Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 25 de enero de 2024

Doc Savage (1975). Hay un hombre en Estados Unidos que lo hace todo

 


Si hay un tipo de ficción que sea hija de su propio tiempo, es el pulp. Una narrativa, bien en papel, seriales radiofónicos o episodios de cine, que sería imposible separar de la década de los veinte y los treinta, así como de la mentalidad que conlleva: el sentido de la maravilla, el uso de la ciencia como algo imparable y casi mágico, la creencia, hoy un tanto entrañable, en lo bueno y lo malo, sin matices, y la aparición de una serie de héroes tan memorable, como para qué negarlo, simples. Sacarlos de su contexto resulta muy complicado, y no solo por la dificultad de imaginarlos en un escenario que no sea esa década casi idealizada, sino porque los intentos  de adaptaciones posteriores no han sido los más exitosos. Fue el mismo destino de aquellos que disfrutaron de un asegundo período de éxito e interés por   parte de los lectores, como fue el caso de cierto millonario, aventurero y filántropo que cuya aparición en el cine  sería primero un desastre, después una curiosidad audiovisual. Evidentemente, no estamos hablando de Tony Stark ni Bruce Wayne sino alguien un poco anterior…


Es 1936, años después de la primera gran debacle económica y un poco antes de la segunda gran guerra. Sin embargo, poco importa para la historia lo que ha sucedido o sucederá: gente como Clark “Doc” Savage Jr, millonario, inventor y filántropo, así como sus asociados, algunas de las mentes más brillantes en el campo de la ciencia y las leyes, procuran hacer del mundo un lugar mejor. Su trabajo recibe un duro golpe con la noticia  del fallecimiento d su padre, víctima de una extrañan enfermedad, mientras se encontraba trabajando por el bien común (la filantropía viene de familia) en la república centroamericana de Hidalgo. Pero hay algo extraño tras la muerte de Clark Savage Senior: el intento de asesinato que  Doc sufre, a manos de un indígena, lo conduce a él y sus compañeros al corazón de la selva, último lugar donde su padre había estado. Y donde se encuentran también las tierras que los indígenas le habían legado. Un lugar que esconde una riqueza inesperada, descubierta también por delincuentes dispuestos  a todo para obtener sus ganancias.



La película adapta a grandes rasgos la primera aventura de Doc Savage, personaje serializado bajo el seudónimo de Kenneth Robeson (aunque el autor será en gran parte, Lester Dent), cuyas aventuras continuarían a lo largo de más de cien entregas. Estos se caracterizarían  por su personaje principal, apodado el hombre de bronce y que representaría ese epítimo de valores intachables: el millonario  filántropo, inteligente, atlético y  que no solo trabaja por el bien de la humanidad sino que  protagoniza todo tipo de aventuras en entornos exóticos. Un tipo de personaje, que si bien años después sería calificado en cualquier taller de escritura como una Mary Sue pero  que viviría una segunda juventud durante los años sesenta, gracias a las reediciones d sus novelas (se ve que esto de la nostalgia de la generación anterior no es solo cosa de los ochenta), y que contaría con una adaptación al cómic y su versión  c cinematográfica de la mano de George Pal.


Parecía que contar con el responsable de El tiempo en sus manos era la mejor decisión  creativa para un personaje  tan fuera de su tiempo como lo era Doc Savage, pero el proyecto empezó a sufrir diversos recortes  presupuestarios  que lo alejarían de la idea original. Desde los exteriores hasta la banda sonora, que se solucionaría con piezas libres de derecho, hicieron que la producción fuera más parecida a un telefilme, y no de los más caros, que a una película que debería relejar la atmósfera de los años treinta, así como los entornos selváticos en los que transcurre. Estos, en cambio, tienen un aspecto de decorado que se nota a kilómetros, donde más que ciudadanos de los años treinta, los figurantes parecen ir disfrazados, y donde un par de inventos dan paso  a escenas en una selva de interiores con más indígenas de teatro.


No sería este el mayor revés que sufriría, sino el enfoque dado a un guion excesivamente camp, en el que los camaradas de Savage son poco menos que secundarios cómicos, el villano y sus femmes fatales  son más graciosos que amenazadores y cuenta con una de las secuencias de lucha más ridícula que se vieron en mucho tiempo. Un tono en general, más cercano a la película de Batman de Adam West que al serial de aventura, por inocente que este pudiera ser, que el publico esperaba.

Entre decorados, atrezzo, el tono yeyé demasiado poco  serio, ni el Doc Savage interpretado  correctamente por Ron Ely, desgarrando su camisa a poco que empieza una pelea, salva una película  que resultó un desastre, sin más curiosidad actualmente que el ver en la pantalla a un arquetipo que inspiraría con posterioridad, a personajes más referenciales como Buckaroo Banzai. No es una producción de aventuras en condiciones, tampoco una comedia, sino algo que se queda un poco en la tierra de nadie de los proyectos fracasados, pero que por esa cualidad desastrosa conserva cierta fascinación.

Una curiosidad, derivada del paso del tiempo y ese cambio de mentalidad por partida doble que supone el adaptar en una producción fallida de los setenta a un héroe de los años treinta, es la sensación de disonancia que para el espectador actual podría provocar  la figura del millonario filántropo.. Estamos en 2023, y la percepción de los oligarcas es mucho más negativa, en el peor de los casos, y muy irónica, en el mejor.

jueves, 18 de enero de 2024

Noche de paz (2022). Noche de Home invasión

 


Resulta un poco extraño una película de temporada fuera de su momento. Bueno, salvo las de Halloween, que esas valen en cualquier momento, pero las de una fecha tan específica como la Navidad, cualquier momento posterior al veintisiete de diciembre, acaba produciendo una sensación de desconcertó. Pero, estamos todavía en enero, conviviendo con algún trozo de turrón duro y la fruta escarchada del roscón que nos comemos en momentos de necesidad, por lo que todavía es posible recuperar una película un poco a destiempo. Y más cuando la cinta en cuestión es una historia de cómo Papá Noel devuelve la magia de la navidad a una familia…enfrentándose a un grupo de delincuentes armados.


Es Nochebuena, cuando los Papá Noel de las calles y centros comerciales han terminado su jornada. Uno de ellos, más desencantado que los demás con su trabajo, continúa su tarea: él es el verdadero San Nicolás, que todavía, como cada año, reparte juguetes a los niños que se han portado bien y que, como él mismo se lamenta, se limitan ya a pedir dinero o videojuegos. Es en una de las casas donde una niña, de las pocas que todavía cree en él, le pide algo muy especial: que sus padres vuelvan a estar juntos. Un deseo que pronto se ve sustituido por un problema  más importante cuando  Papá Noel se encuentra, sin su trineo, atrapado en esa misma  mansión donde un grupo de ladrones la retiene  junto a su familia, amenazando con matarlos si no entregan el dinero que estos  guardan en la caja fuerte. La situación, más cerca de La habitación del pánico que de Solo en cas hace que esta vez el deseo  de navidad sea muy distinto salvar a su familia. Y aunque su tarea sea, según la tradición, limitarse a repartir regalos entre los niños que han sido bueno, Papá Noel es una figura popular lo bastante antigua como  para  haber cambiado a lo largo de los siglos. Y conservar unos cuantos trucos de su pasado más violento.



Cuando se estrenó hace dos años, el tráiler parecía más que una producción real, una de esas parodias que aparecían como sketch en algunas películas, algo así como lo anuncios que podían verse en el cine de El último gran héroe. Después de todo, esta se presentaba como un Papá Noel en una home invasión, con un tono muy  violento que no escatimaba en peleas ni momento gore. Pero, pese a todo, la aparente broma funcionaba, y muy bien.


El año que viene le pongo una Estrella Galicia en vez de leche con galletas

La definición más adecuada para ella es la de una gamberrada, y muy bien traída. El director, Tommy Wirkola, había  debutado con Dead Snow, donde también mezclaba, con menos arte que esta vez, comedia y terror, cosa que aquí consigue mucho mejor con ese cruce de tópicos navideños con los del cine de acción, y con un humor un  poco bestia que ha había demostrado antes. Este emplea gran parte de los clichés  que se han visto previamente: el espíritu de la navidad, el creer en la magia, e incluso los temas más rancios como la familia ante todo, que se emplean a modo de parodia, pero jugando según las reglas de toda cinta navideña estándar, manteniendo un final feliz. Incluso  se hace una referencia directa a uno de los clásicos por excelencia como es Solo en casa, donde  el guion se inspira abiertamente en las trampas que Kevin Mcallister diseñaba para detener a unos ladrones mucho menos peligrosos que estos. Salvo el guiño, no es este uno de los momentos más divertidos, porque tener que recurrir al tópico del niño demasiado espabilado para su edad no funciona bien y el guion ya contaba con un personaje tan lleno de recursos y carisma como es ese Papá Noel interpretad por  David Harbour. Aquí convertido en un héroe de acción muy de vuelta de todo,  y que recurre a los trucos de la magia navideña de una forma muy poco ortodoxa…además de darle un trasfondo muy curioso: como buena cinta de acción, su protagonista tiene un pasado bélico, en este caso, el mito de san Nicolás  proviene de un guerrero vikingo en el que su protagonista tendrá que convertirse de nuevo para enfrentarse a los malvados, jugando un poco con las tradiciones más allá del personaje tópico de la cultura popular. Una aportación muy divertida y que funciona, porque en un momento dado empecé a preguntarme si no estaríamos viendo lo que pasa con Amleth al final de El hombre del norte (o eso, o que tampoco era buena idea  pasarse todas las vacaciones de navidad viendo películas en el sofá).


Esto supone un cambio de ritmo ante de un desenlace en el que se mete de lleno en el cine de acción más cercano a La jungla de cristal, otra de esas películas consideradas de estación de una forma un poco inesperada. El home invasión y el momento de reflexión dan paso a una pelea contra un grupo de paramilitares, persecuciones en trineo y un duelo final contra el antagonista, apodado voluntariamente  Scrooge y que, de forma  acorde al tono de la cinta, menciona  en todo momento como odia las fiestas y su parafernalia. Una referencia que  no faltará a lo largo del guion, aunque empleada como  parodia muy suave: la familia protagonista no solo ha perdido el espíritu navideño…sino también varios millones de dólares  donados por el gobierno para operaciones encubiertas. El antagonista combina su odio a las fiestas con un grupo de  mercenarios de lo más violento. Y que pese a todo, estos tópicos se emplean, con sus momentos exagerados, su casquería y el humor negro, para acabar haciendo de nuevo una película navideña al uso. Todos vuelven a creer en la navidad,  los padres de la protagonista se reconcilian, Papá Noel continúa repartiendo regalos…salvo pro una docena y media de mercenarios p masacrado s que hacen que esta Noche de  paz sea una alternativa muy curiosa: en el fondo, una pastelada navideña al uso,  para  esos espectadores mayores, un poco de vuelta de todo, quizá con más ganas de ser un poco grinch pero que en el fondo  disfrutan como niños con una cinta tan enloquecida pero capaz de mantener ese punto entrañable.

martes, 9 de enero de 2024

¡15 años tiene mi blog!

 


Aunque siempre empiezo con una entrada celebrando cada año del Barrilete, esta vez es de las que tiene gracia. Ya hace un tiempo me asombraba de haber llegado a los diez años , ahora son nada menos que quince. Que ya no sé si ponerle un vestido  y presentarlo en sociedad, o plantearme mi capacidad de dar la tabarra por vía escrita.

Un año de los que pueden considerarse bastante movido. Una mudanza más, a la que mis gatas responden ya con indiferencia o resignación, y que con una esquina donde les dé el sol, y que la humana siga poniendo croquetas, se dan por satisfechas. Y de enfrentarse de nuevo a la realidad de todo lector: esas cajas que, en cada traslado , aumentan en número y peso. Poco aprendo: dos meses después había encontrado varios Martinez Roca Fantasy  que se vinieron a mi nueva casa, y ya me  preocuparía más adelante de la logística (por si acaso, he empezado a hacer pesas). La vida de los chupatintas no será apasionante, pero algo de mundo se acaba viendo: cambiamos la ría de Bilbao por la invasión de carabelas portuguesas en la costa. Y todavía dirán “qué suerte, ahora tienes playa”.

The Weird Shadow over the Sardinero

De nuevo, este estado pre apocalipsis en el que parecemos estar viviendo desde 2020 (¡ahora con un 80% más de cambio climático! ¡Y aprovechen nuestras ofertas en conflictos bélicos!) ha pasado entre lecturas y cine. Quizá  la más divertida de 2023, aunque no por los motivos correctos, ha sido Michelle recuerda, ese batiburrillo ochentero de psiquiatría, terapias regresivas e histeria compartida que terminaría en la caza de brujas más absurdas de la época reciente. Al menos, eso pensábamos del Satanic Panic hasta que apareció el Pizzagate.

Como reflejo de una época, y al menos más recomendable, sería  la trilogía del puente de William Gibson, mi primera lectura cyberpunk. Algo más reciente sería La marca del cuervo de Ian Mcdonald, una saga grimdark tan ligera como alocada, quizá más accesible para leer rápido que los tomos de Abercrombie, aunque sin llegar a su nivel al tratarse de una obra primeriza.

La fantasía  urbana, por llamarlo de algún modo, vendría con Las fuentes perdidas, de José Antonio Cotrina, todavía más exagerado  si cabe, pero del que me atrevo a decir que  mucho más divertido y menos  ambicioso que el Neverwhere de Neil Gaiman.

La literatura más seria vendría, como me pasa a menudo, de la Primera Guerra Mundial. Tomas el impostor y la historia y desventuras del desconocido soldado Schlump, dos narraciones de países tan opuestos como el tema de ambos. Y la biografía de Limonov, escrita por Carrère, quizá por haberme pasado la mitad del año escuchando a Pablo un Destruktion y preguntarme qué  planes de gobierno tenía que discutir con semejante crápula.




Menos series que el año pasado, salvo continuar alguna,  terminar Gravity Falls,  ver como la segunda temporada de 30 Monedas  se convertía en la partida de La llamada de Cthulhu más salida de madre de la historia y mantener la costumbre de ver alguna película  los sábados por la tarde. Con Marvel definitivamente fuera de mis opciones por agotamiento, ha sido mucho más satisfactorio ver que podía hacerse algo medianamente divertido con la franquicia de Dungeons & Dragons gracias a Honor entre ladrones, aunque lo mejor ha sido volver a esa mezcla de terror físico y humor negrísimo que es Posesión Infernal: el despertar. Un edificio de pisos gigantesco puede ser tan aterrador como cualquier cabaña (aunque eso ya lo sabíamos por Demons 2).

Junji Ito y sus recopilaciones de historias cortas han supuesto gran parte de los comics de 2023, además de recordar de nuevo mis primeros años  de lectora gracias a Mortadelo, o más bien, por la marcha de Ibañez, seguramente una de las pérdidas más sonadas (el otro fue Henry Kissinger. Pero espero que este señor esté en el infierno junto a Margaret Tatcher y algún otro).

Nunca pensé que llegaría a verlo


Es curioso que algunas de las cosas que más  me hayan gustado no haya tenido tiempo de comentarlas. La caída de la casa Usher fue una de las últimas series que pude ver en 2023, además de un curioso mix de relatos de Poe adaptados, con un odio muy marcado, lógico y hasta saludable, a los millonarios. Pero también ha sido el año en que  Tardi ha terminado  Las aventuras de Adéle Blanc-Sec. Casi a trompicones, descartando tramas e ideas según  la realidad  iba dictándole que dibujar sobre pandemias y atentados quizá no fuera lo más adecuado,  la historia de la escritora más borde de la Francia de Entreguerras se cierra con  un comic atropellado, donde  concluye las tramas como puede y en el que, sorprendentemente, esos personajes absurdos dejando de incordiar a Adèle, como ella llevaba pidiendo desde hacía varios tomos, y esta tiene lo más parecido a un final feliz que podemos esperar. Solo espero también que Tardi cumpla y  podamos ver el desenlace de Brindavoine.

Un año más entre lecturas, cambios, incertidumbre, cine, gatos, y todo lo que en mayor o menor medida, nos permite ser felices. Y con suerte, seguir escribiendo   el 9 de enero de 2020. Y, como mi abuela decía siempre: vidiña, la fin del mundo le llega a los que se mueren..


Este es un blog cat-friendly

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