excesivamente gráficos, crea una atmósfera de amenaza muy realista, mediante esos testimonios en los que se sugiere lo que han visto los agentes de policía, y sobre todo, el epílogo en el que  la única superviviente es entrevistada. Una idea de  “sugerir y no mostrar” que se consigue a través de secuencias muy cortas de esas supuestas cintas, escenas muy extrañas en sótanos mal iluminados, con máscaras y contrapicados de rostros aterrorizados ( y que curiosamente, serían utilizadas posteriormente para acompañar creepypastas), pero también con la labor de unos actores que desarrollan un trabajo muy creible. No hay caras conocidas, pero estos reflejan el envaramiento propio de quien no está acostumbrados a aparecer  ante una cámara, y su repertorio se centra en mostrarse confuso y afectado.


Debido a lo limitado de la trama, el recurso, hacia mitad del metraje, empieza a agotarse e un poco y cae, por un momento, en lo derivativo: todo es terrible, aterrador e inhumano, y la parte  central donde se explayan  con las tropelías cometidas por ese protagonista al que el espectador no llega a ver empiezan a resulta run poco agotadoras. Una situación que  corrigen adecuadamente con el cambio de enfoque, al centrarse en las labores de investigación, y sobre todo, en un desenlace donde el horror que habían estado sugiriendo durante los primeros sesenta minutos golpea con fuerza, haciendo que   el cierre de esta crónica imaginada resulte desasosegante.

El éxito de la idea radica precisamente en esa mezcla entre metraje encontrado y falso documental, logrado a la perfección. Las actuaciones, bien calculadas, el ritmo y desarrollo de los hechos, que imita a la  perfección los tiempos y recursos audiovisuales de la crónica de sucesos televisiva, o el  emplear elementos analógicos mediante una cintas que sugieren un periodo de tiempo prolongado, y en el que no es posible encontrar solución  en las explicaciones que podrían dar la policía científica actual. Esta hacen que aunque presentado como una ficción, parezca mucho más real y sea posible, en algunos momentos, olvidar que más adelante los títulos de crédito revelarán que todo es una ficción.


Con una premisa tan simple como “un asesino tremendo anda suelto, no tenemos ni idea de cómo detenerlo, y lo que es peor, tampoco sabemos donde se ha metido”, las Cintas de Poughkeepsie juega hábilmente con el formato documental mediante una narración que emplea los recursos de la crónica negra y consigue inquietar con un arquetipo tan básico, pero tan aterrador como esa persona sin rostro, que puede acechar a cualquier inocente. Sin mostrar su presencia, sin dotarlo de una personalidad más allá de sus sadismo e inteligencia, crean una figura imposible de olvidar e incluso de igualar.Salvo por…el carnicero de Rostov. El hijo de Sam. El petiso orejudo. El asesinato de Jinko Furuta, o el caso de Hello Kitty. Es probable que haya alguien ahí fuera que haya superado con creces al asesino imaginario de Poughkeepsie.

2 comentarios:

Anacrusa dijo...

Es leer "petiso orejudo" y se me pone la piel de gallina.

La película me gustó muchísimo. Quizás el que el asesino sea tan inteligente y siempre vaya un paso por delante le resta un poco de ese veracidad que el formato busca.

Lo de sugerir creo que les funciona muy bien. Es como las cintas que faltan. ¿Qué hay en ellas? Dejarlo a la imaginación es todo un acierto.

Otra peli del género que realmente me dejó muy mal cuerpo fue "Megan is Missing", al nivel de "La chica de al lado" de Jack Ketchum.

Renaissance dijo...

El petiso orejudo podría ver Poughkeepsie Tapes y decir "sujétame el cubata" XD.

Teniendo en cuenta la fecha en la que se estrenó, me pareció muy original y que se adelantaba a tendencias que serían habituales posteriormente. El punto de reportaje true crime está muy bien enfocado, y las cintas aportan un tono muy enfermizo, avanzando desde cortes un tanto grotescos (como esa mujer un tanto desconcertada haciendo explotar globos a petición del asesino) hasta otros en los que el espectador da gracias por no poder ver nada más. Igual que la trama donde entrevistan a la superviviente, en la que se puede intuir que esos cinco años desaparecida, más las secuelas físicas que pueden entreverse, son mucho más aterradores que lo que se ha podido ver en la pantalla. Por el estilo de rodaje, en general, me recordó también a Lake Mungo.

Megan is missing la tengo pendiente todavía, y La chica de al lado, es de esos libros con los que creo que no me atrevería nunca. Salvo que quiera perder la fe en la humanidad y hacerme ermitaña.

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