Cuando se piensa en terror en el espacio, es imposible no recordar a los xenomorfos ni a la teniente Ripley. Décadas después, y ya en un medio distinto, Dead Space se convertiría en un referente para ficciones posteriores. Y en medio, una película, olvidada por la taquilla durante bastante tiempo, intentó ofrecer, quizá con menos éxito del que merecería, una historia que adelantaría varios años a alguno de los conceptos del videojuego y que acabaría convirtiéndose en un clásico a pequeña escala.
Horizonte final es el nombre de una nave cuya tecnología le permite, en un futuro lejano (ahora ya no tanto. Ha pasado 2.015 y no tenemos colonias mineras en la Luna), atravesar distancias impensables para la civilización humana. Aunque esta, en 2.047, ya haya empezado a ocupar otros planetas. Tras desaparecer en el espacio durante su primer viaje, años después se reciben señales de su regreso. El grupo encargado de su recuperación, formado por un equipo de rescate y el diseñador original de la aeronave, encuentran un cascarón vacío y congelado, donde flotan los restos mutilados de sus tripulantes y donde el motor, un gigantesco artefacto con la energía suficiente para crear un agujero negro, continúa activo. Lo único de lo que disponen para descubrir lo que ha pasado son las grabaciones donde se registraron los momentos previos al primer viaje, y una presencia, en forma de alucinaciones relacionadas con el pasado de los personajes, que hace temer que algo ha regresado con la nave.
La película contaba a su favor con un presupuesto bastante holgado para la época, y sobre todo, con un reparto que, aunque no tuvieran la categoría de estrellas de Hollywood, eran actores sólidos capaces de defender unos personajes a los que quizá les podría faltar un poco de trasfondo, pero que contaban con la caracterización necesaria para la trama. Y entre un grupo de secundarios donde hoy se reconoce perfectamente a Jason Isaacs, aparecen como protagonistas Lawrence Fishburne y Sam Neill. Y cuando tienes en el espacio al futuro Morfeo y a un tipo que se ha enfrentado con éxito a los dinosaurios y no con tanto éxito a engendros lovecraftianos (aquí siempre hemos sido más de En la boca del miedo que de Parque Jurásico), se sabe, al menos, que la parte interpretativa no va a decepcionar. No fue el caso del resto de los personajes, ya que la producción contó con demasiados cortes y ediciones respecto de las dos horas y pico originales, por lo que muchos aspectos de estos se quedaron fuera del montaje final. Además de contar con algunas tendencias de los noventa que afecta negativamente al tono de una producción que debería haber sido más oscuro que el resultado final: frases lapidarias dichas a cámara, más propias del cine de acción de los noventa, uno de los secundarios, que, aunque bastante útil, le toca el papel de alivio cómico, haciendo que en muchos casos esté fuera de lugar, y sobre todo, el exceso de recortes de ciertas escenas que podrían resultar demasiado macabras, sangrientas y todos esos factores que supondrían problemas con la calificación de la película y su distribución, pero que resultarían necesarias para la producción oscura y llena de referencias a parajes infernales, e incluso a la primera narrativa de Clive Barker, que podría haber sido en un primer momento.
El presupuesto fue el motivo principal por el que se tratara de un fracaso en taquilla: más que suficiente para poder desarrollar la idea, no contó con el favor del público y fue imposible recuperarlo. Y aunque la limitación monetaria no ha sido un problema para recrear la nave, el uso de los efectos digitales ha envejecido tremendamente mal: los objetos flotando en gravedad cero tienen aspecto de infografía de videojuego, pero, de esa década, hasta los efectos especiales de La amenaza fantasma (antes de la enésima remasterización) sufrían la fiebre de lo informático. Por suerte, estos tienen un carácter más accesorio y el resto, más que envejecer mejor, sigue estando a la altura y aporta una serie de escenarios con una carga interesante: la nave perdida, diseñada como una enorme catedral, como puede verse en los planos generales, y sobre todo, el núcleo de esta, cuyo diseño geométrico y movimientos recuerda inevitablemente a una enorme Configuración del Lamento y donde, a cada momento, evoca las dimensiones y el horror sugerido en Hellraiser. Algo inevitable, pero también uno de los aspectos más memorables del guión son las referencias a conceptos como la apertura de una puerta al caos, o como se menciona en varios momentos, el viaje y transformación de la nave en un universo del que se sugiere que pueda ser el Infierno.
Horizonte final parecía en su momento, una película fallida: estrenada en una época no demasiado memorable para el cine de terror, limitada precisamente por lo que entonces se consideraban gustos de público, tendencias cinematográficas y seguramente, temor a que la calificación por edades limitara a la distribución, hacen que la película de Paul Anderson, antes de meterse de lleno en el mundo de Resident Evil y de las escenas de acción de videojuego, produzca una impresión de estar limitada: por la edición, por el humor forzado, por un desenlace que por desgracia, desluce lo sugerido durante todo el metraje. Y que a pesar de todo, tiene la capacidad de resultar una buena película, de seguir aprovechando al máximo los aspectos más potentes de los que dispone, como pueden ser su transfondo y su reparto, y sobre todo, haber sobrevivido como una de esas pequeñas joyas ocultas de los noventa.
4 comentarios:
Yo que fui al cine inocente de mí sin saber nada, y salí con la mandíbula hasta el suelo, gran película de ciencia ficción y terror que aparece mucho ahora mencionada en muchas reseñas como inspiración para otras.
El mayor problema que le veo a esta película (atractiva pero insatisfactoria) es que parece una serie B (por esa forma de reciclar argumentos de aquí y allá, por el reparto) pero a la vez se presenta como una película ambiciosa, y la incongruencia no termina de superarla nunca. Es demasiado convencional que haya tantos personajes con trauma interior que la nave pueda volver contra él, y que enseguida sepamos que el personaja más negativo va a ser el pobre Sam Neill, y más cosas. Ignoraba, eso sí, que le recortaron metraje, lo cual puede que explique por qué hay tantas cosas para las que se echa en falta un mayor desarrollo.
En cualquier caso, aborda un tipo de planteamiento que me encanta -ciencia ficción ambientada en algún tipo de nave cerrada, perdida en algún confín de la realidad, con elementos especulativos: creo que coincidió en pantallas, o casi, con otro film similar, incluso en resultados, "Esfera"- y solo por eso la reviso de tanto en tanto.
Por cierto, siempre me ha resultado descacharrante que ese tipo de la tripulación que parece el más secundario sea el único que conozca el latín para interpretar el mensaje de la nave encontrada... pero que se equivoque y solo después de un buen rato advierta que su sentido es el opuesto al que en principio interpretó.
Y una última cosa que nunca he comprendido: que los distribuidores tradujeran el título (Horizonte final)... y en el doblaje dejen la nave sin traducir (la "Iven orison").
Satrian: jajaja, yo iba más o menos sobre aviso cuando la cogí en el videoclub, y sobre todo, animada por una reseña en la que mencionaban el componente lovecraftiano. En ese momento no se lo ví por ningún sitio, todavía tenían que madurar un poco las lecturas para entender que aquello iba más allá de pulpos espaciales.
José Miguel García: la impresión que me dio en conjunto la pelìcula era que "le faltaba algo". A veces es inevitable que el trabajo de edición se note en exceso, y sobre todo cuando es para adaptar una producción a los presuntos gustos del público. También es verdad que emplea muchos elementos de la serie B, como el reparto variado, el escenario cerrado, y el querer contar algo limitado por espacio o medios.
A mí, más que la no-traducción del nombre de la nave, me chocó que se empleara el latín: si ya el retirar el idioma de cualquier plan educativo empezaba a llevarse a cabo, en el 2046 la gente parece tener una idea un poco peculiar a la hora de elegir un segundo idioma...
Sí que hace falta un poco más de madurez para comprender todo lo que involucraba la escritura de Lovecraft que iba más allá de tentáculos, a mi me costó también. Después la he vuelto a ver unas cuantas veces.
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