Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 25 de junio de 2020

Blade (1998). Vampiros, cazavampiros, y fiestas en locales industriales



Con Marvel repasando los últimos personajes que le quedan por adaptar al cine, y anunciada la intención de hacer una nueva versión del cazador de vampiros de la editorial, es fácil olvidar un poco esa época en la que sus versiones cinematográficas eran escasas, en algunos casos, imposibles de llevar al cine, y más de una vez, muy distintas de lo que se había visto en los comics. Bueno, por eso y porque algunas tienen ya la friolera de 22 años, como es el caso del cazador aparecido por primera vez en La tumba de Drácula y llevado al cine en 1998. Y que en su momento, con todas sus libertades respecto a original, fue todo un éxito en los cines además de una muestra de muchas de las tendencias visuales de la época.



Blade, además de un cazador de vampiros, es un híbrido entre ambas especies. Afectado por la mordedura de la que su madre es víctima estando embarazada, ha desarrollado la fuerza y la velocidad de estos, pero no su debilidad a la luz solar, lo que le permite moverse libremente entre ambos mundos dedicándose a eliminar a todo no muerto que se cruce en su camino. Pero también tiene la misma sed de sangre que estos, siendo cada vez más difícil el poder mantenerla a raya. Es una de sus cacerías, tras el sicario de Deacon Frost, un poderoso vampiro local, la que le lleva a descubrir una profecía que puede desencadenar la llegada de la más poderosa de esas criaturas, pero también a conocer a una hematóloga, víctima en su momento de una mordedura, capaz de desarrollar una forma de ralentizar su naturaleza vampírica.




Pese a ser un estreno anterior al más conocido de esa década, como fue Matrix, la película parece muy deudora de su estética, montaje y efectos sonoros. Muy alejada del personaje de comic original, en cuanto a colorido, vestuario y características, en esta abundan los escenarios en blanco y negro, los abrigos de cuero, la música techno, los duelos a katana (arma a la que le ha tocado llevar el sambenito de ser extremadamente molona), con capaces de meter una referencia o copia de Vampiro la Mascarada (por lo de los vampiros ocultos en la sociedad y los doce clanes) e incluso un par de secuencias bullet time con los personajes esquivando balas mediante unos efectos que en su mayoría, se han quedado bastante pobres. Porque aunque en su día costara con un presupuesto holgado,es uno de esos casos en los que la infografía ha envejecido muy mal y la mayoría de lo recreado mediante este sistema, especialmente los movimientos de las gotas de sangre, resulta muy pobre y artificial, pareciendo esta un pegote flotante renderizado en lugar de un líquido que se mueve de forma sobrenatural.



Las escenas de acción, que serían en realidad lo más importante tal y como se ha concebido el guión, aguantan mucho mejor: dinámicas, bien orquestadas y con buenos especialistas, salvo por el exceso de katanas, gabardinas y gafas de sol que no se caen ni con las piruetas más increíbles. De nuevo, una estética popularizada gracias a la trilogía de los Wachowski pero que ha resultado tan imitada, reciclada y parodiada que hoy tiene un punto ridículo. Un punto que también aflora en su argumento, a menudo cogido con pinzas en favor de incluir escenas de acción y en el que es fácil encontrar momentos carentes de sentido, como el sicario cómico al que el protagonista deja escapar una vez sí y otra también (Tras un rato pensando en que este me sonaba mucho, me di cuenta que Donal Logue encarnó, casi veinte años después, a Harvey Bullock en Gotham), la facilidad con la que el villano, del que insisten en su naturaleza mestiza frente a los vampiros de pura sangre, se mueve por bibliotecas y archivos...en las que Blade también entra con una facilidad pasmosa para hacerlas explotar por los aires. Para ser la historia de los no muertos a lo largo de milenios, no es que se hayan trabajado mucho la vigilancia...



Con un grupo de secundarios reconocibles, como Kris Kristofferson o Udo Kier, en un breve pero interesante papel, Wesley Snipes cuenta con el papel protagonista haciendo lo que sabe hacer. No me refiero a defraudar a Hacienda, que eso vendría después, sino a prestar una interpretación inexpresiva en la que la presencia continua de las gafas de sol le ayuda a ocultar un poco la ausencia de cualquier tipo de cambio facial. Lo que podría ser lo peor de la película se convierte en lo que esta necesitaba: un héroe frío, capaz de hacer posturas llamativas en cualquier situación y donde mantiene cara de poker frente a una sociedad de vampiros, dirigida por Stephen Dorf, que se caracteriza por una actitud más histriónica, llamativa, un poco exagerada, y que parece sacada de la rave contínua en la que estos parecen vivir.



Blade, un poco ridícula vista hoy, con un argumento cuyos fallos saltan a la vista, y con un estilo visual que se hizo caduco bastante pronto, supuso también el ser uno de los primeros éxitos de Marvel, la posibilidad de que estos se pudieran llevar a cabo, y sobre todo, el contar con una secuela, muy superior a la primera parte, en la que Guillermo del Toro iba dando sus primeros pasos como director de estrenos importtantes. No estoy demasiado a favor de los reboots en lugar de buscar ideas nuevas, pero después de veinte años, no estaría mal el ver esa nueva versión ya dentro del universo Marvel, que se ha anunciado. Al menos no ha pasado como con Spiderman y sus tres remakes por año.





jueves, 18 de junio de 2020

El ataque de los tomates asesinos (1976). Las frutas de la ira


Hoy vamos a hablar de humor idiota. Por aquí ha pasado la comedia involuntaria, el humor negro, el absurdo e incluso alguno bastante grueso, pero faltaban aquellos chistes que de tan simples, elementales y llevados de una forma tan aleatoria, entran en la categoría de lo tonto. Una que también tiene su arte el llevarla a cabo, y sobre todo, encontrar con el público la sintonía necesaria para pasar de ser un fracaso de crítica a una pieza de culto y una pequeña franquicia. En este caso, solo hizo falta una parodia de las películas de ciencia ficción de los cincuenta y....unas verduras. O frutas, que todavía no está claro.



El ataque de los tomates asesinos cuenta, además de con una canción introductoria de lo más pegadiza, con un punto de partida en el que los lagartos, hormigas y cualquier otro ser vivo susceptible de alcanzar una altura desproporcionada respecto a su naturaleza, son sustituidos por algo tan anodino como un vegetal. Sin motivo aparente, los tomates empiezan a volverse agresivos, móviles y a atacar a los humanos de forma inesperada mientras van aumentando su tamaño hasta dimensiones, que, como intenta excusar el gabinete de prensa del gobierno, solo pueden significar unas pizzas mucho más grandes. Solo un equipo liderado por Mason Dixon del e, e integrado por un experto submarinista (aunque no haya ni una sola playa en toda la pelicula), un maestro del disfraz aunque estos no sean los adecuados según el momento, una nadadora olímpica de Europa del Este y un valiente paracaídista, que no se separa de su sable y equipo de supervivencia, son los únicos capaces de detener una amenaza que poco a poco, va asolando las principales ciudades de Estados Unidos. Todo ello aderezado con entretenidos números musicales y con el hit musical del momento, Puberty Love, del jovencísimo debutante Ronny Desmond.




Concebida como una parodia del cine de animales gigantes, en gran parte esta se desarrolla, como tal, imitando varios de los clichés de ese género: las primeras escenas de la amenaza, reuniones de politicos y militares, la presentación de los protagonistas y la resolución de una trama romántica que aparece de la nada de forma igual de absurda que muchas de sus situaciones. El aspecto paródico se resuelve la mayor parte de las veces con un humor gestual tan simple que funciona: desde la comedia gestual de la primera reunión de expertos, en un diminuto cuarto digno del camarote de los hermanos Marx, al comité nacional que no tiene muy claro sobre qué se está discutiendo. A estos se le suman algunas referencias comprensibles dentro del contexto temporal de la película, como el dotar de siglas a todo tipo de planes de contingencia, o la presencia de un gabinete de prensa para suavizar el impacto del problema que, entre lo tontorrón del resto de chistes, sorprende que se les ocurriera meter algo de humor crítico, aunque a su manera un poco torpe.



Pero, en realidad, para tratarse de una parodia de la ciencia ficción, choca la evidente falta de medios, incluso de los más básicos. Ya algo como un tomate no es que dé para mucho más que rodar y para sacar el lado cómico, pero la producción contó con un presupuesto ínfimo, un reparto con habilidades artísticas tan limitadas que roza lo amateur (el que varios de ellos no volvieran a hacer una película da la impresión que esto fue poco más que una anécdota en sus vidas) y sobre todo, con una estructura de escenas aisladas en las que cada una podía ser el sketch de una situación concreta. La aparición de cada personaje, las persecuciones, los planos de distintas ciudades en las que deambulan minúsculos tomatitos rodando, viene acompañada con un estilo de humor que en la mayor parte de los casos, es tan blanco que roza lo inocente, y en otros, sería difícil que hoy pasara un corte: lo mismo en una escena un buzo se sumerge en una fuente pública, que se marcan un chiste sobre el consumo de esteroides y los deportistas del bloque soviético.



El humor, entre ridículo, inocente y a veces descarado, acaba recordando a algunos de los gags más extraños de la hora chanante y a otros, a un chiste de los que da vergüenza ajena. No es de extrañar que se considerara una de las peores películas de la historia, junto con Plan 9 del espacio exterior, y que la crítica la machacara en su día. Sin embargo, algo tuvo. Quizá fue suerte o esa conexión con el público para que acabara disfrutando de sus efectos inexistentes e interpretaciones pobres, pero también de momentos más cuidados como el componer sus propias canciones o que su desenlace fuera tomado prestado por Tim Burton en Marte ataca. Y que quizá hiciera que no solo se convirtiera en una producción de culto, sino también que contara con tres secuelas y una serie de dibujos animados. Formato al que su estilo de humor le sentaba muy bien, aunque si se llegaron a hacer versiones animadas de Rambo y Robocop, cualquier cosa es posible.

Como todas las películas malas, no tanto de forma deliberada, sino porque parece que les acabó saliendo así, o se aman o se odian. Pero los tomates asesinos parece contar con una cualidad entrañable, quizá por optar por parodiar un género de los cincuenta en el momento en que esa década podía despertar nostalgia. O por ese estilo de humor tonto en su mayoría, un poco crítico en algunas ocasiones, pero que parece resultar más auténtico que muchas producciones deliberadamente mal hechas como forma de parodia. Además, su secuela, titulada adecuadamente El regreso de los tomates asesinos, cuenta con un joven George Clooney en uno de sus primeros papeles, que, seguramente, desearía que nadie lo reconociera. Aunque este, y Abierto hasta el amanecer, siguen pareciéndome sus mejores películas.

jueves, 11 de junio de 2020

Lecturas de la semana. Fantasmas y cazadores de fantasmas




Esta entrada va de relatos sobrenaturales, aunque con algo más de un siglo de diferencia entre ellos. Unos, corresponden a una de las pioneras del cuento sobrenatural y la psicología de los personajes en el ámbito anglosajón. La otra, con sus dos libros posteriores, se ha convertido en mi detective paranormal favorita y de momento, la única representante del gremio en tierra patria.



Edith Wharton. Relatos de fantasmas. Más conocida por su carrera como novelista (destacando especialmente por La edad de la inocencia), su nombre no puede faltar en ni ninguna antología de fantasmas. Pero siempre, como una sola muestra entre otros autores, con lo que esta se quedaba en un mero ejemplo y hacía difícil apreciar su producción en conjunto. La colección de Alianza Tres, algo así como la hermana mayor de sus Libros de Bolsillo se encarga de recoger sus cuentos siendo posible percibirlos de una forma muy distinta. Porque, los fantasmas de Wharton, en la mayoría de los sentidos, no existen. No es posible verlos, ni escucharlos, ni brinda ni siquiera una aparición fina. Pero sus protagonistas son capaces de sentirlos, como algo que forma parte del ambiente enrarecido de na mansión, o de la visión irreal que puede presenciar uno de sus personajes a modo de advertencia o tormento. Más importante que la sensación de haber algo que no debería estar allí, lo es el entorno de estos: matrimonios ficticios, convenciones sociales, la soledad, acaban siendo más importantes en la atmósfera que ningún espectro que no vaya a verse, pero que en cierto modo, saben que está ahí. Una percepción de lo fantasmagórico, acuñada como ghost feeling, que en el blog de En la lista negra dedican una entrada mucho más amplia e interesante.



Sergio S. Moran. Misterios Rutinarios (saga de Parabellum). Una colección muy breve de cuentos protagonizada por la detective paranormal Verónica Guerra, alias Parabellum. Como regalo promocional del crowdfunding y hoy disponible mediante pago social (descarga gratuita previa mención en redes sociales), son seis historias que recogen de manera muy breve, casi acelerada, diversos casos de su protagonista. Un nigromante en Castilla, un muñeco que la atormentó durante su infancia, una sirena o un fantasma de la mitología argentina, la narración suele tener lugar en mitad del caso, sin preámbulos, y caracterizarse por una acción y desenlace muy rápido.

Estos son divertidos, y dado que en las novelas previas se relataba un único caso, dan mucha más variedad al día a día de un personaje que, como ella misma dice, teme más a la Agencia Tributaria al final de cada trimestre que a un cíclope. Y también, a diferencia de las novelas, estas tienen un carácter más lúdico: es un libro ya para los fans que conocen a la protagonista, y para los que no necesitan ninguna introducción ni referencia a su entorno, por lo que la lectura para alguien que no conozca la serie, resultaría un poco acelerada y sin ninguna referencia que poder tener en cuenta. Una situación muy curiosa dada la facilidad con la que era posible acceder a esta sin tener que seguir ningún orden en concreto en los primeros dos tomos, aunque no le resta entretenimiento, dado el carácter un poco anecdótico respecto de la saga principal.

jueves, 4 de junio de 2020

Entrevista con el vampiro (1.994). La reinvención de un mito y unos colmillos postizos



Puede que gozaran de una gran popularidad, una saga y un par de adaptaciones al cine, ,pero nunca llegaron a gustarme los vampiros de Anne Rice. Su visión del mito, donde aborda temas como la inmortalidad, la pérdida y las relaciones, sentimentales o de poder, me habían resultado, en el momento de su principal salto a la fama gracias a la película, demasiado pastelosos, llorones y orientados a los gustos de un público gótico. Poco tenían que ver con el depredador al que Christopher Lee me tenía acostumbrada y a la figura escuálida del conde Orlok al que mantenía como referente en cuanto a imagen de lo que debía ser un vampiro. La opinión de su versión cinematográfica era similar: una pareja de guapos en una historia de vampiros que sufrían mucho porque vivían para siempre. Pasó el tiempo suficiente como para que los vampiros tuvieran varias reimaginaciones más, desde las más atractivas a otras más violentas, para que estos fueran relegados en la ficción en favor de los zombies y para que esa primera impresión diera paso a una segunda, menos marcada por la visión general de una preadolescente contreras.



Entrevista con el vampiro es la confesión realizada a un periodista por Louis de Pointe du Lac, un vampiro de más de dos siglos, sobre su historia como no muerto. Desde 1791, atormentado por la pérdida de su esposa e hijo, es convertido en vampiro por Lestat, quien encuentra en él un compañero adecuado y ofrece una existencia lejos de la muerte y el dolor. Pero esta conlleva también la soledad y la necesidad de alimentarse de vidas humanas, algo que atormentará a Louis durante toda su existencia y que le llevará, al intentar salvar una de esas vidas, a romper uno de los códigos no escritos de la comunidad vampírica.



Esta segunda impresión ha sido muy distinta a la que produjo años atrás. Los vampiros de Rice siguen sin ser mi estilo, opinión que no ha cambiado pero se ha suavizado: es, simplemente, una aproximación que aporta temas distintos y plantea la figura del vampiro como algo deseable y condenada al mismo tiempo, centrándose a menudo en el aspecto estético de Nueva Orleans a través de los siglos y una estética que aprovecha al máximo los últimos años del siglo XVIII y gran parte del XIX, que es donde se centra la mayor parte de la trama. Esta, marcada por un tóno entre melancólico y trágico, muestra principalmente la oposición entre la actitud hedonista de Lestat y la atormentada de Louis, sin que en ningún momento exista ningún héroe o villano sino que entre ambos se trate de manera sutil, el desarrollo y final de una relación de pareja.



En los papeles principales aparecen actores cuya carrera estelar comenzó por esa época: Brad Pitt, y Antonio Banderas, en un papel muy breve y también muy lejos de su versión original en el libro, pero interesante como arquetipo de vampiro continental. Y, lo que entonces pareció como decisión más chocante, Tom Cruise como el seductor e histriónico Lestat. El actor, cuya complexión física no parecía ser la adecuada, y con una carrera previa más orientada al cine de acción, recrea un no muerto satisfecho con su situación y dispuesto a disfrutar de su existencia. Además de histriónica y con un punto un tanto perverso que lo convierte a ratos en un personaje negativo, pero no un villano.

Aunque la película cuente con actores de la talla de Brad Pitt, Tom Cruise o incluso el recién llegado a Hollywood Antonio Banderas, la presencia más recordada, tanto a nivel de interpretación como de guión, es la de Kirsten Dunst como Claudia, una vampira a la que se le conoce como niña al borde de la muerte y se desarrolla como adulta, atrapada en el cuerpo de una niña con las consecuencias que esto supone en su relación con los protagonistas, y reflejando así una situación llena de matices cuya trama llega a superar en profundidad y posibilidades el drama relatado hasta entonces por el narrador.



Uno de los aspectos que peor ha envejecido han sido los efectos especiales. Si bien el vestuario, la estética, el enfoque, y sobre todo, los actores principales han convertido a la película en un clásico, la caracterización a base de colmillos postizos, y especialmente, la inolvidable peluca rubia que luce Tom Cruise como el aristócrata Lestat ,es uno de los elementos más chocantes y que desentona, vista hoy, en una producción brillante en el aspecto técnico.

26 años después, Entrevista con el vampiro muestra algunos signos de haber envejecido mal en su caracterización vampirica, pero se sigue manteniendo como una de las películas fantásticas más interesantes de los noventa. Dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio, y la versión cinematográfica de la novela de Rice, sigue conservando el puesto que se ganó en su momento. En cuanto a la pastelosidad o los vampiros que no dan miedo....también dicen que Detrás de mi vendrá quien bueno me hará, y de eso se encargó Crepúsculo una década después.

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