Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 31 de mayo de 2018

Solo (2018). Esta vez Han disparó primero


Desde el estreno de El despertar de laFuerza, lo prometido fue deuda, y ya van nada menos que cuatro años en los que no ha faltado en los cines una película relacionada con la guerra de las galaxias. Esta vez le tocaba el turno a uno de los personajes principales de la saga original, una tarea difícil porque, si bien es posible sacar adelante sin recelo una precuela en la que se presenten nuevos personajes, el actor que le correspondiera encarnar al joven Han Solo lo iba a tener muy difícil para convencer a todo el mundo. Bueno, Solo, Lando y a cualquier otro al que le correspondiera interpretar los años mozos de alguien conocido y muy querido por los fans.



Solo cuenta los primeros años del contrabandista que posteriormente sería uno de los mayores aliados de la rebelión contra el imperio, el exmarido de Leia y padre de uno de los Sith más enfurruñado de toda la galaxia. En concreto, cómo llegó a convertirse no solo en esto, sino en uno de los mejores pilotos del sistema, tras huir de una banda de delincuentes de poca monta, alistarse como soldado del imperio por un breve periodo y encontrar a un grupo de ladrones que, a su pesar, le enseñarán una de las lecciones más valiosas que puede aprender en sus primeros años: nunca confíes en nadie. Aunque, cuando en su camino también se cruzan un wookie que busca a su tribu, un contrabandista con un gusto más que notable por las capas y las camisas abiertas, y a los primeros implicados en una rebelión que comienza a gestarse contra un sistema corrupto, tal vez el primer consejo no sea del todo cierto.



El guión se centra en un aspecto muy distinto al que caracterizó a la saga original, y en menor medida, a la anterior precuela: los Jedis, la fuerza y la rebelión, al menos durante gran parte del metraje esta última, brillan por su ausencia. El mundo de Han solo es el de los fuera de la ley, los contrabandistas, las guerras interplanetarias e incluso el de distintos clanes criminales que se reparten el espacio entre ellos con el beneplácito del imperio, según dan a entender. En el fondo, es expandir un poco el mundo de Star Wars a nivel cinematográfico alejándose del aspecto legendario y centrándose en uno muy secundario, el que se pudo entrever en la primera aparición de Han Solo en la taberna allá por 1977, el de los cazarrecompensas y el de jefes como Jabba el Hutt. En este último caso, reimaginado un poco mediante la aparición muy breve de una alienígena de aspecto invertebrado que servirá de presentación al escenario que desarrollarán posteriormente.


Sven Hassel en el espacio

El resultado en este caso, ha sido el de una mezcla de géneros: con el space opera que caracteriza a la franquicia como base, se salta del género de aventuras al bélico, un poco al noir con miles de iros y traiciones, mujer fatal incluida, para acabar con un escenario propio de un western, donde no falta ni un duelo con pistola al sol poniente. La idea quizá era ir reflejando las distintas andanzas del personaje de una forma más rápida, sin tener que dedicarle una trilogía que cubra hasta el más mínimo detalle de sus primeros años (lo raro es que no se les haya pasado por la cabeza), aunque la impresión que acaba dando, más que la de tener una vida accidentada, es que han ido probando con distintos géneros según el estado de ánimo del protagonista, a veces de una forma tan drástica que recuerda un poco a una frase de Abed Nadir en Community “ha habido un cambio en la situación. Pasamos del western al space opera”. Esta referencia a géneros distintos es tan evidente que incluso en los personajes y el tipo de secuencias se hace evidente: aunque Star Wars suela contar con bastante amplitud en lo que a vestuarios y atmósferas se refiere, aquí hay situaciones que parecen calcadas directamente de una película de la segunda guerra mundial, y los trajes y escenarios de Kira, el primer amor del protagonista, de un policiaco de los cincuenta.


 
Star Wars Confidential

La película cuenta también con uno de los problemas que tuvo Rogue One: nadie que no sea canon va a quedarse. Si bien en el medio es habitual que intente protegerse la presencia, y explotarla hasta la saciedad, de un personaje, en este caso optan por borrar de un plumazo a todos los que no tienen participación directa en la saga principal: parecen no aceptar de ningún modo que alguien, después de la historia, siga su camino o no tenga por qué aparecer más, dedicándose a eliminar definitivamente a todos los que han creado para el guión. En este caso, llega a resultar excesivo, al haber presentado secundarios durante diez o quince minutos, para después eliminarlos antes de que llegue la trama principal.



Pero el mayor problema al que se enfrentaban era el presentar al nuevo Han Solo. El personaje es muy grande, en el fondo, más por el cariño de los fans que por el carísma o caracterización que Harrison Ford le hubiera podido dar, y lo mejor que se puede decir de Alden Ehrenreich es que cumple. Sin más. Daisy Ridley y Adam Driver se convirtieron sin problema en los protagonistas de Star Wars para las nuevas generaciones. Ehrenreich hace su papel, sin resultar especialmente memorable ni llegar a hacer demasiado creíbles los faroles de su personaje. Pero al menos se agradece que le dieran la oportunidad a un actor nuevo en lugar de recrear a un Harrison Ford rejuvenecido como el Peter Cushing espectral de Rogue One. También es cierto que luce bastante más al lado de una Emilia Clarke bastante sosa y que el que más partido le ha sacado a su personaje ha sido Donald Glover, encarnando a un Lando Calrissian desde una perspectiva bastante cómica, un tanto coqueto y con más capas que la señorita Pepis. Bueno, y tratándose de Star Wars, no podían faltar los androides. En este caso, una androide femenina, al menos según su programa, que también completa el contrapunto cómico y que, como le acaba pasando a la mitad de los secundarios que aparecen, no llega a terminar la película.



Pese a tratarse de una apuesta segura, Solo se ha convertido en el estreno con peor resultado de toda la franquicia de Star Wars. Algo que no era difícil cuando coincide en las salas con todos los blockbusters del primer semestre del año, y seguramente, con el recelo que el público pudiera tener contra el recién llegado encargado de interpretar al contrabandista. De todas formas, quien pudiera triunfar como fracasa Disney.




jueves, 24 de mayo de 2018

Un lugar tranquilo (2018). Niño, no hagas ruido que atraes a los extraterrestres


De los estrenos de los últimos años no me puedo quejar: el número de películas de terror disponibles (o más bien, que una parte razonable de estas tengan un mínimo de calidad). Y parece que siempre vaya a haber una o dos películas, distribuidas sin demasiado bombo, que se conviertan en la sorpresa de la temporada. Insidious, Expediente Warren, Get Out o La bruja supusieron en su momento una revelación...Con una frecuencia que casi podíamos esperar sin demasiada sorpresa al sleeper de cada año. Una tendencia, que, si bien parece que el público espera al sleeper de la temporada, garantiza al menos una película que no venga acompañada por una campaña promocional previa o de la que, como mucho, se haya visto un trailer.



Un lugar tranquilo es una muestra de como estrenar una película sin hacer ruido. Bueno, esto, casi literalmente, porque la trama gira entorno al silencio como algo que puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte: unas criaturas, de las que no llega a saberse su origen ni motivos, son capaces de detectar el más mínimo sonido y destrozar a aquello que lo provoque. En algo más de un año, no queda nada de la civilización más que ciudades vacías y los últimos periódicos impresos donde avisan sobre las características de esos seres. Una familia, quizá de los pocos supervivientes que queden, ha conseguido adaptarse al silencio como algo necesario: vigilando el ruido de cada paso, comunicándose por lengua de signos, algo necesario hasta entonces para conversar con su hija sordomuda, sin calzado, viviendo en un hogar donde las alfombras amortiguan cada paso, se limitan a vivir día a día mientras reúnen lo necesario para el nacimiento de su próximo hijo. O más bien, para asegurarse que el llanto de un bebé no los ponga en peligro. Salvo que, cuando el accidente más leve puede desencadenar un sonido, desde un grito hasta algo cayendo en el suelo, ningún lugar resulta seguro.


La historia en este caso se ha visto reducida a su expresión más mínima: una familia de cuatro miembros intentando sobrevivir. El qué son las criaturas, la existencia de otros supervivientes o el poder eliminarlas no es algo prioritario, sino que estas se emplean como una amenaza tan básica como pudieron serla los zombies en sus primeros momentos: un elemento, ajeno a lo cotidiano, que pone patas arriba lo conocido hasta entonces, implicando la necesidad de adaptarse a un entorno hostil. En este caso, un silencio obligatorio que no se limita a los diálogos, sino a cada uno de los aspectos más comunes: ahogar un grito al hacerse daño de forma inesperada, evitar que un objeto haga ruido al caerse e incluso convirtiendo al que en principio supone un factor en contra, como es el sonido, en algo necesario para la supervivencia. En este caso, determina que en un principio uno de los protagonistas, debido a su sordera, sea el que corra más riesgos al carecer de un sentido que le indique el ruido que esta puede hacer, o la proximidad de alguna de las criaturas.



El enfoque por el que han optado es uno más emotivo que de acción o terror. Si bien durante el desenlace los protagonistas acaban corriendo por sus vidas, una gran parte de sus preocupaciones son el pasado y el futuro: marcados por la muerte de uno de sus hijos al comienzo de la historia, convive con ellos un poso de culpabilidad que se acaba resolviendo durante el desenlace. Y una parte de la trama gira entorno a lo que podrá pasar: la llegada de un bebé, la preocupación de unos padres por cómo podrán defenderse sus hijos en un entorno donde la sociedad no existe, y quizá, de forma sutil, qué pasará con ellos cuando envejezcan. En este caso, el peso dramático lo llevan los personajes femeninos, con una Emily Blunt en el papel de madre a la que le corresponden las secuencias más angustiosas y Millicent Simmonds como su hija, que desarrolla a su personaje sin más herramientas que su expresión facial y corporal.



Los escenarios son muy básicos, sin más necesidad que un bosque, una casa desvencijada y un vestuario con aspecto de haber visto mejores tiempos (norma que en Walking Dead nunca fueron capaces de cumplir y aún varios años después el reparto luce un elegante estilo grunge) y las secuencias nocturnas necesarias para poder sugerir, más que mostrar, a las criaturas. Que, aunque no sean protagonistas, cuentan al menos con su momento de gloria donde, quizá para justificar un poco la temática de monstruos, se muestra con más detalle la anatomía de estos, donde precisamente no escatiman mostrar con más calma su diseño en todo lo relacionado con aquello que supone su arma principal: el sentido del oído.


Las claves del éxito de Un lugar tranquilo fueron seguramente la brevedad, siendo una de esas escasas películas que se mantiene en la frontera de los noventa minutos, y la sencillez. No quieren contar otra cosa que la historia de una familia, en un entorno anómalo y en un momento clave de sus vidas, sin que lo que haya pasado antes o después tenga mayor importancia. Quizá por eso, pese a recurrir al giro final de descubrir el punto débil de los monstruos de forma inesperada, el uso que puedan darle queda cortado de forma tan abrupta como el comienzo de la película.




jueves, 17 de mayo de 2018

Vengadores: la guerra del Infinito (2018). Esperando a Thanos


Hace seis años vimos lo que hasta entonces parecía imposible: una película no con uno, sino con seis superhéroes, y que esta estuviera lo suficientemente equilibrada como para que cada uno tuviera el peso necesario. La idea pudo gestarse a partir de la idea de un universo compartido en que cada superhéroe tuviera su película con anterioridad y en las que se fuera apuntando a una futura reunión. Los Vengadores, de la mano de Whedon, y con ellos la promesa de algo todavía más grande: la futura aparición de Thanos como antagonista y las Gemas del Infinito como parte de una trama en mayor o menor medida. Casi todo el mundo sabía que existían Thor, Iron Man o el Capitán América, pero los no lectores de Marvel es probable que desconocieran al primero. La solución, igual que el caso anterior, fue el añadir indicios sobre su actuación detrás de muchos de los sucesos previos. Detrás de la invasión de Loki en la tierra, o de Ronan el Acusador antes de ser detenido por los Guardianes de la Galaxia, se encontraba Thanos y la búsqueda de las gemas del Infinito. Ahora, tras el nacimiento y separación de los Vengadores, es cuando finalmente hace su aparición.




Han pasado muchas cosas, en grupo y a cada uno de ellos, desde que los Vengadores salvaron Nueva York. Enemigos internos, una inteligencia artificial capaz de destruir una ciudad y la separación del grupo cuando los los héroes empiezan a ser vistos como amenazas. Pero también la aparición de nuevos personajes durante lo peor del conflicto, como Vision o Pantera Negra. Estos deben olvidar sus diferencias y reunirse cuando una gigantesca nave anuncia la llegada de Thanos, un nombre que en mayor o menor medida, había sido escuchado antes. Este, además del poder que otorgan una serie de gemas dispersas por distintos puntos del universo, pretende acabar con este. O al menos, solo con la mitad: lejos de considerarse un genocida, Thanos se ve como un salvador que traerá el equilibrio necesario reduciendo el número de formas de vida y asegurándose que ninguna de las supervivientes se extinga. Un punto de vista bastante dudoso y que implicará que todos los héroes conocidos hasta entonces acaben reunidos e intenten evitar que Thanos cumpla su objetivo. Aunque, cuando un enemigo tiene el poder de alterar la realidad a su antojo, la victoria parece poco probable.






Acercarse a las tres horas no es una rareza tratándose de un blockbuster, pero esta entrega de Marvel contaba con una dificultad añadida: manejar un guión donde los personajes principales superaban la docena. Y donde las tramas de cada uno se encuentran en puntos distintos, de modo que es necesario seguir unas tres o cuatro líneas argumentales al mismo tiempo. De nuevo, el que cada uno haya contado con su tiempo en pantalla en producciones anteriores, hace que todos sean conocidos del público y que tengan un peso adecuado, bien como protagonistas o como secundarios (como puede ser el caso de Tony Stark y Spiderman). Pero sobre todo, que la película no acuse en ningún momento su longitud. A lo que El viento se llevó se le añadía jocosamente “y lo que el culo se cansó”, una sensación que siempre acaba estando presente en la mayoría de los blockbusters que se empeñan en superar las dos horas. Y que aquí consiguen evitar, en parte por la necesidad de cambiar continuamente de escenario y línea, y en parte, porque este se ha llevado a cabo con un dinamismo sorprendente: hay personajes a mansalva, cada uno haciendo lo suyo, pero no da la impresión de tener desarrollo atropellado, de narrar las cosas a toda prisa, o peor, de explayarse en secuencias inútiles.



Con cada entrega de Los Vengadores se apreciaba cierto cambio en el universo de Marvel: caracterizado por un tono ligero, muy para todos los públicos y con mucho humor, las tramas de superhéroes contra supervillanos iban volviéndose más que menos simples, menos bidimensionales. Sus posteriores antagonistas tenían razones para actuar de forma contraria a los intereses de la mayoría, bien por venganza o por lógicas distintas a las humanas. Y, tras considerar los daños colaterales que suelen provocar las explosiones y despliegues de medios que acompañan a los personajes, era de esperar que ya no pudieran verse simple y llanamente como héroes. Algo que termina de condensarse con Thanos, quien, tras aparecer brevemente en alguna escena postcréditos, se muestra como alguien muy distinto al villano absoluto que se esperaba: uno de los personajes llora amargamente su pérdida, pese a ser enemigos jurados. Muchos de sus aliados lo siguen con devoción religiosa, y para ser un antagonista, en ningún momento da muestras de sadismo gratuito o de falta de compasión injustificada. Más bien al contrario: su aparición se ve acompañada por una exposición en la que él no duda en mostrar cierta amabilidad con sus adversarios y en exponer con paciencia cómo estos no son capaces de ver la conveniencia de sus razones.



No hay mucho que decir del apartado técnico: a estas alturas, un blockbuster de esta productora no sorprende, y salvo los tonos luminosos y el despliegue de colores vivos que es marca de sus películas, las secuencias de acción no pueden ser otra cosa que el más grande y más espectacular que acompañe a un guión de estas características. Por suerte, hay demasiadas cosas que contar como para perder el tiempo en regodearse demasiado en los efectos especiales.


La guerra del Infinito era lo que el público esperaba. Una reunión de superhéroes que supera a la primera entrega en cuanto a lo espectacular y que mantiene muy buen equilibrio a la hora de manejar un número muy amplio de personajes. Es, como cualquiera de las anteriores, divertida, emotiva..pero no sorprendente: pese a contar con un cliffhanger muy desesperanzador de cara a la segunda parte, no es muy fácil tomárselo en serio: si en los comics se ha asistido a varias muertes y resurrecciones de superhéroes, en la pantalla tampoco van a quedarse muy quietos.














jueves, 10 de mayo de 2018

Elric de Julien Blondel (2013). La BD del Lobo Blanco


Algunas obras han tenido tantas adaptaciones a otros medios, o tan sonadas, que es posible que un lector elija su versión favorita de las existentes. Se puede elegir el Shakespeare de Welles, de Brannagh o de Justin Kurzel, el Sherlock de Basil Rathbone o Benedict Cumberbatch, el Conan de Buscema o Barry Windsor Smith.



La saga de Elric de Melnibone, uno de los campeones eternos de Michael Moorcock, ha sido la última en contar con una adaptación a un formato distinto que pueda suponer una referencia a la hora de hacer una elección parecida. En este caso, el cambio ha sido bastante drástico, sustituyendo el estilo de cómic estadounidense por la bande desinée francófona. El guionista, Julien Blondel, comenzó en 2013 con el guión en comic de Elric, el último emperador de Melniboné, una civilización más cercana a los dioses del caos que a los humanos, que parece vivir recluida en una ísla, sus últimos siglos de decadencia, lejos de su grandeza anterior y olvidando el avance de los reinos humanos. Elric es un reflejo de su imperio: un albino, débil y enfermizo que depende de los hechizos de su amada Cymoril para subsistir, mientras que su primo Yrkoon ansía recuperar los días de gloria y hacerse con el trono del imperio. Es una traición de este lo que lleva a Elric a tener que recurrir a la ayuda de uno de los señores del Caos para poder, al menos, salvar a la mujer que ama. Aunque esto lo conduzca a tener que abandonar su isla, convertirse en un mercenario errante en la sociedad humana y quedar permanentemente ligado a Tormentosa, una espada de la que dependerá para sobrevivir.



Hasta la fecha, los tres primeros álbumes adaptan uno o dos de los primeros libros de la serie (al menos en orden narrativo. Moorcock llevaba un orden tan loco que empezó escribiendo el final), un argumento que, por escrito, parecería cualquier narración de fantasía heróica genérica, con un protagonista quizá un poco más agonías por aquello de separarse de los cachas de Robert E. Howard. El comic, al igual que los libros de Moorcock, es mucho más. Y en algunos casos, podría considerarse que mejora el material original, muy marcado por algunas tendencias de la época o por unas ideas un tanto lisérgicas que han envejecido bastante mal y que es difícil que no resulten ridículas al plasmarlas en papel. El Elric de Blondel es igual de enfermizo y sinsangre que el escrito por Moorcock, pero aquí se le retira en su primera aparición de todo atisbo de humanidad o similaridad con esta que pudiera tener: simplemente, es demasiado abúlico como para disfrutar torturando esclavos, y con la marcha de su reino es mucho más sencillo ir atisbando la evolución que el personaje sufrirá más adelante. Quizá el cambio más interesante ha sido el de Cymoril, quien se limitaba en los libros a tener una presencia testimonial o a pasarse el rato secuestrada (cuando no la duermen con algún hechizo. Nunca he visto un personaje que se eche tantas siestas no voluntarias) a caracterizarla como, según el material original, debería ser una noble de Melniboné: sin la menor empatía hacia el resto de seres vivos, profundamente enamorada del protagonista, pero también capaz de los actos más atroces y de mostrar una sorprendente ambición y falta de piedad. Y, aunque empieza a atisbarse en la trama uno de los elementos más importantes, como es la idea del campeón eterno y sus encarnaciones, o la posibilidad de cruzar a distintos mundos del multiverso, se ve aquí minimizada a una breve viñeta que se limita a hacer referencia a ellas. Podría ser que la idea sea hacer una versión en comic más lineal de la historia, o centrada unicamente en el personaje de Elric y no en el resto de héroes creados por Moorcock. O que, si ya en papel ese capítulo era un poco desconcertante, más lo sería a la hora de trasladarlo a imágenes.



En el apartado gráfico, las decisiones tomadas han sido un tanto particulares, pero han funcionado: han pasado más de 40 años desde el primer libro, lo que ha dado tiempo para que existan distintos referentes visuales y estéticos que se han tenido en cuenta a la hora de diseñar escenarios y personajes. La más reconocible ha sido la del diseño de Melniboné y sus habitantes. Los ilustradores en el anexo mencionan que su inspiración fue la estética sadomasoquista, para después reconocer lo que puede verse en la primera viñeta: que es una inspiración, o quizá una evolución, de los cenobitas de Hellraiser. Del mismo modo, recurren a elementos modernos para ilustrar algunos de los parajes más extraños: el término “barcos con forma de zigurat” se transforma en una flota de naves similares a submarinos. El resto de viñetas, cada paraje, vestuario, escenas oníricas y reinos que su protagonista visita, son cuadros que están a la altura de lo que podría haberse imaginado cuando el autor de los libros ideó su Multiverso.

Elric no ha sido un extraño en el mundo de los comics. Druillet realizó las primeras ilustraciones del personaje, llegó a tener un breve enfrentamiento con Conan (cosas de los comics y de que en el multiverso puedes acabar en cualquier sitio) y P. Craig Russell llevó a cabo la encarnación más conocida. Pero ha sido gracias a Blondel por el que he encontrado mi versión de Elric.




jueves, 3 de mayo de 2018

Ash vs Evil Dead (2018). Farewell to the King, baby


El domingo terminó, definitivamente, Ash vs Evil Dead, y si lo que dice Bruce Campbell es cierto, la saga en formato audiovisual y su papel como Ash. Algo bastante descorazonador teniendo en cuenta que el motivo es la cancelación de la serie, pero suficiente como para poder reencontrar a su personaje, que muchos espectadores lo descubrieran, y quizá, tener el tiempo necesario para poder despedir Evil Dead como tal.



A lo largo de tres temporadas se ha seguido la reaparición de Ash Williams, empleado de S-Mart (o de Value Shop. No tuvimos ninguna referencia a El ejército de las tinieblas durante esta entrega), pasota, mujeriego y tirado como el solo por afición y vocación, y propietario de una copia del Necronomicon a su pesar, un grimorio cuya lectura sirve de entrada a criaturas demoniacas de otra dimensión. Un objeto que no se encuentra muy seguro en manos de alguien capaz de leerlo nada menos que dos veces por error o despiste, y volver a provocar la aparición de unos demonios grotescos, deslenguados y cuya destrucción suele implicar una motosierra y unas cantidades de sangre y tripas de plástico que no veíamos desde los ochenta. La diferencia, ahora, está además de los treinta años que han pasado por él, su barriga y un carácter bastante deslenguado y políticamente incorrecto, en que no está solo: Pablo y Kelly, dos compañeros de trabajo, acabaron uniéndose a su pesar a su búsqueda de una forma de acabar con ellos o, en el caso de Ash, de un sitio donde eludir las responsabilidades y vivir tranquilo. Este viaje sirvió también para ampliar el mundo en el que habíamos visto a Ash hasta entonces: el Necronomicon es codiciado por los Oscuros, una raza de seres no humanos de los que Ruby, una despiadada hechicera es la cara visible, para verlo regresar a sus orígenes, en el pueblo de Elk Grove, e incluso conocer su entorno. O al menos, a su padre, pudiendo comprobar que es verdad lo de “de tal palo tal astilla”, y que también se cumple con su hija, aunque Ash está tan desconcertado con el descubrimiento como su propia descendiente.



Las tres temporadas pueden considerarse muy breves: salvo el piloto, han sido un total de treinta episodios de no más de media hora, pero suficiente para recuperar al personaje, el estilo de las películas originales, y sobre todo, hacerlo evolucionar y desarrollarse de una forma que ha resultado sorprendente, teniendo en cuenta las décadas y cambio de gustos que mediaban entre la última película y la serie. Si bien la tercera entrega iba un poco a su aire respecto de las anteriores, con un decorado más amplio, a esta, con el viaje de Ash a la edad media, no se hace referencia por cuestión de derechos, aunque se mantuvieron, sin mencionarlos abiertamente, elementos del canon. En cambio, la serie no se quedó en una repetición de esquemas: Ash es un personaje muy grande, muy de caricatura y que llena la pantalla, pero consiguieron aportarle una serie de coprotagonistas que están a la altura: Ash vs Evil Dead no sería lo mismo sin Pablo el Brujo (en castellano en el original ¡Maldición, siempre quise escribir esto!), el carácter taciturno y sarcástico de Kelly y sobre todo, del papel de Lucy Lawless como antagonista visible, con un personaje mucho más severo y oscuro que le da el contrapunto al más socarrón de Bruce Campbell. Pero también fue todo un logro el que un personaje tan de secuela como la hija de Ash mantuviera el tipo al lado de los otros tres: Brandy, siendo muy estrictos, no molesta en pantalla, y siendo más generosos, es una protagonista tan útil como el resto, en lugar de quedarse como poco más que una anécdota. Y sobre todo, necesaria, a la vista de la evolución que comienza a experimentar Ash en los últimos capítulos.


 
Hala, ya podemos irnos para casa porque esta es la mejor foto que veremos en todo el año

Estos personajes han conseguido algo muy importante en la franquicia: no solo mantenerse a la altura de su protagonista sino también mantenerse vivos. Algo que no les pasó al grupo de secundarios que, con el pretexto de expandir un poco el transfondo de Ash y el Necronomicon, se limitan a ser asesinados uno tras otro de las formas más gore que da de si la serie. Para tener el llamativo título de Los caballeros de Sumeria, es un milagro que haya quedado un solo miembro vivo en el siglo XXI...Un defecto que no afecta solo a ellos, sino a parte de los aparecidos en la temporada anterior: si la segunda sirvió para llevar al protagonista de vuelta a su ciudad natal y bromear un poco con su entorno familiar (además de ofrecer algunos de los chistes más propios de Fernando Esteso cortesía de Brock Williams, padre de la criatura), esta se quedó en un guiño a los viajes temporales y en un grupo de secundarios que desaparecieron de la pantalla en la siguiente. Y es que pese a lo breve, la serie también sufre de algunos capítulos que no sirven más que para ofrecer lo que en el fondo, caracterizaba a Evil Dead: comedia muy bufa, mucho, en el último año, y momentos gore. Aunque, en la tercera parte, quizá con las horas contadas, se redujo ciñéndose mucho a lo que querían narrar en esos diez episodios.



El mayor choque ha sido el cierre de la serie. Con una media hora para poder cerrar una historia que se había desmadrado al máximo, sin que esto sea algo malo, efectúan un sorprendente cambio de tono en el protagonista mostrando al que en algún momento habíamos olvidado: al más serio, el que todavía conserva el colgante de su novia desde hace más de 25 años (porque antes de perseguir cualquier cosa que tuviera faldas y probablemente, sufrir un síndrome de estrés postraumático no tratado, tenía novia formal), el que hace lo posible por salvar a sus amigos y a su hija y se enfrenta a los demonios con todo el sentido épico que se puede permitir una serie marcada por un personaje socarrón y el humor negro. Además de poder afortunadamente cerrar la historia con un final adecuado dadas las circunstancias y con todo un guiño al desenlace alternativo, y menos optimista, de El ejército de las tinieblas.
Quizá el problema de Ash vs Evil Dead fue pasarse de ambiciosos. La saga, y sobre todo Ash, cuenta con una base de seguidores muy fiel, pero no suficiente como para mantener una serie, por escasos que sean los capítulos que la compone, de forma abierta. Es posible que un planteamiento cerrado desde un principio, sin querer seguir rodando indefinidamente, habría sido más adecuado. Sin embargo, el final de la serie es el mejor que pudo tenerse: es atropellado, caótico, al que se le nota un decorado en el que se mueven un montón de tipos maquillados de zombie, unos fantoches con hábito,un enorme bicho con un aspecto tan de marioneta, que parece sacado de los ochenta e incluso un tanque, porque en el fondo, si esto se acaba ¿por qué no acabarlo a lo grande? En el fondo, no habría podido encontrarse una forma mejor de despedirse de Ash y homenajear a Posesión Infernal.

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