Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 27 de septiembre de 2012

Lecturas de la semana IV



Hoy tocan libros poco complicados, y de los que me gustan: horrores varios, casas encantadas, y una novela rusa de ciencia ficción que por lo visto, ha sido muy popular gracias a su videojuego.



Otro caso de portada engañosa: aquí no salen esqueletos envueltos en sudarios

Richard Matheson. La casa infernal. Esta novela sirvió de base para la película del mismo nombre, de la que incluso Matheson se encargó del guión, y se nota, porque quedó bastante bien. La historia sigue siendo la misma, con los tres parapsicólogos que investigan una casa embrujada por encargo de un millonario moribundo, y la principal diferencia con la película es que el libro se extiende un poco más a la hora de detallar a los personajes, sobre todo sus inquietudes y neuras, y sobre todo, se corta mucho menos a la hora de describir las barrabasadas del malvado Emeric Belasco y todo lo que pasó en su casa. Bueno, y esta última, también aparece mucho más detallada, llegando a transcurrir algún capítulo en dependencias como la sauna, la piscina o incluso un teatro. Pero creo que esto si no apareció fue más bien por cuestión de presupuesto. Por lo demás, el ritmo es muy ágil, lo que hace que enganche a las pocas páginas, aunque lo que seguramente haya envejecido peor es toda esa jerga de parapsicología setentera que por desgracia, se come unas cuantas páginas. Seguramente Iker Jiménez disfrutó mucho esos capítulos.

 
Dmitry Glukhovsky. Metro 2033. He tenido que copiar del google el nombre del autor, porque semejante acumulación de consonantes no estaban hechas para manos occidentales. Pero, a diferencia de su nombre, este tipo ha hecho una novela tremendamente original y entretenida. Y que para qué negarlo, le ha dado para poder vivir de rentas el resto de su vida.

En Metro 2033 se cuenta, a grandes rasgos, cómo los supervivientes de Moscú viven, tras un par de décadas, en las estaciones de metro, los únicos lugares en los que se pudieron proteger de la radiación de una guerra atómica a la que se refieren de pasada (seguramente, las cucarachas se lo estarán pasando ahí arriba). Y es que esta última no es lo más importante, porque para los habitantes del metro, lo más importante es el día a día: , es difícil sobrevivir y alimentarse bien bajo tierra, y cada estación es un estado independiente con su propia ideología, más o menos lógica o extraña, y que sospechosamente se parecen un montón a las distintas ideologías de la rusia de los últimos años: desde soviéticos trasnochados hasta neonazis, e incluso sectas de distintos tipos. No es de extrañar, porque el autor fue periodista y se nota, visto que parte de la historia se centra en las distintas teorías que cada personaje tiene sobre lo que sucede en el metro, y que el conseguir información verídica es muy difícil: los viajes de una estación a otra son peligrosos, tanto por los bandidos como por peligros desconocidos (y de paso, alguna que otra rata gigante) y mucho de lo que pasa en los lugares más lejanos se cuenta según le ha ido a los viajeros o por como les funcione la memoria.

Con todo esto, la novela está planteada con una trama de las de viaje iniciático, porque el protagonista debe abandonar su estación y entregar un mensaje acerca de unas criaturas conocidas como Negros, un tipo de mutante que ha empezado a atacar distintas estaciones. A través de los túneles irá conociendo a distintos personajes, y sobre todo, encontrándose en muchos casos, con lo peor de las teorías políticas que se han implantado en algunas estaciones. El mundo que describe el libro es bastante desolador, no habiendo más que túneles poco iluminados y peligrosos por los que desplazarse, y que los nacidos en el metro tienen los problemas de esa vida de morlock, palabra que no se cortan en utilizar en varias ocasiones: la sensibilidad a la luz y las dietas a base de hongos están a la orden del día. Además, muchos de los supervivientes empiezan a plantearse si los humanos están a punto de desaparecer, y algunos, los más místicos, creen que la fuerza de las explosiones llegó a acabar con el cielo y el infierno, por lo que no queda más que deambular por el metro cual alma en pena, literalmente.

La historia tiene un ritmo muy rápido, sin apenas descripciones más allá de contar un poco lo que puede haber por los túneles, y desde luego, es muy recomendable para cualquier aficionado al tema postapocalíptico que esté aburrido de los despliegues de armamentos y de centros comerciales típicos del género. Y aunque el escenario no sea el más optimista, sobre todo por la completa ausencia de animales exceptuando a los de cría, aparece un gato. Y todos sabemos que donde hay gatos, hay esperanza. Y generalmente, también varios juguetes tirados por el suelo y croquetas con sabor a buey y zanahoria.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Resident Evil Venganza (2012). Venganza contra el guionista es lo que clama el público


No sé si la pistola es para defenderse de los zombies, o para matar al director

Lo reconozco: las películas de Resident Evil entran en la categoría de placer culpable. Son atroces y muchas veces no tienen el más mínimo sentido, pero son tan simples que no se puede hacer otra cosa que disfrutarlas sin problemas. Además, sigo creyendo que la primera película estuvo francamente bien para lo que esperaba, y ni siquiera me pareció tan mal que pasaran de los personajes oficiales del videojuego para el guión.



Siendo una saga con cinco películas, hay algunas más flojas que otras. Pero esta quinta parte ha sido mala con avaricia, y tratándose del Resident Evil de Paul Anderson, esto ya tiene delito. Después de las dos últimas entregas donde Milla Jovovich en el papel de Alice se dedica a repartir leña y enseñar modelito por una tierra postapocalíptica, deciden darle la vuelta y volverla a encerrar en un complejo subterráneo (y de paso, que vuelva a mostrar algo de cacha, que también es todo un clásico).



El motivo es más o menos un batiburrillo de conceptos que fueron apareciendo en las anteriores entregas: el programa informático que aparecía en el primer Resident Evil ha decidido acabar con toda la vida en la tierra, ahora Albert Wesker, el antagonista de las anteriores, está de parte de los supervivientes a los que antes se dedicó a destripar o almacenar en tubos de ensayo, y la protagonista, junto a otro personaje del juego, Ada Wong en este caso, tendrán que abandonar la base submarina de Umbrella en la que se recrean continuamente distintas ciudades y distintos ataques zombie a base de clones, que también sirve para recuperar a personajes de las entregas anteriores, y de monstruos aparecidos en los correspondientes videojuegos.

Las dos tendrán que atravesar los laboratorios gigantes que representan ciudades como Moscú o Tokio (los científicos pensaron en hacer una de España, pero descubrieron que eran los políticos los que se comían a los zombies), otro equipo intentará encontrarlas para sacarlas de ahí y de paso, dejar un final abierto a la siguiente secuela. Pero el programa informático dispone de un montón de zombies y monstruos distintos que no dudará en hacer salir para acabar con ellos.

Por tener tiene un poco de todo: hay acción, muchas secuencias a cámara lenta y, debido a las escenas en las ciudades, hasta persecuciones y explosiones de coches, pero, pese a lo poco que se le pide, toda la historia es un completo sinsentido. No solo a estas alturas es ridículo que intenten presentar a un personaje con su traje de fiesta rojo con el que aparecía en el videojuego, si se supone que hace varios años que no se celebra ninguna gala. Sino que, aún haciendo un esfuerzo y pensando “es solo una película y no tiene por qué tener sentido”, resulta imposible: que haya gigantescas bases supersecretas, vale. Pero si estas no tienen otro objetivo que repetir una y otra vez escenarios pregrabados y generar clones a los que masacran de cada vez, una acaba por plantearse quien se encarga del mantenimiento y la limpieza. Además, ¿es que no han oído hablar de los recursos escasos? ¿Quién se encarga ahora de conseguir gasolina y sobre todo, confeccionar trajes?


Estarán en una base submarina, pero hay que seguir yendo divina de la muerte. Y con una abertura en la falda hasta la garganta.

El montaje de la película produce bastante sensación de ser un enorme timo: empieza con una secuencia de acción marcha atrás, para poder resumir, como suelen hacer, lo sucedido hasta entonces. Pero poco después, repiten la misma escena hacia delante, y con ello se comen más de cinco minutos de metraje. Las escenas entre un laboratorio y otro se resumen a base de montajes en los que se muestra el programa de ordenador recreando las simulaciones, lo que una vez tiene un pase, pero a la tercera, se empieza a pensar si esto no era una forma astuta de ahorrarse presupuesto. Del argumento, mejor no hablar, porque no es que se pasen por el forro lo sucedido anteriormente, sino que directamente les importa un pepino lo que les hubiera pasado a los supervivientes de la última película. Y, ¿Qué el malvado Wesker pasa de ser una alteración genética devoradora de seres humanos y ahora es el lider de la resistencia? Pues vale ¡qué facil es olvidar tras la caída de la civilización!


Esto a una película italiana de los ochenta se lo pasaba, pero hagan el favor, que hoy el cine va caro.

Pero lo peor, sin duda, han sido los zombies. Cuando se siguen estas películas por el tema que me interesa más, que son estos, se espera al menos que aparezcan unos cuantos, o que al menos, aparezcan en condiciones. De las anteriores no hubo queja, porque salían a puntapala. Pero en Resident Evil Venganza han sido sustituídos por un montón de monstruos hechos por ordenador y sacados de los videojuegos, que aparecen por ahí sacando tentáculos y similares. Los pocos que aparecen parecen directamente sacados de una película de serie Z: calvos y con traje de cortaba genérico, cosa que a Lucio Fulci se lo pasaba, pero al señor marido de Milla Jovovich, no. E incluso unas tales Plagas, también del videojuego, están pésimamente caracterizadas: no son maquillajes, son directamente máscaras planas. Pero como la cámara se mueve tanto y hay tantas cosas que explotan, seguramente los de efectos especiales contaban con que nadie se fijara. Cuanto daño han hecho los efectos digitales…

A día de hoy, con la entrada de cine cotizándose a 8.50 €, Resident Evil Venganza es una de esas películas en las que debería considerarse un robo pedir semejante cifra para entrar a verla. Menos mal que mi gata encontró una copia decente para poder pasar la tarde y matar el gusanillo hasta la siguiente entrega (que acabaré viendo, para qué engañarse). Hoy más que nunca, Dalek se ha ganado una lata de mousse de las de lujo.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Y cuando Barrilete Cósmico se despertó esa mañana, descubrió que le había tocado un premio


Llevaba tiempo sin encontrarme con ningún premio qué poner en la estantería, o en este caso, en la parte inferior derecha del blog, pero Kaoru Himura-Takarai, de House of the Silent, se ha acordado de mí y me ha enviado esta notita:


Como todo premio, viene con sus correspondientes instrucciones:

1. Agradece el premio al bloguero que te lo ha entregado.
2. Pásales este premio a cinco blogueros y notifícaselo en sus blogs.
3. Copia la imagen.
4. Sé feliz con tu premio y cruza los dedos por que aquellos a los que se lo has dado lo compartan.

Y los próximos ganadores son…
Truthkills, con su sección de noticias diarias.
Vermin in the Attic, que aunque lleven tiempo sin escribir, sus reseñas de cine de serie B y Z son imprescindibles.
Imprudencia Temeraria, que debe tener una velocidad de lectura superior a la mía.
La Minomalice, por sus creaciones artísticas y su gato.
El diario de Mr. McGuffin, que también es fan del Doctor Who.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Mirror, Mirror (2012). La segunda Blancanieves del año.



Si ahora están de moda los cuentos de hadas, la palma se la ha llevado Blancanieves. Cuando la historia de la que parten, por modificaciones que se incluyan, es tan simple, dos estrenos en el mismo año y con tan poca diferencia de tiempo hacen que el tema sature bastante. Y si se es seguidor de Once Upon a Time, ni te cuento…digamos que no volveré a comer manzanas en una buena temporada.




Como suele pasar con dos películas tan parecidas en argumento, la forma de tratarlas es completamente distinta: si en Blancanieves y la Leyenda del Cazador ofrecían una historia más de fantasía, más oscura, y sobre todo, más enfocada a secuencias épicas, Mirror Mirror es la versión más cercana al cuento de hadas completamente inocente y sobre todo, a la comedia romántica. Desde un principio se nota la diferencia en el reparto, mucho más especializado en películas más bien ligeras o románticas como puede ser Julia Roberts, o una Lily Evans completamente pastelosa pero que, sinceramente, da muy bien el pego en el estilo de película y tiene más registro que la Stewart. Otro tanto para los escenarios y vestuarios, muy luminosos, llenos de bosques nevados encantadores y de castillos que parecen sacados de Disney o de una ilustración para tartas. Incluso la forma de rodar está pensada para que los escenarios realmente parezcan pequeños y mucho más irreales y de teatro que los exteriores que aparecieron en Blancanieves.


Ante la falta de liquidez, el Vaticano decide alquilar el Baldaquino de San Pedro por horas

El argumento, a grandes rasgos, viene a ser el mismo: la malvada reina usa sus malas artes para hacerse con el reino, tiene a la pobre Blancanieves encerrada hasta que decide matarla y…la principal diferencia es que esta bruja es un mucho más zorripaina y mucho menos amenazadora que la de la otra versión: el reino está completamente arruinado debido a sus fiestas y gastos en vestidos, y la única solución con la que cuenta es pillar un marido rico como hizo ya con el padre de Blancanieves...que en un principio, va a ser el principito enamorado de esta última. Si se comentaba que era imposible que Julia Roberts hiciera un papel de mala tal cual, aquí si que lo ha conseguido, pero porque se trata de una malvada muy suavizada, que machaca al resto de personajes a base de sarcasmos y berrinches, y de la que incluso sus trucos mágicos son completamente inofensivos: desde convertir a un mayordomo en cucaracha hasta confundirse de poción amorosa.


Otro tanto para los Enanitos, que pese a volver a aparecer como bandidos, son personajes completamente inofensivos y entrañables más allá de su mal humor, y cuyo trato con blancanieves es prácticamente idéntico al de la versión de Disney en los años 30 ¡Solo les falta el número musical! En general son bastante divertidos y con ellos queda muy clara la intención de este cuento: ser una comedia muy simple que adapta de una forma distinta, y un poco más moderna en cuanto a diálogos, el cuento de Blancanieves, sin siniestreces ni luchas impresionantes, que como todo, también tendrá su público que la disfruta. Pero lo más sorprendente del reparto fue, además de un príncipe un tanto soso, la aparición de Sean Bean, que poco hace, pero estoy segura que solo aceptó el papel para poder salir en una película sin tener que morirse, como le ha pasado en los últimos seis años.


Mirror Mirror es una película inocentona, edulcorada, muy simple y a veces, con unos anacronismos que chirrían demasiado incluso para ser un cuento de hadas. Pero a su favor tiene unas cuantas cosas: la estética es muy apropiada, tiene sentido del humor y basándose en un cuento, consigue atraer a un tipo de público que, si hubiera sido una comedia romántica al uso, no la habríamos visto ni borrachos (otra cosa que después de verla, nos haya gustado o no). Y sobre todo, que pese a esa tontorronería, consigue hacer un guiño a todo el tema de la manzana bastante original que, tras el tono que mantenía la película, no me había esperado. Lo peor, sin duda, es el montaje musical que aparece al final. Vale que su director sea hindú, que el público no se tome la película en serio, pero el estilo que mantiene durante la hora y media larga no daba lugar a que apareciera un baile de Bollywood salido de la nada.

 

Como dijo Sara Montiel: "¿¡Pero qué invento es este!?"

lunes, 17 de septiembre de 2012

Dredd (2012). Como dijeron los Monty Python, “¡¡Venid a ver la violencia inherente al sistema!!”


Los gatos no son muy buenos con el cosplay, pero al menos se esfuerzan

Aunque los superhéroes están funcionando muy bien en el cine, hay una parte de ellos a los que no les ha ido muy bien, al menos hasta ahora. Vengadores, Hombres Araña y Patrullas X han tenido suerte con sus versiones llenas de acción y orientadas para todos los públicos. En cambio, otros menos conocidos, o más bien, conocidos en los cómics por su carácter más violento, o no se han acordado de ellos o los primeros intentos de llevarlos al cine (de hacer una película sobre ellos, no de pagarles una entrada y comprarles palomitas, explico) fueron un verdadero desastre. Por ejemplo, Spawn todavía me da la risa cuando veo sus efectos digitales de playstation y el Juez Dredd de Stallone fue uno de los mayores desastres de la carrera del actor. Y es que, por mucho que se empeñen, es un poco difícil intentar hacer una película para todos los públicos partiendo de un personaje que es poco menos que una bestia parda.


Por suerte para este magistrado, han decidido darle otra oportunidad, con una película que se ciñe mucho más a los comics, con toda la violencia, tiros y sangre que eso implica. A grandes rasgos, el futuro de Dredd es el de una ciudad gigantesca rodeada de un desierto radiactivo (en el que según informan en el prólogo, hay hasta mutantes), y en el que las cosas no van mucho mejor dentro de la urbe: con ochocientos millones de personas, el crimen se dispara, y el cuerpo de policía se ha reconvertido en el de Jueces: agentes de la ley con las facultades de actuar como policías, jueces, jurados y sobre todo, verdugos. Uno de los más conocidos, el juez Dredd, debe acompañar a una agente novata, dotada de poderes psíquicos, en una jornada rutinaria (que suele implicar asesinatos, narcotráfico y tiroteos varios). Lo que empezó como un examen de evaluación para este personaje se convierte en algo mucho peor cuando arrestan a uno de los camellos de Ma-Ma, una de los narcotraficantes más peligrosos de la ciudad, que no dudará en sitiar el edificio hasta acabar con los protagonistas.

 

El argumento es muy autoconclusivo, porque en realidad no pasa de ser una jornada de trabajo para los protagonistas, que se acaba complicando. Más o menos, lo mismo que pudo ser en Asalto a la Comisaría del Distrito 13. No se trata de una historia ambiciosa, sino lo justito para presentar al personaje, del que no sé si habrá secuela o no, y resolver un caso en concreto como sería el del narcotráfico en un determinado bloque de edificios. Tampoco hay más información acerca del mundo en el que se mueven, y sobre todo, del personaje principal, de la que explican en el prólogo y la que proporciona la agente novata. Y precisamente esa es parte de la gracia de la película: si en los cómics Dredd es un personaje con unos rasgos muy básicos, sin un carácter conocido, su versión en cine es muy parecida: es inexpresivo, inflexible, y sobre todo, nunca se le ve sin el casco. Algo normal para el mundo de los personajes, que es un sitio violento y no solo no se sabe cuando le llega la hora a cualquiera, sino que seguramente implique un tiroteo impresionante y bastante sangre. Para la película no se han cortado mucho, han decidido pasar de una calificación para más público, y ofrecer los mismos excesos que en el comic. No es que llegue al nivel que alcanzó en su día Robocop, pero tal y como suele ser el cine de acción de los últimos años, con demasiado espectáculo de disparos y cosas que explotan, me sorprendió que decidieran por algo más drástico y en cierto modo, realista: si a alguien le disparan, o le sacuden, le duele. Y según donde le disparen, puede ser bastante desagradable a la vista.
 

Y cuando Dredd se quitó el casco y se puso el traje de salir..¡Descubrimos que era Eomer!

Cuando el protagonista es un tío que se pasa toda la película con la cabeza dentro de un casco, y más de la mitad poniendo cara de asco, es un poco difícil que la interpretación sea de Oscar, pero de nuevo, con un personaje tan peculiar, no se podía esperar otra cosa que el que realmente se parezca a su original. Además, el que decidieran conservarle el casco de marras puesto fue un punto a favor para los seguidores del comic, a los que no le hizo mucha gracia que Stallone se pasara la mitad de película anterior enseñando la jeta. Lo mejor, sin duda, ha sido ver a Lena Headey como narcotraficante, en un papel y una caracterización completamente pasado de rosca: no solo es una mala bestia que no duda en torturar al que sea, sino que en algunos momentos parece darle un poco igual lo que le pueda pasar a ella o a su banda, cosa que el guión termina por aprovechar bastante.

Con 90 minutos de metraje, ha sido una película asombrosamente corta para lo que suele ser hoy el cine de estreno en salas, pero, con la historia que cuentan, no necesitaban ni uno a mayores. Es más, alguno lo aprovecharon para hacer secuencias a cámara lenta que acaban resultando un poco cansinas, pero por suerte no se explayan mucho y el resto del guión lo compensa con creces. Puede que no sea una película de acción para todos los gustos, sino para un público muy determinado, y sobre todo, para los fans del comic, que seguramente han quedado más que contentos con esta nueva versión del Juez.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Lecturas de la semana III.


Sospecho que hasta el minino empieza a ser más coherente que yo a la hora de elegir libros.

Esta semana va de autores con algo en común: escribir en inglés. No, en serio, es que más distintos no podían ser. Y no tenía la más remota idea de cómo empezar la entrada.


Sue Towshend. Adrian Mole. The Capuccino Years. Aunque el personaje empezó con 13 años y cuarto, más orientado al público juvenil, en los últimos libros continúa creciendo (que no madurando) hasta el año 97, donde encontramos a Adrian con 30 años y cuarto, divorciado y con un niño, con un trabajo como cocinero abridor de latas e igual de neurótico y pretendidamente intelectual que hace dieciséis años. El resto de su familia también ha cambiado, aunque no mucho: sus padres siguen igual de disfuncionales, con affaires fuera de un matrimonio que no funciona, su hermana es la pesadilla de cualquier padre normal y sus antiguos compañeros de clase, en menor o mayor medida, han triunfado: desde un escritor de éxito hasta una diputada del partido laborista.

El libro sigue con la forma de diario y slice of life, retomando la historia en un momento determinado, como es el de las elecciones que ganó Tony Blair, y termina, después de varios situaciones un tanto accidentadas (como el embarazo de su hermana pequeña y su relativo éxito como cocinero en la tele) quedando en el aire para el siguiente. Al protagonista se le ve ahora de una forma un poco distinta que en un principio: si despertó simpatías como adolescente neurótico y sufridor de una familia un tanto lamentable, ahora es un adulto que ya no puede escudar sus propios errores en lo disfuncional de sus antecedentes, sino que se trata de un perdedor que solo es capaz de ver los fallos en los demás y no en si mismo.

La visión de Inglaterra es si cabe más ácida. Si a través de las referencias en el diario hemos ido viendo la boda de lady Diana, el gobierno de Tatcher y la guerra de las Malvinas, ahora le toca el turno a la Nueva Inglaterra y su cambio de gobierno a un partido laborista con el que la autora es todavía más ácida que con los conservadores: los políticos liberales están más preocupados con lo políticamente correcto que por un programa coherente con las ideas de su partido, y el retrato que hace de estos, sobre todo en el personaje de Pandora Braithwaite, es completamente devastador: niños bien, trepas, pijos…no se salva nadie, y sobre todo es con la clase media-alta con la que la autora no tiene ni un mínimo de compasión. En cambio, siempre conserva un punto de ternura con algunos personajes con los que nunca llega a ser completamente destructiva. Y es que Adrian Mole puede no ser el ser humano más cabal de Inglaterra, pero a pesar de todo, no es un mal tipo.

 
Con semejante portada, literatura muy seria no se ve, no.

Charles Stross. The Atrocity Archives (The Laundry Files 01). Con esta serie de fantasía urbana se cubre el cupo de frikeces de la semana. Y lo de fantasía urbana es un decir, porque la historia del protagonista, un informático que trabaja para un ente público encargado de evitar cualquier tipo de manifestación de criaturas de otra dimensión, está más cercana al tema de las oficinas o incluso de los funcionarios que a los típicos detectives o cazadores de bichos típicos de este género. Porque, aunque la Lavandería en cuestión se encargue de un trabajo bastante serio como el de enfrentarse diariamente a bichos salidos directamente de los relatos de Lovecraft, el protagonista tiene que lidiar con aspectos cotidianos menos interesantes como asistir a cursos de formación, suspensiones de empleo o los sueldos no muy altos de los empleados públicos.

El estilo de narración es seguramente lo más chocante (como si el argumento no lo fuera ya): aunque la primera persona, el estilo un tanto sarcástico y las disgresiones es algo conocido, y bastante fácil de usar, incluye bastante jerga inventada, que tira mucho de teoremas y lenguaje técnico, con lo que en un principio no es que se trate de una lectura muy dinámica…pero cuando en un momento el protagonista hace mención al Teorema Lovecraft-Turing es imposible no darle cancha y seguir leyendo. Además, el autor es lo bastante hábil como para escribir un texto en el que es capaz de hacer un chiste sobre memes sin que este parezca demasiado cutre o amateur. También es cierto que a una lectura como esta, hay que tener mucha manga ancha: hay escritores de fantástico muy buenos y por el momento, Charless Stross no está dentro de ellos, pero lo que él intenta es presentar una novela para un público muy determinado, en este caso, aficionados a Lovecraft que ya no se tomen muy en serio los Mitos de Cthulhu, y no duda en ofrecer todo tipo de situaciones cómicas como el apartamento del protagonista, al que sus compañeros han rebautizado como “Chateau Cthulhu”, o que los apodos de estos mismos sean Pinky y Cerebro.

Divertida, un rato largo. Pero desde luego, no sería el tipo de libro que pagaría por leer. Además, acabo de recordar que el best-seller que lo está petando ahora en las librerías nació como un fanfic de Crepúsculo. Pensándolo bien, habría que empezar a ofrecer menos cancha. O al menos, procurar que los textos se queden donde deberían.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Blancanieves y la leyenda del cazador (2012). Enanitos, brujas, y un espejo despistado.

 
El espejo sabe lo que le conviene, y por eso no hay nadie más bello en el reino que este gato.

Los guionistas de cine son muy raros. Lo mismo les da por hacer películas de vampiros inofensivos y fluflosos, que dedicarse a coger cuentos infantiles y hacer versiones oscuras. Es más, desde hace año y pico, esto ha empezado a ser la tendencia, ahora que por fin se ha terminado todo el tema Crepúsculo, y de ahora en adelante, entre las series de televisión como Grimm u Once Upon a Time, o películas como Hansel y Gretel, Cazadores de brujas, hay para rato.


La primera en subirse al carro de las versiones fue Blancanieves y la Leyenda del Cazador, en la que adaptan de una forma distinta el cuento en cuestión. Tampoco es que esto sea el colmo de la originalidad, porque en el año 97 también habían hecho una versión del estilo con Sigourney Weaver y que pasó sin pena ni gloria (pese a estar bastante mejor que esta). Claro que esta nueva versión procuró asegurarse el éxito con un guión que no se queda en cuento de hadas siniestro: tenemos a Blancanieves, y a una Reina Malvada, e incluso a los enanitos. Pero todo ello, empaquetado de forma que incluya más efectos especiales, acción, y batallas: a grandes rasgos, la Reina consigue hacerse con el castillo y de paso, la corona. Y aunque quedan unos cuantos leales al antiguo rey, están lo suficientemente amedrentados como para no intentar nada. Hasta que, como manda el cuento, la reina descubre que debe utilizar a Blancanieves para conservar el hechizo que la mantiene joven. Esta escapa, y con la ayuda de un cazador y de un grupo de enanos que encuentra después, llegará hasta el castillo de los últimos leales a su padre con los que intentará acabar con la reina. Ah, y también tenemos por ahí el tema de la manzana y un principito (o duque, en este caso).



El argumento en esta versión es mucho más parecido a cualquier historia de fantasía más reciente, porque no escatima en incluir bosques con criaturas sobrenaturales, y la antagonista tiene unos poderes bastante notables: desde crear ejércitos de cristal hasta convertirse en bandada de cuervos. Todos ellos, utilizados con la intención de acabar con Blancanieves y en general, ser una monarca bastante tiránica. Con las secuencias de los guerreros y los ejércitos quedan bien claras las intenciones de la película: no solo tener acción, sino recurrir a elementos que garantizar el éxito…En este caso, secuencias sospechosamente parecidas a otras películas. Y es que, en dos horas he reconocido la escena del trigo de Gladiador, el Pantano de la Tristeza de La historia interminable, e incluso un troll que es imposible no recordar de El señor de los Anillos, y que mucho no es que pinte en la historia, pero supongo que lo incluyen para recordar que hay fantasías y magia. Este copia-pega de secuencias es algo que no me suele gustar, y menos cuando se nota que no es un homenaje, sino falta de originalidad, pero esta Blancanieves tiene a su favor un buen ritmo de narración: lo que nos cuenta lo habremos visto miles de veces, pero al menos divierte, e incluso el argumento se acaba centrando más en todo el tema de derrotar al malvado y recuperar el reino que en decidirse entre el duque o un cazador. Visto que van a hacer segunda parte, el pasteleo se habrá quedad para ella, pero…uno no puede hacer una película con Kristen Stewart sin esperar que se conflictúe a la hora de decidir con qué macizo quedarse, ¿no?

También hay por ahí algún homenaje a la versión del cuento más Disney: tras la aparición de los enanitos, que de nuevo, han contratado a actores conocidos (desde Nick Frost hasta Bob Hoskins) y los han reducido, las secuencias del bosque son mucho más luminosas, llenas de hadas, colores e incluso animalitos adorables que me recordaron a la versión animada de los años treinta. Por suerte, los cambios de década se notan, y por muy alegre y colorista que se vea todo, son unas secuencias bastante bonitas sin más, y no llegan al nivel de empalagosidad que producen hoy los primeros minutos de Legend.


La malvada reina se baña en leche para mantenerse lozana. Yo juraría que ha acabado con todas las provisiones de yogur helado del reino.

Respecto a la Stewart, me temo que todo lo malo que decían de ella, era cierto. No vi Crepúsculo, y supuse que la manía que le tenían como actriz vendría un poco de esa saga. Después la vi en Zathura y empecé a sospechar que la chica no era precisamente una maravilla de la interpretación. Tras encontrarla haciendo de Blancanieves, he comprobado que todos los chistes sobre su falta de expresividad, bizqueos y en general, ser una completa manta, son ciertos. Porque esta chica es de lo más inexpresivo que he visto en mi vida, es incapaz de transmitir ni una sola emoción y todavía no me explico cómo ha conseguido el favor de todos los productores. Encima, tampoco ayuda que el personaje de Blancanieves que hayan creado para la película sea demasiado fabuloso y predestinado: solo ella puede vencer a la reina, ella es especialita...Ella es una Mary Sue, vamos. Hasta Chris Hemsworth parece mucho más natural, claro que tanto este como Charlize Theron han conseguido encontrar su estilo de papeles, y seguramente nadie haga tan bien de héroe noblote y de mujer fatal y despiadada como estos dos.

A esta versión de Blancanieves le ha pasado lo mismo que a la mayoría del cine de entretenimiento de los últimos años: saca su estilo de películas que hoy son referente (desde Gladiador o El señor de los Anillos) pero tiene a su favor un buen montaje, y sobre todo, el que el público la califique como lo que es: cine para no complicarse la vida, cosa para lo que funciona muy bien. Aunque en este momento, sigo sospechando que el espejito mágico necesitaba gafas o una limpieza con cristasol ¿a quien se le ocurre decirle a Charlize Theron que Kristen Stewart es más guapa? ¡Menuda falta de criterio!

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Lecturas de la semana II. Lo que me traje (permanentemente) de la biblioteca


El gatotecario no te penaliza cuando te retrasas al devolver libros. Solo te mira con desprecio.

Hace algunos meses me encontré en la biblioteca con una agradable sorpresa: libros gratis. Bueno, por allí les llaman expurgos y se supone que corresponden a bajas que hacen en los catálogos, por aquello de ganar espacio. Aunque he vuelto a fijarme habitualmente en la entrada donde suelen ponerlos, no he tenido tanta suerte como esa vez, y estos dos son parte de los que me traje a casa. Eso sí, si a alguien le interesa una guía de casas de turismo rural de Extremadura del año 2005, la última semana ofrecían varias.

Brian Aldiss. Un mundo devastado. Ha sido uno de esos casos en los que el título, además de no tener nada que ver con el original (que era Earthworks), es bastante más directo y de paso, describe perfectamente lo que pasa en la historia. Sorprendentemente corto, con menos de 150 páginas, al autor le da tiempo de contar la historia principal, definir a un buen protagonista y sentar las bases del mundo apocalíptico en el que transcurre la historia. Porque, lejos de desastres nucleares, la situación de la tierra está al límite debido a la escasez de alimentos, sobre todo por la sobreexplotación de los cultivos: no queda tierra fértil, los animales se engordan con esteroides y los vegetales son regados y requeterregados con pesticidas para protegerlos. Vamos, que son muchos de los problemas de los que vienen avisando hace años, con la diferencia de que el libro es de los años 60, cuando empezaron a plantearse el problema de la ecología y los recursos. Ah, y también se nota que el final de la II Guerra mundial todavía estaba muy cercano, porque la descripción de los campos de trabajo es sospechosamente parecida a los que se habían organizado en los años 40.

En este sentido, es una novela muy de su época: las potencias tradicionales están bajo mínimos y las naciones de África aparecen como los nuevos países dominantes, cosa que también muchos estudiosos se llevan planteando desde hace varias décadas. En medio de todo esto, el protagonista es nada más y nada menos que un pobre pringado: tiene que vivir con una enfermedad que le provoca alucinaciones crónicas, de modo que muchas veces le cuesta saber lo que es real y lo que no, y por un accidente bastante bobo, acaba en medio de una conspiración que podría acabar con lo poco que queda del mundo en el que vive. Y si en un principio, desorienta un poco pasar de una situación lógica dentro de la historia, a otra completamente extraña (y aterradora para el protagonista), parece que era la intención del autor a la hora de diseñar así a su personaje principal: la primera vez desorienta, pero las siguientes, el lector ya se va planteando si lo que pasa es real o está solo en la cabeza del protagonista.

El resto de personajes van por el estilo: si el mundo que se describe está enfermo, todos ellos tienen también algún que otro problema crónico, y los que no, son una banda de fanáticos desesperados. Con este panorama, no es raro imaginarse que el final puede ser tan apocalíptico como el mundo que describe.


J. G. Ballard. La isla de cemento. Ballard es uno de esos escritores conocidísimos de los que hasta ahora, no había leído nada de nada. Al final pude solucionarlo, sin tener que devolverlo en un plazo (bueno, es cortito, no necesité más de tres días…Además, lo más probable es que lo regale).

Sin llegar a ser ciencia ficción típica, cuenta una historia de esas un tanto extrañas que recuerdan de un modo u otro a lo que podría haber escrito Kafka: un tipo tiene un accidente de coche, y queda aislado en un espacio de tierra entre varias autopistas. Debido a la situación del terraplen, y a la velocidad de los coches, es muy difícil que nadie llegue a verlo, por lo que empieza, durante varios días, a vivir como un náufrago en lo que él llama La Isla de cemento, donde no hay otra cosa que otros coches accidentados, restos de algunas construcciones, y dos personajes un tanto extraños: un vagabundo retrasado, y una mujer con un comportamiento completamente esquizofrénico. Y un poco hostiable, también. La situación del protagonista no le ayuda, ya que la falta de agua, y la fiebre causada por la infección de una herida hace que su cabeza empiece a funcionar como la de un Robinson Crusoe, planteándose la isla como una amenaza o incluso un estado mental que debe aceptar para salir de ella.

En muy pocas páginas construye un cuadro completamente agobiante, y sobre todo, extraño: aunque el lugar en el que se encuentra el protagonista no es muy extenso, ha encontrado desde cimientos de casas eduardianas, restos de un cementerio, un refugio antiaéreo y un lugar tan extraño como un cine abandonado en el que vive uno de los personajes.

La mayoría de la historia pasa al aire libre, pero la situación del protagonista y la imposibilidad de salir de la isla, pese a estar en plena civilización, hace que sea una novela completamente claustrofóbica y sobre todo, con mucho para pensar.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Hitchhiker Guide to the Galaxy (2005). Que no cunda el pánico. Llevamos una toalla


Yo sabía que de este planeta no venían...

Los libros que componen la Guía del Autoestopista Galáctico no empezaron de una forma habitual: fueron escritos por Douglas Adams como una comedia para la radio, y posteriormente, se reconvirtieron en libros, miniserie y película. Además de estar adaptados por el propio autor, tienen una gran reputación como saga de ciencia ficción cómica a la misma altura que puede tener Terry Pratchett con Mundodisco, hasta el punto de celebrarse cada 25 de mayo el Día de la Toalla. Algo así como el Día del Orgullo Friki, pero con más sentido del humor y menos cutre.


La adapción al cine del 2005 cuenta, con alguna variación que es cosa del propio Adams, la misma historia que apareció en el año 79: Arthur Dent se despierta una mañana viendo cómo su casa es derribada para construir una autopista. Diez minutos después, sucede lo mismo con la Tierra. Por suerte para él, su mejor amigo es un extraterrestre encargado de escribir un capítulo para la Guía del Autoestopista Galáctico, el libro más vendido de todo el universo. Tras escapar de los Vogones, que además de estar encargados de costruir la autopista galáctica, vienen a ser los funcionarios del universo (y además, escriben una poesía horrible), acaban en una nave secuestrada por el presidente de la Galaxia donde se encuentran con el resto de personajes principales: Trillian, la última humana junto con Dent, y Marvin el androide. Aunque la intención del viaje, una vez reunidos los protagonistas, era encontrar la respuesta a la gran pregunta sobre el universo, en un sitio tan absurdo como el que ha creado Douglas Adams, las cosas no van a salir bien de una forma limpia y directa.



El argumento es bastante enrevesado, más contando que la propia Guía del Autoestopista es un personaje más y que, si en la novela siempre había alguna explicación sobre tal o cual planeta, en la película no queda otra que incluir una voz en off que haga las veces de libro. Además, el mundo creado por Douglas Adams, y su estilo de narración, es completamente caótico y en ocasiones, muy atropellado, incluso más que los primeros libros de Mundodisco: muchos párrafos de la historia se dedican a dar explicaciones, de una forma bastante cómica, y el universo es de todo menos coherente. Por ejemplo, uno de los personajes tiene tres brazos y dos cabezas, lo que en algunos casos va a ser un poco difícil adaptar a una película que no podría estar lidiando todo el rato con maquillajes de goma o pegotes informáticos. Con un poco de imaginación, y unos cuantos cambios por parte del autor, la película consigue adaptar el libro bastante bien, e incluso, cerrar la historia bastante mejor que la novela, que había leído hace algunos años y me dio la sensación de haber quedado demasiado abierta de cara a su segunda parte.


 

 La Guía del autoestopista galáctico no tiene un presupuesto astronómico, pero sí el suficiente como para tener el empaque de una película de las de estrenar en cine y que no se pierde a base de secuencias para enseñar persecuciones o viajes a la velocidad de la luz: ¡estamos hablando de un guión en el que la nave se convierte en un ovillo de lana al viajar por el hiperespacio! Y eso da una idea de por dónde van los tiros: lo más grande que aparece son los diez primeros minutos, con la destrucción de la tierra, y la aparición de distintas naves. Las escenas que van con la explicación de la Guía no son en imagen real, sino con siluetas animadas muy simples, como si fueran señales explicativas en un libro de verdad. La aparición de muchos alienígenas se soluciona con un poco de maquillaje o un traje estrafalario, y la parte de más trabajo queda para personajes como los Vogones, que consiguen dar bastante grima a la vez que ser cómicos, o para mover a Marvin el Androide por la pantalla.

El guión consigue condensar una historia que abarca la destrucción y recreación de la tierra, intentar resolver preguntas sobre la vida y el universo y encima, hacerle sitio a la voz en off para que vaya trabajando y explicando un poco qué es lo que pasa. Era bastante difícil que esto quedara redondo con todo lo que quieren contar en hora y cuarenta, por lo que pasan muy por encima de algunas cosas, como la aparición de los dos ratones mascota de Trillian, que tienen un papel bastante importante en el libro y que en la película se dedican a aparecer por la nave sin que la voz en off se acuerde de explicar qué demonios hacen por ahí. No habría sido tan difícil explicarlo en algún momento, o los que no hayan leído el libro se quedarán un poco desconcertados. O no. Porque con todo lo que sale en la película, dos ratones blancos conduciendo una nave es de lo menos raro.


Martin Freeman y Zooey Deschanel, asombrados ante lo que les espera en el 2011

Una de las cosas que tiene a su favor es el reparto. Aunque hoy algunos de los actores sí son famosos, en su momento, nadie esperaba que Martin Feeman, que interpreta a Arthur Dent, sería Watson en la nueva versión de Sherlock, o que Zooey Deschanel hace de Trillian igual que actúa en todos sus papeles: poniendo ojos de plato y haciéndose la estrafalaria. Después de verla, empiezo a entender por qué a esta chica le tienen tanta manía. Menos mal que su voz sosa y su flequillo no se notan tanto con el resto de actores, porque están las voces de Stephen Fry como la Guía del Autoestopista, Alan Rickman como Marvin e incluso un cameo de John Malkovich. Con esto de las voces, la sorpresa más agradable fue escuchar a Steve Pemberton, Reece Shearsmith y Mark Gatiss haciendo de Vogones. Según Douglas Adams, será la raza más aburrida y más aficionada a la burocracia del universo, pero a mí me caen bien los funcionarios, y sin encima están doblados por The league of Gentlemen, todavía más.

Aunque La guía del Autoestopista Galáctico quedó abierta para una posible segunda parte, que no llegó, ha sido de estos casos en los que la versión en cine me ha gustado más que el libro: Adams se encargó del guión, y una vez más, pulió algunas cosas que necesitaban una mejora, cerró mejor el argumento, y sobre todo, consiguieron trasladar con éxito un libro que en un principio, parecía muy difícil, y que seguramente, guste a los aficionados a la ciencia ficción cómica del estilo de Enano Rojo. Además, también hay la miniserie del año 81, que seguramente me acabe viendo para poder comparar versiones.

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