A menudo lo que hoy llamamos clásicos,
y no solo de la literatura más seria, sino dentro del género de
evasión, se han quedado más como títulos de referencia que como
unos habituales entre los lectores (sobre todo en mi caso, que suelo
andar perdida entre folletines, pulps y novelas de terror). Es más
fácil acordarse de ellas cuando se las encuentra de frente, o más
bien, en un estante, al igual que estaban los primeros libros que
pude empezar después de trasladarme. Esta vez, más que variedad,
ambos tenían una temática similar, la de aventuras más típica
como podían ser los espadachines, las traiciones y las doncellas en
apuros.
Anthony Hope. El prisionero de Zenda.
El prisionero del título hace referencia al rey de Ruritania, un
pequeño país en Centroeuropa que ha sido secuestrado por otro de
los aspirantes al trono y a quien el protagonista, debido a su
extraordinario parecido, debe suplantar hasta que este sea liberado.
El doble, un inglés, guarda por ironías de la genética un gran
parecido con el monarca debido a la indiscrección de uno de sus
antepasados hace algunas generaciones. Y junto a sus labores como rey
deberá también salvar al verdadero, así como no cometer el error
de enamorarse de la futura reina.
La historia, narrada de forma bastante
breve, es una mezcla muy curiosa entre el género de aventuras
típico, donde no faltan traiciones, villanos y duelos, con el de la
comedia de enredos. Porque Rudolf, el protagonista, es en apariencia
la oveja negra de su familia, sin oficio conocido ni ganas de honrar
un apellido que se toma con bastante sorna e indiferencia. Y donde
sorprende que se trate el tema de la infidelidad y de los
descendientes ilegítimos de una forma bastante abierta y enfocada a
sus resultados más cómicos. Debido también a lo corto de la
novela, esta es muy dinámica, todo sucede de forma rápida para
poder llegar al desenlace y el enfrentamiento final, haciendo que en
cierto modo, las partes más pausadas o las más melosas sean algo
más anecdótico frente a la importancia del personaje principal,
planteado como alguien cuya indolencia no es lo que parecía. Y a
quien, teniendo en cuenta el tono de la historia anterior, sorprende
un poco el encontrarlo con un final un tanto agridulce, pero que hace
pensar que no podía ser de otro modo y que, en cierta manera, cierra
el ciclo que el lector conoció cuando se le narran los orígenes de
su personaje principal.
Rafael Sabatini. Scaramouche. El nombre
que da título al libro es solo el de uno de los personajes que en un
momento dado interpreta André Louis Moreau, el protagonista e hijo
ilegítimo de un noble que debe huir de Bretaña tras presenciar como
uno de ellos asesina a sangre fría a su mejor amigo. A partir de
entonces vivirá todo tipo de peripecias como comediante y actor, a
lo que le ayudará su carácter un poco cínico y un tanto
calculador, y durante la cual interpretará al personaje de
Scaramouche, como maestro de esgrima e incluso como político, siendo
testigo de los primeros pasos de la Revolución Francesa y a menudo,
atrapado entre los dos mundos representados por el Antiguo Régimen y
el Tercer Estado.
Es fácil entender por qué se la
considera como una de las novelas de capa y espada por excelencia, al
aportar uno de los escenarios más reconocibles,y donde abundan las
referencias históricas, y por suponer la caracterización de un tipo
de personaje que sería reconocible en obras posteriores. Este se
caracteriza por su astucia, cierta picaresca, casi, y por un carácter
con el que casi se le podría considerar un antihéroe: desconfiado,
sarcástico, cuyas acciones a menudo no tienen la nobleza ni
altruismo que interpreta su entorno y que su desarrollo con la trama
implica un mayor conflicto entre sus orígenes y sus creencias.
Scaramouche no es tanto un héroe como alguien que se mueve en dos
mundos opuestos, sin pertenecer a ninguno. Esta caracterización hace
también que tenga uno de los defectos que posteriormente serían
habituales en muchos héroes: su asombrosa capacidad para que todo le
salga a la primera, sea arengar a las masas a la revuelta, escribir
comedias de éxito y convertirse en el mejor espadachín de toda
Francia..¿Hay algo que este tipo no sepa hacer bien? Un carácter
tan infalible y con tanto exceso de carisma que hace pensar que el
Kvothe de Patrick Rothfuss tiene aquí a su antepasado. Tampoco salen
muy bien parados los personajes femeninos, de los que algunos están
muy bien caracterizados y sus rasgos negativos los hacen muy humanos,
pero el resto se limita a los papeles que le corresponden por lógica
debido a la ambientación histórica, en el mejor de los casos, o a
ser un componente romántico de lo más caprichoso y estereotipado en
el peor. Y es que es un poco difícil comprender por qué un
personaje como es Scaramouche puede acabar mostrando interés por
uno cuyo hobby es enfurruñarse o desmayarse (actividad habitual en
las féminas de entonces, parece. Debía ser cosa de los corsés).
Una de las tramas menos satisfactorias pero que por suerte, no afecta
a la calidad del resto y que, ante cualquier duda, hay que
reconocerle que cuenta con uno de los mejores comienzos que pueden
encontrarse en una novela de aventuras: “Nació con el don de la
risa y la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese era todo su
patrimonio”.
2 comentarios:
Uff, me tocas una fibra muy sensible. Estas dos historias forman parte de mi memoria sentimental, si bien no por las novelas sino por las maravillosas películas que inspiraron. No he leído la novela de Anthony Hope (aunque la tengo en mi biblioteca, y esperao leerla pronto), pero sí la de Sabatini. Creo que el guion del film mejora en mucho el original literario, aun cuando este resulta de lo más interesante: Sabatini llegó al género ya en un momento en que había pasado su época clásica y la nueva generación se acerca al mismo antes con mimetismo que con genuino espíritu de la aventura. Eso sí, coincido en que esa frase inicial es completamente memorable, y uno de los grandes arranques de toda la historia de la literatura.
En mi caso llegué antes a los libros que a las películas, porque el cine clásico sigue siendo uno de mis temas pendientes. Pero es verdad que se nota que en Scaramouche el tiempo de la novela de aventuras clásica había pasado. Quiere acercarse a las originales, pero el poso que tiene cuenta con un mayor cinismo y Scaramouche dista mucho de ser un héroe noble e intachable. Pero también es imposible no abrir una novela con un comienzo como el suyo sin querer continuarla.
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