Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 27 de febrero de 2014

Obituario: Juan José Plans



No hemos empezado bien la semana. El pasado 24 de febrero perdimos a Harold Ramis, a quien muchos recordamos como el doctor Egon Spengler en Los Cazafantasmas. Pero ese mismo día también fallecía Juan José Plans.




Plans fue principalmente escritor, de terror y ciencia ficción, y locutor de radio. Es por esto último por el que muchos llegamos a conocerlo. Durante más de una década, en sus programas Sobrenatural e Historias, recuperaba la tradición del radioteatro adaptando textos de distintas novelas de terror clásicas. Pero en ambos también había lugar para su propia producción, y gracias a su equipo se hicieron realidad las versiones radiofónicas de Los misterios del castillo y otros relatos. Esto no quiere decir que su producción narrativa se limitara a ser versionada en la radio: sus novelas fueron lo bastante populares como para disfrutar de adaptaciones cinematográficas. Este fue el caso de ¿Quién puede matar a un niño? Donde Narciso Ibáñez Serrador adaptaba el texto de El juego de los niños.



 Estas, siendo justos, es difícil compararlas con otras obras con las que compartió emisión. Muchos relatos de ciencia ficción se quedan estancados en detalles que delatan la época en que fueron escritas: la información se almacena en tarjetas perforadas, hay sistemas de criogenización y maquinas con luces que hacen ping. Otros, como El juego de los niños, o Los misterios del castillo, cuentan con argumentos que son pura serie B. Pero lo que hay que reconocerle es su capacidad como narrador y sobre todo, la pasión que sentía y era capaz de transmitir por el género fantástico. Por el fantástico, y por sus expresiones más clásicas. Esta visión estaba un poco alejada de las variantes más modernas que empezaban a desarrollarse, pero es imposible no sentir simpatía cada vez que en algún relato breve, hacían aparición vampiros, hombres lobo, e incluso algún que otro muerto viviente. Los párrafos que destinaba a crear atmósferas, por tópicas y conocidas que puedan parecer hoy, hacían que el terror, tal y como él lo concebía, fuera algo emocionante, y a la vez, provocaba nostalgia de una época en la que asustarse, y también sentirse seguro, era mucho más sencillo.



 Todo esto lo descubrí años después de que terminara su andadura radiofónica, gracias a los podcast y al trabajo de muchos aficionados. Es en uno de ellos, concretamente del 22 de febrero de 1999, donde realiza un divertido monólogo vaticinando lo que nos esperaba a partir del año 2000. Y el humor y ternura que rebosa este es la mejor forma de despedirlo.

 

lunes, 24 de febrero de 2014

El secreto de los fantasmas (1987). Serie B por todas partes



A Roland Emmerich se le conoce por rodar una invasión alienígena combatida por Will Smith, por Stargate y por un remake de Godzilla bastante desastroso. Pero antes de afincarse definitivamente en Estados Unidos y en presupuestos holgados, una pequeña coproducción demostraba que en sus inicios, era capaz de algo más que destruir el mundo en cada película.



Lo que en España se conoció como El secreto de los fantasmas, cuenta en Estados Unidos con dos títulos: Ghost Chase y Hollywood Monsters. Estos dos, bastante adecuados teniendo en cuenta el punto de partida: Fred y Warren son dos amigos empeñados en rodar una película de serie Z como buenamente pueden. Mientras las facturas se acumulan, una carta donde este último recibe una herencia parece ser el final de sus problemas. Pero esta parece consistir en una maleta que únicamente contiene un reloj antiguo. Algo bastante anodino como para que un productor de Hollywood esté empeñado en hacerse con él. Pero el reloj no era el único contenido del maletín, sino que en su interior se encontraba un fantasma: el mayordomo del abuelo de Warren, quien solo puede abandonar el reloj durante una hora cada noche. Incapaces de creerse esa historia, los protagonistas deciden convertirla en un guión, llegando a fabricar un animatronic  inspirado en la figura del pequeño mayordomo. De forma inesperada, este servirá para que el fantasma pueda adoptar una forma física y comunicar a los protagonistas su secreto: realmente hay una herencia, que su jefe se encargó de ocultar, pero solo cuentan con una hora para poder encontrarla. 


La película está llena de homenajes al cine. En concreto, al de terror de serie B clásico,  con muchos de sus clichés y toda su intención de entretener. Hay herencias perdidas, fantasmas que deben cumplir una misión para poder descansar, e incluso los protagonistas son dos tipos tirando a pringados y sin blanca. Pero los homenajes no se quedan solo en el argumento, sino en todos los escenarios que aparecen: el caserón y los interiores, con su aspecto de ser un decorado en un estudio de cine (bueno, esto seguramente porque el dinero no les llegaba para más), los exteriores en pleno Hollywood, y sobre todo, en los gimnicks que se ven en la casa de los protagonistas. durante todo el metraje las piezas de atrezzo y cacharros absurdos diseñados con temática terrorífica tienen una buena aparición en pantalla. Pero la figura protagonista es la del propio animatronic que encarna al mayordomo fantasma: una pequeña figura verdosa, de la que se va describiendo todo su proceso de fabricación. Vista hoy parece una pieza de museo, tratándose de algo que ha quedado en desuso a favor de la infografía, pero el que acabe siendo la parte central del argumento de una película demuestra la importancia que tuvo en su momento. Eso sí, hay que reconocer que el diseño de la criatura recuerda un poco a un Maestro Yoda con corbata…


La verdad es que era demasiado adorable para hacer Nightmare Fuel... 

También es cierto que vista hoy, es una película muy de su época, y que es una coproducción con Alemania Occidental, muy empeñada en ofrecer un aspecto muy “americano”. Tanto, que a menudo se nota el esfuerzo en que todo resulte moderno, al menos para la época. Además, su guión es una mezcla de comedia y género fantástico tan propio de esa década, muy pensada para mantenerse dentro de la calificación de todos los públicos. Esto no es un defecto, porque muchas producciones de entonces se defendieron bien en este campo, aunque esta no es de las que salga ganando: resulta un poco simple. Todo va bastante atropellado, se incluye a un antagonista al que apenas se aprovecha sino es para que haga sus apariciones como yuppie agresivo (¡otro personaje típico de los ochenta!). Y el que debería ser el personaje central, como heredero de la fortuna, queda bastante desdibujado y no parece tener mucha empatía con la figura del fantasma. Da la impresión de que lo que estaba claro era la idea central y los gimnicks que tendrían que aparecer, pero no la forma de hilarlo todo.



Lo cierto es que estos fallos no se notan al menos hasta la mitad del metraje. Hasta entonces se disfruta precisamente por todos sus detalles, y sobre todo, por su intención principal: homenajear al cine de serie B y ofrecer todas las referencias posibles acerca de este. No es una película redonda, y dudo que sirva para un público más amplio a día de hoy, pero lo cierto es que, aún teniendo en cuenta los defectos, el factor nostálgico le pone más cosas a su favor. 

jueves, 20 de febrero de 2014

Lecturas de la semana. Los años Mozos IV


Este tiene pinta de gustarle menos ir a clase que a mi

Una de las cosas que más ha cambiado en las librerías durante los últimos años es la sección de literatura infantil. Entre Gerónimos Stiltons y Capitanes Calzoncillos (con ese título tengo que tragarme el sentido del ridículo y leerme alguno) las estanterías parecen mucho más llamativas que las pobladas por las series de Enid Blyton y las colecciones de Ala Delta o Austral. Y eso que de calidad no menciono nada, por no conocer el tema y porque el catálogo de esta última era de primera categoría. Aunque solo fuera por El misterio de la Isla de Tokland y Doneval. Pero la imagen que tenemos muchos es la del estante de una papelería con dos opciones: los libros obligatorios del colegio que tenían enfrente, con sus códigos de colores indicando las edades de lectura, y las colecciones estrictamente infantiles y que eran el regalo más socorrido para tíos y demás familiares desorientados a la hora de los cumpleaños. Estos últimos eran casi los más bonitos que había entonces, con sus tapas duras, pensadas para tener aspecto de libros “para mayores” y para resistir el paso del tiempo y de varias generaciones de lectores.

Lo cierto es que entonces no fui muy aficionada a este tipo de series: me gustaban otros libros sueltos, como Las brujas, de Roald Dahl, y no debí pasar de los dos o tres volúmenes de cada serie, exceptuando los de Guillermo que sí me pillaron el truco. Se supone que con tan poco material no tengo suficientes elementos de juicio para escribir sobre ellos, pero hay una cosa a favor: pese a los veinte o treinta tomos de cada, independientes todos ellos, en la mayoría de los casos sus argumentos y estructura eran lo suficientemente parecidos como para hacerse una idea general del estilo de la colección. Y para que estos dieran las dos posibilidades, de, o bien convertirse en una lectura favorita, o bien en algo que como mucho, se recuerda con un poco de nostalgia.



Enid Blyton: Los Cinco. Leer el nombre de Enid Blyton es pensar en Los Cinco, los Siete Secretos, las Torres de Mallory e incluso Las aventuras de la silla de los deseos. En los dos primeros casos, la estructura de los libros es muy similar: un grupo de varios niños, en un tranquilo lugar de la campiña inglesa, viven aventuras que en muchos casos implican la resolución de misterios. Que van desde cosas como robos menores o a algún caso de contrabando. El grupo está formado por dos chicos, dos chicas y un perro, de los cuales cada uno tiene su propio rasgo distintivo: la chicazo, la dulce, el más atleta o el más reflexivo.

Leídas hoy, lo más llamativo es lo pacífico y edulcorado que parece todo: no es solo que los lugares sean completamente seguros, sino que hay una sensación de apacibilidad que lo impregna todo y que hace que cada año que pasa, resulte menos creíble y probablemente, menos válido para los futuros lectores. Incluso en cuestiones de argumento, especialmente en los “misterios” que resuelven los chavales, estos son bastante nimios y gran parte del argumento consiste en los protagonistas yendo a algún sitio de excursión o preparando bocadillos para una acampada. Como decía Condesadedía, “siempre estaban comiendo”. Su forma de describir los entornos llegó a convertirse no solo en lo más reconocible para quien recuerde los libros, sino en algo sumamente parodiable. Hasta el punto en que sus personajes se ganaron una aparición en El pozo de las tramas perdidas, de Jasper Fforde, la mar de divertida. Y que los herederos de la autora encontraron también bastante simpática.  




Robert Arthur. Alfred Hitchcock y los Tres investigadores. Este tenía truco, porque si bien al director se le nombraba y retrataba bien grande en la portada, su escritor se limitaba a figurar en la primera página con la referencia de “Texto de Robert Arthur”. En este caso, se trata de tres chavales, Júpiter, Bob y Peter, que tienen una agencia de detectives. Y como suele pasar en este tipo de libros, hasta resuelven sus misterios y llegan a pasarlas canutas en más de una ocasión. Los títulos, además de contar con la figura del director, que solía encargarse del prólogo, eran cuando menos llamativos. Y para mí, que me gustaba entonces el terror, bastante engañosos: Misterio del castillo del terror, de la calavera parlante o de la sombra riente. En realidad todo tenía una explicación lógica y no sobrenatural, aunque hay que reconocer que en algunas de ellas, resultaban bastante creativas. Y estos tres personajes eran algo menos ñoños que los creados por Enid Blyton.

Igual que en otros casos, cada tomo es independiente de los anteriores, de forma que resulta casi indiferente leerse el número 1 que el 36: todos ellos comienzan describiendo, una vez más, a los personajes y su entorno, por lo que al menos dos o tres páginas irían destinadas al resumen de la situación principal, y el resto, al desarrollo del misterio correspondiente. Esto es un tipo de cosas que ahora que las tendencias en la narración se han modificado, parece un poco cansino, pero hay que tener en cuenta que el primer año de publicación es de 1964 y esta era una fórmula muy habitual. 

lunes, 17 de febrero de 2014

Riddick (2013). Volviendo a los planetas con bicho.




Con el tiempo y aprovechando otros medios, como los videojuegos, Riddick se ha convertido en un personaje con su propia franquicia. Bastante espaciada, si se tiene en cuenta que han pasado ocho años desde la primera secuela. También ha sido bastante errática la temática en la que se basa, porque lo que empezó como una serie b de ciencia ficción quiso convertirse en space opera, con opiniones bastante encontradas, y finalmente, ha optado por volver a sus orígenes de ciencia ficción tirando a sucia y poco fantasiosa.



Riddick resume brevemente lo sucedido entre el final de Las crónicas de Riddick y su comienzo: su puesto como jefe de los Necróferos ha durado muy poco, porque estos han aprovechado su intento de encontrar Furya, su planeta natal, para abandonarlo en un lugar apartado de la mano de dios y cambiarlo por un lider que vaya mejor con sus ideas. El nuevo planeta además de desértico, cuenta con criaturas bastante hostiles, pero este aprovecha su capacidad de supervivencia para adaptarse a su nuevo entorno. Sin embargo, algo ha cambiado por el camino, y el que antes era un criminal despiadado ahora llega a ganar un compañero al ocuparse de un cachorro perdido. El viaje de ambos hacia el borde fértil del planeta se ve truncado cuando la proximidad de una enorme tormenta le obliga a cambiar de planes: deben salir del planeta cuanto antes, y la mejor forma de conseguirla es informar de su posición a una banda de mercenarios. Teniendo en cuenta su fama y habilidades, el que estos lleguen con intención de cobrar una recompensa por él es lo menos importante. 


Si hay algo que se nota a primera vista en esta tercera parte es la intención de olvidar por completo la segunda. Más por el tema de su temática y ambientación que por el argumento. Que a fin de cuentas, este último ha servido para darle unos orígenes al personaje y hacer que tenga una motivación, en este caso, encontrar su planeta. Pero las ganas de librarse de la estética anterior son tales que todo el tema de los Necróferos se queda en un flashback, donde se ve cómo es dado por muerto y nunca más se sabe de las tropelías de esta raza. A partir de entonces, el estilo vuelve a ser idéntico al de Pitch Black: planetas hostiles, no habitados y un universo bastante anárquico, lleno de tecnología pesada y poblado por mercenarios y delincuentes. Es una decisión bastante acertada, teniendo en cuenta que este tipo de ciencia ficción va mucho mejor con el tipo de personaje que el space opera oscuro de la anterior. En la anterior hicieron muy buen trabajo a la hora de caracterizar una civilización extraña, pero habría sido preferible desarrollarla en otra película en lugar de una posible franquicia que tenía una dirección muy distinta.



Con lo grande que es el universo y no aterriza en un planeta tranquilo, con sombra bajo los árboles y animales sin garras ni veneno, no

También se nota la intención de explotar al personaje y sus habilidades bastante asombrosas en todo lo posible: durante toda la primera parte, en la que este se encuentra solo en un planeta, se le ve arreglarse una fractura él mismo, sobrevivir medio muerto a animales venenosos, cazar, pescar, hacerse un refugio y en general demostrar unas capacidades que ríete tú de Bear Grylls. Es interesante explotar un poco la parte primordial de un personaje que siempre presumió tener mayor instinto de supervivencia que el resto de humanos, y sorprendentemente, es de lo menos aburrido de la película, aunque practicamente consista en Diesel luciéndose con el papel que le dio la fama. El principal defecto es en la segunda mitad, porque las ganas de volver al estilo de Pitch Black hacen que esta se parezca demasiado a la primera parte. Cuentan con un escenario similar, una amenaza parecida, y con un grupo de personajes que va cayendo como moscas. La única diferencia es que su protagonista cuenta con el favor de un público que lo conoce y se sabe todas las mañas posibles. No hay mucha emoción, sabiendo que los mercenarios no tienen posibilidades contra él, y que siendo el protagonista, va a salvarse sí o sí. Tampoco es que el resto de personajes despierte muchos intereses. O al menos, hasta que empieza a desarrollarse un enlace con la primera película. Donde Pitch Black contaba con un poco de todo, estos son tipos que siguen órdenes, donde Katee Sackhoff cumple con su papel habitual de soldado dura y brutota, y donde la aparición más interesante es la de Jordi Mollá, como mercenario cabrón y bastante mala persona. No es que sorprenda mucho después de haber hecho de malo en el 90% de sus papeles más grandes, pero es divertido verlo.



Tambien sale Dave Battista, pero hace lo que mejor sabe hacer: ser un armario ropero


El resultado de Riddick ha servido al menos para volver a consolidar en el cine el universo del personaje y devolverlo a su concepción inicial, pero también ha hecho que este sea muy poco innovador y parecido a lo que contaron antes. Quizá en una cuarta parte puedan variar un poco y ofrecer algo más original, porque lo cierto es que el personaje aún no se me ha hecho cansino. Claro que con una secuela cada cuatro y ocho años, sería bastante difícil. 

jueves, 13 de febrero de 2014

Lecturas de enero. Y febrero


Llevo un par de entradas hablando de libros, pero de los de hace unos cuantos años. Esta vez, volvemos al presente con lo que he terminado en estas semanas.



Jean Ray. Harry Dickson Volumen III. Se trata de un tomo recogiendo cinco relatos del detective homónimo. Teniendo en cuenta lo dispar de cada uno, es muy difícil encontrar un argumento genérico para todos. A grandes rasgos, son historias de detectives, pero muy particulares: no hay procesos deductivos (o si los hay, pero son un poco por ciencia infusa y a gusto del autor), ni misterios posibles y realistas. En realidad su estilo es más deudor de los folletines y de las situaciones imposibles, en las que Jean Ray mezcla todo lo que se le ocurre: a menudo aparecen culturas exóticas, muy pasadas por la inventiva del escritor y por la xenofobia propia de la época. Y en más de una ocasión se ha pasado a la trama de espías, pero esta, más que ser una parte del argumento, parece más el reflejo de la guerra que había terminado hacía pocos años y la desconfianza hacia Alemania y Rusia.
No tengo muy claro el criterio que siguieron en la colecció Néo para seleccionar el contenido de cada tomo, porque no van por orden cronológico. Aunque en este volumen las historias incluídas se caracterizan por tener un carácter más policiaco y de espionaje, porque todas ellas consisten en su protagonista combatiendo el crímen organizado o descubriendo alguna red de espías en Londres.



David Safier. Maldito Karma. Este es el libro más alejado a mis aficiones que he leído en mucho tiempo: no es de género fantástico, no tiene nada de especial y por su extensión y argumento, parece ser la típica novela pensada para ser un entretenimiento ligero y para gustarle a un público muy amplio. Entre esto, y el tener una extensión relativamente corta, hace pensar que es de esos libros adecuados para un club de lecturas o para ser recomendados en algún curso.
Kim Lange es una presentadora de televisión de éxito, hasta que fallece de una forma muy poco dramática: le cae encima el lavabo de una estación espacial. En lugar de ir hacia la luz, acaba reencarnada en hormiga, puesto que durante su vida no ha sido una persona modelo: ha descuidado a su hija, ha engañado a su marido y no ha dudado en pasar por encima de sus compañeros de trabajo. Ha acumulado demasiado mal karma y si quiere ascender en la cadena de reencarnaciones, hasta volver a ser humana, debe realizar buenas acciones. No es la única que se encuentra en esa situación, y encontrará a unos cuantos humanos reencarnados a lo largo de sus vidas como animal. Uno de ellos, el mismísimo Casanova, ayudará a la protagonista a recuperar a su familia. Pero a menudo las ideas de Kim para poder estar cerca de ellos no son las más adecuadas para llevar a cabo buenas acciones.
El comienzo es muy divertido: la protagonista es un personaje lleno de defectos, comprensibles a medida que se van conociendo más cosas acerca de su vida. En todo momento intenta justificarse por sus errores y decisiones, por lo que, aún siendo bastante mal bicho, resulta alguien simpatético y a quien es fácil entender. Además los capítulos correspondientes a sus primeras reencarnaciones es donde se explota todo el potencial cómico, primero gracias a las hormigas, y después, en la que es más entrañable, como parte de una camada de conejillos de indias. El autor los presenta como unos animales no muy listos, pero bastante adorables.

Las intenciones del libro empiezan a perderse a partir de la segunda mitad: en cuanto el tema del karma empieza a irse de las manos y este se convierte en una de la carrera de la protagonista hacia su objetivo: lo que pasa a partir de entonces resulta muy poco creíble, y muy alejado de la caracterización y forma de comportarse de los personajes. Se nota que el autor busca un final feliz como sea, y que el número de páginas no juega a su favor: todo se resuelve de una forma bastante imposible, incluso teniendo en cuenta la temática de la historia. Y la forma de los personajes de afrontar lo que está pasando es comulgar con ruedas de molino. Este desenlace afea bastante un libro que, muy del estilo de las novelas de Marc Levy, podía quedarse en algo bonito, entretenido, y que aprovecha un poco el realismo mágico. O al menos, lo hace su primera parte. 

lunes, 10 de febrero de 2014

Elric de Melniboné. El héroe achacoso


La fantasía heroica no es mi género favorito. Pero he leído unas cuantas series, desde los clásicos en este campo hasta las sagas franquicia. Incluso obras más recientes, que sin inventar nada nuevo, procuraban salirse de la estela del Señor de los anillos (y de la Dragonlance en el peor de los casos) y ofrecer algo más de variedad y calidad en un campo un tanto trillado. Más o menos, las suficientes como para contar con una saga favorita entre todas ellas. Pero esta no se trata ni de la escrita por Tolkien, ni George R. R. Martin, ni la de Patrick Rothfuss, sino una de las multiples series que Michael Moorcock escribió sobre el Campeón Eterno.



Elric es el último emperador de Melniboné, una raza de seres humanoides un poco decadentes que pasan sus últimos días viendo cómo los humanos van tomando terreno y cómo su existencia se queda reducida a una isla fortificada. El propio emperador es un ejemplo del estado de su raza: albino y débil, es indiferente a la mayoría de manifestaciones culturales que disfrutan sus compatriotas (como torturar gente ¡yuhu!) y se defiende como puede de las maquinaciones de su primo para hacerse con el trono. Cuando se ve amenazado por este, no tiene más remedio que buscar ayuda entre los dioses del Caos, a quienes adoraban sus antepasados. A partir de entonces, comenzarán las andanzas del protagonista tal y como las conocemos: se hará con Tormentosa, una espada que devora las almas de sus víctimas, perderá a su prometida y al reino de Melniboné y se convertirá en mercenario. Viajará por la mayoría de los Reinos Jóvenes y por unos cuantos universos paralelos también, pasando de ser un servidor del Caos a un agente del Equilibrio, y probablemente, quien se encargue del fin de la guerra entre ambas fuerzas. Pero lo más importante es su condición de avatar del Campeón Eterno, un concepto que aparecerá en otros libros de Moorock y representado por otros héroes, cuya principal función es combatir los enemigos que amenazan a varios mundos y enfrentarse en varias ocasiones a los dioses del Caos. O a los del orden, si se ponen demasiado totalitarios también.


El protagonista, en una de las mayores cagadas de su vida 

Aunque la biografía del personaje sea esta a grandes rasgos, sus apariciones son muy anárquicas y dispersas en el tiempo: Portadora de Tormentas, su primera novela, narra la que sería su última aventura. También es la mejor de las siete u ocho escritas en la primera etapa, y su cierre completamente apocalíptico y opuesto a los cánones de la fantasía daría lugar al desarrollo del personaje en Elric de Melniboné, en el que sí se relatan de forma más ordenada los orígenes del personaje. La trama principal de estos es la guerra final entre las fuerzas del Orden y el Caos que empieza a gestarse desde los primeros viajes del protagonista. Pero esta se intercala con aventuras de carácter menor, relacionadas con sus idas y venidas como mercenario de vuelta de todo. De estas últimas, la calidad es variable, pero hay unas cuantas que son casi tan disfrutables como las principales, pese a su carácter anecdótico.

A día de hoy, los defectos de esta saga son bastante evidentes: un repaso a Elric y su mundo hace pensar que había cierta intención de ir en contra de lo que eran los héroes fantásticos hasta la fecha. Especialmente, de los cánones propios de Conan que también eran un referente para la espada y brujería. De ahí que se insista tanto en el carácter enclenque, abúlico, y el provenir de una civilización que es de todo menos sana. Un escenario como el Multiverso, y su tendencia a reordenarse de forma aleatoria (o como tenga el día el autor) hace que los niveles de imaginación rocen extremos un tanto lisérgicos en más de una ocasión, por lo que situaciones como barcos con forma de zigurat o los héroes fusionándose en un Campeón Eterno parecen pensadas para una secuencia de Heavy Metal, con todo lo bueno y lo malo que implica. Además, al no tratarse de una serie cerrada, las apariciones del personaje han continuado, de forma aperiódica hasta hace muy poco. Y estas últimas carecen de la frescura inicial, pero sus defectos los mantienen casi todos.


Elric y Moonglum, compañero de toda la vida (o parte)


Una serie así no parece contar con muchas papeletas para convertirse en una favorita. Pero lo es, por un motivo igual de aleatorio que su escenario: se trata de esos libros que o los quieres con locura, o te resultan infumables, sin motivo racional aparente. Después de leer Elric de Melniboné, me quedé en el primer grupo, aún contando con la impresión inicial de estar leyendo sobre un protagonista sinsangre y una ambientación surrealista. A medida que avanzaban los libros, y el personaje se iba perfilando un poco más, me fascinó su escenario imposible de categorizar, la falta de prejuicios y la locura de muchos planteamientos, y las posibilidades que, bien aprovechadas, ofrecía la libertad de contar con un escenario como el Multiverso. Incluso sus secundarios. Que sin ser una maravilla, porque a Moorcock tampoco se le da especialmente bien, me resultaban más cercanos y simpáticos que los que se movían por otras sagas fantásticas, mucho más limitadas, que era lo único disponible entonces. 

jueves, 6 de febrero de 2014

Gormenghast y Mervyn Peake. El castillo de Irás y No volverás



Hay libros que despiertan un gran cariño y pasión entre sus lectores. El caso más conocido es el del Señor de los Anillos, cuyos personajes gozan de un gran cariño y admiración por parte de estos. Personalmente nunca lo entendí: me había gustado como obra de fantasía y su calidad es innegable, pero no me parecía que fuera algo completamente mío ni había llegado a tener ese nivel de empatía con un personaje ficticio. Entonces descubrí Gormenghast, la trilogía escrita por Mervyn Peake, y lo entendí perfectamente. Y la comparación no es aleatoria, porque ambas obras son relativamente cercanas en el tiempo, las dos tienen sus grupos de seguidores fieles (en el caso de la última, mucho más minoritario), y especialmente, porque alguien dijo en una ocasión: “Los lectores de la segunda mitad del siglo XX pueden definirse en dos categorías: los que les gusta El señor de los anillos y los que les gusta Gormenghast”. No me avergüenza reconocer que estoy en el segundo grupo.



Los libros de Mervyn Peake describen un mundo inventado. Pero a diferencia de la Tierra Media, influída en la mitología e influyente en la fantasía posterior, estos no parecen tener un referente ni intención de crear un universo realista: el castillo de Gormenghast, habitado por sus nobles y sirvientes, es un lugar bastante irreal y grotesco. Los Groan, familia titular, está formada por Sepulchrave, el conde, es un hombre melancólico al que le interesa poco el título, y pasa el día leyendo. Su mujer Gertrude, ignora a su familia y hace lo propio pasando el tiempo rodeada de pájaros y gatos blancos. El núcleo lo completan Fucsia, su hija mayor y Cora y Clarice, las hermanas gemelas del conde. El reino es bastante acorde al carácter de sus habitantes: se trata de un enorme páramo rodeado de marismas, arenas movedizas y el océano. No parece haber más lugareños que los castellanos y los Talladores, aldeanos que periódicamente presentan ante el señor del castillo sus obras. Esto ha sido así durante los últimos 76 gobernantes, pero algo cambia cuando se anuncia el nacimiento de Titus, el próximo heredero, y cuando Steerpike, un mozo de las cocinas escapa de una vida miserable para entrar al servicio del médico de la corte.



Los tres libros, o al menos, los dos primeros, abarcan un período de tiempo bastante amplio, de unas dos décadas en la vida de sus personajes. Aunque a Titus se le considere el protagonista por tener el mayor peso en el desarrollo de la historia, es solo una parte muy concreta, entre la que el resto de personajes viven, maduran, se enamoran y algunos son asesinados. Paralelo a Titus es el avance de Steerpike, un personaje al que más que villano, se le califica de antihéroe por oponerse a todo lo que supone el castillo y sus costumbres: es difícil saber en qué momento pasa de ser un personaje simpatético a alguien ambicioso y que poco a poco, se va acercando al dominio del castillo. Sería muy difícil mencionar con detalle a todos los personajes sin explayarse más, pero aunque su actitud y muchos de sus rasgos sean grotescos y absurdos, como la propia sociedad del castillo en el que viven, el autor los trata con una enorme  humanidad y ternura, haciendo que trasciendan su condición un poco esperpéntica y se conviertan en seres entrañables, llenos de defectos y virtudes. De todos, el retrato más tierno es el de Fucsia Groan, que hace su primera aparición como adolescente y cuya primera caracterización me sorprendió por ser el retrato más fiel que alguien podía haber hecho de una persona de 15 años: sus cambios de humor, rabietas, la ternura con su niñera y su hermano, y su imposibilidad de abandonar la fantasía a medida que se hace mayor   hizo que se convirtiera en mi favorito de todo el libro, y que comprendiera cómo alguien puede acabar sintiendo esa pasión que muchos demuestran por los protagonistas de sus libros preferidos.



Aunque el mundo de Gormenghast parezca irreal e incoherente, es muy fácil reconocer elementos reales en él: sin ir más lejos, lo absurdo de la casa noble y sus allegados no se diferencia mucho de cualquier casa real europea (y probablemente, de la británica) y en más de una ocasión se reconocen otros aspectos con los que el autor no estaba muy de acuerdo: los pasajes acerca de la formación académica de Titus son toda una declaración de principios, pero las similitudes con escenarios y situaciones reales del momento no se quedan ahí. Solo hay un volumen de los tres en el que se muestre el mundo exterior, y este es, si cabe, mucho más grotesco e inquietante de lo que pudo serlo Gormenghast, que de todas formas siempre retrató un punto de afecto. En este no se corta a la hora de hacer referencias a una guerra pasada, a campos y a antiguos enemigos, todo ello de una forma bastante pesadillesca..Algo comprensible, teniendo en cuenta que Peake participó en la II Guerra Mundial.



Los cinco tomos que su autor había planeado se quedaron en tres a causa del Parkinson, enfermedad que le impidió escribir más de tres páginas de Titus Awakes. Fue su mujer, a partir del material disponible, quien decidió terminarlo. Este a su vez estuvo perdido y no fue publicado hasta hace poco.  No lo he leído, pero por suerte Titus Solo resulta un final adecuado para una saga como estas. A falta de poder conocer el final que el autor hubiera querido dar a su obra, nos quedan sus tres volúmenes y los bocetos e ilustraciones de Peake que acompañan a muchas de las ediciones, gracias a los cuales es imposible imaginarse a sus personajes de otra forma.


Aunque en un principio no haya tenido mucho impacto en otros medios, sí cuenta con una versión, muy buena, de los dos primeros tomos, realizada por la BBC. Esta contó con un reparto de primera, entre los que se contaban Jonathan Rhys-Meyers y Christopher Lee (que también había conocido a Peake) en los papeles de Steerpike y Flay. Y The Cure se encargó de dedicarle una canción a Fucsia, que aunque no recomiendo escuchar antes de los libros, por cuestión de spoilers, me parece que a su protagonista le hubiera encantado. 

lunes, 3 de febrero de 2014

Open Grave (2013). De amnésicos y vallas siniestras


A la hora de generar interés en un argumento, un recurso bastante útil es el de contar con personajes amnésicos o que no saben cómo han llegado al comienzo de la película. Muchas veces el desarrollo posterior se desinfla en cuanto esta avanza, y a menudo el recurso más fácil para resolverlo es tirar del típico “todos estaban muertos y eso era el limbo”. También hay otros casos en los que o bien pasan de explicar nada, como en Cube, o realmente plantean una idea algo más interesante, como Open Grave.



Esta empieza nada menos que con un hombre despertándose en un foso lleno de cadáveres. Incapaz de recordar nada, llega a una casa donde otros personajes se encuentran en la misma situación: amnésicos, sin la más remota idea de lo que sucede, y la sensación de que un tipo que acaba de salir de un pozo lleno de cadáveres no es de fiar. Lo único con lo que cuentan es con los recuerdos que parecen mantener de forma inconsciente, sobre sus propias habilidades y conocimientos, y los flashbacks recientes que sufren. Por algún motivo, el día 18 aparece señalado en un calendario que cuelga de las paredes de la casa. Esta se encuentra rodeada de cadáveres colgados y atados a modo de espantapájaros. En un cobertizo, una mujer encadenada  parece estar prisionera por algún motivo de seguridad, y su actitud agresiva y enloquecida hacia los protagonistas indica que hay un peligro mayor.


A diferencia de otras películas que parten de una situación de desconocimiento por parte de los protagonistas, esta los encuadra en un marco más realista: se encuentran alejados de cualquier ciudad y en un ambiente hostil, pero es por un motivo concreto. Otra cosa es que no puedan comprenderlo. El descubrimiento de lo que ha sucedido se hace de una forma bastante gradual, y no tanto por los flashbacks como por lo que van encontrando en la casa, a través de libros, notas, y algunas pruebas bastante más inquietantes y reveladoras. Pero es en las secuencias de exterior, donde se encuentran con otros personajes, donde las pistas acerca de la trama resultan mucho más interesantes. También es cierto que es difícil comentarlo con más detenimiento sin hacer spoiler, pero teniendo en cuenta que lo de los cadáveres y la mujer encerrada dan bastantes pistas, uno de los enigmas de la película es una epidemia que por algún motivo, no ha afectado a los protagonistas. Además esta resulta uno de los detalles más interesantes: a estas alturas el público está un poco saturado de infectados y similares, pero la caracterización de estos ha sido de lo más inquietante y fastidiado que he podido ver en bastante tiempo. Todo esto, limitándose a unas cuantas apariciones donde sobra cualquier diálogo explicando galimatías médicos, sino que las acciones de estos infectados hablan por si solas.


Este escenario no anuncia nada bueno

Durante la mayor parte del metraje las explicaciones se dosifican bien y de forma que mantienen el interés del espectador. Pero es hacia el final cuando de repente deciden recopilar los hechos y plantar un par de diálogos en los que se resuma todo lo que se ha ido viendo, por si queda algún despistado. Tampoco es que esto sea un lastre tremendo, porque se limita a ser un par de secuencias muy breves y más que ser una obviedad, sirven para cerrar todo lo que se ha visto. En realidad el mayor fallo es el propio de este tipo de películas: recurrir a un personaje que tiene las claves pero que por algún motivo concreto, no puede dar ninguna información. En este caso, en el grupo cuentan con una mujer asiática muda que, menuda coincidencia, desconoce por completo el idioma de los protagonistas. Y el que todos estén un poco acelerados intentando salir de la casa y saber qué ha pasado, no ayuda a que tengan tiempo como para ponerse a jugar al Gestos con ella. Con este van apareciendo otros detalles del género bobo, como el plantearse la ausencia de notas y elementos que ayudaran un poco a los protagonistas, y que, aunque el conjunto de la película fuera muy bueno, acaba haciendo salir la vena picajosa acerca de los despistes de un guión.


Definitivamente, esto tampoco anuncia nada bueno

En estos casos, lo mejor que se puede hacer es poner el piloto automático a la sección de críticas, porque a fin de cuentas, hay muchas otras películas que tienen fallos peores y con las que no se es exigente. Y en el caso de Open Grave, cumple muchos de sus objetivos: no solo su reparto, encabezado por Sharlto Copley es eficiente, sino que su argumento empieza prometiendo algo interesante y termina ofreciéndolo.

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