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jueves, 19 de enero de 2017

Dentro del laberinto (1986). Crecer es un mito



Se ha cumplido un año de la muerte de David Bowie, y no han faltado menciones a este aniversario ni a los mejores discos del artista. Teniendo en cuenta que él también se encargó de interpretar, y poner banda sonora a una película que muchos niños de los ochenta recuerdan con áms cariño, enera era un mes tan bueno como cualquier otro para recordar a ambos.


En Dentro del laberinto, Bowie interpreta nada menos que al rey de los Goblins, quien se ha llevado al hermano pequeño de Sarah. Algo que no ha sido llevado a cabo por maldad , sino porque ella misma se lo ha pedido. A sus 13 años, Sarah todavía vivie enla frontera entre los cuentos infantiles y una adolescencia que tarda en llegar. Además, está harta de su madrastra, quien considera que a su edad debería interesarse por los chicos  y no por las hadas (cosa que no termino de ver, pero allá cada uno con su pedagogía). Y sobre todo, de su hermano Toby, un bebé a quien le dan sus antiguos juguetes y al que debe cuidar mientras sus padres están fuera. En medio de una rabieta del pequeño, pide a Jareth, rey de los goblins, que se lo lleve...petición que para su sorpresa es atendida por este mismo. Arrepentida de su decisión, pide que le sea devuelto, pero incluso el rey se ha hartado de sus caprichos y le ofrece un trato muy distinto: ella misma debe encontrar a su hermano, cruzando el laberinto que la separa del castillo de los goblins. 



Junto a Cristal oscuro, Dentro del laberinto suponen las mejores películas que pudo ofrecer Jim Henson, teniendo ambas elementos en común como la fantasía oscura, la profundidad de la historia...y, bueno, las marionetas. Unas marionetas que quedan muy lejos de los teleñecos que conoceríamos gracias a las distintas versiones de Barrio Sésamo o a los doblajes de El show de los muppets. El rasgo distintivo  de esta también es su carácter de musical, al menos, en lo que a las apariciones de los goblins respecta: gran parte de la presencia de Bowie, y su caracterización como personaje, tiene lugar a través de canciones donde tiene cabida todo tipo de registro que refleja su personalidad y los caprichos propios de una criatura fantástica. Las piezas más movidas y alegres, las que dan un matiz más amenazador e incluso las de aspecto más melancólico, que conecta perfectamente con la trama principal, que es el abandono de la niñez.

 

Este aspecto recae en Jenniffer Connelly, que entonces ofreció una interpretación muy adecuada: su aspecto y rasgos redondeados, y el registro de esto se aproximaba muy bien a una heroína que se debate entre la obligación de crecer, el mundo infantil, la rebeldía ante las obligaciones, y sobre todo, el egoísmo propio de los niños, como el antagonista señala en un momento dado. En un principio, Sarah no se hace responsable de sus acciones: desde algo tan simple como llegar tarde, hasta el comienzo de su viaje con la desaparición de su hermano, que ella pidió. Su avance a través del laberinto, su amistad con los personaje que encuentra, se convierte casi en un viaje del héroe, en la que su evolución como protagonista está muy ligada a situaciones donde es fácil encontrar un paralelismo con su madurez. La amistad con Hoggle, el enano que empieza como secundario gruñón y se convierte en su mayor apoyo, su renuncia a los juguetes que almacenaba reconociéndolos como cosas que la atan al pasado, o el enfrentamiento final con el rey de los goblins quien se convierte en nada más que una fantasía infantil suponen momentos donde el trasfondo más serio se expone con una gran sencillez y el dinamismo propio de una narración fantástica.

 

Pese a contar solo con dos actores reales, los habitantes del laberinto, las marionetas de Henson, acaban siendo personajes tan auténticos como podrían serlo los interpretados por Bowie y Connelly. Gracias a haber sido escrito s con el mismo mimo que los anteriores, al trabajo de los actores que le dan voz, pero también a la obra de artesanía que supuso su diseño y puesta en marcha. La estética, los escenarios, y sobre todo los personajes, son una muestra de cómo crear un mundo y sus habitantes desde cero. Donde  cada uno guarda el máximo detalle (desde un gusanito con bufanda hasta un yorkshire caballeresco) y donde, ante todo, es evidente que son marionetas. Marionetas muy bien hechas, tanto que a los diez minutos el público olvida su condición mecánica y las acepta como un ser vivo y una parte sin la cual la historia no sería posible. 

Se dice que Dentro del laberinto es una obra inferior a Cristal oscuro, no tan memorable como esta. En cambio, su planteamiento hace que tenga un componente más emotivo y nostálgico: una primera visión, siendo niño,  la hace una película triste, con momentos cómicos, y a veces muy complicada. Vista años después, olvidándose de los estilismos de David Bowie y de un final quizá demasiado conciliador, se convierte en una historia entrañable y llena de melancolía. 

3 comentarios:

Anacrusa dijo...

No he podido volver a ver 'Dentro del laberinto' por miedo a que mi memoria sentimental me traicione. Me pasa con otras películas que vi en la infancia y que me gustaron muchísimo, como 'Los goonies' o 'La princesa prometida'. Es tan bueno el recuerdo que no quiero contaminarlo con mi mirada de adulto. De 'Dentro del laberinto' me llevo el recuerdo de las marionetas. Cuántas cosas bonitas se hacían con marionetas entonces.

José Miguel García dijo...

Hace muchos años desde la segunda y última vez que vi esta película, que en un primer visionado me deslumbró. Recuerdo que esa segunda vez, lo peor me pareció precisamente DAvid Bowie, aun cuando su físico no le hace discordar en su papel de rey de los Goblins (siempre me repateó que no tradujeran este término...), del mismo modo que me ratificó que las criaturas de Jim Henson son y serán siempre absolutamente deliciosas, tanto como la propia escenografía del laberinto. Espero revisarla pronto a ver que tal le sienta el tiempo.

Renaissance dijo...

Anacrusa: la he visto un par de veces en los últimos años y la memoria no traiciona. Visualmente es preciosa, los vestuarios pueden haber envejecido mejor o peor, pero se disfruta mucho más ahora, quizá por el toque melancólico con la que puede verse.

José Miguel García de Fórmica-Corsi: los diseños de Brian Froud, las marionetas de Henson...lo que muestra dentro del laberinto no es real, pero sí deslumbrante y detallista hasta el extremo. A veces los estilismos de Bowie y las canciones festivas cortan un poco el entorno de cuento más bien oscuro, pero hoy es difícil pensar en otro actor que pudiera representar al rey de los goblins.
Además, también es un tipo de historia que puede ganar más matices con el tiempo...incluso es posible buscarle un nexo más reciente, con todas las críticas que se oyen sobre la falta de madurez de los millenials y apelativos similares.

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