Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

lunes, 29 de agosto de 2016

Escuadrón suicida (2016). Cuando los supervillanos son los menos malos


Pocas películas han tenido una postproducción tan accidentada como Suicide Squad. Desde el primer trailer, el equipo de supervillanos de DC ha sufrido variaciones en el montaje, duración, cantidad de humor en el guión inicial y hasta un recorte bastante importante en las escenas del Joker, para disgusto de muchos fans quienes consideraron que el trailer era engañoso. Y de Jared Leto, que tampoco se cortó a la hora de manifestar su disgusto. Tantas decisiones y cambios de última hora no no le van muy bien a los estrenos, a los que generalmente se les nota esta falta de dirección, pero al menos en taquilla, este no ha sido el caso. Con decir que han sido capaces de agotar las entradas en  una ciudad donde sus habitantes huyen despavoridos de lo que marca el termómetro por las tardes, y que no había visto tantas colas desde que se estrenaron Los Vengadores, se hace uno una idea.

 


Entre tantos superhéroes en pantalla, el Escuadrón suicida era una novedad, especialmente para los no seguidores de comics: exceptuando un par de personajes, ninguno de ellos era muy conocido fuera de las viñetas. Además, todos ellos se caracterizan por estar del otro lado (generalmente, el que pierde y recibe las tortas): los personajes, todos ellos delincuentes peligrosos, serían empleados por Amanda Waller para llevar a cabo misiones peligrosas a cambio de una reducción en sus condenas. Su esfuerzo por formar este equipo se pondrá a prueba muy pronto, cuando una de sus colaboradoras, la doctora June Moone, poseída por una entidad llamada Enchantress, pierde el control de esta y comienza a destruir los puntos de información clave del gobierno. Ahora la única posibilidad de detener a esa criatura se encuentra en un grupo tan dispar como el formado por un mercenario, la novia del Joker, un hombre con las características y el aspecto de un reptil, un piroquinético…y un australiano cabreado. Solo por mencionar unos cuantos.

 

El conjunto ha sido muy irregular. No llega a notarse que falten escenas, como podía temerse en un principio, pero durante la primera parte el guión resulta muy errático: si ya la premisa de tener a los villanos como protagonistas, en un universo donde se presupone la existencia de los superhéroes, era difícil, más lo es la forma de resolverla. Porque por mucho que se empeñe su jefa (y hay que reconocer que a cansina no le gana nadie del reparto), cuando uno de los colaboradores voluntarios se vuelve en contra de estos, el seguir adelante con el proyecto no parece una buena idea. Incluso los protagonistas parecen bastante suavizados respecto a la idea original: lejos del guión oscuro y lleno de antihéroes que habían promocionado, los integrantes de este escuadron no presentan ningún rasgo que los caracterice como villanos. O que al menos, muestren una dualidad: Deadshot es todo un padrazo, Diablo está más que arrepentido de sus actos, Killer Croc es un tipo muy tranquilo, y la relación tortuosa entre Joker y Harley Quinn se ha quedado por el camino, eliminando el aspecto abusivo que siempre los caracterizó por un rescate romántico en toda regla. Comparados con el personaje de Waller y hasta con Batman, estos, y la antagonista resulta una persona menos despiadada y sanguinaria. Hasta tienen que meter diálogos de vez en cuando comentando cómo el mundo los desprecia porque ellos son los malos, así, literalmente. Además, el número de personajes que manejan hacen que la presencia de estos sea muy irregular: durante la primera mitad el mayor peso lo llevan Deadshot, Harley y el capitán Boomerang como alivio cómico, quedando una parte de estos como meros figurantes, o, en el caso de Slipknot, como un tipo con dos frases y al que liquidan a los dos minutos de su aparición.

 


Es también esa primera mitad donde el montaje, y la narración, resultan muy desordenados: la cantidad de protagonistas implica que los despachen con informaciones breves, o con flashbacks, que en el caso de Harley Quinn, se reparten a lo largo de la película, haciendo demasiado evidente quien es más importante que el resto. Entre las presentaciones, y lo apresurado de presentar a la villana, que tiene incluso menos tiempo en pantalla que sus secuaces, da la impresión de que unicamente contaban con un par de secuencias interesantes, como los personajes en la cárcel, moviéndose por las calles, o conversando en un bar, y que se limitaron a inventarse una historia que las entrelazara. Es a partir de esa última escena cuando empieza a parecer mejor enfocada, con los protagonistas yendo hacia una dirección concreta y manteniendo un tono mucho más uniforme. Y donde, al haberse centrado un poco más, lo endeble del objetivo planteado previamente hace que se olvide un poco y se disfruten con los momentos de acción que quedan.

 


La narración y el ritmo de esta no producen muy buena impresión en su mayor parte, pero al menos, se compensa con el trabajo visual que han llevado a cabo. Es ahí donde realmente se conserva la idea original que parecía existir en un principio: los tonos grises y fríos que prevalecen en escenarios más genéricos, como la cárcel o los rascacielos, y su alternancia con colores muy chillones y muy de neon, propios de la estética urbana y hip hop que saltan en algunos momentos. Especialmente, en lo tocante al Joker y los escenarios por los que se mueve: habrán recortado mucho de este personaje, pero lo que se conserva de este sirve para presentar a un villano con unas características muy propias y originales. Ledger encarnó a un anarquista, y Leto, a un mafioso psicópata y teatral.  El contraste entre ambas estéticas da un resultado muy interesante, así como la caracterización de Enchantress cuyo diseño, además de recordar a algunos dibujos de Sin City, se aleja mucho de las viñetas originales para presentar una criatura de aspecto cadavérico, el opuesto del atractivo que puede ofrecer Harley Queen y sí muy extraño, de acorde con los pocos datos que se dan sobre su origen en el guión.

El escuadrón suicida no ha sido un desastre, al menos en lo tocante a recaudación, pero tampoco la película que prometía en un principio. Demasiados personajes, poco tiempo para cada uno, demasiada presión por las malas críticas de Batman vs Superman y muchas dudas a la hora de decidir por donde querían tirar, hasta llegar a una última parte que justifica un poco mejor esa reunión de villanos. Queda, al menos, una estética chillona de lo más divertida, una película que se disfruta y que no es excesivamente larga, y al menos, un Joker que promete mucho. Solo espero que a Jared Leto se le pase el enfado, o que se lo quiten con un cheque con unos cuantos ceros. Su papel se merece una segunda aparición.

¡Me olvidaba! A muchos nos es imposible escuchar “Escuadrón Suicida” sin recordar una secuencia muy distinta ¡Así aprenderán esos romanos!

jueves, 25 de agosto de 2016

Lectura de la semana. Thrillers serios y policiaco menos serio


Este año parece que me estoy poniendo al día con el sector público: si en los últimos libros aparecieron bastantes detectives, esta semana le toca a la policía. Aunque en este caso, no podían ser más distintas, porque uno es un thriller en toda regla, y el otro las simpáticas aventuras de un animalito detective. Ahora que lo pienso, en ambas aparece una universidad, y ninguna muy bien parada. Parece también que por coincidencias, que no quede.

 


Jean Christophe Grangé. Los ríos de color púrpura. A finales de los noventa se estrenaron en Francia varias películas de misterio y aventuras que gozaron de un éxito merecido. Los ríos de color púrpura, El pacto de los lobos y Vidocq eran originales, macabras y se alejaban de muchos clichés habituales en el género que provenía de Estados Unidos.  Lo que también tenían en común estas tres producciones era su autor, responsable de las novelas que inspiraron las dos primeras, y el guión de la última.

En el caso de Los ríos de color púrpura, la versión cinematográfica difería en varios aspectos del texto original, manteniendo la trama principal del libro: dos policías investigan una serie de asesinatos en una comunidad montañosa de Francia. Las víctimas, mutiladas y colocadas en posición fetal, provienen de una prestigiosa universidad situada en el lugar. Esta es famosa por la calidad de su enseñanza, pero también por el aislamiento de su profesorado: durante generaciones, muchos estudiantes se han convertido a la vez en profesores y formado familias con sus compañeros de estudio y trabajo..Una versión mucho menos metafórica de la endogamia en las universidades, pero que conduce a los personajes a lo que ha sucedido en la localidad: las tasas de mortalidad entre los niños durante las últimas décadas, la aparición de unas huellas en la escena del crimen de alguien que falleció hace años y una nota donde se hace referencia a los ríos de color púrpura.

En este caso, el libro me ha gustado más que la película, vista hace unos cuantos años. Aunque esta captaba muy bien la atmósfera de la historia, en el texto resulta mucho más opresiva, y donde cualquier elemento aparentemente apacible esconde una realidad más oscura: desde la universidad y sus secretos, hasta el pueblo, un lugar apartado donde los cabezas rapadas son un problema común, pasando por el escenario, en el que el aspecto de paisaje idílico oculta también la contaminación derivada de la actividad industrial de la zona. Incluso los personajes principales resultan muy poco amables, el único motivo por el que son positivos es porque están del lado de la ley: ambos policías tienen un carácter un tanto nihilista, casi obsesivo con su trabajo y también una importante carga de violencia reprimida. Lo único que los mueve es el cumplimiento de sus funciones y la tendencia a aislarse de otros personajes, incluso lo que aparecen retratados de una manera más amable. Incluso el desenlace, pese a contar con la correspondiente resolución del enigma, es mucho más desesperanzador y trágico de lo que esperaba en una novela de intriga, pero también muy adecuado. No es precisamente una lectura optimista, pero sí una que atrapa casi desde la primera página, y que me ha animado a comprobar si El pacto de los lobos de Grangé también está a la misma altura.

 


Jiro Akagawa. Los misterios de la gata Holmes. Con un título así, era imposible no fijarme. Y con la portada, donde aparecía retratada una bonita gata tricolor, todavía más. Por lo visto Holmes y el desastroso policía Katayama, apodado Princesita por sus compañeros dada su aversión a la sangre y su torpeza, son unos personajes de éxito en Japón, donde la serie de libros ha cumplido sus treinta buenos años y cuenta con adapciones en televisión y manga.

El primer volumen de la saga sirve para presentar a ambos, a partir de un caso por el que el detective debe acudir a una universidad femenina: una de sus alumnas ha sido brutalmente asesinada, y se sospecha que puede estar relacionado con las actividades de prostitución a las que algunas estudiantes se dedicaban. Entre sospechosos y posibles aliados, conoce a Holmes, la gata del rector, quien demuestra una sorprendente perspicacia a la hora de señalar al protagonista aquellas pistas que pueden ayudarle a resolver el caso. Lo de sorprendente, porque cualquiera que haya tenido gatos sabe que cuando no están de quiero, no se enteran de que tienen comida en el plato aunque la tengan delante. Además, como decía Jean Cocteau, no hay gatos policía.

Pese a contar con una trama policial de carácter más serio, el tono del libro es más ligero, y cuenta con momentos cómicos bastante efectivos, como el protagonista dando por error la lista de la compra en lugar de una dirección a un taxista, o el vigilante del colegio mayor aficionado a las obras y fanático de las gruas. Dentro de esto, lo más simpático es la propia Holmes, cuya actitud recuerda un poco a otras ficciones con animales como Rex el perro policía: señala con la pata, maúlla e indica las pistas que su compañero ha pasado por alto.

La historia es divertida, sus personajes son entrañables, y por eso no es difícil entender su posterior éxito. Aunque en algunos aspectos, parece que los años desde que se publicó la primera entrega se notan un poco: las actitudes de algunos personajes son sorprendentemente machistas para el lector actual, donde a las pocas páginas se encuentra con la preocupación del protagonista por si su hermana se casa y al cuidar de otro hombre, ya no lo puede cuidar a él, y especialmente, la forma de actuar de secundarios como las estudiantes o parte del profesorado. Tratándose de una novela policiaca tirando a cómica, estas situaciones resultan hoy bastante chocantes, aunque no pasan de ser una curiosidad más, como podrían serlo muchas de las situaciones que pueden leerse en una novela pulp de los años 30. Y, dada su brevedad, su entretenimiento, el hecho de que las segundas entregas tienen la ventaja de conocer ya a los personajes y porque, sí, aquí un gatico es un punto a favor, espero poder leer alguna aventura más de Holmes y Katayama.

lunes, 22 de agosto de 2016

Nunca apagues la luz (2016). Fantasma vs bombillas


Generalmente no quedo muy contenta con las películas basadas en cortometrajes. En la mayoría de los casos, esa buena idea de cinco minutos acaba rodeada por un argumento y situaciones pensadas para dar soporte a una producción más larga. Mamá acabó siendo una historia desde cero en el que el propio corto se convertía en una secuencia concreta. Baskin era a ratos el tren de la bruja o una película gore de los ochenta…y cuando le tocó el turno a Lights Out, no esperaba demasiado. Ver en youtube cinco minutos de interruptores funcionando solos y un susto final muy de Halloween tenía su gracia y no habría desentonado en un film antológico. Pero, ¿daba para algo más largo? Además, en España las luces apagándose y encendiéndose solas también da miedo, pero por un motivo muy distinto: las últimas facturas dan ganas de sacar todas las bombillas y que sea lo que Dios quiera.

 


En este caso, la idea de Lights Out se ha convertido en la característica principal de la criatura que aparece en la película. Un ser que se desplaza unicamente en la oscuridad, siendo imposible verlo si no es en la penumbra, y que mata despiadadamente a sus víctimas. Este parece estar muy vinculado a la familia de Sophie, una mujer con un historial de enfermedades mentales, y a sus hijos, que desde siempre notaron una presencia extraña en la casa relacionada con el estado anímico de su madre. Cuando el miedo del más pequeño se hace evidente ante lo que habita con ellos, Becca, su hermana, comienza a investigar descubriendo lo que le sucedió a su madre durante su infancia, ingresada en un centro psiquiátrico, y a Diana, su amiga a quien conoció allí, aquejada de una extraña fotofobia y una actitud amenazadora hacia todo aquel que intentara arrebatarle a su amiga.


Con este punto de partida, la película es de las más cortas que se han estrenado recientemente, no llegando a la hora y veinte. Al menos, sirve para que en ningún momento se vayan por las ramas con tramas añadidas, como el drama familiar que sirve para introducir a los personajes, o el romance entre dos de ellos. También hace que acepten lo sobrenatural con mucha facilidad. Quizá demasiada, al contar con un personaje ajeno a este grupo familiar (el novio de la protagonista), al que parece no sorprenderle lo más mínimo que su pareja haya sido amenazada por un espectro fotofóbico. Estos dos no cuentan con una caracterización demasiado novedosa, quedándose muy justita y muy tópica: chica con problemas de confianza y aspecto de rockera para ir planteando un posible conflicto en caso de optar por la solución realista, el de convertirse en la tutora legal de su hermano. La presencia de la madre no tiene demasiado peso salvo el drama familiar, algo bastante paradójico al tener en cuenta el giro que quieren darle al guión. En el lado bueno, el papel del niño es bastante adecuado, al dotarlo de unas reacciones bastante prudentes y que en general, no suponga un estorbo para la actuación de los adultos. Y,  el más desconcertante ha sido el novio de la protagonista, un tipo que se pasa la mitad de la película sin cambiar mucho de expresión, sin más presencia que ir de un lado a otro…para al final, tener una de las reacciones más lógicas que se han debido ver en los últimos 30 años de cine de terror: se marcha y llama a la policía, situación decisiva para el desenlace. La película no será de las mejores del año, la realización es tirando a tópica con algunas excepciones…y en cambio han sido capaces de marcarse un giro con bastante sentido común. 
 
 

El mayor atractivo, al menos a nivel visual y de atmósfera, es la criatura que han diseñado para la película. Esta no tiene nada que ver con la del corto original, sino que han optado, en la mayoría de secuencias, por sugerir más que mostrar una silueta esquelética a la que unicamente se ve en las escenas en penumbra. Y que por sus características, da lugar a situaciones tan interesantes como el último tercio de la historia, filmada en el tono azul de una lámpara de luz negra que se convierte en la única forma de poder detectar sus movimientos. Y de paso, de quitarle algo de misterio, ya que se ve con más detalle. Es una lástima que el trasfondo no acompañe a un diseño tan interesante, porque se convierte en una mezcla de ideas que no quedan claras: quiere ser un fantasma, pero también un monstruo, e incluso una creación psicológica como intentan sugerir desde que establecen su conexión con uno de los personajes. Su historia refleja esta misma mezcla sin que nada resulte convincente: que si un hospital, que si una venganza, y ahí en medio, una explicación sobre poderes mentales muy cogida con pinzas, y que elimina cualquier posible ambigüedad sobre su naturaleza real o imaginaria.

Nunca apagues la luz no termina de ser una película satisfactoria: queda ante todo la sensación de haber trabajado muy bien el aspecto estético, y sobre todo, explotar el miedo no tanto a la oscuridad sino a lo que puede entreverse en la penumbra. Pero se queda en una realización y unas situaciones muy corrientes. Entretenidas, pero corrientes. Y la impresión de que esa criatura de la historia habría estado mucho mejor con un trasfondo algo más original, o incluso, el desconocer este por completo.

jueves, 18 de agosto de 2016

Lecturas de la semana. Viajes e historias



Aún quedan un par de semanas de verano, y aunque no salga mucho (porque el termómetro psicópata del centro de la ciudad sigue marcando una temperatura que ni el Monte del Destino), no viene mal algún libro sobre sitios curioso que visitar o alguna historia donde nos adviertan de los peligros de salir al exterior. También podría irme al bestseller del verano, pero..ni me he enterado cual es este año, y probablemente no fuera ni la mitad de divertido.



 Marco Besas. La España oculta. Se trata de una recopilación de lugares curiosos  de toda la geografía española, sin más requisito que se salgan un poco de la norma turística habitual. Así pueden convivir perfectamente capítulos dedicados  a formaciones naturales y la leyenda que las acompaña, castillos poco conocidos o incluso monumentos y parques mantenidos únicamente por sus creadores, una Giralda perdida en un pueblo catalán hasta un enorme Mazinger Z en una urbanización.

 El estilo al principio resulta un poco serio, muy lejos del tono desenfadado al que estaba acostumbrada en otros libros o incluso en programas de radio donde trataban el tema, hasta que se supera el segundo capítulo, donde es mucho más fluido. Casi es como esa gente que al principio parece muy distante y seca, y que acaban teniendo una conversación muy amplia y hasta su punto de humor. De hecho, a partir de los siguientes, se hace más cercano, mezclando anécdotas personales de sus viajes con las historias que acompañan a cada lugar, sean leyendas o hechos reales. Además, el libro funciona como una auténtica guía de viaje, al incluir al final de cada capítulo las coordenadas en google y una indicación sobre como llegar. Salvo, claro, la isla de San Borondon, que sigue siendo bastante difícil de encontrar.



 Alberto Granados. Leyendas urbanas. Últimamente los creepypastas les han quitado bastante espacio a los mitos urbanos, y se nota porque, aunque sea un libro bastante reciente, no hay muchas novedades. Estas historias de boca en boca parecen haberse quedado en la chica de la curva, las arañas con tendencia a poner huevos en los tímpanos ajenos, los peligros de los restaurantes chinos, jeringuillas escondidas a mala fe en los cines y pechos de silicona que explotan en los aviones. Vamos, los grandes clásicos de los ochenta y noventa, con la excepción de algunas recientes como la gente secuestrada en los probadores de las tiendas chinas o la burundanga.

Cada una de ellas se narra en forma de relato tal cual, en primera persona o con nombres que recuerdan al país de donde son más populares, junto a una explicación breve de cual puede ser su origen o una posible moraleja que estas pretendan trasmitir. Que generalmente solían ser el de la precaución, o,  según tenían orígenes más antiguos, eran de una total desconfianza a los extranjeros y a todo que oliera a nuevo. La verdad es que tampoco ahonda demasiado porque el libro es muy somero y da como referencias más amplias a Jan Brunvand, un estudioso del tema, y el trabajo en España de Antonio Ortí y Josep Sampere. En el fondo, se queda un poco en una lectura muy corta, de pasar el rato, de recordar historias que hoy practicamente han quedado en el olvido, y de paso, conocer unas pocas nuevas. En caso de querer algo más amplio, donde se conozca un poco más el tema, es preferible irse a Leyendas urbanas en España, de estos últimos, que pese a tener ya quince años, refiere un montón de historias e incluso desmonta con bastante sorna muchas de ellas.

martes, 16 de agosto de 2016

Las increíbles aventuras de H. P. Lovecraft VI. H. P. L. & Hijos


Hace unos años leí Los nombres muertos, de Jesús Cañadas, una novela protagonizada por mi escritor favorito y que a partir de la estupenda caracterización que daba de este, decidí  empezar una serie de entradas sobre ficciones protagonizadas por el escritor...cosas de haber sido una verdadera devota suya y de tener bastante tiempo libre. Versiones hay muchas, casi todas contando al propio autor como protagonista, pero ninguna yendo hacia el futuro, es decir, planteándose las mismas posibilidades sobre los Mitos de Cthulhu en un entorno real y actual, sirviéndose de un hipotético descendiente de H. P. L. Bueno, en realidad sí hay una, porque era lo que le pasaba al protagonista de The Last Lovecraft. Pero esta última era una comedia muy marciana, sin que la idea se tomara en serio.



Hasta el momento, una narración protagonizada por un pariente del escritor ha sido un campo muy poco explotado. Campo del que se ha servido Jonathan L. Howard (hasta el nombre tiene su gracia para los fans de Cthulhu) para su nueva novela. Por lo que dicen de su anterior serie, en Johannes Cabal: Necromancer, ya incluía alguna referencia a los Mitos, pero es en Carter & Lovecraft donde las emplea de forma directa y como parte de la historia en la que los protagonistas tienen una relación directa, aunque desconocida para ellos, con el mundo creado por H. P. L. Dan Carter es un investigador privado, que abandonó la policía tras el arresto de un salvaje asesino en serie. Su vida transcurre ahora entre casos anodinos sobre seguros y divorcios, hasta que recibe una noticia tan inesperada como novelesca: un desconocido le ha nombrado heredero de una librería en Providence, cuya empleada, Emily Lovecraft, es la única descendiente del escritor que conserva el apellido. Algo que esta lleva con bastante resignación, ya que no tiene ni la mitad de admiración por él que sus lectores habituales. Y sobre todo, con mucha ironía: Emily es mulata, y desde el primer momento no duda en comentar con bastante sorna que a su tataratatarabuelo le daría un infarto si lo supiera. Salvo lo inesperado de su primer encuentro, no parece haber nada sobrenatural: Carter solo plantea asociarse con Emily y mantener un negocio que resulta muy rentable, pero poco después comienza a tener lugar muertes muy extrañas. Dos personas aparecen ahogadas sin que hubiera una gota de agua. Ambas tuvieron un encontronazo con un matemático prometedor, pero también con muchos enemigos. Y Carter comienza a tener pesadillas y alucinaciones donde el asesino que abatió le habla de un fenómeno, inventado por este, al que llama la Distorsión.



Desde el principio, la novela no duda en ofrecer un montón de referencias al lector, que seguramente ha llegado a ella por el Lovecraft de la portada. La mayoría consisten en algunos guiños que conforman el entorno de los personajes, como la figura de Cthulhu que Emily tiene en la tienda a modo de broma, una mención muy inesperada a Grandes esperanzas de Dickens, o que se bromee mucho con el nivel de fanatismo de los lectores de género fantástico. Otras, están pensadas directamente para el público, como los nombres de los capítulos adaptando los títulos de varios relatos lovecraftianos clásicos. Salvo por estas menciones más directas, Howard intenta al menos crear desde cero su propio universo de los Mitos. Que en este caso, se aleja de los defectos típicos de los pastiches: en lugar de enumerar lugares conocidos, hay alguna referencia más sutil. Y en lugar de poner a sacar un monstruo tentaculado concreto detrás de otro, opta por crear una atmósfera progresivamente más tensa a partir de la inclusión de otros elementos más sutiles, como la percepción de la realidad, su relación con las matemáticas (aunque de una forma bastante simple), o el presentar un horror mucho más cercano y moderno, como la extraña lógica que sigue el asesino en serie, y cuyo escondite y notas recuerdan bastante a lo que Cohle y Hart encontraron durante las investigaciones en True Detective. Salvando las distancias, claro: la serie de Pizzolatto nunca dudó en sugerir un tipo de violencia muy cruda que sería impensable en una novela pensada como entretenimiento.

Uno e los aspectos menos atractivos, sobre todo si se han leído ya series de fantasía urbana, ha sido el recurrir al arquetipo del detective, un motivo bastante sencillo para que el protagonista tenga tendencia a brujulear por ahí y cierta disponibilidad de armas de fuego. Además, al tratarse de la primera entrega de una serie, se toma su tiempo a la hora de ir planteando las bases de esa nueva saga. A las que no le faltan interés, pero pierden demasiadas páginas incluyendo asesinatos de personajes muy secundarios y que  ralentizan otros elementos más importantes de cara al futuro, como una mayor caracterización de los personajes, o el proporcionar una mayor atmósfera. Cualquiera: malsana, fantástica, o claustrofobia. Algo que le hubiera sentando muy bien a la narración.

Aún con los defectos propios de escribir un libro pensándolo como una serie de varios, Carter& Lovecraft compensa su primera entrega con un escenario muy prometedor de cara a la siguiente. Y es que su particular mezcla de menciones a los mitos de Cthulhu junto a los elementos menos empleados de H. P. L., como la distorsión de la realidad, la sustitución de la magia por las matemáticas, y sus protagonistas, regresando desconcertados a Arkham, ha hecho que vaya a estar muy pendiente de la salida del próximo tomo.

jueves, 11 de agosto de 2016

Cazafantasmas (2016). Buen intento, pero falta algo


Durante años, se habló de una secuela de Cazafantasmas. En realidad esto fue habitual en todas las grandes franquicias de los ochenta, y muchos esperamos tiempo para poder ver una secuela de La guerra de las galaxias o Indiana Jones. Y cada cierto tiempo, se hablaba de una posible tercera entrega donde se reunirían Bill Murray y compañía. El fallecimiento de Harold Ramis parecía dar por cerrada la serie, al menos con el grupo original. No acabó en cambio, con la idea de continuarla, o más bien, de reiniciarla, incorporando algunas novedades y cambios. De estas, la más comentada para bien y para mal, fueron sus protagonistas, un grupo no de científicos, sino de científicas.

 


Salvo el cambio de personajes, los Cazafantasmas de 2016 tienen un planteamiento similar al de 1984: tres investigadoras con interés por lo paranormal acaban unidas, por distintas circunstancias y el objetivo común de demostrar la existencia de los fantasmas. Y de paso, abrirse un hueco en el mercado ofreciendo servicios de eliminación de espectros a sus clientes. Al equipo inicial se les unirá un recepcionista con pocas luces, pero bastante percha, y una empleada del metro cuyo conocimiento de la historia de Nueva York resultará muy útil a la vista de lo que ha empezado a suceder en la ciudad: el número de apariciones se ha disparado, lo que resulta toda una oportunidad para el negocio de las cazafantasmas. Pero también parece estar relacionado con los artefactos que un extraño personaje ha distribuido por varios lugares concretos.
 



Al haberse planteado finalmente como un reboot, no existen menciones a las dos primeras películas. En el guión  se ha optado por narrar la historia de 1984 desde cero, pero sin que, en principio, esta tuviera que ser la misma. Aunque los elementos principales de la trama transitan por lugares comunes: las científicas expulsadas de sus trabajos y universidades, la creación de las máquinas de su trabajo, de los Cazafantasmas como tales, su popularidad y la oposición de determinados empleados públicos, así como la amenaza de grandes proporciones a la que deben enfrentarse. Algunos funcionan bien y otros llegan a resultar una mejora respecto a los originales, pero una gran mayoría quieren mantenerse demasiado cerca de estos, dando una sensación, más que de reboot, de ir a la fuerza por un camino trillado, cuando se podría haber empleado una situación más adecuada al estilo de la historia.

 


De  hecho, el guión es el que más sufre el querer reiniciar una saga que el público conocía de antemano: además de situaciones vistas previamente, la trama no termina de cuajar, ni de tener interés más allá de conocer a las nuevas protagonistas. Estas y el antagonista van durante demasiado metraje por caminos separados, tienen que hacer referencia a lo que va a suceder a golpe de diálogos, porque entre las presentaciones, apenas queda tiempo para la historia, y el villano poca caracterización tiene más allá de unas cuantas frases y su correspondiente obligación de ponerlo todo patas arriba. Solo en el desenlace esta circunstancia cambia y le conceden unos cuantos gags más acordes con lo que debería ser una comedia fantástica. Que funcionan bien, pero llegan tarde, y falta desarrollo previo.

 


El tema de las referencias a la saga original también lastra un poco. No falta la aparición de Moquete, el fantasmas de las dos primeras, que intentan acoplar a la parte final de la historia, pero que se alarga. Ni la del muñeco de los Marshmallows, más breve..pero que no tiene mucho sentido porque el enemigo final es muy similar a este. Algo similar pasa con el cameo de Bill Murray, con una secuencia en el medio de la película que parece pensada ex profeso para que pueda tomarse su tiempo, pero no pasa de ser un sketch en el medio del guión que acaba cortando el ritmo de la narración. Bastante más breve y afortunado acabó siendo el de Sigourney Weaver, con una aparición durante los créditos mucho más divertida y que, junto al montaje de estos, dan un buen motivo para quedarse al menos a ver la escena al final de estos.

 


Entre tantos puntos negativos y situaciones fallidas, hay algo que sí se ha conseguido: el nuevo equipo de cazafantasmas funciona. No son una copia de los personajes originales, sino que partiendo de los rasgos básicos de estos, presentan sus propias particularidades: Erin, como la parte más sensata del equipo, Abby, la más entusiasta. Holtzmann es una ingeniera estrafalaria y probablemente, la más carismática y divertida de todas. Y Patty llega a resultar un avance en el reboot: en varias ocasiones es demasiado histriónica, pero sus características (como el ser la más pragmática y el conocimiento de la historia de la ciudad) hacen que aporte más que su contrapartida en los ochenta, mucho más neutra. Las situaciones que protagonizan son cómicas, un poco ridículas, como las del grupo original, pero en algunos casos igual de divertidas y hacen que poco importe que las cazafantasmas sean nuevas y no nuevos. El trailer ya iba demostrando que los que nos temíamos una sucesión de chistes sobre barras de labios, romperse uñas manejando el equipo de protones o que si las botas de goma no pegan con el traje, no teníamos nada de lo que preocuparnos. Y la dinámica del nuevo equipo termina de confirmarlo. Aunque se hubiera agradecido que eligiesen mejor el casting para el papel de recepcionista. Chris Hemsworth será muy buen Thor pero gracia solo la tiene a ratos.

Este año Cazafantasmas no ha conseguido que olvide la original, ni tampoco que la compare con esta. Probablemente, el alargar tanto las referencias a este material no ayuda. Pero sí ha acertado con el tono y la dinámica entre unos personajes del que al menos, me gustaría ver una segunda entrega, ya más alejada de su carácter de reboot.

lunes, 8 de agosto de 2016


Con lo que aún quedad de verano y un termómetro exterior recordando que no es prudente salir a las tres de la tarde, una opción razonable para pasar una tarde es una película. Una poco complicada, con divertidos enredos, romance y playa…¡Ja! No en mi caso. Una de fantasmas, con caserones oscuros (y fresquitos), pasillos vacíos (y también fresquitos) y con misteriosas corrientes de de aire que sean la envidia de cualquier ventilador casero, parecen un plan mucho mejor.

 


Con Expediente Warren 2 vista hace pocas semanas, y no muchas ideas en ese momento, el argumento de The Remains parecía  prometedor: un padre viudo y sus tres hijos se mudan a una mansión donde no se hacen esperar los fenómenos extraños: el ático esconde un cofre con objetos del siglo pasado. Entre estos, una muñeca, un reloj, una cámara y unas fotografías atestiguan lo que sucedió en la casa hace más de cien años: la antigua propietaria, una renombrada espiritista, fue asesinada durante una sesión. Desde entonces, algo extraño envuelve la casa. Los vecinos la han evitado durante años, y la nueva familia  parece verse afectada por la atmósfera enrarecida: el padre empieza a sufrir pesadillas y cambios de humor, y sus hijos menores muestran un extraño comportamiento desde que descubren el cofre en el ático.



La película prometía al principio ser una historia de fantasmas violentos y escenarios macabros al estilo de James Wan: hay un caserón absurdamente grande y anticuado, muñecos siniestros e incluso un fantasma de aspecto bastante corpóreo y llamativo. El tomar como referencia, o en este caso, imitar este estilo no es algo de lo que me queje: me gusta el director, su estética, y prefiero ver algo que siga esta línea en lugar de, por ejemplo, un slasher. Pero lo único de lo que se han valido es del aspecto exterior, sin tener en cuenta los otros aspectos por los que Insidious o Expediente Warren eran fascinantes: no hay buen ritmo, tensión, y ni siquiera un trasfondo sobre la historia de la casa minimamente trabajado.

 


En el mejor de los casos, para poder disfrutarla, hay que pasar por alto todos los tópicos que aparecen desde la primera escena: ¿Realmente es una terapia adecuada el sacar de su entorno a unos niños que han perdido a su madre? ¿Para qué necesita una familia de cuatro miembros una casa de 500 metros cuadrados? ¿Es que su hobby es pasarse el día limpiando? Y sobre todo, cualquier fantasma preferiría haberse marchado en lugar de aguantar unos inquilinos como los protagonistas de la película. Porque, cuando a los papeles no se les da un poco de trasfondo, poco pueden hacer los actores, y aquí se les nota muy perdidos: el padre pasa de ser un mandado la primera mitad del metraje a una especie de desquiciado, que no llega a serlo, en la segunda. Los niños llegan a ser una presencia mucho más agradable en su faceta de poseídos que durante sus primeros diálogos, resultando repelentes y donde, si no fuera porque mencionan cada dos por tres la pérdida de su madre como excusa para la mudanza, solo trasmitirían una leve irritación al espectador. Y la presencia de la hija mayor oscila entre lo testimonial y el relleno: un personaje que se limita a cumplir de forma apresurada el rol de heroína final, y el resto del tiempo,  representar el estereotipo de adolescente enfurruñada y cuyas escenas escribiendo en el movil, fumando porros o dándose el lote con el novio (el kit completo del cliché “adolescente insufrible”, vamos) podrían eliminarse sin que la historia se alterara.

 


La realización, al menos, es correcta: clásica y la necesaria para contar una historia de fantasmas al uso, siendo el elemento más positivo de toda la producción. Con un poco más de trasfondo, no tanto en el guión, sino en los personajes o incluso a la hora de manejar la tensión y los momentos terroríficos, habría resultado una película mucho más agradable de ver, sin estar a la altura de otras del género.

The Remains, en el mejor de los casos, se queda en la película del domingo para echar la siesta: no inventa nada, no aporta, no está pensada para gustar demasiado sino para pasar el rato, pero al menos, ocupa dos horas con un guión de corte terrorífico.  Una lástima la falta de esfuerzo porque los fantasmas son un género que tampoco lo necesitan. Con un poco más de ingenio habría resultado algo más memorable.

jueves, 4 de agosto de 2016

The Purge: Election Year (2016). Esta vez le toca a los políticos


La noche de las bestias se ha convertido en los últimos veranos en una franquicia  con buenos resultados. No va a competir con los blockbusters pero cubre muy bien aquellas semanas en las que los estrenos principales todavía quedan muy lejos. Y se ha separado de una forma muy hábil del thriller con toques de ciencia ficción como el que empezó para encontrar un nicho bastante mejor dirigiéndose hacia la acción y enfocando su planteamiento de una forma más dinámica, donde el protagonista más importante es esa noche en la que todos los crímenes están permitidos y de la que los personajes de cada entrega intentarán salir vivos.

 


Election Year comienza de una forma muy similar a las anteriores, recordando las normas de la noche de la Purga y presentando a los protagonistas: un hombre que se limita a defender su negocio en la peor noche del año o los pocos valientes que recorren las calles ofreciendo asistencia médica a las víctimas. Pero esta vez el ambiente previo es distinto: junto a la llegada de turistas europeos dispuestos a disfrutar de la celebración, empiezan a oírse voces críticas sobre su verdadera naturaleza. La Purga solo es una forma que los ricos tienen de librarse de los más desfavorecidos, y una de los candidatos a la presidencia aboga por su abolición. Es la actuación de esta la que supone el mayor cambio en la Purga anual, al eliminar la inmunidad que los políticos gozaban esa noche. Ahora ella misma deberá sobrevivir como cualquier otro durante las horas en las que todo crimen está permitido y que sus enemigos políticos emplearan todos sus recursos para acabar con ella.

 



La estructura de esta entrega también es parecida a la empleada anteriormente: al tratarse de secuelas independientes entre sí, con distintos protagonistas en la mayoría de los casos, parecen intentar que cualquiera de ellas pueda verse sin tener conocimiento de las anteriores. Y al igual que estas, Election Day comienza con la información básica sobre la noche presentada mediante fragmentos de telediarios, mezclada con la introducción de los protagonistas, o en su caso, con aquellos personajes que se valdrán de la Purga para vengarse o simplemente, ser sádicos, y una trama principal consistente en que estos tengan que desplazarse de un punto a otro de los escenarios, donde cualquier motivo es válido: sea un fallo de seguridad o una traición, el caso es que estos acaban deambulando por unas calles donde es posible ver todo tipo de peligros y que constituyen los momentos más movidos de la película. Debido a la independencia entre las secuelas, el sistema funciona bastante bien, e incluso habiendo visto las anteriores, es fácil disfrutar con algo que aparentemente se había contado previamente: lo importante en este caso no es tanto los protagonistas como seguir desarrollando el mundo de la Purga y las consecuencias que cada noche tendrán para la siguiente. Que en esta tiene mucho más peso: la primera parte, la más floja, planteaba la premisa en un escenario muy limitado. La segunda servía para cambiar de registro y ofrecer uno más amplio, y esta, para terminar de desarrollarlo además de renovarlo.

 


Debido a esto, los personajes tienden a representar unas situaciones muy determinadas: gente de a pie, protagonistas clave para la trama, como la política, e incluso un enlace con la parte anterior mediante el guardaespaldas, que fue el protagonistas de esta (aunque se hace mención al papel que tuvo entonces, la historia se sigue perfectamente sin haberla visto). Todos ellos también muy pensados para que el público se preocupe por ellos cada vez que alguien los persigue con una motosierra o con una escopeta de repetición, y que quizá por eso, resultan muy uniformes en sus caracteres más positivos: ellos son los más valientes, los más decididos, y sin duda,  mucho mejores que sus antagonistas. Es una de esas raras ocasiones en las que no incluyen a ningún secundario pensado para resultar odioso y asesinado en el momento adecuado.

 


Esta entrega es también la más creativa visualmente. En un momento se refieren a la Purga como “el Halloween de los adultos” y procuran trasmitir esa sensación mediante una actitud de los participantes muy festiva, que contrasta con las actividades que llevan a cabo, y sobre todo, con el uso de las máscaras y disfraces: la mayoría de ellos portan atuendos muy grotescos, que no llegan a disfraces caseros, pero en los que las caracterizaciones portando armas de todo tipo y las manchas de sangre les dan un aspecto muy pesadillesco. Que también se mantiene en las secuencias de exteriores y es uno de los puntos más interesantes de la película: el desplazamiento de los protagonistas por las calles desiertas está poblada de escenas rodadas a menudo con niebla, donde pueden verse situaciones tan surrealistas como una guillotina funcionando en el fondo de un callejón, o tan propias de una película  de terror como una figura bailando alrededor de sus víctimas ahorcadas.

 


La trama de carácter político también tiene mucho más peso: no solo uno de los personajes es uno, sino que también plantea la Purga como una herramienta económica. Esta aparece tratada de una forma muy propia de la serie B: muy directa, y sin sutilidades, de manera que incluso recuerda un poco a Están vivos de John Carpenter. Los otros políticos son abiertamente despiadados, clasistas, e incluso se los presenta en el desenlace de una forma muy propia de las cultura popular de las conspiraciones: en una iglesia y celebrando más que una misa, un rito que parece sacado de los rumores de Bohemian Grove y otras sociedades secretas. Que, teniendo en cuenta el ambiente político en la mayoría de países donde se ha estrenado, además de directo, ha sido una pulla la mar de divertida.

 
Election Year, aún sin presentar grandes variaciones, es una secuela que ha funcionado muy bien: termina de consolidar el estilo que llevará la franquicia a partir de ahora, y que es muchísimo más entretenido que el anterior, y de paso, presenta un avance en el universo de la Purga, donde quizá no sea ya el evento anual de las películas anteriores, pero sí puede dar, si lo plantean bien, un giro interesante. 

lunes, 1 de agosto de 2016

La bruja (2016). Haberlas, haylas


Aunque las brujas hayan sido uno de los monstruos más tradicionales, a la altura de los vampiros o los fantasmas, han sido también las más complejas en los últimos años. Quizá debido a contar con un trasfondo real que podría resumirse en una pandilla de fanáticos acusando de brujería a todo lo que fuera diferente..¡Por no hablar de su inquina con los gatos! Muchas películas han tenido este enfoque muy presente, donde ya no eran un personaje negativo si no algo distinto, no necesariamente positivo, pero tampoco diabólico. En cambio, sigue siendo interesante recuperar la idea de la bruja como algo amenazador, tal y como se la retrataba en la tradición popular. Y el combinar este enfoque con una aproximación más realista, y muy ligada a lo psicológico, una idea muy ambiciosa, pero también con mucho potencial si se desarrolla bien.

 


Al optar por esto último, La bruja se convierte en una producción de terror muy distinta a las estrenadas recientemente (de las que tampoco me quejo: en los últimos años he visto cosas realmente buenas). Mitad terror, mitad narración de carácter histórico, presenta a una familia de puritanos, exiliados de su comunidad, que establecen su hogar cerca de un bosque. Muy pronto el entorno y el aislamiento empezará a hacer mella en sus miembros: los cultivos mueren, el padre, quien decidió llevar a su familia con él por orgullo, se ve abrumado por su incapacidad de sacarla adelante. Y tanto él como su mujer están desolados por la desaparición de su hijo más pequeño, apenas un bebé, cuando Thomasin, la mayor, estaba a cargo de este. Además de la culpabilidad que pesa sobre ella, sus hermanos menores se comportan de forma extraña: aseguran que su cabra, a quien llaman Black Philip, habla con ellos, y no paran de contar historias sobre brujas que viven en el bosque. Todos han asumido que fue un lobo el que se llevó al más pequeño, pero sus miedos no tardan en encontrar una explicación más irracional para lo que sucede.

 



Concebida como una producción de terror, o al menos, de corte fantástico, esta no presenta ninguna ambigüedad a la hora de mostrar lo sobrenatural: las brujas existen, al igual que las maldiciones y el diablo, y a estas se las muestra desde el primer momento, al igual que el destino del más pequeño de la familia. Pese a tratarse en este caso de criaturas negativas, su planteamiento se realiza de una forma menos personal: son una amenaza más del bosque, como podrían serlo el entorno o los animales salvajes, y al igual que estos, es raro que se aventuren lejos de su espacio, aunque se da la posibilidad. Son, simplemente, una amenaza más de un entorno hostil, donde sus pobladores aceptan lo sobrenatural, sea la brujería, o sea la magia india, como comentan en un momento dado, un problema más del que deben protegerse. La impresión de aislamiento, y en parte, de la idea que se tiene de los puritanos, se transmite a través de los colores de la película: el gris predomina ante todo, sea la ropa de estos, las cosechas enfermas, el agua del río o el propio bosque en penumbra. Donde solo, en un momento dado, se rompe esa uniformidad con la aparición, en un momento clave, de una prenda de color rojo que destaca en el escenario.

 


Este planteamiento de lo fantástico se debe a que el componente psicológico tiene un peso mucho mayor: el mayor enemigo de los personajes son ellos mismos y la paranoia que se va desarrollando a su alrededor. En este caso, el trabajo que han hecho a la hora de caracterizarlos es inmejorable, siendo el más destacable el del padre: un hombre al que su papel de cabeza de familia le viene demasiado grande, pero al que le puede el orgullo y el miedo. A lo largo de la película puede vérsele mintiendo por miedo a su mujer, abrumado ante la situación o sin más lecciones que trasmitir a su familia que pedazos de la Biblia aprendidos de memoria. La madre, aparentemente más fuerte, está devastada por la pérdida de su hijo y termina creyendo las acusaciones de brujería. Thomasin y su hermano menor parecen los más equilibrados, una, marcada por la culpa, el otro, tomando el papel de responsabilidad necesario frente a un padre desbordado. Los gemelos, los más pequeños, sirven de enlace entre el ambiente enrarecido de la familia y el sobrenatural, donde el llamar bruja a su hermana se convierte en un argumento válido para sus familiares pero también donde sus juegos y su amigo imaginario parecen mostrar que ellos saben más de lo que parece.

 


La caracterización de los personajes y su actitud está muy apoyada por el trasfondo de la película, al que se le dedicó una importante cantidad de trabajo debido a la intención de la historia: reflejar de una forma fiel no ya la brujería, sino la actitud y la visión popular que tenía sobre esta y hacia esta. Las escasas apariciones que las brujas tienen vienen apoyadas por textos donde se recoge la tradición oral, o los medios para reconocer a una de ellas. Incluso el inglés que se emplea en los diálogos es arcaico (es muy interesante verla en versión original por esto) e incluso llegan a rescatar tradiciones o frases que hoy resultarían chocantes: el ofrecer mantequilla o un vestido nuevo como algo tentador puede parecerlo, pero el ritmo de la película y la información que aportan sobre las condiciones de vida de sus protagonistas, hace que se acepte con mucha más facilidad y sea una parte igual de coherente de la historia que narran.

La bruja no es una película de terror enfocada a divertirse pasando miedo como puede serlo un Expediente Warren, sino una pensada para captar la atención del público de una manera distinta, en este caso, recurriendo al horror más realista. Quizá la mezcla entre fantástico y drama psicológico no sea todo lo complementario que debería, quedando a veces la impresión de que la historia podría haberse contado unicamente desde la perspectiva real, pero su conjunto de personajes, ambiente enrarecido y el rigor que intentan trasmitir en la narración, lo compensa.

 

 

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