Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

miércoles, 30 de mayo de 2012

Diary of the Dead (2007). Cuando sabes que has visto demasiadas películas de zombies


Aunque cueste, siempre habrá fotos relacionados con gatos

Parece mentira que a estas alturas no haya hablado de George A. Romero, el responsable de los zombies tal y como los conocemos hoy. Y es que, antes de que estos se pusieran de moda, él se encargó de una serie de películas que tratan sobre la aparición de los zombies, y de la desaparición de la sociedad, a lo largo del tiempo. Y tan largo, porque empezó en 1968 con una peliculita en blanco y negro y llegó hasta el 2009 con seis películas (sin contar el remake de la primera en el 89). Y es que, hasta el 2005, la salida de estas se alargaba cosa mala: con una por cada década, hasta los 20 años que mediaron entre Day of the Dead y Land of the dead. En cambio, es a partir de esta última, seguramente por haber empezado ya a gestarse toda esta moda zombilística, cuando decide seguir con la serie que lo hizo famoso a un ritmo más acelerado, y dos años después aparece Diary of the Dead.


Aunque toda su serie de los zombies se caracteriza por ser unas películas completamente independientes las unas de las otras, Diary of the Dead es la que le da la mayor vuelta al tema y se salta un poco la continuidad temporal de las anteriores: los muertos han comenzado a levantarse (otra vez), cosa que sorprende a un grupo de estudiantes de cine en pleno proyecto de fin de carrera, y que deciden aprovechar para filmar todo lo que puedan e irlo subiendo a la red. Algo así como los vídeos de gaticos, pero con zombies. En un principio la realización sería la típica de “metraje encontrado”, del que tanto tiran las películas de bajo presupuesto y que tiende a marear bastante, pero Romero lo cuida bastante explicando que las imágenes se rodaron con cámaras semiprofesionales y que fueron montadas y editadas, con banda sonora y todo, antes de mostrarlas. De hecho, en más de una secuencia los personajes aparecen tirando de cualquier rato y conexión a Internet, que empieza a fallarles, para ir subiendo los vídeos que han rodado desde que se encuentran al primer zombie hasta que llegan…bueno, en realidad no tenemos muy claro hacia donde quieren ir, ni siquiera lo tienen ellos mismos: en un principio, pretenden llegar a la casa de algunos personajes, para después cambiar de opinión y visitar la mansión de otro de sus amigos donde supuestamente, estarán a salvo (de los zombies puede. Pero no de su estupidez, que tienen bastante).

 

Con estas ideas, la película se plantea un poco como una road movie también, ya que pasan bastante tiempo conduciendo en la caravana, y de paso, haciendo alguna parada para repostar, o incluso, conociendo a otros personajes, desde saqueadores, a un grupo de tipos que han conseguido organizarse y procuran repartir comida y gasolina de la forma más equitativa posible. Estos últimos tienen su gracia porque si hay algo típico de las películas de Romero, son los negros con papeles de líderes, o al menos, con caracteres fuertes: tuvimos a Duane Jones en la primera, a Ken Foree en zombie, a otro que no recuerdo el nombre en Day of the dead, y en Land of the Dead, el personaje se cambia de bando para hacer de zombie con inteligencia superior a la media. Su aparición en esta es bastante breve, y en su lugar está el profesor de los protagonistas, que mantiene la calma en todo momento y además, se las arregla muy bien con un arco y unas flechas. Una cosa hay que reconocerle: ¡Romero se adelantó varios años a Daryl Dixon!



Yo de mayor quiero ser como este tío

Si hay algo a favor de Diary of the Dead, es el buen ritmo que mantiene: aunque lo diga habitualmente de muchas películas, es entretenida, tiene gancho y en ningún momento acabé pensando “por dios, que se acabe esto…”. Por otro, tiene algunos fallos menores, como abusar de la moralina sobre la manipulación de los medios de comunicación, a base de voz en off, e incluso de recordar la famosa frase de “Ellos son nosotros”, que decía la protagonista en el remake de La Noche de los muertos vivientes. Aunque Romero siempre mete algo de crítica, o lo intenta, en la saga de los zombies (desde los prejuicios raciales hasta el consumismo), aquí resulta excesivo.

Pero lo peor de todo, y que lastra la película por completo hasta convertirla en algo bastante flojo, es la completa falta de sentido común: los personajes no tienen ninguno. Y aunque pueda valer el que alguno de ellos se niegue a soltar la cámara, así le esté un zombie mordiendo los menudillos, lo que no tiene disculpa es la tontería de la que hacen gala en la última mitad de la película: los protagonistas llegan a la dichosa mansión, que es una verdadera fortaleza. La puerta está abierta pero no hay cadáveres a la vista…y no se les ocurre otra cosa que dejar la verja abierta, que entren todos los bichos que quieran, y ellos, hala, a meterse en una habitación del pánico para editar y subir a la red la película de marras ¿Qué más da que estuvieran en una casa enorme, con comida y agua para varios meses, y sin posibilidad de que entrara ni un solo bicho? No, lo importante es encerrarse en una ratonera, y a hacer el Igmar Bergman.

 

Pero, pero, peroperopero...¡¡coge un palo o algo!!

Con la cantidad de tonterías que acumula, muy lejos de la lógica que mantenían los personajes de las películas anteriores, no me extraña que las críticas se la comieran viva: está muy lejos de clásicos como Zombie, o incluso, de las que no llegaron a gustar tanto, como Land of the Dead (que a mí me gustó un montonazo), y aunque la ambientación de la película hace que el peligro sea bastante evitable, y en todo momento dicen que los zombies son lentos y pueden evitarse, no me extraña que unos protagonistas tan tontainas tengan pocas oportunidades ¡Pero es que se lo buscan!

lunes, 28 de mayo de 2012

El nombre del viento. De aventurero a tabernero en cómodos libros.


Kvothe usa sus poderes para transmutarse en gato y pasar de todo

El género de fantasía, además de contar con un montonazo de seguidores, cuenta también con un problema: es muy difícil innovar. Tolkien sentó las bases en su momento, y menos George R. R. Martin, que le echó valor y decidió tirar más por bases históricas con la Guerra de las Rosas, la mayoría de novelas y sagas dan un poco la sensación de ir por el camino que abrió el primero. Eso no implica mala calidad porque desde entonces, ha habido sagas excelentes, algunas más sobrevaloradas que otras, pero es que en este género pasa como en todos: unas cosas son buenas, y otras, no tanto.

Por suerte, la primera novela de Patrick Rothfuss entraría en la primera clasificación. O al menos, tiene bastantes posibilidades porque el tema de la calidad y lo que duran en la memoria del lector, lo decide el tiempo, y todavía no ha pasado el suficiente.


En un principio, intenta saltarse la situación típica de las novelas de fantasía, que serían los comienzos del héroe, y empezar un poco al revés: un cronista llega a una posada, donde descubre que el dueño es Kvothe, uno de los héroes más conocidos del reino. Este se ofrece a contarle su historia en tres días (a día por tomo. Patrick Rothfuss se las sabe), y así aclarar los rumores que se cuentan sobre él. Y desde luego hay bastante, porque de lo poco que se sabe en el principio del libro, es que su ayudante es un fauno, y que en los últimos tiempos, empieza a haber más monstruitos acechando la aldea de los que deberían.

De entrada, la narración y el estilo es buena, y bastante superior a la media en muchas series fantásticas. Además, el autor intenta crear un mundo lo más realista posible dentro de lo fantástico: habrá demonios y bicherío, pero los granjeros están más preocupados porque estos les estropeen las cosechas, o por los impuestos anuales, que por cosas más heroicas. La Universidad de Magos que describe, al margen de los rayos y accidentes que puedan salir de sus ventanas (a mí me recordó un poco a la Universidad Invisible. Pero en vez de orangután tienen a un mago locatis), tiene que financiarse con matrículas y por supuesto, tragar a determinados alumnos por ser de buena familia. Los chanchullos y tráficos de influencias están a la orden del día, aunque el profesorado intente ser todo lo imparcial posible.

Este tipo de ambientación ayuda bastante, y al menos convierte al mundo de El nombre del viento en un lugar algo más tangible donde la gente tiene que trabajar y pagar sus facturas. De hecho, el protagonista se pasa gran parte del libro pasándolas canutas para poder pagar la matrícula y sus gastos universitarios, y de paso, hacerse enemigo de un noble bastante irritante…Vamos, que hasta ahí, el tema funciona, y el que cree personajes negativos que caigan mal por actuaciones mezquinas bastante simples, lo demuestra.

El principal fallo está en el protagonista en algunos casos: aunque intenta describirlo como un personaje normal, algo por encima de la media, sus primeros pasos y sus prodigiosos avances con la magia, por no decir su inteligencia y todo eso, hacen que empiece a convertirse en una Mary Sue de libro, y el que se las ingenie para sobrevivir él solo en una ciudad tampoco ayuda. Por suerte, Rothfuss se da cuenta hacia la mitad del libro y decide humanizarlo un poco más, haciendo que no pueda impresionar a los personajes más de una vez, tenga sus problemas con otros secundarios, y sobre todo, que pase más hambre y necesidades que un maestro de escuela. Y precisamente esto último es lo más importante, porque, tratándose de los primeros años del protagonista, poco más pasa que el entrar en la universidad y como se las apaña allí, sin que la trama avance más hasta las últimas páginas.

Como era de esperar, El nombre del Viento no se queda en un solo libro, sino que promete dos más de los que ha aparecido uno de momento. Que sin haber sido el colmo de la innovación, sí me parece bastante superior a sagas tan valoradas como Añoranzas y Pesares.

jueves, 24 de mayo de 2012

Lecturas del mes I. De superventas va la cosa


No hay peluches, ni puntos rojos que se mueven...normal que se aburra

Llevaba algún tiempo sin subir entradas sobre libros. En realidad no mucho, pero sí bastante para la frecuencia con la que aparecen por aquí. Y además esta vez vienen con una sorpresa: los que he estado leyendo esta temporada son libros muy conocidos y que se han vendido muy bien en los últimos años. Esto, comparado con la cantidad de novelas en inglés, escritores desconocidos por no decir altamente frikis y argumentos marcianos, es una novedad. Ha quedado un poco más corta de lo normal, pero eso es porque en el último libro se me ha ido la mano escribiendo, por lo que a Patrick Rothfuss le toca una entrada para él solito.


Suzanne Collins. En llamas (Los juegos del Hambre 2). Aunque esta saga de literatura juvenil haya tenido bastante éxito, siempre ha contado con dos críticas previas: en un principio, las protestas por su supuesto parecido con Battle Royale, y tras el estreno de la película, las sospechas de que la trilogía iba a ser un nuevo Crepúsculo. Por suerte, ninguna de las dos es cierta, porque, aunque el punto de partida del libro (un juego televisado en el que los concursantes deben matarse entre sí), se ha visto en más obras de ciencia ficción que la dichosa película japonesa, está muy bien llevado y se mezcla con temas reconocibles como los reality shows absurdos, la manipulación de la información o las guerras televisadas. Y respecto a la segunda acusación, todavía menos, ya que esta es una novela de ciencia ficción postapocalíptica en la que, si bien la protagonista va a tener sus dramillas por tal o cual chico (recordemos que el público objetivo es gente de diecisiete años), está más preocupada en salvar a sus seres queridos de una dictadura y, de paso, derrocar a un régimen totalitario que lleva casi 75 años en activo. En Llamas cuenta cómo la protagonista, tras haber superado los primeros juegos, empieza a convertirse en un símbolo de rebelión entre los distintos Distritos, y por cierta triquiñuela (vamos, que al dictador esto de los símbolos libertarios no le hace ni puñetera gracia), debe volver a participar en los Juegos del año siguiente. La novela es más lenta que la anterior, ya que dedica gran parte de los capítulos a describir cómo es la vida de la protagonista tras haber ganado, las revueltas que se producen en los distritos, e incluso la aparición de una Resistencia que, o se pone un poco las pilas, o podría ser la Más Inútil de la Historia, y a los 75 años de antes me remito. En algunos puntos es algo más flojo que el libro anterior, sobre todo por las neuras sentimentales que se empieza a plantear la protagonista, y especialmente, por algunos pasajes un tanto absurdos, como los personajes hartándose de marisco en una playa donde supuestamente están celebrándose unos juegos de supervivencia. Pero por lo demás, me ha dejado con ganas de saber qué pasará en el último libro, y sobre todo, de recomendarla a los lectores más jóvenes.


Matilde Asensi. El último Catón. Es raro que lea novelas españolas, y más de una temática que me interesa tan poco como las investigaciones vaticanas y las reliquias cristianas. Y si le añadimos que la protagonista es una monja, uno de los colectivos que más mal rollo me provocan, después de los médicos, sería un libro que tiene muy pocas posibilidades conmigo…Pero lo más raro ha sido que al final sí las tuvo. El último Catón cuenta cómo tres protagonistas bastante dispares (la susodicha monja, un profesor egipcio y un capitán de la Guardia Suiza) deben investigar el robo de varios maderos de la Vera Cruz, que supuestamente, es cosa de una secta antiquísima que les hace pasar una serie de pruebas basadas en el Purgatorio de la Divina Comedia. Aunque esta línea de argumento esté hoy bastante explotada por el exitazo de Dan Brown, no tiene ni punto de comparación: es infinitamente mejor que cualquier otro thriller. Obviamente, la historia es bastante improbable, pero la autora, además de narrarla bien, se la toma con el punto justo de incredulidad que necesita: la descripción, y la cantidad de aventuras que implican las pruebas que pasan los protagonistas tienen un montón de elementos clásicos: suelos de fuego, mausoleos subterráneos, cámaras secretas, trampas imposibles, y hasta alguna referencia a la Tierra Hueca que imaginaron muchos escritores de aventuras hace años.
De los personajes, quizá un poco estereotipados en algunos casos, y algún detalle a mayores no vendría mal, pero, el caso de la protagonista, mi principal problema, ha sido un éxito: consigue retratar a una persona con una gran formación, que, siendo religiosa, no es exageradamente meapilas ni conflictuada, sino que lleva, al menos hasta el momento de la historia, la vida que ella cree que ha elegido, y esta cambia por más motivos que llevar a cabo una investigación un tanto extraña. Por supuesto, los mayores vapuleos se los lleva la Iglesia, y en menor medida, sus poco recomendables contactos, mafia siciliana incluída.

lunes, 21 de mayo de 2012

La llamada de Cthulhu 1926 y The Whisperer in Darkness 1931. H. P. Lovecraft visto por los frikis (más de lo habitual)


¡¡Y después dicen que los gatos no son útiles!!

Visto que ahora nos vamos a quedar sin En las montañas de la Locura (gracias, Prometheus. Gracias, estudios de cine remilgados) previsto por Guillermo del Toro, parece hacerse más cierta que nunca la mala suerte de los relatos de Lovecraft a la hora de adaptarse al cine. Porque, haberlos haylos, no tantos como versiones de Edgar Allan Poe, pero mal que bien, siempre ha habido alguna película que se basara directamente o no en sus relatos. Generalmente, oscilando entre lo cutre, el gore y la serie B, pero reconozcámoslo: hasta hace muy poco era muy difícil adaptar correctamente a un escritor que no dudaba en incluir vacíos espaciales o enormes monstruos tentaculados. Y algún que otro gato. Todos sabemos lo difícil que es trabajar con gatos.

Una de las versiones más originales fueron las que filmaron los de la H. P. L. Society, que con ese nombre, no van a engañar a qué se dedican. En concreto, no se les ocurrió otra cosa que tomar un par de relatos y rodarlos…como serían en la fecha en la que se publicaron los relatos.
 

El primero fue La llamada de Cthulhu en 2005, que, siendo de 1926, se trata de una película muda, con lo que se adelanta varios años a The Artist en eso de filmar de una forma anacrónica ¡Muérete de envidia, cine de Oscar! En su día, fue sorprendente: unos tipos que se ponían a rodar una película muda, con filtros para darle un aspecto antiguo, y con los efectos especiales que podría haber en la época. Eso no quita que estos no sean efectivos, ya que los juegos de espejos que utilizan, y que recuerdan bastante al cine expresionista, funcionan casi mejor que otras películas más recientes, además de no desentonar nada. Incluso aprovechan la disculpa de los efectos artesanales para presentar a un Cthulhucito en stop motion que también queda muy bien.

 

Una de sus mayores ventajas, además del detalle con el que fue filmada, es aprovechar también el que la mayoría de cine de la época fueran mediometrajes, por lo que esta versión no dura más que 45 minutos, menos de la mitad que la mayoría de películas de los últimos setenta años. Y eso significa que en esta versión de La llamada de Cthulhu no hay más que lo que aparece en el relato original: el descubrimiento del protagonista, a través de diversas cartas y diarios, de la existencia de una isla extraña, unos dioses llamados Primigenios que supuestamente, planean la caída de la humanidad, y una secta que todavía los venera. No hay ni personajes añadidos, ni historias paralelas, ni nada para rellenar metraje, lo que, en la fecha, y después de tantas adopciones remezcladas, fue un puntazo.


Unos años después decidieron probar suerte de nuevo, y eso que tardaron lo suyo por eso de temas de producción, pero en 2011 apareció The Whisperer in Darkness, la adaptación del relato de 1931 sobre unos alienígenas de Plutón que se esconden en Vermont, su trato con algunos humanos, y como irán conociendo los aficionados a Lovecraft, su relación con los Primigenios. Esta ya entraría en la época del cine sonoro, y siendo el relato en que se basa algo más largo, y más lineal que La llamada de Cthulhu, se rodó en el estilo de las películas de suspense de la época: tiene algo más de acción y los aparatos espaciales que aparecen recuerdan a los cacharros diseñados por Tesla que tanto sorprendían en la época o a la tecnología de las revistas de ciencia ficción.

 

En este caso, el agumento sí varía un poco respecto al original: al protagonista se le añade transfondo con una familia difunta, aparecen unos cuantos aldeanos sectarios e incluso una escena de acción que en el relato no aparecía para nada (porque los protagonistas suelen ser unos mantas que se pasan el día aterrorizados o escribiendo diarios) con una persecución en avión, que por un lado, es muy propia de la época pulp, pero por otro, no me convenció mucho ya que los monstruos que aparece se notan demasiado informatizados, lejos del aspecto artesano que tenía Cthulhu en la anterior película, y que estropea un poco el aspecto verídico que intentaba presentar.

jueves, 17 de mayo de 2012

Inland Empire (2006). Una mujer en problemas y un público desorientado


No me mires así, que yo tampoco me he enterado de nada

A David Lynch se le conoce por Twin Peaks, y sobre todo, por una filmografía más rara que un perro verde. Al menos, eso me han dicho: no he visto la famosa serie de Laura Palmer, y de sus películas solo conozco Dune, Mullholland Drive y Cabeza Borradora que…bueno, sí, habrá que dar la razón a los entendidos, porque esta última se las trae.



A todo esto, se llama Inland Empire como podría haberse llamado Barrilete Cósmico: no tiene nada que ver

También debe ser cierto eso que dicen de que, cuanto más mayor se hace uno, más raro se vuelve, y en el caso de David Lynch debe tener un plus de rareza, porque desde Mullholland Drive, decidió que eso de los argumentos y la coherencia no iban con él y que a partir de ahora, iría filmando lo que le viniera a la cabeza.

 

El resultado en 2006 fue Inland Empire, que, a grandes rasgos, consiste en tres horas de secuencias muy raras, con diálogos intercalados en polaco y un hilo conductor muy poco claro. Con bastante esfuerzo, este podría condensarse en cómo una actriz recibe la visita de una vecina un tanto extraña, que le profetiza un papel en una película. Película que es un remake de una producción polaca de hace cuarenta años en la que los actores fueron asesinados. Los actores de la  que se está rodando parecen querer tener una aventura a espaldas de sus respectivos matrimonios, pero llegado un momento, es difícil saber si eso es lo que sucede en realidad o si se trata del guión que interpretan. La cosa se complica (aún más) cuando la protagonista, Laura Dern, pasa de ser una glamourosa actriz a una mujer abandonada por su marido, a compartir piso con un grupo de prostitutas de Hollywood, y finalmente, a contarle su historia a una especie de detective que asiste con cara de poker a unos relatos completamente absurdos y que poco tienen que ver con lo que se ha ido viendo en pantalla hasta el momento. Pero, que por algún motivo, hacen que el espectador se quede igual de pasmado que el personaje que escucha.


Si David Lynch quiere meter una secuencia con conejitos, está en su derecho. Y si fuera con gatitos, tendría todo mi apoyo

Llegado este punto, es difícil saber donde empieza y termina la película que ruedan, o cual sería el personaje real de todos lo que han aparecido interpretados por la misma actriz. De hecho, la mayoría de personajes que aparecen se desdoblan en distintos papeles: el marido de la protagonista se convierte en parte de la historia polaca. El asistente de rodaje se va volviendo cada vez más loco, siniestro, y acaba convertido en una especie de prestamista que sigue al otro personaje de Laura Dern y que parece bastante peligroso. Encontrar un argumento reconocible, o al menos, lógico, es lo más difícil: las cosas van pasando porque sí, se intercalan secuencias muy extrañas, como una teleserie protagonizada por conejitos, o una secuencia en plan screamer con la cara deformada de la protagonista, y un personaje que ve la historia en una pantalla de televisión mientras llora (más o menos, como debió llorar el público que pagó 7 euros de entrada por la película).

Todo ello muy típico del director pero que en mi opinión, esta vez se le ha ido la mano: porque una cosa es querer narrar algo, por raro que sea, y que el espectador lo entienda o la pueda interpretar como quiera. Y otra muy distinta, es que ni tus propios actores sepan qué demonios están rodando. Sin embargo, esto último funciona a su favor, porque en todo momento el reparto, aunque cumple en cuanto a interpretación, parece bastante perdido en algunas secuencias, salvo Jeremy Irons, que hace de director de cine y es al que le tocan las escenas menos extrañas.

 

Astuta maniobra de David Lynch, intentando que el respetable no se le duerma. Aunque sea a base de bocinazos

Seguramente Inland Empire no sea la película más adecuada para empezar con la carrera de un director ya de por si bastante rarito. Sin embargo, reconozco que la disfruté por lo extraña e inquietante, o al menos, así fue durante las dos primeras horas: las secuencias posteriores a la última toma de la película, con la protagonista abandonando el plató completamente desorientada, me resultaron un poco cansinas para una producción que de entrada, necesita bastante atención y esfuerzo para verla. Y desde luego, cuarenta y cinco minutos extra de miradas desviadas y música disonante rebasa la paciencia de cualquiera. Aunque incluyan al final un número musical de Nina Simone

.

lunes, 14 de mayo de 2012

Iron Man. El superhéroe que pitaba en los aeropuertos


Ni vuela ni tiene un imperio financiero. Pero va más chulo que un ocho

A los superhéroes les está yendo bien en el cine, y a Marvel, a los que más. Hoy será fácil hacer cualquier tipo de efecto especial, pero tiene su mérito el hacer funcionar una serie de películas basadas, para los que no conocemos el tema, en unos tipos con mallas que golpean a otros tipos con mallas.



Aunque los dos grandes del mercado (Marvel y DC) tienen sus apuestas fuertes, entre Vengadores y Caballeros Oscuros, son las versiones de Marvel las que han optado por una visión más festiva y menos dramática que la de películas que habían empezado a hacer hace diez años, como La Patrulla X o Spiderman. Lejos de los problemas de los mutantes en la sociedad moderna, o del hombre araña y sus responsabilidades (hm..¿por qué demonios hacen un reboot si la película es del 2002? ¿Es que los chavales de hoy tienen memoria de pez?), las películas de los cuatro últimos años se centran en superhéroes menos conflictuados, buscando más la diversión y la tensión de las peleas que las historias más complicadas.

En el caso de Iron Man, esto se cumple al dedillo, porque en un principio, el protagonista no tiene muchas complicaciones: un genio supermillonario al que no le falta de nada, que se diseña una armadura con más gadgets que un smartphone, y hala, a combatir el crimen. No hay mucho donde rascar, y las ramificaciones y tramas de los comics son a día de hoy tan confusas que hacía falta una adapción algo más sencilla. En este caso, Tony Stark, el susodicho millonario, además de frivollillo y pagado de sí mismo, acaba secuestrado en Afganistán y con una batería nuclear incrustada en el pecho a fin de que unos trozos de metralla no lleguen a sus órganos vitales. A su vuelta, decide diseñarse el traje y de paso, ir descubriendo que su secuestro no fue fortuito. Como un superhéroe sin defectos no tendría mucha gracia, el traje del protagonista tiene un problema bastante grave: la batería que este se ha improvisado es tóxica, y no le queda mucho tiempo para encontrar otra alternativa. Y por si no fuera poco, tiene a una organización de defensa intentando convencerlo para que trabaje para ellos, una empresa de la competencia quiere levantarle los contratos, y un científico ruso quiere vengarse ¡El mundo de la empresa nunca había sido tan divertido!



A grandes rasgos, este sería el argumento de las dos primeras películas de Iron Man. Las dos están muy centradas en cómo el personaje se va haciendo a sí mismo, la evolución de sus relaciones con los demás personajes, y en los problemas a los que tiene que enfrentarse: tanto el diseño de su traje en la primera, como el darse cuenta de que su muerte está muy próxima si no encuentra una solución. Por suerte, Robert Downey Jr se defiende muy bien interpretando a Tony Stark, cosa que hace falta porque prácticamente lleva él solo el peso de la historia: de las dos horas que dura cada película, una parte muy importante son tanto las investigaciones e invenciones del protagonista, como sus respuestas para todo.



Mickey Rourke, sacándose unos cuartos


Los antagonistas son casi anecdóticos en ambos casos, y casi son más una trama secundaria para dar tensión a una película más centrada en los primeros pasos de un superhéroe un tanto particular. En algunos casos se respeta más o menos el origen de estos, como es Obadiah Stane, el ejecutivo que aparece en la primera película. Aunque en la segunda optan por remezclar a dos supervillanos para el papel de Mickey Rourke que, francamente, tampoco hace gran cosa. Habrá quien se queje de falta de fidelidad, pero, teniendo en cuenta que el único enemigo de Iron Man que recuerdo era una especie de chino verde parecido al Emperador Ming, que aparecía en los dibujos de los noventa, tampoco me voy a poner picajosa.


A diferencia de otras versiones de superhéroes, que ya les vienen los poderes dados, o no se enrollan tanto para conseguirlos, las películas de Iron Man han sido de las más introductorias de cara a Los Vengadores que se estrenaron este año: las apariciones de personajes de Shield, como Nick Fury o el agente Coulson, tienen tanta o más importancia que lo que le esté pasando a los protagonistas. Un poco menos de tensión, en comparación con otros casos, pero son igual de divertidas, y sobre todo, ponen mucho empeño en caracterizar a un personaje cuya característica principal es fulminar al que se le ponga por delante con frases inesperadas. Seguramente en Iron Man 3, con las bases del personaje perfectamente planteadas y conocidas, haya más sorpresas. O un mandarín de color verde. Yo me apunto a cualquiera de las dos

miércoles, 9 de mayo de 2012

Legend (1985). Hadas, pajaritos y un enorme señor de la Oscuridad


Así es como todo gato se siente en el fondo. Aunque se llame señor Bigotitos

Lo crean muchos o no, en los ochenta también se hacía cine fantástico, y del bueno. Naturalmente, no había grandes paisajes infográficos ni multitudes, y el éxito que tuvieron las películas de esa quinta hicieron que salieran miles destinadas al videoclub, altamente cutres la mayoría. Pero, para qué negarlo: en la época en la que se rebobinaban cassettes con un boli bic, los estándares de cutrerío eran sorprendentemente bajo.

Hoy se recuerdan casi todas con nostalgia y algunas se consideran de culto, que, en algunos casos, no quiere decir que la película en cuestión hubiera sido una obra maestra, como fue el caso de Legend.


Si no se acercaba al unicornio, no se quedaba tranquila

A Ridley Scott, después de petarlo con Alien, y antes de dejarnos sin Las Montañas de la Locur…digo…de estrenar Prometheus (sí, yo todavía estoy penando), se le ocurrió rodar una historia con lo más básico que puede existir en el campo de la fantasía: la lucha entre la Luz y la Oscuridad, y la participación en esta de personajes tan reconocibles como princesas, hadas o duendes. El planteamiento es muchísimo más simple que películas más (presuntamente) orientadas al público infantil como fueron las de Jim Henson: Lili es una princesa aficionada a recorrer los bosques y a cantarle a los pajaritos, y Jack un chico asilvestrado que vive en el bosque y puede hablar con los animales. A la protagonista no se le ocurre otra cosa que acercarse a acariciar unos unicornios, cosa que está prohibida y que el Señor de la Oscuridad aprovecha para intentar acabar con ellos. El resto es una historia sobre búsquedas, en este caso, de la princesa por parte del protagonista, y de intentar salvar a los unicornios, y del obligatorio enfrentamiento entre el bien y el mal.



Y así, queridos lectores, fue como me alejé de la senda de la cordura y me volví geek

La falta de complejidad de la historia hace que a Legend se la recuerde con más cariño por sus secuencias y personajes que por el guión en sí. Porque como Señor de las Tinieblas tenemos a nada menos que Tim Curry, caracterizado de demonio colorado, con pezuñas, una cornamenta de aquí a Lima, que sumado a su particular voz y su diálogo, hace que sea uno de los personajes más recordados de la película, aunque salga poco. De hecho, es la parte de los pantanos, el bosque más oscuro, y el castillo de este personaje a lo que se le nota más esfuerzo, aunque al resto del metraje también se luce: las caracterizaciones de los duendes son muy buenas, incluso aquellos a los que les tocó llevar maquillaje (por supuesto, todos enanitos. Cosa que hasta Juego de Tronos había caído en desuso), y las escenas del bosque en el principio puede decirse que son bonitas, además de haber sido trabajadas con una tonalidad muy viva, que da la sensación de cuento de hadas que estaban buscando. En cambio, es la parte más alegre la que cojea un poco más, ya que a día de hoy, resulta un poco ñoña: alguien no se dio cuenta que una princesa canturreando en un bosque puede quedar bien en una de Disney, y sobre todo, de dibujos. Pero cuando en la siguiente parte la historia, por simple que sea, se vuelve algo más siniestra, el conjunto hace que sea un poco chocante.

En el peor de los casos, uno puede olvidarse de los números musicales y disfrutar al menos de la fotografía, y sobre todo, de la totalidad de la película ¿Simple? Puede, pero eso sirvió para que recordara la escena del baile con el maniquí y las apariciones de Tim Curry durante años.

Nightmare fuel a la vieja usanza ¡Y con la música de Tangerine Dream es todavía peor!

lunes, 7 de mayo de 2012

Lecturas (absurdas) de la semana


Estas últimas semanas, ni me he esforzado en variar un poco. Ha bajado un libro frikoso detrás de otro, y así ha quedado el resultado.
 

James Patterson. Witch & Wizard. Cuando creía que era imposible, más que nada porque he leído cosas tan malas que mis baremos están poco calibrados, he encontrando la que podría ser una de las peores novelas jamás escritas. En palabras de Hewl, es un fanfic de los malos, lo que tiene delito porque su autor lleva la tira de años publicando. Pero es que en Witch and Wizard, además de capítulos muy cortos y un estilo muy simple que obviamente, está orientado al público más joven, no hay ningún esfuerzo. Ni personajes, ni ambientación, ni mucha lógica tampoco. Para resumir, cuenta la historia de dos hermanos que, tras acabar en la carcel de un estado totalitario que se ha formado de la noche a la mañana (con visita a su casa) del mismísimo presidente incluída), descubren que son respectivamente, bruja y hechicero, y que tienen unos cuantos poderes a su disposición. Y de paso, que hay una especie de mundo donde viven los fantasmas, además de unas cuantas cosas más que, debido a la velocidad con la que aparecen y la falta de detalle a la hora de caracterizarlas, no tienen demasiado sentido. Como suele pasar, tocan tres libritos de la saga, pero tendría que tener el día muy cansino o muy despistado para decidir a continuar con las aventuras de sus sosos protagonistas.


Llego a tener veinte años menos, y no duermo en un mes

Alvin Schwartz y Stephen Gammell. Scary Stories to Tell in the Dark. Un libro de historias de terror para niños muy bien planteado, y por lo visto, todo un clásico entre los lectores anglosajones. Aunque los relatos vengan en su mayoría de la tradición popular, e incluso de las leyendas urbanas más recientes, el autor los relata de una forma muy particular, incluyendo instrucciones sobre ruidos o sustos que el narrador debe incluir en algún momento de la lectura. El estilo es muy simple y parece que esté contando un cuento infantil completamente inofensivo, pero sorprendentemente funciona, gracias a un material mucho más siniestro y malintencionado que las sosas Pesadillas de R. L. Stine. Es de esos pocos casos en los que me animo a recomendar un libro para alguien, de hecho está publicado en España por Everest con el título Historias de Miedo, y el motivo es tan simple como los cuentitos que recopila: Las fabulosas ilustraciones de Stephen Gammell, que más de dibujar, hace nightmare fuel a la vieja usanza. Para muestra un botón, que ya es hora que los críos de hoy empiecen a asustarse con algo.

Como decían en Mistery Science Theater 3000: "no hay nada como el combustible para pesadillas de toda la vida"

Robert Rankin. The Antipope. Después de mencionarlo alguna vez, empecé con este autor muy de culto en Inglaterra pero que aquí no han publicado, y que va un poco en la línea de Jasper Fforde o Terry Pratchett. Salvando las distancias, claro, porque tras terminar este Antipapa me ha dado la sensación de tener un estilo mucho más serio, en el que las situaciones raras se van colando como lo más normal del mundo. Brentford es un suburbio de Londres aparentemente de lo más normal: tiene un pub llamado El cisne Volador, un colmado….y una sociedad para el descubrimiento de la Tierra Hueca, un tendero que vende lo que sea, además de a dos vagos y maleantes oficiales, Jim Pooley y John O´mally, que se convierten en los protagonistas de unas situaciones inverosímiles. En este caso, la aparición de Alejandro VI, el último de los Borgias, y unos homúnculos. Las situaciones son puro surrealismo inglés, y en más de una ocasión me recordaron a sketches de los Monty Python como el de los nazis en Brighton o el ministerio de los Andares Ridículos. Sin embargo, en conjunto es un poco flojo, como suele pasar a casi todos los primeros libros de una serie, y debo reconocer que no me gustó ni me divirtió tanto como esperaba. De todas formas, le daré una oportunidad a los siguientes porque tras haber leído Retromancer, uno de los últimos, sé que las particulares aventuras de Brentford mejoran.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Los vengadores (2012) ¿Dónde están los tíos con los calzoncillos por fuera?


¿Un sofá sin arañar? ¡Supergatico al ataque!
Es raro conseguir sacarme de casa para ir al cine. Hay buenos dvdrips, mi sofá es confortable y aunque la gata se eche la siesta sobre la tele, no molesta especialmente a la calidad de imagen o el sonido. Pero de vez en cuando salgo, que no va a ser todo cineclub (y sus entradas rebajadas), y más cuando el responsable de uno de los últimos taquillazos es nada menos que Joss Whedon, el tío que hizo muy feliz mis años mozos gracias a Buffy.



Todos juntos en campaña...

Después de unas cuantas películas sobre cada superhéroe por separado, le tocaba el turno a los Vengadores, el grupo de Marvel que…¿a quien voy a engañar? Nunca leí tebeos de superhéroes hasta el último año, y el percal que la protagoniza es de sobra conocido: Thor, el Capitán America, Hulk, Iron Man y alguno más. El reto es conseguir juntar a todos estos en una película y que consiga funcionar de forma equilibrada.

 

Y si se le pide tan poco como a un comic, Los Vengadores funciona. La historia es de lo más simple que podían plantear, para poder juntar a todo el grupo y que el público vaya abriendo boca para la siguiente película: Loki aparece gracias a nosequé experimento, y como era de esperar, quiere dominar el mundo. A la organización SHIELD no le queda otra que empezar a juntar gente que pueda enfrentarse a la amenaza, y el resto, nos lo imaginamos: se encuentran, se conocen, se pelean, consiguen colaborar para acabar con el malo, y aquí paz y después gloria. No hay mucho más que pedir a una película de este estilo.


Tres años trasteando con el Acelerador de Partículas, y lo único que consiguieron es materializar a un tío con cara de acelga pocha.

Generalmente esto me sonaría a película de Michael Bay y haría que saliera despavorida del cine, pero Los vengadores tiene una ventaja: contar con un tipo muy respetado por el fandom como es Whedon, que además conoce bastante bien el tema, y sobre todo, sabe manejar el humor y la acción necesarios (en mi caso, la acción, un poco disparada. Pero a los frikis que tenía al lado pegando botes parecía gustarle). Ha cogido a los superhéroes más populares y a un par de ellos algo más secundarios, como pueden ser Hawkeye y Viuda Negra, que sorprendentemente, se defienden bastante bien y en ocasiones, han llegado a tener más carisma que algunos de los principales. Cosa no muy difícil porque los tipos que hacen de Thor y Capitán América son bastante sosillos, y poco pintan al lado de gente con más registro como Robert Downey Jr o Tom Hiddleston, A este último, desde que hizo de Loki el año pasado se le apareció la Virgen y ha cogido bastante y merecida fama (además de una legión de fangirls). Los diálogos consiguen ser bastante ingeniosos, especialmente en lo que a Iron Man se refiere, aunque fuera de este también consigue varias escenas cómicas en las que algunos figurantes se toman con bastante condescendencia todo el tema de los superhéroes y de los alienígenas.



¡¡Todos no cabemos!!

Sin haberme visto muchas películas de Marvel, y aún habiéndome gustado más Thor (Kenneth Branagh se nota), Los Vengadores funciona bien para gente que apenas conozca el mundo de los superhéroes y quiera ver algo sin complicaciones. Algunos aficionados se quejan de la falta de participación de algunos personajes, como María Hill, pero…¡Dios mío! ¡Que hay en pantalla seis tíos combatiendo una invasión alienígena! ¡No hay tiempo para todos!

Este es un blog cat-friendly

Este es un blog cat-friendly
...Por si quedaba alguna duda