Pudimos tardar treinta años en ver las continuaciones, o el
prólogo, de La guerra de las galaxias original. Pero con Disney
adquiriendo los derechos, una cosa estaba clara: la franquicia
volvería al cine con más regularidad que en las últimas décadas.
Primero, con una séptima entrega más que correcta, pero con la
sensación de ser un reboot de la serie, y con una serie de historias
intermedias para los años en los que estas no se estrenan. Entre los
distintos proyectos, el más reciente ha sido uno tan concreto como
los hechos anteriores a la primera Guerra de las galaxias, la
construcción de la Estrella de la muerte, y sobre todo, cómo
demonios un armatroste tan caro pudo tener un defecto estructural tan
evidente.
En Rogue One no se utiliza la Fuerza, pero sí se la menciona como
una consigna entre los antiguos creyentes y los primeros rebeldes.
Tampoco hay jedis, ni héroes predestinados, aunque es precisamente
la hija de alguien importante para los planes del imperio la que
puede llevar a cabo los primeros pasos de una misión que será clave
un tiempo después. Es el caso de Galen Erso, el diseñador
del arma imperial quien poco después quiso abandonar el proyecto y
que escondió a su familia para evitar que esta fuera utilizada en su
contra. Unos años después, en una Alianza rebelde fragmentada entre
moderados y extremistas, Jin, su hija, parece ser la clave para poder
detener los planes del imperio y la colaboración de Erso. Esta,
lejos de estar comprometida con ninguna causa, solo quiere alejarse
tanto de un gobierno para el que es una fugitiva, como para unos
rebeldes para los que solo es una herramienta más. Pero en plan
concebido por los rebeldes dista mucho de ser una misión de rescate,
y el responsable del arma más poderosa del imperio tampoco se limita
a guardar una lealtad ciega.
El aspecto más interesante de la película es el mostrar una
parte del universo Star Wars que hasta entonces era habitual para los
seguidores en comic o en videojuegos, pero no explotado a nivel
cinematográfico: la historia de unos personajes independientes,
alejados de las tramas sobre jedis y la Fuerza, centrándose en algo
tan concreto como una de las misiones que llevan a cabo los rebeldes,
aunque esta esté directamente vinculada a la historia principal. En
este sentido, la narración es más cercana a un space opera bélico,
donde se intenta dar una visión menos unidimensional de ambos
bandos: frente a la lucha tradicional de las anteriores entregas,
donde el imperio es malvado y recto, y los rebeldes buenos y
valientes, estos últimos aparecen ahora retratados como
ideologías dispares, algunos más fanáticos y despiadados, otros
más prudentes y donde sus decisiones pueden suponer la muerte de
inocentes. Una forma de actuar menos heroica y más cercana a
las historias de guerra modernas, que marca también la actitud de
los personajes principales: bastante más desesperanzados y ambiguos
que los que se presentaban en la trilogía original. Incluso los
decorados, colores y vestuarios, siendo los propios de la serie y
mostrando una gran diversidad de lugares y criaturas, se hacen eco
del tono de la historia y muestran una tonalidad más gris que
sus predecesoras.
Esto no implica que se obvien las menciones al resto de elementos
conocidos de la serie: no hay jedis, pero uno de los personajes
cuenta con habilidades que pueden ser, o no, propios . de estos. Y
siendo la historia previa a Star Wars, tampoco podían faltar aunque
sea breve, la aparición de los protagonistas de esta: Darth Vader,
Leia rejuvenecida digitalmente o el almirante Tarkin resucitado para
una secuencia tan corta que podrían haberse ahorrado una nigromancia
digital que, entre actores reales sigue notándose y la convierte en
un cameo incómodo.
Frente a la aparición de estos personajes, los protagonistas de
la narración quedan en desventaja. Están bien construidos, se
empatiza con ellos e incluso los que tienen un carácter más
cómico, como el creyente en la Fuerza y el androide, funcionan y se
ganan las simpatías del público. Pero pesa sobre ellos la sensación
de ser una anécdota, que solo están ahí de paso. En otras
palabras, muere hasta el apuntador. También es cierto que ahora no recuerdo si en La guerra de las galaxias original mencionasen que no hubiera supervivientes en esta misión, o si modificaron posteriormente ese diálogo. Y en una industria donde priman
los finales felices y las secuelas, la decisión podría parecer
arriesgada. En este caso, en cambio, hace sospechar que se debe a la
intención de evitar que estos interfieran con los de la continuidad
principal.
También se hace evidente que ante todo se ha ido a lo seguro: el
guión cubre en apariencia un aspecto del universo de las
películas, pero los arquetipos que emplean son muy similares.
Pilotos, rebeldes, androides respondones y un jedi que no es jedi. La
estructura también es la propia de un blockbuster, donde queda
reservado para el final una secuencia épica llena de altibajos y
amenazas para los protagonistas que acaba haciéndose excesivamente
larga, como pasó con el desenlace de El hobbit o el señor de los
anillos.
Rogue One es, como su título indica, una historia de Star Wars.
Una independiente, muy bien narrada y cuando menos, entretenida, pero
donde parecen querer a toda costa cortar lazos con cualquier
continuación y donde lo peor sigue siendo ese intento de traer
de vuelta a Peter Cushing. La infografía podrá hacer muchas cosas,
pero recrear el talento, no.
Tanto Leia como Tarkin son trabajos muy elaborados en efectos visuales pero no cumplen para suplir a los actores, eso sí les alabo el esfuerzo por recrearlos.
La velocidad con que la Disney está facturando las entregas de la franquicia, desde luego, tiene como positivo que el mal sabor de boca que deje algún capítulo pueda verse compensado por la expectación ante el estreno del siguiente. Es lo que me sucede con "Rogue One": ya casi he olvidado la decepción que me supuso, pues ya estoy de lleno con los trailers de "The Last Jedi". Eso sí, es sintomático que los estudios quieran explotar con tanta precipitación las sagas: los tres años canónicos que nos dejó Lucas entre entrega y entrega ahora se antojan un plazo eterno. Todo se devora con demasiada rapidez.
En cuanto al asunto del Peter Cushing digital, yo creo que tendría que ser punible legalmente: no se puede dejar en manos de unos descendientes a los que "obsequiar" con muchos dólares la decisión de que el abuelo o el tito resuciten (y de modo tan desagradable, además).
Satrian: el trabajo que hicieron con la recreación es asombroso, pero es algo que no me sorprendería ver en un videojuego...Aquí, más bien, me da cierto mal rollo.
Fernando: Yo también acabé pensando lo mismo del no-jedi, y eso que no soy muy dada a teorizar al no conocer del mundo de Star Wars más que las películas. Bueno, y la serie de los androides de los ochenta. Le encontré sus defectos, pero la tonalidad y los colores que usan me gustó mucho.
José Miguel García de Fórmica-Corsi: la adquisición que hizo Disney se enfocó como la compra de una marca, y como tal, la ordeña en la medida de lo posible. Se reducen los plazos de realización de las películas, los períodos de espera se amenizan con producciones intermedias...Efectivamente, en diciembre estábamos revueltos con Rogue One y ahora espídicos con el tráiler de The Last Jedi. Sigo diciendo que lo que hicieron con Peter Cushing no tiene perdón de dios, ni para la memoria de un actor fallecido ni para el que le ha correspondido únicamente, llevar puesto el traje de un muerto. Sospecho que con la brevedad de la aparición de este fue más bien una toma de contacto para ver qué tal se tomaba el público esto de resucitar actores (al resto no sé, pero yo estoy en contra).
4 comentarios:
Tanto Leia como Tarkin son trabajos muy elaborados en efectos visuales pero no cumplen para suplir a los actores, eso sí les alabo el esfuerzo por recrearlos.
Yo si pienso que el no-jedi es un Jedi.
Y me gustó bastante, el baño de grises es de lo más acertado y si no es la mejor de la saga poco le falta.
La velocidad con que la Disney está facturando las entregas de la franquicia, desde luego, tiene como positivo que el mal sabor de boca que deje algún capítulo pueda verse compensado por la expectación ante el estreno del siguiente. Es lo que me sucede con "Rogue One": ya casi he olvidado la decepción que me supuso, pues ya estoy de lleno con los trailers de "The Last Jedi". Eso sí, es sintomático que los estudios quieran explotar con tanta precipitación las sagas: los tres años canónicos que nos dejó Lucas entre entrega y entrega ahora se antojan un plazo eterno. Todo se devora con demasiada rapidez.
En cuanto al asunto del Peter Cushing digital, yo creo que tendría que ser punible legalmente: no se puede dejar en manos de unos descendientes a los que "obsequiar" con muchos dólares la decisión de que el abuelo o el tito resuciten (y de modo tan desagradable, además).
Satrian: el trabajo que hicieron con la recreación es asombroso, pero es algo que no me sorprendería ver en un videojuego...Aquí, más bien, me da cierto mal rollo.
Fernando: Yo también acabé pensando lo mismo del no-jedi, y eso que no soy muy dada a teorizar al no conocer del mundo de Star Wars más que las películas. Bueno, y la serie de los androides de los ochenta. Le encontré sus defectos, pero la tonalidad y los colores que usan me gustó mucho.
José Miguel García de Fórmica-Corsi: la adquisición que hizo Disney se enfocó como la compra de una marca, y como tal, la ordeña en la medida de lo posible. Se reducen los plazos de realización de las películas, los períodos de espera se amenizan con producciones intermedias...Efectivamente, en diciembre estábamos revueltos con Rogue One y ahora espídicos con el tráiler de The Last Jedi.
Sigo diciendo que lo que hicieron con Peter Cushing no tiene perdón de dios, ni para la memoria de un actor fallecido ni para el que le ha correspondido únicamente, llevar puesto el traje de un muerto. Sospecho que con la brevedad de la aparición de este fue más bien una toma de contacto para ver qué tal se tomaba el público esto de resucitar actores (al resto no sé, pero yo estoy en contra).
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