Para muchos estudiantes, la asignatura de idioma obligatorio
fue todo un suplicio. Y el inglés acabó sustituyendo al latín en lo de ser la
mayor fuente de problemas para ellos. A fin de cuentas, no es lo mismo una
lengua muerta que otra que aparentemente, todos necesitaríamos en un futuro
cercano. Y sin la cual, al igual que las primeras clases particulares de
informática, no seríamos nada en la vida moderna. Teniendo en cuenta la
velocidad de publicación de Canción de Hielo y Fuego, y que gran parte de la
ficción viene de los países anglosajones, bastante útil fueron estas dos,
aunque no para convertirnos en gentes de provecho. Pero en realidad esta
dificultad con el idioma no se limitaba a un solo país, y en las Islas
Británicas, que ya en los setenta tenían población no angloparlante, lo
consideraron una buena inspiración para rodar una comedia de situación de lo
más sencillita.
Mind your Language recoge esa misma idea: un grupo de
personajes de distintas procedencias que intentan aprender inglés en un centro
de enseñanza para adultos con distinta fortuna: el nivel de estos oscila entre
el desconocimiento absoluto y una soltura bastante notable, pero con
dificultades para pronunciar o transformar frases hechas en otras bastante
cómicas o con dobles sentidos no intencionados. Su profesor, Mr. Brown, le pone
buena voluntad e intenta enseñar a sus alumnos, pero lo tiene difícil con una
clase tan variada y poco dispuesta: el alumno pakistaní se enfrenta cada dos
por tres al sikh, la empleada de la embajada china, maoísta convencida,
considera al empresario japonés un fascista, los camareros griego, italiano y
español van a su bola y la au pair francesa no duda en tirarle los tejos.
Además, la directora de la escuela cree que no está capacitado para el puesto
como lo estaría una mujer, aunque ha demostrado ser el profesor con más aguante
de todos los que pasaron por allí.
La estructura de la serie es propia de una comedia de
situación: tres escenarios fijos correspondientes a la escuela, alguno
ocasional, y un reparto coral, formado por la clase, que hace que el peso de
estos en los sketchs varíe mucho entre episodios. Además de facilitar la
entrada y salida de los actores: estos permanecen fijos en su mayoría, pero en
las siguientes temporadas hay bajas y nuevas incorporaciones que sirven, de
paso, para aportar la representación de países.
La estructura de los guiones también es la típica de este
formato. Estos tratan de todo lo que puede tener lugar en el entorno: la
aparición inesperada de un inspector de educación, la realización de exámenes o
algún incidente sufrido por los protagonistas sirve para hilar los gags
correspondientes. Estos, basados en su gran mayoría por suerte, en juegos de
palabras derivados de la mala utilización del idioma, o del acento de los
personajes. Los restantes, y no falta al menos uno por capítulo, es un tipo de
humor que no ha envejecido bien. Porque algunos chistes son un poco malos en
algún caso, y en otros, porque hoy sería
imposible rodar tal cantidad de estereotipos sin que nadie se ofendiera: los
alumnos son una colección de tópicos donde el italiano habla a gritos, la
alemana es cuadriculada y donde los hindús son practicamente una caricatura.
Bueno, también sale un español cuyas frases emblemáticas son “¿Por favor?” y
“ah, perdón”, que sorprendentemente, sale bien parado e incluso parece algo más
astuto que el buenazo de Manuel en Fawlty Towers.
En realidad, los retratos no son tan sesgados como parece a
primera vista. Al ser una comedia, hay para todos incluido el personal inglés,
donde la principal fuente de comedia es el carecer rancio de la directora, e
incluso una mención al argot cockney de otros empleados de la escuela. Tampoco
es una joya del humor, sino una producción que se sirve de una situación
concreta y emplea un tipo de comicidad muy específica, que, en algunos casos
aguanta, y en otros, se le notan los años. Pero esto también es lo que le
aporta un factor de curiosidad: hoy es más fácil sonreirse ante detalles como
que los recibos sean un batiburrillo de libras, liras, escudos y pesetas. Y los
que les gusten los idiomas, además de las frases hechas que se emplean en los
gags, seguramente se fijen también en la diferencia de la enseñanza: desde los
exámenes demasiado teóricos y basados en la gramática hasta algunas referencias
a cómo el aprendizaje intentaba plantearse de una forma más práctica. Que en
ambos casos, a los guionistas también les daba para incluir unas cuantas
situaciones cómicas.
Mind your Language está muy lejos de ser una comedia
memorable o de un clásico. Es una producción menor, con algunos momentos
buenos, otros flojos y cierto interés por las referencias temporales que pueden
apreciarse hoy. Y que, por todo el conjunto, hoy resulta de lo más disfrutable.
Sobre todo, si se la compara con la enésima emisión de La que se avecina, o con
cualquier capítulo de Gym Tony.
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