Con Piratas del Caribe me pasa algo
parecido que con Harry Potter: no soy fan acérrima de la serie pero
he acabado viendo todas sus entregas. En elcaso de la franquicia de
Disney, tiene más delito, porque en cierto modo, cada una me
desilusionó un poco: el trailer de la primera prometía para mi
asombro una historia con piratas zombie. En realidad se trataba de
una película de aventuras, muy inocua y para toda la familia, llena
hasta la bandera de secuencias acrobáticas (no en vano la
inspiración original era una atracción de Disneylandia). La
segunda, tras el cliffhanger final, presentaba algo más tentador:
piratas y profundos...Además de confirmar que todo mejora con
piratas, el efecto fue similar a la anterior. El cierre de la
trilogía, una vez aceptado que la saga nunca iba a ser lo que yo
quería, me pareció más aceptable. Pero ya a partir de la primera
entrega quedaba clara una cosa: que el capitán Jack Sparrow, un
pirata un tanto ridículo, pero carismático y un genio oculto tras
su aparente patosidad, se había convertido en la estrella. Algo que
intentaron aprovechar en una cuarta secuela, ajena a la trama de la
original, donde terminaba por quedar clara otra muy distinta: que
Jack Sparrow brillaba más cuando se retiraba al papel de secundario
o coprotagonista en lugar de ser el principal.
La maldición de Salazar decide
regresar un poco a los orígenes, retomando la historia de la Piratas
del Caribe original, aunque con un salto temporal importante: han
pasado 20 años desde que Will Turner se convirtiera en el capitán
del Holandés Errante, y ahora su hijo busca la manera de liberarlo
mediante el tridente de Poseidon, un objeto legendario capaz de
romper todas las maldiciones del mar. Porque el Holandés solo es una
de tantas: el barco del capitán Salazar también vaga por el océano
matando a las tripulaciones de los navíos que se cruzan en su
camino, conservando a un solo superviviente al que encomienda el
contar los hechos. Porque, como dice el título original en inglés,
los muertos no cuentan historias. Henry Turner es uno de los
desafortunados que se ha cruzado con él, y ahora ambos buscan a Jack
Sparrow: el primero, para vengarse del pirata que lo derrotó, y el
segundo, por ser el único capaz de ayudarlo a localizar el Tridente.
Bueno, y también hay una astrónoma, a la que todo el Caribe se ha
empeñado en condenarla por brujería. Y el capitán Barbossa, porque
la serie no estaría completa sin el principal rival de Sparrow.
Aunque con cada entrega el personaje de
Johnny Depp fuera cobrando más protagonismo, en esta deciden dar un
poco un paso atrás y, volviendo a la trama inicial, este se
convierte más en un punto alrededor del que pivotan el resto del
reparto. Una buena decisión porque aunque este fuera el mayor
acierto de la serie, se debía un poco a que en el fondo, estos
resultaban un tanto sosos en comparación con lo que ofrecía Depp,
Geoffrey Rush e incluso la pareja de piratas que durante las entregas
anteriores se encargó de los momentos más cómicos. En este caso,
han vuelto a caer en el mismo error, Henry y Carina son unos héroes
que se limitan a cumplir su obligación de tirar del resto de piratas
y que en el caso de la última, se convierte un poco en el añadido
obligatorio para toda superproducción. Al igual, por desgracia, que
el capitán Salazar: estamos viendo Piratas del Caribe, y es
necesaria que haya un antagonista sobrenatural presente. Sean
zombies, hombres molusco o fantasmas marinos.
La el desarrollo de Jack Sparrow en
este caso ha sido uno de los más interesantes: cada vez más
caricaturesco, el pirata que hace su aparición parece haber tocado
fondo y ser un hecho conocido por todos: la pérdida de confianza de
su tripulación, la reducción gradual de la recompensa que se ofrece
por su captura, una actitud cada vez más grotesca, donde no se
escatiman chistes sobre (falta de) higiene, y sobre todo, una
caracterización final como alcohólico que resulta muy curiosa
teniendo en cuenta las horas bajas en las que se encontraba el actor
durante el rodaje. El contraste entre el declive del personaje con el
momento en el que se ganó el respeto de su tripulación, y su
posterior redención acaba convirtiéndose en una parte importante de
la historia que, en cierto modo, adquirió popularidad gracias a él.
En comparación con las tres primeras,
el tono de la película también parece más calmado: las acrobacias
y las secuencias de acción imposible siguen siendo una parte
importante, y a la que le dedican un buen rato en los primeros
minutos, para irse volviendo un tanto más pausada y menos cómica,
más acorde con unos antagonistas y unos escenarios más oscuros. Tan
oscuros, en algunos casos, que parece que hacen fundido a negro,
porque el contraste entre los fantasmas de Salazar y las batallas
marinas frente a los planos de islas tropicales y mares en calma es
mucho mayor que en las anteriores.
Sin quedar demasiado claro si habrá un
Piratas del Caribe 6, La venganza de Salazar supone un cierre
bastante adecuado a una historia que iban desarrollando más bien
como justificación a unos efectos especiales de los que procuraban
hacer la mayor gala posible. Y que, una vez superado el “mira todo
lo que podemos hacer” que tuvo lugar en los primeros años del
2,000, acabó tomando un poco más de forma e interés. No tanto por
el carisma de sus protagonistas sino por el que entonces desbordaba
el Capitán Jack Sparrow
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