Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 31 de marzo de 2022

El callejón de las almas perdidas (2022). Auge y caída de Stanton Carlisle

 


Guillermo del Toro  ha revisado en su filmografía muchos aspectos del fantástico. El cuento de fantasmas, el de hadas, la novela gótica o un homenaje mu libre a uno de los monstruos de la universal donde la criatura de la laguna negra no es algo peligroso, sino distinto. Incluso su adaptaciones al cine de Blade o Helboy tienen una visión del personaje más cercana a sus intereses que a lo que había en las viñetas.  Lo fantástica, y la figura del monstruo, siempre han estado presentes en sus películas, por lo que una producción suya donde se separa de lo sobrenatural y se acerca al suspense, era algo inesperado. Aunque como en muchas de sus historias anteriores se encargó de mostrar, los monstruos pueden estar en cualquier sitio. E incluso llevar traje de corbata.


En algún lugar de Estados Unidos, a finales de los años treinta, un hombre esconde un cadáver en el suelo de una casa. Mientras esta es consumida por el fuego, él se refugia en un autobús, sin más pertenencias que unos centavos y una radio. El final de la ruta le lleva a una feria ambulante, donde  por un jergón y una comida caliente desempeña pequeños trabajos hasta encontrar un puesto estable. De Madame Zeena y Pete, una pareja de ilusionistas  cuya carrera ha visto mejores tiempos, aprende  los primeros trucos del oficio y asiste a una representación del que fue su número estrella. Stan Carlisle ve en este la oportunidad de conseguir fama y fortuna. Con solo su memoria, una serie de códigos y la ayuda de Molly, una de las feriantes, como ayudante, podría desarrollar un espectáculo con el que la gente se asombraría ante sus poderes adivinatorios. Salvo que debe tener en cuenta que en el mundo del mentalismo nunca se debe pretender el ser capaz de hablar con los muertos. Aunque fingir esa facultad suponga la aparición de una oferta que Stan, cegado por la codicia, no sea capaz de rechazar.



Siendo uno de los cineastas más comprometidos y con mayor pasión por el fantástico, sorprende este giro hacia el thriller sin elementos sobrenaturales (aunque no pueda evitar   aportar algo de su sello en algún momento). Pero la novela de William Lindsay Gresham en la que se basa, se ambienta en un escenario lo bastante fascinante y en el que, de manera indirecta, habita lo que es distinto: una feria ambulante a finales de los  treinta, en la que el concepto de espectáculo toma un matiz un tanto sórdido y donde los trucos básicos se combinaban con la muestra de  anomalías convertidas en espectáculo. Algo que Todd Browning retrató con una cercanía y humanidad inesperada en La parada de los monstruos y que se convertiría en una parte más de la imaginación popular en el siglo XX. Y que en la primera parte de la película refleja con todo lujo de detalles. Sin  mencionar más que una fecha de pasada, recrea de forma vívida los últimos años de la Gran Depresión donde todo parece tener un aspecto usado una y mil veces, el barro en el suelo es una parte más de los escenarios de la feria y un baño caliente es un lujo, donde algunos decorados de la feria brillan con unos colores y formas irreales y todo lo que parece imposible tiene detrás una explicación racional. Sean un truco de mentalismo o como conseguir que alguien acepte el puesto de engendro (geek en el original) en la feria.


Un día cualquiera de 2022, tras leer las noticias

Es en este escenario donde  se desarrolla la primera caracterización de su protagonista. Entre los integrantes de esa feria que van desde viejas glorias del espectáculo, una joven artista e interés romántico de Carlisle, o la improbable familia que estos forman, con una historia detrás y donde no todo es blanco ni negro. Incluso el poco escrupuloso propietario, siendo hasta entonces el personaje con más matices inquietantes, parece más un superviviente que alguien abiertamente negativo. Además de hacerme pensar que perfectamente podría haber sido el abuelo del Bobby Peru de Corazón salvaje.


Al igual que muchas producciones tirando a kilométricas  (no tanto para los estándares de hoy) de la época clásica, la película  marca dos partes muy diferenciadas: la primera, en la feria, muy cercana y casi costumbrista, donde se muestra la evolución de su protagonista, y una segunda, de estética y atmósfera abiertamente noir donde estas son mucho más limpias, el color sepia que prevalece se vuelve más luminoso y el escenario más elegante y estilizado, por el que desfilan personajes reconocibles como el millonario, el corrupto, la joven inocente. Y la figura de la femme fatale, con la que Cate Blanchett llena el escenario en el papel de Lilith Ritter, capaz de provocar la caída del protagonista y cuya motivación es algo que el espectador solo puede aventurarse a suponer. Y cuya aparición no supone, sino que solo es un paso más, en la caída de Stan Carlisle. Quien, al igual que el resto, se revela como alguien con más matices que la mera ambición.


Puede que El callejón de las almas perdidas no esté a la altura de El espinazo del diablo o El laberinto del fauno, pero es una película que refleja una vez más todo lo que le gusta a del toro. Se ha atrevido con el cómic, con la novela gótica, con el Kaiju…¿por qué no con el noir? Aunque en este, también haya monstruos. Pueden ser la peor versión de uno mismo, o, como se intuye cuando Carlisle lleva a cabo su último número, también pueden llevar un traje elegante y una cartera llena.

jueves, 24 de marzo de 2022

Lecturas de la semana. Me gustó más la película

 


Aunque sea difícil verlas hoy en las librerías, casi todas las películas que no se hubieran basado en un libro, contaban con su novelización del guión. La maniobra era sencilla: con el material ya escrito, se contrataba un escritor a sueldo y era una venta asegurada como podría serlo cualquier otra pieza de merchandising. Aunque sea más fácil pensar que Batman, Goonies o Willow, como producciones de primera, tuvieran su versión escrita, otras más modestas, de las que se quedaban en el videoclub, también pasaron al papel. Otra cosa es que estas fueran buenas, aunque alguna que otra sorpresa siempre hay.



Ray Garton. Warlock.  A partir del guión en el que un despiadado brujo del siglo XVII viaja en el tiempo  a la América moderna (moderna del 89), Garton escribe una novela en la que el hechicero, el cazador de brujas Redferne y una joven del presente buscan el grimorio capaz de deshacer la creación. Garton no es un desconocido en el mundo de los libros hechos por encargo. Además de algunas novelas de Buffy y Sabrina, La bruja adolescente, también colaboró con los Warren en la redacción de In a Dark Place, donde narraba la investigación del Poltergeist de Connecticut (también conocido como (“igual no es buena idea que un chaval a tratamiento por cáncer y aquejado de esquizofrenia duerma en el sótano de una funeraria reconvertida a vivienda unifamiliar”). El estilo de Garton, muy directo, sin cortarse en la violencia, parecía adecuado para una historia que podía resultar más sangrienta y donde abundaran las referencias a la mitología popular.

En su lugar, opta por una solución intermedia, tirando a floja: salvo aportar algo más de trasfondo a los protagonistas, y un par de episodios aislados sobre las fechorías del brujo o su desconcierto ante la vida moderna (el que le acompañe un gato como familiar hace que el libro, pese al desastre, gane muchos enteros), el resto se ciñe al guion original, y su idea de desarrollar este narrativamente consiste  en dotar al villano de un miembro descomunal que utiliza para matar incautos. No se si en su momento le pareció una genialidad o si le pagaron por adelantado y le daba igual, pero acaba siendo lo más llamativo, para mal, de una novelización que se queda en poco más que una lectura entretenida con unos cuantos momentos de mal gusto.



Randall Boyll. The Demon Knight. Cuentos de la cripta nació como un comic de la EC, se convirtió en serie presentada por el animatrónico que más me ha gustado en la vida, saltó al cine, y de ahí, a la novela de la película. Boyll  cuenta con varias novelizaciones de Series B como Darkman, shocker o incluso memoria letal. Y a partir del guion del último guardián de una llave, que debe proteger de una horda de demonios, junto a los residentes de un hotel perdido en Nuevo Mexico, desarrolla una novela que dentro de estas adaptaciones, sorprende por el detalle que aporta y las libertades que se toma.

Aunque en varias ocasiones las situaciones resultan un tanto torpes, y parezcan incluidas porque salían en el guion, Boyll se atreve a jugar con estas y no solo ampliar sino modificar las caracterización de los personajes. Estos, de un grupo atrapado más o menos genérico, se convierten en unos secundarios bastante irredimibles, con un punto gamberro que recuerda un poco a los que aparecían en Cementerio del Diablo o, yendo un poco más lejos, Abierto hasta el amanecer.

Alguna de estas modificaciones suponen una mejora, y otras, especialmente las apariciones del antagonista (aquí apodado “the Salesman”, sin nombre en la película), funcionan realmente bien haciendo de él el personaje cómico y macabro  que esta necesitaba, y que seguramente la limitación presupuestaria no permitió.

Además, en un guiño a los comics, incluye interludios  en el que el Guardian de la cripta, aquí reconvertido a autor de la novela, opina sobre la situación y los progresos de los protagonistas, adaptando muy bien su papel de director de cine a autor de best sellers paródico. 

Comparada con otras novelizaciones, esta sí resulta una lectura divertida y con una autonomía propia, sin tener que agarrarse únicamente a ser “la novela de la película”.


jueves, 17 de marzo de 2022

Pesadilla en Elm Street (1984). Nueve, diez, ¿donde está Fred?

 


Si muchos tuviéramos que elegir algo que hiciera pensar en el cine de terror de los ochenta, sería un  sombrero, un raído jersey de rayas royas y verdes, y un guante hecho de cuchillas. El asesino de las pesadillas, capaz de acechar y matar a sus víctimas en sus sueños, sería una de las franquicias más populares, contando con seis entregas, una serie de televisión,  todo tipo de merchandising e incluso más de un sosias en las pasajes del terror de todo el mundo (mención para el “Fredy” del Viejo Caserón). Una personalidad que, cuando hizo su primera aparición gracias a Wes Craven, parecía muy lejos de la fama que obtuvo y del diminutivo con el que se le conocería posteriormente.


En Springwood, un pequeño pueblo de Estados Unidos, una joven sueña repetidamente con una figura de largas uñas que la persigue. Sus amigos reconocen haber visto a alguien similar en sus pesadillas, aunque se niegan a darle importancia. Solo cuando Tina es asesinada violentamente mientras duerme, y su novio, a quien habían acusado del crimen, fallece en las mismas circunstancias, su amiga Nancy sospecha que el ser que la acosa en sus sueños esté detrás de las muertes de sus amigos. Y que la silueta que la ha estado acechando cada noche tenga que ver con el secreto que sus padres han ocultado durante años.



Aunque el slasher  ya era un género establecido con su predecesora Halloween, la película de Craven es la que incluye abiertamente un elemento fantástico. La capacidad de resurrección de Michael Myers y Jason entraba en terreno de lo imposible, pero Krueger supuso  la aparición de un asesino abiertamente sobrenatural en la imaginación del gran público. Esta, al optar por ambientar una parte en el mundo de las pesadillas, se permite jugar con ciertos escenarios, como una antigua sala de calderas, e incluso  explotar unas cuantas ideas a nivel de efectos especiales. La imagen de Tina, la falsa protagonista, desgarradas por unas garras invisibles, esas mismas garras saliendo de una bañera, o escenas tan poco sutiles como una cama expulsando litros de sangre, además de alejar a sus protagonistas del mundo real, establecen un escenario de pesadilla  muy marcado por lo físico: aquí no hay estilismo ni las brumas de Silent Hill, sino un asesino horriblemente deformado, que más, que deformar los sueños de sus víctimas para causar su muerte como hará en las secuelas,  los utiliza como entrada para acabar  el trabajo que empezó hace años. Krueger no es una criatura sutil, sino que  se lo ve persiguiendo y lanzándose sobre esta como lo haría un asesino en el mundo real..o el momento final de un mal sueño especialmente vívido.


Esto hace que en algunos momentos haya situaciones que  no hayan envejecido tan bien en conjunto. Frente a las más recordadas, están otras como los brazos que se alargan de forma pretendidamente antinatural pero que en pantalla resulta un tanto ridículo (y para los chavales que han crecido con los tentáculos de Slenderman, ni me imagino), o la persecución, con tropiezo final hacia el desenlace. Que, dentro de una película  donde la intención es que el mundo de los sueños sea igual de tangible y amenazador que el vigil, no son las más afortunadas.



Slenderman Low cost

En cambio, uno de los mejores aspectos y más sutiles, es la sugerencia del pacto de silencio entre los padres de los protagonistas. Un tema  que plantea mediante referencias:  estos insisten en que sus hijos no tienen por qué saber nada, aunque la situación haya marcado a la familia, y la presencia continua de la botella de alcohol que la madre de la protagonista  intenta ocultar es un guiño a las consecuencias de esa turba que se ha tomado la justicia por su mano.

El antagonista que se presenta en esta primera entrega  es muy distinto de aquel en que derivaría posteriormente. Fred Krueger, lejos de la estrella cómica del slasher,  aparece caracterizado como un monstruo indiferente al dolor y capaz de deformarse para aterrorizar a sus víctimas. Su rostro, característico de las quemaduras que provocaron su muerte, parece más orgánico, como una herida abierta lejos del maquillaje más limpio que se utilizaría después. Y su actitud, además de la del hombre del saco con la que se comporta, resulta, en muchas de las pesadillas, más perturbador que la del asesino de niños (la idea de asesino pedófilo está más que sugerida). Esta, como se concibió en un principio, es la idea del monstruo como  algo implacable, al que su capacidad de comunicarse, frente al resto de asesinos cinematográficos, le sirve para sugerir una mayor capacidad de amenaza e inteligencia.


Sí, es Johnny Depp

Una personalidad que Robert  Englund interpretaría, durante años, y que sería el papel más famoso de su carrera. Al igual que Heather Langekamp, Nancy, que pese a lo ambiguo de su desenlace, aparecería con posterioridad en otras secuelas y se convertiría en una suerte de némesis del asesino de Springwood.

Durante años, el guante de cuchillas y el sombrero serían un icono reconocible del cine, y el inicio de una saga donde el sueño y la realidad tienen una frontera muy difusa. Pese a la deriva  a categoría de estrella del público y asesino cómico que el personaje tomaría con el éxito de la franquicia, y a un remake denostado donde hay que rescatar el papel interpretado por Jackie Earl Haley, Krueger ,y ese coro de niñas fantasmales que lo precede, serán una parte del fantástico moderno.





jueves, 10 de marzo de 2022

Lecturas de la semana . Pulp moderno y folletines

 



Leemos para aprender, a veces por obligación, a muchos porque nos gusta, pero tambien como evasión, aunque esta palabra haya tenido una connotación despectiva en la literatura. Pero el entretenimiento no está reñido con la calidad literaria. No hace falta irse a Dumas, parte del fantástico moderno tuvo su origen en las páginas de los pulp  e incluso un vilento antihéroe creado en los setenta, con ciertas semejanzas a Conan, o una novela de suspense que transcurre en París un poco después de la Gran Guerra, tienen algo que aportar. 



Darkness Weaves. Karl Edward Wagner. Wagner ha tenido muy poca presencia en España pese a contar con una carrera muy sólida e incluso con la creación de un personaje que lo trascendería: Kane, un guerrero, mercenario, señor de la guerra y hechicero y trasunto en un mundo mítico del Cain bíblico, convertido en antihéroe implacable e inmortal por maldición. Algo así como un Conan desatado que se mueve por un mundo fantástico mucho más despiadado que la Era Hiboria de Howard. No es coincidencia que  entre sus primeros textos se contaran pastiches autorizados sobre el cimerio, y que esto fuera de lo poco que se tradujera al castellano.

En Darkness Weaves, que podría ser la primera aparición de Kane, es contratado para llevar a cabo la venganza de una hechicera, desfigurada y desterrada por un monarca rival (lo cierto es que esta había intentado destronarlo, así que algo de culpa tenía).  La imaginería y vocabulario que emplea son en principio, muy deudores del mundo de Conan. Se habla de mercenarios de países remotos, monarcas e islas separadas de continentes con una sonoridad exótica y primitiva, pero muy similar al escenario mítico de Howard.  También es un mundo mucho más despiadado, violento y donde no hay un lugar para la compasión, donde todo aquel  personaje que no es  malvado es demasiado inocente para sobrevivir. Un entorno brutal cuyo pesimismo estaría  presente en los libros de Geralt de Rivia o de forma más autoconsciente de lo excesivo, en el planteamiento que sería definido irónicamente por Joe Abercrombie como Grimdark.

Con elementos que hoy han quedado un poco desfasados, como unos niveles de chunguez que hoy no sorprenden a nadie, la historia funciona gracias a las dotes narrativas de Wagner,  siendo fácil meterse en una historia donde todo resulta familiar, pero fascinante.


Las manos de Orlac. Maurice Renard. Además de contar con más de una adaptación cinematográfica (no sé si podemos incluir la canción de la Orquesta Mondragón también), la novela trata uno de los arquetipos de la cultura popular moderna: el hombre inocente víctima de los impulsos asesinos de las manos que no son las suyas, obtenidas mediante un transplante. El cuerpo como parte de la personalidad y  una visión enrevesada de la figura de los miembros fantasma aparecen e este libro cuya trama ofrece más giros que sus adaptaciones en pantalla. La trama se complica con elementos reconocibles del folletín europeo: el carácter obsesivo y atormentado de su protagonista, privado de las manos que eran su bien más preciado y sustento, y personajes que se mueven por sesiones de espiritismo, notarios aficionados al ocultismo e incluso bandas de delincuentes con un lider oculto que responden al nombre de Spectropheles y la banda infrarroja....¡solo falta un pasadizo secreto y un subterráneo en París para tener el escenario completo!

Pese a lo retorcido de su trama, esta acaba recurriendo al desenlace realista donde Renard opta por dar una explicación mundana a los misterios que ha ido desarrollado previamente, de modo que este acaba resultando tan artificioso como los enigmas que se han ido planteado. Enigmas y situaciones, un tanto enloquecidos, que forman parte de ese universo en que se desarrolla una gran parte de la literatura fantástica francesa a principios de siglo: a ratos imposible, a ratos mayor que la vida, pero que sería tan importante como para que sus elementos y su estética fuer una referencia en obras posteriores. 



jueves, 3 de marzo de 2022

Le Commandeur (Michel Honaker). Demonios, demonología y cosas que solo pasan en los Estados Unidos

 



Como parte del fantástico, la fantasía urbana es un género relativamente reciente, aunque bastante amplio. Caracterizado por un mundo donde lo sobrenatural y lo corriente conviven de forma más o menos abierta, o más o menos tensa, sus protagonistas se mueven con soltura entre ambos mundos intentando solventar los problemas que pueden acabar con la convivencia entre humanos y otros seres. A menudo también muy ligado al cliché policiaco (he perdido la cuenta de protagonistas que trabajan como detectives y descubren un caso gordo a partir de otro), su calidad es muy variable. Desde una saga más o menos reconocida como Harry Dresden, hasta la deriva a la vergüenza ajena de Anita Blake, pasando por las locuras del Nocturnia de Simon R. Green. Esta no es patrimonio exclusivo del mundo anglosajón tampoco, porque ya en los ochenta un demonólogo nacido de la pluma del escritor francés Michel Honaker defendía las calles de huestes infernales. Pero las de Nueva York, porque  hay casos demasiado pasados de vueltas como para que pudiera tener lugar cerca de Versalles.

A finales de los ochenta, en una de las áreas más peligrosas del Bronx, un sin techo abandona un callejón para adentrarse en una casa vacía Tras reclamar su vida anterior, este se presenta como Ebenezer Graymes, profesor de mitología en la universidad de Columbia y un cazador de demonios odiado y temido por todos los monstruos y nigromantes que se esconden en la noche. Un violento sacerdote vudú será solo el primero de sus enemigos tras su regreso. Golems, hechiceros, criaturas de la mitología nórdica, copias de marca blanca del necronomicon y demonios de alto rango intentarán acabar con ese enjuto personaje que armado con una espada élfica y un conocimiento arcano, es el único capaz de enfrentarse a ellos.



Honaker, su autor, es uno de esos escritores un poco todo terreno especializados en literatura de evasión, desde el fantástico hasta el policiaco pasando por textos destinados a lectores más jóvenes. Pero siempre orientado hacia el entretenimiento. Como esta saga en la que no duda en utilizar muchos cliches que alejan al lector del entorno que conocen. No solo opta por ambientar la historia en Estados unidos sin  que posteriormente los títulos se cambiarían al inglés: Le démon du Bronx y la maison des cauchemars se transformarían en Bronx Ceremonial y Return of Emeth. No es el único cambio que llevarían a cabo, ya que estas venían caracterizadas por uno de los defectos típicos de la literatura popular poco cuidada:  una cantidad de escenas escabrosas gratuitas que se reducirían o directamente, se reescribirían cuando en una edición posterior  se orientaron al público juvenil (la edición que encontré era la de los títulos en inglés y una cantidad de escenas de destape chungo que me hico plantearme seriamente a qué estoy dedicando mi tiempo libre). Esta reescritura sería habitual en posteriores  impresiones, donde llegarían a desaparecer algunas de las entregas y otras serían reescritas a partir de argumentos descartados.



La estructura es similar en cada tomo: se presenta el villano (o víctima incauta), se cruza posteriormente con Grymes, hay unas cuantas muertes violentas, monstruos vistosos, una explicación mitológica sobre el enemigo u objeto que de título al libro y algún secuestro del interés romántico de su protagonista para llegar a la destrucción del villano correspondiente. Generalmente, a manos del héroe, ataviado ya con su atuendo característico: un abrigo largo y una espada élfica (insisten en llamarla a sí a lo largo de la serie. Se ve que en ese universo hay de todo).



No hay que engañarse: los libros no pasan de ser una lectura rápida tirando a mediocre, en la que el personaje principal poca simpatía despierta a base de ser serio e intensito. Pero tiene esa especie de gracia nostálgica por utilizar el recurso de mandar todo lo sobrenatural a la Costa Este de Estados Unidos y sobre todo, el aspecto físico de su protagonista: basado abiertamente en Peter Cushing, cosa que el autor reconoce abiertamente aunque en los dibujos de la cubierta no sale muy favorecido. Un detalle peculiar  de retroalimentación  entre figuras de la cultura popular  que acaba siendo el principal rasgo distintivo, lo que me recordó mucho a la abierta similiatud entre Rupert Everett y Dylan Dog, que se convirtió en uno de los motivos por los que me llamó la atención la colección.

Lo mejor de escribir esta entrada ha sido ponerme ciega a subir portadas horribles

En las aventuras de Le Commandeur  no hay que buscar una narración original, diálogos ingeniosos ni personajes que se ganen el cariño de sus fans, sino más bien, una especie de ensayo previo de la fantasía que se popularizaría muchísimo más unos años después, y una narración pensada para entretener e impactar al público en un número muy breve de páginas.

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