Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 18 de abril de 2013

Lecturas de la semana. Los años mozos



Hoy la entrada va de libros infantiles. Concretamente, los que leí hace muchos años, cuando Internet no estaba ni proyectada, Harry Potter era un personaje de Torok El Troll y yo me entretenía viendo o Doctor Who en la tele autonómica ¿Y por qué? Todavía no lo tengo muy claro: lo mismo puede ser por haberme pasado toda la semana santa viendo películas de los ochenta, que el haber tenido muy poco tiempo para leer o que se me ocurrió de golpe, y hace un montón de tiempo que no escribía una entrada atendiendo a lo primero que me viniera a la cabeza.

Además, tampoco va a ser una reseña al uso sobre esos libros que con más cariño recuerdo de mi infancia, ni los rematadamente famosos…sino esos, mucho menos conocidos, que aparecían a puñados en distintas colecciones que intentaban atraer a la lectura a los más pequeños y que lo mismo podían encontrarse en las bibliotecas del colegio que en las librerías pequeñas o en la sección de papelería de Continente. Libritos poco conocidos que se me han quedado en la cabeza, más o menos, por el mismo motivo absurdo por el que puedo estar escribiendo ahora sobre ellos.



Carlos Puerto. Los mil y un colmillos. Esta novela es parte de una serie protagonizada por un vampiro, al igual que la de Angela Sommer-Bodenburg, pero mucho menos conocida y, según recuerdo, bastante más absurda. El vampiro Casimir y su amiga Paloma, que se encuentran con una aventura nueva en cada libro, viajan esta vez a una reunión de vampiros de todo el mundo organizada por el conde Drácula, donde se encuentran con otro vampiro, menos simpático, y su Igor particular, que son los villanos de la serie (no me pregunten como se llama, que bastante hago a estas alturas con acordarme del argumento de memoria). Lo que no se esperaban en semejante reunión es que el castillo también estuviera embrujado por su correspondiente fantasma, lo que da lugar a situaciones bastante cómicas a lo que también ayuda la forma de escribir del autor.

A día de hoy recuerdo también párrafos tan desconcertantes como la reunión de vampiros vestidos con sus trajes regionales (a la que Paloma va vestida de sevillana) y uno de los personajes llamándole “hortera” al fantasma, cosa que este no se toma muy bien…Y como curiosidad, el vampiro protagonista habla gaélico, y al principio de cada capítulo viene una adivinanza con la solución escrita en dicho idioma.



Miquel Obiols y José Ramón Sanchez. Minimals. Aunque los Sea Monkeys son muy conocidos en países anglosajones, en España no llegaron a tener más renombre que un intento de venta en los años ochenta, en los que se rebautizaron como Minimals y a los que el sobrecito con el preparado de animales en cuestión acompañaba un libro, bastante grande él, que en realidad poco tenía que ver con el tema de los monetes marinos estos. Minimals es una novela en la que el apoyo a los animalitos sirve de excusa para contar una historia un tanto extraña, llena de juegos de palabras, y especialmente, de referencia a la letra M, que todos los personajes tienen como primera en sus nombres: Max es un chico con la costumbre de romper todo lo que cae en sus manos, por lo que sus padres optan por meterlo dentro de una caja y enviarlo a una casa donde viven otros niños en situaciones también un poco particulares: una hija a la que perdieron en una mudanza, y un niño que no habla. También hay una señora aficionada al queso, un músico, y la mensajera, Miranda.

Por medio de la historia están los dichosos Minimals, de los que a ratos se cuenta cómo nacen y se desarrollan, pero eso es solo una parte pequeña de un libro llamativo sobre todo por su gran tamaño (sobre todo si eres un chaval de seis años), su argumento, y sobre todo, lo bonito y cuidado de sus ilustraciones. Con el libro, obviamente, venía también el sobre de Sea Monkeys, a los que intenté hacer nacer y alimentar, pero creo que no llegó a salir ninguno. De todas formas, tiene gracia que unos años después de la historieta de los anfibios, mis relatos favoritos acabaran siendo los de una raza de batracios que viven en el fondo del mar y veneran a un pulpo gigante.

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