Peter es un niño de ocho años que si bien no tiene el miedo a la oscuridad que menciona el título, si cuenta con algo que lo aterroriza cada noche: una serie de golpes en la parece que resuenan en su cuarto. Sus padres, pese a su carácter sobreprotector, le aseguran que no son más que imaginaciones que aumentan el ruido provocado por los ratones en una casa antigua. Sin embargo, la actitud de estos cambia cuando su profesora ve un dibujo donde Peter refleja esos terrores nocturnos. La despreocupación de estos se convierte en una actitud agresiva con la que exigen silencio a su hijo sobre lo que escucha cada noche. Con la posterior expulsión de Peter de su colegio, los actos de estos se volverán más extraños. Más violentos, mantienen conversaciones veladas acerca de lo que hay en la pared. Y los ruidos esta vez, vendrán acompañados de una voz que advierte a Peter de que sus padres no son lo que parece, y que pretenden hacer daño a ambos.
La película, en cuanto a duración, es una de esas rarezas que se asoman ocasionalmente a unos cines en los que la norma es estirar el metraje en proporcional al precio de la entrada. Unos noventa minutos escasos en los que desarrolla una historia muy oscura, atmosférica, y un tanto desoladora: la vida del protagonista transcurre en un entorno opresivo donde el gris de las paredes de su casa da paso a un aula convertida en un lugar hostil, donde el bullying es una parte más de su rutina y donde únicamente esa profesora suplente, que valora sus trabajos y muestra genuina preocupación por un dibujo que indica que algo no marcha bien. Una sensación de desprotección que choca con un hogar claustrofóbico, algo paradójico viniendo de una casa enorme y de habitaciones amplias, decorada completamente en gris oscura, empapelada y amueblada con piezas anacrónicas y habitada por unos padres cuyo vestuario es tan intemporal como fuera de lugar, tan extraño como ese comportamiento cada vez más errático y equivoco, que adoptan con su hijo. Un escenario completado con ese huerto de calabazas que presagia la semana anterior a Halloween, cuando transcurre la historia, y que tanto por su tonalidad como por su carácter anecdótico 8(es de estos guiones un tanto únicos, que no tendría sentido continuar) la convierte en una película muy estacional, una que podría perfectamente a haberse estrenado a finales de octubre y aprovechar este factor más que su lanzamiento en verano.
Esta primera parte, en cuanto a atmósfera y construcción de tensión, funciona perfectamente y se convierte en lo mejor de toda la película. Esta, desde el comienzo, no juega al despiste y pone claro que hay algo extraño en la casa, y sobre todo, en los padres del protagonistas. Algo que se irá desarrollando progresivamente a través de las voces que Peter escucha en su cuarto, haciendo que lo anómalo aparezca para quedarse definitivamente desde ese momento decisivo en el que Peter es encerrado en un sótano cuya puerta se esconde tras el frigorífico, sugiriendo que este elemento ha sido usado como castigo previamente y recurriendo, también , a otros elementos que sirven de indicio sobre lo que sucederá. Las arañas, el miedo de Peter a estas, así como la imagen de las telas de araña, son algo tan recurrente, y premonitorio, como la estabilidad mental de esos adultos que parece resquebrajarse por momentos.
Una gran parte de esto se debe al trabajo del reparto principal. El trío protagonista, en el que Woody Norman interpreta a un niño cuyo aspecto saludable contrasta con su palidez y una actitud introvertida, de la que es posible intuir la infancia que este está viviendo a manos de sus padres: Lizzy Caplan, una madre que oscila entre el afecto y el brote psicótico, y sobre todo, Anthony Starr, con una permanente sonrisa y una actitud entre afable y de amenaza velada que lo convierte en un personaje inquietante. Pero...¡cuando Homelander hace de padre, podemos ir suponiendo que la cosa no va a ir por la alegre comedia fantástica!
En comparación al resto, el tramo final desmerece mucho del comienzo y de un desarrollo prometedor. Este se convierte en una serie de persecuciones atropelladas, muertes rápidas de gente que en el sentido más literal, pasaba por ahí, y la revelación de un monstruo que deja de ser una presencia sutil para transformarse en una criatura mortífera cuyo trasfondo no guarda mucho sentido con su comportamiento (¿cómo suponemos que el hijo deforme al que abandonan para morir tras un tabique se expresa y desarrolla unos planes dignos de Moriarty?), que a ratos recuerda a aquel episodio mítico de la Casa árbol del terror de los Simpson, y a otros, hace que la historia pierda su lógica interna. Porque un buen relato de terror no tiene porqué ser lógico o realista, pero sí mantener cierta coherencia entre lo que se ha visto previamente y su desenlace.
Pese a tratarse de una película de terror que funciona bien, y a cuya trama consigue atrapar al espectador desde el primer momento, No tengas miedo a la oscuridad no podría considerarse como la mejor de todo el año, como tampoco fue Marianne la mejor serie de 2021 pese al hype de una semana del que disfrutó. Pero sí es una buena historia de terror infantil, con ese carácter anecdótico que le proporciona el ser un largometraje conciso, y probablemente, alejado de toda posibilidad de ser franquiciado.
2 comentarios:
2023 ha sido un año flojito para el terror. Esta peli es de las pocas que recuerdo haber visto y que me dejara un buen sabor de boca, y eso que como apuntas, el final es bastante atropellado. Pero los primeros dos tercios de la peli me parecen muy malrolleros. Y hay algo en el papel que interpreta Anthony Starr que da mucho miedo, casi parece un androide sacado de la saga Alien con oscuras intenciones. Esa atmósfera se va al garete con las persecuciones dentro de la casa del final. Es una de esas pelis en las que da más miedo imaginarse al monstruo que verlo. Yo por si acaso, sospecharía de unos vecinos con semejante campo de calabazas xD.
La verdad que echando la vista atrás, he visto más películas antiguas y alguna independiente que estrenos que pueda recordar más adelante.
De esta, los primeros dos tercios me gustaron mucho, con esos padres que esconden algo y parecen mantener una amenaza velada continua (y el que el suponer un peligro para su hijo y protegerlo sea una frontera muy difusa). La última parte, con el monstruito desplazándose por la casa y finiquitando matones escolares me pareció mucho más fuera de lugar y que hacía perder muchísimo el tono. Además, ¿pensaban en algún momento que el final de esos crios que maltrataban al protagonista nos iba a parecer terrible? Poco les ha pasado XD.
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