Últimamente, los estantes dedicados a literatura juvenil
llaman mucho la atención. Las cubiertas son cada vez más llamativas
(seguramente, para competir entre unos lectores muy acostumbrados a lo visual)
y las contraportadas intentan incluso atraer el interés de un público más
amplio. Y cuando los escaparates no son suficientes, la adaptación
cinematográfica ayuda a que algún que otro título se haga más conocido. En el
caso del libro de Ransom Riggs ha funcionado, porque pese a haber sido editado
hace algunos años, el trailer de la película me sorprendió bastante. Por
la historia, por contar con Eva Green
como protagonista…y por no tratarse de una nueva saga sobre sociedades
distópicas y chavales que lideran la resistencia.
Lo que más destaca a primera vista de El hogar de Miss
Peregrine para niños peculiares son las imágenes que lo acompañan: porque es
raro para un libro para ese rango de edad, y porque no se trata de
ilustraciones, sino de fotografías antiguas. El autor las coleccionaba, y junto
a unos aportes extra, más alguna que otra retocada para concordar con la
historia, le sirven de soporte. En este caso, son las fotos que el abuelo del
protagonista guarda como parte de su infancia en una isla donde él y otros
niños se refugiaron de la guerra. Y sobre la cual contaba miles de historias a
su nieto, Jake, acerca de niños con toda clase de habilidades extrañas. Con el
tiempo este las consideró como fabulaciones para entretener a un nieto, hasta
que su muerte en extrañas circunstancias le lleva a sospechar que estos podrían
ser reales, y otras criaturas más peligrosas también. En un viaje a Inglaterra
intentando descubrir quien era verdaderamente su abuelo, Jake encuentra el
hogar de Miss Peregrine, un lugar congelado en el tiempo donde todos aquellos
niños con alguna capacidad extraña viven a salvo del mundo exterior. Pero este
retiro no es solo para protegerse de los humanos corrientes, sino de otros
seres monstruosos que fueron los responsables de la muerte de su abuelo.
A nivel visual, la mayor novedad es el uso de las
fotografías: gran parte de los trucajes de principio de siglo, fotografías
costumbristas o algún ensayo artístico sirven de inspiración para crear a los
personajes y sus habilidades extrañas. E
incluso las tomas de estudio con un pequeño retoque sirven para inventar el
trasfondo de uno de los monstruos. El aporte es toda una curiosidad y es
bastante entretenido, aunque solo sea por la simpleza de imaginar qué podría
haber detrás de una foto de principio de siglo un poco extraña.
El argumento también es una mezcla muy variada de muchas
ficciones: los niños con características extrañas, el recelo de la gente
normal, la isla congelada en el tiempo donde sus habitantes no envejecen e
incluso una sociedad de seres fantásticos con sus propias normas, desconocida
para los humanos corrientes. Según van saliendo en las páginas, hacen pensar en
Razas de noche de Clive Barker, en Peter Pan de J. M. Barrie e inevitablemente,
en Harry Potter, porque no falta tampoco un protagonista que desconoce que es
distinto y único. En algunos casos, funciona bien, porque toda la parte
referida a los niños “peculiares” (porque aquí en ningún momento emplean la
palabra monstruo), casi es una versión para todos los públicos, y bastante
mejor planteada, de la novela de Barker. En otros casos, resulta una concesión
propia de los tópicos de la literatura juvenil: el protagonista tiene que ser
especial, tiene una trama romántica que
le dará muchos quebraderos de cabeza y en realidad, toda la novela está
planteada como la primera parte de una saga, sin que la trama avance más allá
de presentar a los personajes y las características de su mundo.
En este caso, el principal defecto es la intención de
ofrecer unas normas específicas para este universo. Inicialmente, lo variado de
las características de los personajes (desde niñas que levitan hasta niños
invisibles) se explica con una simpleza muy adecuada para justificar personajes
que a veces son extraños, y a veces grotescos: no todos los seres humanos son
iguales. Algo también muy apropiado cuando se hace una historia de criaturas
fantásticas, sin más: los monstruos, y todo lo que parece surgido de la
imaginación, no tiene por qué tener sentido. Pero que se estropea en muy poco
tiempo, estableciendo una serie de reglas sobre los poderes de determinados
personajes, el funcionamiento del lugar en que se mueven, y sobre todo, el
origen de los monstruos antagonistas. Quizá el contar con unas criaturas con
unas bocas enormes y unos tentáculos habría quedado mucho mejor si no diera una
explicación tan meticulosa de sus motivaciones y procedencia.
En cambio, cuenta con otros detalles interesantes, que
compensan bastante bien los tópicos anteriores. Las características de algunos
personajes, aunque sean positivos, resultan a veces grotescas, y en algún
momento se hace referencia a cómo tuvieron que abandonar a las personas
normales por miedo o rechazo de estas. Incluso uno de los personajes, pese a
contarse entre los protagonistas, presenta un carácter un tanto sádico y un
poco siniestro, algo en lo que por desgracia, no profundizan mucho pese a ser
un buen aporte, entre tanto secundario bienintencionado y plano. Y las
referencias a los efectos que puede tener en ellos la falta del paso del tiempo
es quizá el mejor de todos: el que estos vivan una y otra vez el mismo día,
sugiere que pueden estar a salvo, pero que también la soledad y la
imposibilidad de crecer haga mella en sus personalidades. De hecho, el
desenlace, además de la entrada del segundo tomo, supone precisamente la
ruptura con el bucle en el que habían permanecido hasta entonces.
El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares no supone
ninguna novedad: las influencias se reconocen con facilidad, y no faltan
tampoco los giros habituales en la narrativa para jóvenes adultos. Por suerte,
estas están bien adaptadas en su mayor parte, y al menos, me ha animado para
ver la próxima película.
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