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jueves, 6 de marzo de 2014

Lecturas de la semana. Los Años Mozos VI. A la sombra de R. L. Stine



En los noventa, la serie Pesadillas fue un éxito editorial bastante sorprendente. No solo por la serie de televisión y los derivados de la franquicia, sino por las otras colecciones similares que empezaron a publicarse un tiempo después. Algunas mejores que otras. Unas cuantas, más originales que el resto…lo que sí tenían todas en común era la idea principal: ofrecer argumentos terroríficos destinados al público infantil.


Solo por tener las palabras "muertos vivientes" en el título, minipunto a su favor

Christopher Pyke. Fantasville. Es un poco difícil encontrar una traducción adecuada cuando el título original es Spooksville. Pero lo de optar por hacer una remezcla entre el castellano y un anglicismo resulta bastante cutre.
Los libros de Pyke son de todos los publicados entonces, los más parecidos en estructura y temática a R. L. Stine. La principal diferencia es que, en lugar de tratarse de historias independientes entre s, los protagonistas eran los mismos a lo largo de los veinticuatro libros: un grupo de niños de doce años vive en una ciudad con el mayor número de fenómenos extraños por metro cuadrado. Aunque los adultos lo nieguen, las apariciones de alienígenas, muertos vivientes, portales a otra dimensión e incluso el contar con una hechicera local (que a ratos es una enemiga y a ratos, apoya a los protagonistas) hace que esta se haya ganado el nombre no oficial de Fantasville.
Aunque estas fueran autoconclusivas entre sí, la serie guardaba una continuidad, apareciendo personajes a lo largo de ella que se convertían en fijos o habituales. El desarrollo de estas también era bastante exagerado, y el autor parece que decidió que con el cliché de “la ciudad donde pasan cosas raras” tenía carta blanca para hacer todo lo que le diera la gana sin importar lo absurdo o imposible que resultara.
Entre lo imposible de muchos argumentos, y que los personajes fueran un poco tópicos, contando con el líder, la valiente y el cerebrito de turno, Fantasville tenía una ventaja: en muchos casos, se saltaba la norma no escrita de que en un libro para niños no puede morirse nadie y llegaba a liquidar a un personaje principal. Y cuando el principal defecto de este tipo de libros es tener la seguridad de que nadie va a salir mal parado, es un buen añadido.



Colección Sobresaltos. La editorial Altea también decidió apuntarse un tanto con las novelas de terror para niños, y optó por traducir la colección Funfax Horror. Este título servía para agrupar novelas de distintos autores, coincidiendo todas en el género y en contar con protagonistas menores de doce años. Aunque ninguno de estos escritores sea especialmente conocido, la principal ventaja de una colección así era el contar con muchísima más variedad de la que podía dar una escrita por un solo autor. Y no solo variedad, sino también calidad. Algunas novelas eran bastante simples y parecían escritas por rellenar, pero otras resultaban sorprendentemente creativas y alejadas de las estructuras y estereotipos de otras series.
La maquetación de Sobresaltos también se saltaba un poco la norma respecto al resto: frente al tamaño de novela de bolsillo que presentaban Fantasville y Pesadillas, esta contaba con un tamaño similar al de un bolsilibro y no más de ochenta páginas (cosa que le pasaría a las otras colecciones si no usaran el tamaño de fuente 12), e incluso ilustraciones en algunos casos.


Además, la edición española contaba también con una serie de audios narrados por el difunto Juan José Plans, quien se presentaba en ellos como El señor del Miedo, y narraba los relatos, muy breves, en segunda persona. Solo por esto, y por lo desconocida que parecía esta colección, hizo que fuera mi preferida de las tres. Aunque la hubiera leido de mayor gracias a unos saldos, lo que tiene bastante delito. 

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