Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 27 de noviembre de 2014

The Babadook (2014). Los monstruos no tienen por qué asustar solo a los niños


Una de las desconcertantes cosas que te puedes encontrar en un armario

Uno de los trailers que más interés ha despertado antes de su estreno ha sido The Babadook. Quizá porque esa historia sobre miedos infantiles y su personificación monstruosa también lo es. O quizá porque en el fondo, a muchos de los que nos gusta el cine de terror, pasamos más de una noche intentando que una colcha nos defendiera de lo que nuestra imaginación fabricaba en cuanto se apagaba la luz. O eso, o la ropa de cama es una protección más fiable que una cota de mithril. Algunos días me inclino a pensar lo segundo.


En The Babadook, unas cuantas colchas también hay. Además de varias noches sin dormir por parte de los protagonistas, y en un principio, sin monstruo que los atormente.  Amelia y su hijo pequeño viven en una destartalada casa que apenas se mantiene con su sueldo de cuidadora en una residencia. El niño, aquejado de terrores nocturnos, apenas le concede una noche de sueño y su carácter, cada vez más histérico y agresivo hacen que acabe siendo expulsado del colegio y que vaya agotando la paciencia de su madre. Su actitud empeora tras la lectura de un cuento ilustrado llamado Mr Babadook, donde describe a una criatura grotesca que intenta entrar en los hogares. Agotada por la privación de sueño, la obsesión de su hijo por el Babadook y su situación económica, Amelia se irá volviendo cada vez más agresiva. Pero teme que esas sombras, demasiado parecidas a las ilustraciones del libro, sean tanto un indicio de estar perdiendo la cabeza como de que en su casa haya un nuevo habitante.





En este tipo de películas es relativamente fácil tirar por un camino u otro: o bien se trata de una monster movie, con la mamá de turno defendiendo al bicho que va destrozándole la casa en la persecución final, o bien intentan que la explicación psicológica y real quede presente. En este caso, han optado por el camino de en medio, y contra lo que suele pasar en este tipo de situaciones, ha funcionado mejor de lo que esperaba. Por un lado, la actitud de los protagonistas es todo un caso clínico, incluso las apariciones del Babadook podrían entenderse de esa forma. Por otro, la trama del monstruo es perfectamente lógica dentro del mundo de los personajes principales. Si la idea era plantear una historia sobrenatural como metáfora de los miedos y trastornos de sus protagonistas, han acertado de pleno, y hay secuencias muy específicas que lo demuestran. La casa cayéndose a pedazos, las secuencias de películas antiguas, sin mucho sentido, incluso el desenlace donde el sótano tiene una presencia bastante importante, cuentan con ese doble sentido. Sorprende encontrar un final positivo en un guión con semejante planteamiento, pero lo cierto es que juega mucho con ciertas convenciones, que mal llevadas acabarían siendo de telefilme, y que en su caso se convierte en una situación muy adecuada para lo que narraban.



Precisamente por eso la primera parte, que podría ser la más difícil de llevar si se quiere ver una película de terror al uso, acaba funcionando. En esta se muestra la vida de la protagonista de forma muy concisa, con secuencias muy breves donde aparecen sus familiares, su trabajo, y especialmente, su vida en la casa con su hijo. Todos estos secundarios están planteados de una forma muy simple, tirando a negativa, y casi grotesca. O son frívolos, o parecen no entender lo que la protagonista está pasando…y en el caso del niño, para darle de comer a parte. Sus hiperactividad, ese carácter demasiado mimado, y sobre todo, sus chillidos y rabietas, hacen que cualquier espectador tenga ganas de que el dichoso monstruo aparezca de una vez y se lo lleve al infierno. Vamos, que simpatía por él, ninguna. Pero precisamente, eso es lo que el guión pretende: ¿Qué el niño es insoportable? ¿Qué la mayor parte de la gente es imbécil? Esto es porque en realidad estos no se presentan de una forma objetiva, sino tal y como los ve su protagonista, alguien que lidia desde hace años con un estrés postraumático que no ha superado. De hecho, según va avanzando la trama, la forma de presentarlos se va volviendo más objetiva, y el niño comienza a mostrar un carácter más tranquilo y lógico que el que se vio en un principio, hasta el punto de acabar sintiendo simpatía por ambos.



En este caso, el trabajo de los actores se ha notado. Essie Davies ha trabajado principalmente en televisión, pero aquí se luce a la hora de mostrar una actitud a punto de caerse de sueño en el sitio, que  al borde de matar a alguien. Aunque el niño es el que se lleva la palma en muchos casos. El aspecto del crío, todo ojos y muy flaquito, es inquietante de por sí, pero consigue mostrar con toda naturalidad las rabietas y actitud insufrible de muchos niños. A menudo me quejo de que los chavales que suelen salir en las películas para hacer gracia al final no hay quien los aguante...pero el cometido de este era precisamente el contrario y lo borda. Aunque también es cierto que queda un poco pillado por los pelos que sea capaz de diseñar todo tipo de tirachinas y miniballestas, que también tienen su cometido en la película, con menos de siete años…¿pero a donde lo han llevado a la guardería? ¿A un centro de FP de mecánica?

Por una vez, el interés que podía generar un trailer y  unas cuantas ilustraciones ha funcionado en The Babadook. Quizá no sea una película de monstruos al uso como se podía esperar, pero ha conseguido combinar el componente fantástico con el psicológico, aún siendo este el más importante en el guión. Y como curiosidad, puede que el libro de ilustraciones del mismo nombre haya sido una invención para la película, pero el ilustrador John Kenn Mortensen ofrece algunas escenas igual de inquietantes. Es increíble lo que da de sí un poco de imaginación y un post it..





lunes, 24 de noviembre de 2014

Sin City. A Dame to Kill for (2014). La secuela que no gustó


¿Y si Sin City, en vez de delincuencia, hubiera tenido más gaticos?

La adapción al cine de Sin City tuvo sus partidarios y sus detractores. Esta primera entrega era muy fiel al cómic original, tanto en fondo como en forma. Consiguió conservar el estilo de serie negra llevada al extremo, con todos sus personajes pasados de vueltas y sus escenarios llevados hasta lo imposible en cuanto a oscuridad y situaciones dramáticas. Pero también lo consiguió con la propia estética del cómic, compuesta practicamente por escenarios en claroscuro y siluetas que apenas se dibujaban con una línea blanca. Ambos tuvieron sus partidarios y sus detractores, y personalmente, viéndole sus defectos y todas las cosas que no me convencían, llegué a disfrutar con ese dramatismo un tanto exagerado que intentaba transmitir en todo momento. Hasta esa costumbre de pintar los cristales de las gafas en un blanco impoluto, y el célebre tío de color amarillo que hace su aparición, me acabaron haciendo gracia, aunque quizá no por los mismos motivos que había pretendido Frank Miller.


A Dame to Kill for llega casi nueve años después, bastante tarde para ser la secuela de una producción que funcionó bien (quizá tuviera algo que ver el descalabro de aquella versión tan rara que hizo de The Spirit), y que, al igual que la anterior, se compone de las distintas historias que viven los habitantes de los bajos fondos de Sin City. Una ciudad con un apodo adecuado, donde existen barrios enteramente dominados por la mafia, donde las prostitutas se agrupan en bandas para defenderse y donde las fuerzas de la ley son inexistentes, porque incluso sus políticos, encabezados por el Senador Roark, son incluso peores que los criminales…O lo mismo este también hizo la carrera en la misma facultad que los españoles, a saber. Sus personajes están tan al margen como la propia ciudad: detectives de medio pelo, strippers, jugadores y matones acabarán cruzando sus caminos en busca de venganza o de resolver un asunto pendiente. 



Se trata de una película que, o bien te acostumbras a su estética y la disfrutas por completo, o poco más se puede hacer. El escenario de Sin City sigue lleno de sombras, de callejones similares a los del cine negro, pero magnificados a la hora de mostrar su peor cara, y de mansiones que no desmerecerían en alguna película de los años cuarenta. El blanco y negro se va alternando de forma aleatoria con escenas, o incluso personajes solamente, que aparecen retratados en color, haciendo que los escenarios sean todavía más irreales. En realidad es parte de su gracia, al igual que los propios protagonistas. Porque el reparto también es de primera categoría y estos están al nivel que se necesita. Que no es precisamente una actuación creíble, sino un registro un tanto excesivo, y a veces sobreactuado, que también es el más adecuado al tipo de personaje que interpretan. Quizá el de Jessica Alba no de mucho de sí porque también es el más simple, aunque Josh Brolin y Joseph Gordon Levitt cumplen perfectamente. Y Mickey Rourke casi tiene mejor aspecto con la caracterización de Marv, el matón, que con el suyo normal.


Una femme fatale, un profundo y unas gafas con brilli-brilli 

En este caso, quien más sobresale es Eva Greene y su encarnación de mujer fatal. También es a quien se le dio más presencia en casi todas las fotos promocionales, pero su forma de llevar determinados papeles un poco difíciles de creer, como pudo ser Artemisia en 300, El origen de un imperio, es el más adecuado para su personaje. Además de ser el segmento más largo de la película, consigue darle vida a alguien tan imposible como una mujer con tal capacidad de hacer perder a los hombres, que casi entraría en el terreno fantástico.



Pero el mayor problema es que precisamente estos personajes, y sus propias historias, están demasiado pasados de vueltas. Sin City era una película muy excesiva, con determinadas situaciones que no tenían sentido. Pero conseguía mantener un equilibrio haciendo que esa ciudad llena de delincuentes y asesinos mantuviera un punto de credibilidad. Esta segunda parte entra de lleno en el terreno del sinsentido: las habilidades de algunos personajes parecen poderes de superhéroes, estos actúan de una forma tan absurda que solo se puede esperar a ver cual es la próxima burrada que aparece…y al final, cualquier posibilidad de mantener equilibrio se acaba perdiendo entre personajes con frases tremebundas, disparos porque sí y tramas que se van resolviendo sobre la marcha, o directamente, poniendo delante de los protagonistas lo que les haga falta al momento ¿Qué van a entrar a saco en la casa de un político corrupto? Qué coincidencia, justo se encuentran con una banda de moteros armados hasta los dientes ¿Qué no sabemos qué hacer con un secundario? Hm…vamos a hacer que se pegue un tiro presa de la locura. Quedará muy bien.

Quizá por llegar tarde, o quizá por contar con unos defectos demasiado evidentes, A Dame to Kill for fue uno de los fracasos este año. También es un poco difícil prever a veces lo que va a funcionar y lo que no, especialmente cuando es un tipo de película que se sale de las producciones habituales..pero también es cierto que en esta parecía que al guión se había perdido entre varias docenas de frases pretendidamente dramáticas y voces en off.


jueves, 20 de noviembre de 2014

Lecturas de la semana. De aventuras va el tema


Esta vez cambiamos de tercio. Después de unas cuatro semanas dedicando entradas a libros sobre fantasmas, primigenios, investigadores de lo paranormal e incluso a cómo sobrevivir a todos ellos, vuelvo al género de aventuras. Algo que no es muy habitual, excepto cuando se trata de los dos protagonistas de series literarias muy largas, y muy conocidas en Francia y Bélgica.



 Henri Vernes. La griffe de feu. Bob Morane, el ingeniero y antiguo piloto de combate creado por Vernes, ha recorrido medio mundo en solo cuatro aventuras…¡Y lo que le falta! En este caso, el propietario de una concesión minera en África pide su ayuda ante los presuntos sabotajes que su empresa está sufriendo, y que por la proximidad a un volcán, pueden provocar una catástrofe en un pequeño país africano. El héroe deberá utilizar todos sus conocimientos para poder salvar a sus habitantes de una inminente erupción, y a su vez, descubrir quien es el responsable de los sabotajes.
El estilo de Morane es el de las aventuras más clásicas, al menos en los primeros tomos: algunos lugares y situaciones todavía son deudores de la entonces reciente II Guerra Mundial, pero gran parte de los escenarios son tan exóticos, atractivos y relativamente cercanos para sus lectores como selvas perdidas, barcos hundidos en el Mediterráneo, o un país todavía poblado por tribus sin contacto con la civilización. Posteriormente vendría La Sombra Amarilla, el que sería su archienemigo, pero para este todavía quedan unos tomos, por lo que, en la mayoría de los casos, y el de la Griffe de feu también, sus antagonistas son personajes a los que su codicia les convierte directamente en villanos.

En este caso, se nota demasiado la época en la que fue escrito, donde la explotación de determinados recursos naturales se plantea como algo habitual, y donde no faltan los “buenos salvajes” que suelen aparecer en casi todas sus aventuras. Morane también suele ser un héroe de miles de recursos, pero esta vez se lleva al extremo: lo mismo sabe de vulcanología, que de química, que de ingeniería de caminos…¡es increíble lo que da de sí su presentación como “ingeniero”! (aunque sospecho que a día de hoy, incluso tendría problemas para encontrar trabajo en cualquier empresa de Alemania). 

Quizá por el tema y la ambientación ha sido el que menos me ha entretenido de los que he leído, porque esperaba algo más en la línea anterior. Aunque el anexo que incluyen al final, como en cada libro, explicando a la chavalada unos cuantos conceptos de vulcanología, me sigue pareciendo entretenido y entrañable. Y es que en esta edición se tomaban mucho en serio lo de instruir deleitando. 


Jean Ray. Le monstre blanc. Otro de mis favoritos, si no el que más. El detective creado por Ray, quien presumía que entre vaso y vaso de ginebra, era capaz de escribir una aventura por noche (en más de una vez me he preguntado si el alcohol tendría algo que ver con alguna de las descacharrantes situaciones que incluye), empieza sus aventuras visitando el manicomio de Bedlam. Allí, entre locos que se creen Napoleón, se encuentra un hombre que asegura haber visitado el infierno donde todavía permanecen varias personas desaparecidas recientemente. La pista del demente se mezcla con la desaparición de un conocido explorador, unas notas acerca de la existencia de una feroz criatura de pelo blanco, y una veta de oro en los subterráneos de Londres.

Y todo esto, así, sin anestesia ni nada. Porque con un argumento así queda claro que lo que sucede, no va a tener mucha lógica ¿Por qué va un detective a una convención de psiquiatras en un manicomio? Por el mismo motivo por el que una historia sobre exploradores y monstruos subterráneos se mete de por medio: porque sus historias no siguen la norma habitual de detectives. Lo mismo empieza perdido en un pueblecito inglés, que descubre a los últimos seguidores de un dios sumerio. Le monstre blanc no es una excepción, y cada elemento, más enloquecido que el anterior, va apareciendo de la misma forma un poco aleatoria y estrafalaria. Tanto, que al igual que otros personajes de principios de siglo, como Rocambole o Fantômas, o se ama o se odia. Y en el último caso es muchísimo más sencillo ver los defectos de la narración. Pero lo cierto es que en muchas ocasiones estos elementos se han planteado desde un punto de vista humorístico.  De un humor que se adelantó varias décadas al término autorreferencial, y del que años después serían deudor, entre otros, las aventuras de AdèleBlanc-Sec.

lunes, 17 de noviembre de 2014

VHS Viral (2014). Entre video y vídeo, alguno bueno


La franquicia de V/H/S ha funcionado inesperadamente bien: historias muy breves, a menudo con poco sentido y menos personajes, y un planteamiento y estética muy deudor de las leyendas urbanas y el creepypasta. Quizá también ayude que esto implique un presupuesto y realización muy poco costoso, pero el caso es que el convertirse en trilogía demuestra que este sistema sigue dando resultado.



Esta vez han sustituído el número por el título de V/H/S Viral, haciendo referencia a determinados vídeos que se hacen conocidos a través de las redes sociales. La idea sobre un vídeo muy amateur, extraño y a veces absurdo, queda bastante bien con la idea general de estas antologías de relatos, y de hecho el segmento que sirve de hilo conductor a estos está basado directamente en esta idea de sucesos “virales”.





Las películas anteriores se caracterizaban por tener una calidad irregular: algunas partes resultaban redondas y adecuadas a este formato. Otras eran más flojas y alguna, directamente, una tomadura de pelo. La segunda parte, aún con un par de segmentos que andaban entre lo absurdo y lo infumable, era bastante mejor y parecía que había encontrado un equilibrio adecuado. Ahora, manteniendo el mismo formato, la calidad se ha quedado un poco estancada, y el resultado es demasiado parecido a los dos anteriores. O eso, o quizá este formato sucio y un tanto desordenado puede tener tirón solo un par de veces.



Hasta el momento, las tres películas se caracterizan también por contar con una historia arco, que va completamente a su aire, y dos o tres que se van presentando a continuación. La de esta entrega es hasta la fecha la más aleatoria y alejada de cualquier intención de servir de hilo conductor. Simplemente es una explotación del concepto de “video viral”, donde el personaje principal (es un decir), sigue cámara en mano una persecución policial junto a varios chavales que al igual que él, intentan conseguir un vídeo increíble que subir a la red. Cualquier esfuerzo por explicar la sucesión de relatos, que anteriormente se hacía a través de cintas que estos personajes encontraban en algún sitio determinado, desaparece. Simplemente las historias van pasando entre los ratos en los que se ve cómo un montón de gente corre detrás de una furgoneta como pollos sin cabeza. Se nota demasiado la falta de esfuerzo a la hora de darle una intención clara: solo consiste en ofrecer el shock por el shock, con accidentes de tráfico gráficos y personajes que acaban gritando y moqueando mucho por un motivo igual de pillado por los pelos que el punto de partida.



Los dos primeros relatos, en cambio, son de lo que mejor mantiene el nivel de la película: olvidándose un poco de los mareos de la cámara, y especialmente, el de las interferencias y las pantallas rotas (cosa que les encanta), recurren a otros formatos como el del reportaje documental, o una grabación un tanto científica para plantear situaciones más interesantes. La primera, una vuelta de tuerca muy divertida al tema de la magia y los objetos malditos, con un planteamiento muy de película de serie B que la convertía en una narración simple, pero muy divertida, y a lo mejor un poco lastrada por el propio formato y requisitos de la cinta. El mejor corto viene de mano de Nacho Vigalondo, donde se marca una historieta llena de humor negro, experimentos científicos, dimensiones paralelas, satanismo…y zeppelines. Con tanta aglomeración de todo, parecía difícil que el conjunto fuera tan redondo, pero precisamente por ir presentando cada elemento de una forma tan casual y progresiva, hasta sacarle todas las ventajas posibles a las oportunidades, e incluso limitaciones, que supone el presentar un guión así en un espacio de tiempo tan limitado.


Atención a los skaters repartiendo candela al fondo

En otros casos, el truco de recurrir a poner cualquier cosa e intentar salvarlo con todo eso de “eh, es una historia de terror breve, no tiene por qué tener sentido”, les sale lo peor que podía pasar. El segmento con personajes hostiables y sin lógica aparente es habitual en esta franquicia, y esta vez, el componente absurdo lo elevan al máximo. Todo empieza a pasar porque sí. Y por eso un grupo de skaters se va a Mexico a buscar una pista donde poder grabar un vídeo. Y a partir de ahí, el que se les aparezcan un grupo de zombies sectarios, que invoquen a un monstruo de una alcantarilla, y que los personajes acaben a hostia limpia a base de monopatín, es todo en uno. Quizá la intención era ofrecer algo que fuera por el humor surrealista o donde no se cortaran a la hora de ofrecer excesos, pero el resultado es bastante pobre…aunque quizá debería reconocerle, que si la intención era darle un planteamiento más de pesadilla, y no de narración lineal, si que lo han conseguido.


Después de tres películas, V/H/S mantiene un interés variable gracias a la distinta calidad que ofrece cada corto. Y que en muchos de los casos es bastante desigual. Pero si llega a recopilarse una cuarta entrega, no estaría mal que intentaran variar a mejor los guiones de algunos de los segmentos centrales. Porque si vuelvo a encontrarme con un montón de secuencias borrosas y que suceden porque sí entre vídeo y vídeo, no va a sorprenderme gran cosa. 

jueves, 13 de noviembre de 2014

Lecturas de la semana. Con unos cuantos aparecidos.


Con esto de haberlos terminado un poco más tarde de lo que pensaba, la primera semana de noviembre también la he pasado con historias de fantasmas…por decirlo de algún modo. Porque en el primer caso, más que historias serían casos verídicos, según dicen sus autores, y en el segundo, el clásico de noviembre que me faltaba por leer.


Gerald Brittle. The Demonologist: The Extraordinary Career of Ed and Lorraine Warren. A los Warren los volvió a conocer el público a lo grande a partir del año pasado, gracias a The Conjuring, donde se adaptaba uno de sus casos más conocidos. Pero lo cierto es que décadas antes ellos tenían su renombre, sus apariciones en televisión, e incluso una media docena de libros donde relataban sus investigaciones, y especialmente, su visión de lo sobrenatural. Porque lejos del enfoque científico, e incluso de la parapsicología, ellos creían firmemente en la existencia de demonios que podían poseer objetos e incluso atormentar a los habitantes de una casa.

The Demonologist recoge a grandes rasgos parte de la biografía del matrimonio Warren, aunque en detalles muy puntuales, como su matrimonio y sus primeros años antes de dedicarse a la investigación paranormal a tiempo completo. El resto corresponde, además de pequeñas anécdotas sobre determinadas situaciones, a sus casos más importantes: aquí figuran algunos de sus casos más conocidos, como el de Amityville o Annabelle, y otros menores que al igual que los anteriores, suelen pasar por apariciones espectrales y embrujos bastante violentos…bueno, bastante no. Porque como te pille un fantasma o demonio de estos que se encuentran los Warren, te destroza el inmueble.
Lo cierto es que el libro es muy complaciente con sus principales personajes. Al  igual que en The Conjuring, estos siempre se presentan como nobles, desinteresados, sin mácula, profundamente creyentes y respetuosos, pero a la vez un poco desconfiados de otras explicaciones racionales, que son demasiado científicas y descreídas. Pero teniendo en cuenta que ha sido escrito en colaboración con ellos, era de esperar que no fuera nada crítico ni objetivo.

En realidad es una de esas cosas que se lee una vez que se conoce a los Warren, cuando se tiene simpatía por su particular forma de actuar y esos casos suyos donde se encuentran con todo tipo de demonios y fenómenos paranormales, porque se sabe que va a ser una lectura que al menos, va a ser entretenida. Los capítulos dedicados a sus casos famosos son conocidos hasta la saciedad, y en el de Annabelle es tal cual lo que sale en el prólogo de The Conjuring. Pero lo que no me esperaba es que fuera una lectura tan amena y sobre todo, tan correcta. Había leído hace algún tiempo otro volumen suyo, Graveyard, pero exceptuando los momentos de comedia involuntaria y las historietas de segunda y tercera mano que contaban los testigos, era muy flojo. Este, en cambio, cuenta con un recopilador bastante más eficiente. Y para cualquiera que quiera saber algo más de estos dos investigadores, sabiendo muy bien de qué palo va el libro, claro, es de lo más recomendable. 


José Zorrilla. Don Juan Tenorio. Lo prometido es deuda. Hace semana y media me planteaba que el Tenorio era una obra que tenía pendiente. Llegó el 1 de noviembre y pensé “¿y por qué no, si ya me ronda en la cabeza?”
La obra de Zorrilla recoge de nuevo al personaje de Don Juan, unos siglos después de la versión de Tirso de Molina. Es un drama romántico sobre conquista y redención, donde el personaje de Don Juan gana la vida eterna gracias al sacrificio llevado a cabo por el alma de Doña Inés…bueno, poco más hay que decir porque, o bien se ve la obra en algún momento dado, o se acaba leyendo, o incluso es parte del conjunto de lecturas obligatorias en algún plan educativo.

Sin duda la segunda parte, donde el aspecto sobrenatural es el más evidente, es la más interesante (o la que más le picará el gusanillo a los estudiantes aburridos). Las escenas del cementerio, la cena del “convidado de piedra”, y la escena final, con la referencia a las sombras que rodean al personaje, también son las que hacen evidente el enfoque romántico de la obra. Además, aún estando en verso, es una lectura relativamente sencilla, como puede serla El estudiante de Salamanca, y lejos de piezas de teatro que sí pueden hacerse más cuesta arriba.

La principal dificultad viene más bien de estar acostumbrada a la narrativa, porque acabé echando de menos en no verla representada, o al menos, disfrutar de la versión de Estudio Uno, que haberla tenido como lectura. Además, puedo asegurar que, si en lugar de impresa, se lee en versión digital, una maquetación correcta es mucho más importante que en una novela, porque lo contrario puede hacer la lectura bastante confusa.

Y de postre, un vídeo...de teatro. La versión de Estudio Uno que mencionaba antes: 




lunes, 10 de noviembre de 2014

Doctor Who y la llegada de Peter Capaldi



Este sábado terminó la octava temporada de Doctor Who. Octava si contamos la serie desde su vuelta en 2005, claro. Y esta vez es cuando han planteado la mayor cantidad de cambios en la serie: no solo un nuevo doctor, sino una situación completamente nueva donde las claves anteriores, como las Guerras del Tiempo y la desaparición de Gallifrey, su planeta, habían sido resueltas. Por no decir de todo lo relativo a Amy Pond y River Song. En principio, se trata de un doctor renovado que no arrastraría la carga de los conflictos que lo definieron hasta el especial del año anterior…Pero eso no quiere decir que el doctor número Doce vaya a ser un tipo simpático.



El mayor cambio que ha dado la serie, al menos en estas ocho temporadas, es tanto el actor como el carácter de su personaje. Peter Capaldi ha sido el más mayor en interpretarlo desde el 2005, lo que para algunos podía resultar chocante. Igual hay por ahí alguna fangirl despistada quejándose de la decisión, pero este no ha sido ni de lejos el más mayor, teniendo en cuenta a los once anteriores. Y ha sido una buena opción el recordarnos que el Doctor puede ser cualquiera, en cualquier momento, y más teniendo en cuenta que en los últimos años, el incluir algo de flirteo entre el protagonista y sus acompañantes empezaba a ser la norma.

El cambio de generación no ha sido lo único que ha aportado Capaldi. Porque su Doctor es el más abrupto que se ha visto en años. Todavía conserva a veces la actitud un poco marciana de Matt Smith, pero su carácter seco y poco amable recuerda mucho al que William Hartnell presentó en los años sesenta. Eccleston había sido un poco cortante, pero solo a veces. David Tennant fue entrañable de principio a fin y Matt Smith acabó consiguiendo el punto entre su actitud un poco estrafalaria y una ternura bastante auténtica tanto con sus seres queridos como con la humanidad en general. Capaldi, en cambio, recuerda más a un viejo excéntrico, gruñón, y especialista en levantamiento de cejas, cosa que hace durante doce episodios a base de mantener el ceño fruncido en distintas medidas. También se le ha visto ser aparentemente indiferente con lo que pudiera pasarle a la humanidad, desagradable con quienes estuvieran en peligro, y bastante ácido con Clara, su acompañante, con quien acaba construyendo una rutina de respuestas ingeniosas a lo largo de la temporada. Por el momento, ha conseguido que este cambio me pareciera desconcertante: iban ya siete años de unos Doctores con una actitud similar, y aunque tenía muchas ganas de ver al nuevo, este en los primeros episodios me parecía bastante chocante hasta que conseguí acostumbrarme. Pero a partir de situaciones como sus cómicas discusiones con Robin Hood, o el plantear a la humanidad el dilema de destruir o no la Luna, acabó gustándome este giro, en el que si el Doctor salva la humanidad no quiere decir que esta le caiga especialmente bien.



La parte más floja se la ha quedado su acompañante, Clara Oswald. En los últimos años parecía la norma que, además de incluir tensión entre el doctor y amigas, estas tuvieran un secreto clave para cada temporada, y una salida de la serie dramática. Clara fue la que más pagó el pato, porque desde que terminó la trama de la Chica Imposible con la que ayudó a Matt Smith en el especial del 50 aniversario, no quedaba muy claro qué podía hacer. En principio, viajar con el Doctor, viajar con los codos, y tener un par de habilidades aleatorias cada vez que hace falta algo específico. La intención parecía ser plantear que su trabajo como maestra la convertía en una buena psicóloga, y que su habilidad de mentir bien podía salvarla en más de una ocasión, pero esto solo funciona a veces y ahora la Chica imposible se ha quedado en una acompañante bastante estándar: mona, ingeniosa y no va a ser un lastre para el Doctor. Además, lo de ir entremezclando su vida personal con los viajes del doctor tampoco ha funcionado: la aparición de su clase en uno de los episodios constituye uno de los más flojos de la temporada, y demuestra que por algún motivo, los críos no terminan de funcionar en esta serie.

Al menos esta vez ha conseguido librarse de parte del gafe de las anteriores: la salida dramática por siempre jamás. El incluirle una pareja acabó resultando un acierto, tanto por los piques con el Doctor como el incluir una constante para la temporada, que ha sido las referencias a los soldados y a los ejércitos. Además, la despedida final de Clara demuestra que una acompañante no tiene que acabar perdida en una dimensión, ni quedarse sin memoria, para no volver a ver al Doctor jamás. Solo basta una frase que no se pronuncia y un Doctor que, además de ser menos amable que antes, cuenta con una nueva esperanza de encontrar su planeta.



Para el final de temporada han optado por una solución clásica, en este caso, recurrir a enemigos de los de toda la vida. Lo cierto es que tras los finales anteriores era muy difícil rizar el rizo, y ahora no me esperaba volver a ver a The Master o a los Cybermen sembrando el pánico por el mundo. Ni a UNIT, que desde hace un par de años vuelve a ser la organización secreta oficial que conoce al doctor. Una suerte, la verdad. Porque menos en la miniserie de Children of Earth, me parecía que nunca supieron muy bien qué hacer con Torchwood. Comparado con los anteriores, es cierto que se queda un poco en un final de temporada bastante básico, aunque con buenos momentos como las secuencias en el cementerio y los Cybermen un tanto zombies (Steve Moffat es especialista en hacer que el Doctor Who de miedo, y lo demuestra en cuanto puede). Pero en realidad lo más llamativo de este es, tanto la despedida entre el Doctor y Clara como el desenlace, que de no ser por el adelanto de cara al especial de Navidad, perfectamente podría ser un cierre definitivo para la serie.


La octava temporada ha sido un cambio de principio a fin. A lo largo de los doce episodios hubo que amoldarse a un nuevo doctor, irse planteando que Clara tenía que irse sí o sí, y abriendo un nuevo camino de cara a la siguiente, que, pese a ese final un tanto desengañado, sí va a rodarse. Y por lo pronto, me he divertido con ellos como no me había imaginado (bueno, el final me dio algo de bajón). Tanto por las ganas de ver cómo continuará, como por esos primeros episodios en los que me costaba acostumbrarme a Capaldi. Porque parte de la gracia de Doctor Who consistía en el ciclo de irse adaptando a cada nuevo personaje. 

jueves, 6 de noviembre de 2014

Extraños eones. Los Mitos de Cthulhu vistos desde un cementerio.


La literatura hecha en España  no es ajena a los pastiches lovecraftianos. Desde el enfrentamiento entre Sherlock y los primigenios, gracias a Rodolfo Martinez, hasta otras más posmodernas (y bastante fallidas) como El club Lovecraft de Antonio Lázaro. Casi todas ellas cuentan con un elemento en común: la capacidad de los humanos puede, en un momento dado, enfrentarse a unas criaturas que no tienen ningún sentido. Pero, ¿y si esta vez no hubiera investigadores que valga, y todo el mundo fuese ajeno a los intentos de estos por acabar con la tierra? ¿Y si el mundo fuera ya un lugar bastante malo sin tener que ver por ahí bichos con tentáculos?



El escritor Emilio Bueso decidió dar una nueva visión a los Mitos de Cthulhu con su novela. Solo toma como elemento común Egipto, un lugar que muchos aventureros de otros libros visitaron en algún momento dado. Pero el Egipto moderno, donde los planes de desarrollo urbanístico y las políticas de bienestar social se saltan a la torera, y donde un mausoleo abandonado es un lugar tan bueno como cualquier otro para tener un domicilio. Es ahí donde viven los protagonistas: una banda de niños sin hogar, de otros tantos miles que recorren las calles del Cairo viviendo del robo y de la mendicidad, y que no cuentan más que con la comida que pueden conseguir durante el día y el pegamento con el que se colocan durante la noche. Es una de esas noches cuando ven algo que en principio, atribuyen a haber inhalado demasiada cola de carpintero: un mercedes sin motor se aproxima a uno de los mausoleos más antiguos. En él entran un orondo sacerdote negro y dos figuras aparentemente normales…excepto por las trompas que se enroscan en su boca. A partir de entonces, empiezan a pasar cosas raras en el Cairo. Cientos de niños desaparecen de sus calles, como hipnotizados por el sonido de una flauta. Pero la policía no va a preocuparse por unos problemas de menos. Mientras, en España, un hombre descubre que todo lo que ha quedado en herencia de su abuelo es el título de propiedad de un mausoleo en Egipto.

Las ideas principales de esta novela quedan muy claras desde un principio. Primero, la intención de plantear un relato lovecraftiano desde un punto de vista distinto y desde una perspectiva moderna. Pero moderna, en su versión más negra: el Egipto de los faraones se plantea como un decorado para los turistas, que no interesa en absoluto. La verdadera acción se encuentra en el corazón de la ciudad, ese que apenas se conoce por los documentales y que implica una realidad mucho más cruda. De hecho, los protagonistas no llegan a hacer más cosas que seguir con su vida, deambular de un lado a otro, chocarse por puro azar con lo sobrenatural, y darse cuenta de que algo malo está pasando cuando esto les afecta de cerca. En este caso, que varios de sus amigos comiencen a desaparecer. Gran parte de la novela se dedica más bien a describir la crudeza de la vida de estos personajes: Benipé, el cabeza de familia involuntario, y ahora aterrado por su próxima paternidad. Tata, su novia embarazada, y con ellos, un niño que sobrevive prostituyéndose en una casa de baños y el más pequeño, un niño copto perdido cuyos padres no pudieron encontrar. Lo sobrenatural en la mayoría de los casos está muy poco presente, solo en determinadas situaciones donde sí se hace referencia a todas las ideas sobre física extraña que en su día planteó H. P. L. No es hasta el final cuando se hacen más presentes, y estas, de una forma tan cruda como la vida de los protagonistas, y muy extraña.

La otra intención, y que quizá es la que más falla, es la de oponerse completamente a los estereotipos propios del género, que son los investigadores. Y especialmente, a los típicos personajes que, tras heredar papeles varios, acaban luchando aguerridamente contra la amenaza primigenia de turno. En este caso, salen, pero su aparición es tan anecdótica y condenada a sufrir una muerte rápida que se nota enseguida que esta se debe más al humor negro que al avance de la trama. En un principio llegan a funcionar, aunque estos personajes son tan pateables que la parodia dura muy poco y pasan a ser unos secundarios irritantes. La sensación de impotencia y desesperación que deberían haber transmitido no es demasiado amplia.

En cambio, funciona mucho mejor su recreación de los Mitos. Planteados de una forma caótica, ajena a los asuntos humanos, y a la vez con una maldad muy distinta a la que puede verse en la vida cotidiana de los protagonistas. Si en este caso no hay investigadores que valgan, tal y como se han caracterizado, lo único que les ha impedido hacer nada es azar en cualquiera de las actuaciones que llevan a cabo.

Como variación del tema lovecraftiano, Extraños eones ha sido un intento bastante acertado. Es mucho más inquietante y desolador que cualquier pastiche que leí en los últimos años, y su brevedad hace que escape de cualquier tipo de relleno y se centre lo justo en cada uno de los aspectos. Aunque, en algunos casos, la trama realista y cierta intención documental absorbe demasiada atención: tras páginas y páginas describiendo la vida cotidiana de los niños sin techo, llega un punto, hacia la mitad del libro, en que podría haberse sustituido la amenaza de los primigenios por cualquier otra más mundana, y que ese Nyarlatothep encarnado en sacerdote, como en tantas otras novelas, ha llegado ahí de casualidad. 

lunes, 3 de noviembre de 2014

Lecturas de la semana. Como sobrevivir a una guía de supervivencia


Aunque no lo mencionara expresamente, parte del mes de octubre lo pasé leyendo novelas de terror variadas. Es algo que suelo hacer todos los años, porque al margen de la importación o no de cierta fiesta, es un género que me encanta y aquí lo mismo hacemos el 31 de octubre una maratón de películas de terror, que merendamos huesos de santo el 1 de noviembre. Lo de ver la función del Tenorio es algo que todavía tengo pendiente...


Y esta última semana de octubre he dado con un par de libros, escritos a la manera de guías prácticas para sobrevivir en situaciones complicadas, que me han hecho bastante gracia. Y como desde el libro de Max Brooks no había vuelto a leer otras del estilo, acabaron por llamarme la atención. Espero, en todo caso, no necesitar ninguno de los consejos que incluyen, porque entonces voy fastidiada…


Joseph McCullough. Zombies: A Hunter´s Guide. Si en la Guía de Supervivencia zombie daban todos los consejos de seguridad necesarios para salir con vida de una epidemia de no muertos, este librito, mucho más corto, va un paso más allá: contiene toda una clasificación sobre los muertos vivientes que un cazador de zombies puede encontrarse en su trabajo.  

En realidad, poco se parece a una guía de supervivencia, y más a un texto escrito pensando en su público: la recopilación incluye desde los zombies vudú  hasta los radiactivos, pasando por los revenants, así como su sistema estándar de eliminación, todo muy profesional, ello No tiene ni la más mínima intención de parecer algo verídico, ni falta que le hace, porque en realidad, solo quiere ser una recopilación de todos los zombies que los lectores hemos visto en cine, comics y hasta en partidas de Dungeons and Dragons. Compararlo para mal con el libro de Brooks sería una tontería porque no tienen nada que ver entre ambos, y reconozco que, con esto de explayarse en los zombies, me ha resultado la mar de divertido. Exceptuando el obligatorio capítulo destinado a las armas y al galimatías militar, del que poco suelo enterarme entre tantas letras y números para identificar pistolas más o menos gordas.
Lo más sorprendente es que el libro ha sido publicado por Osprey, una editorial especializada en historia militar (y que a mí me sonaba por los fascículos). Esto de los zombies no es una rareza, porque tienen una colección destinada a temas fantásticos, sean cazadores de zombies, de vampiros o soldados  steampunk de todo el mundo. 


Seth Grahame Smith. How to survive a Horror Movie. All the Skills to dodge the Kills. Antes de dedicarse más al cine, y de hacerse famoso con todo eso de Jane Austen y los zombies, Smith había sacado también un librito donde parodiaba los clichés del cine de terror, recurriendo a la estructura de guía práctica. Esta recorre casi todos los escenarios del género, desglosando de forma amplia lo que uno se puede encontrar dentro del campo de los asesinos en serie, los no muertos, las casas encantadas y sus embrujados objetos, y todo lo relacionado con las posesiones y los cultos satánicos.
La guía está planteada para romper a menudo la cuarta pared, o lo que es lo mismo, dirigirse al lector como si realmente fuera el protagonista de una película de terror, y explicándole qué recursos cuenta para poder salir con vida. Estos van desde los más tópicos, como no acercarse a una casa embrujada, o salir por piernas al menor signo de peligro, a otros mucho más originales y referenciales, como el irse a un sitio amplio y transitado, porque el presupuesto limitado de la película hará que esta no pueda seguir a sus protagonistas a donde los costes se disparen. Sin duda estos últimos son los chistes más conseguidos con los que cuenta, porque todo esto de hacer referencia a los aspectos de producción y a las limitaciones de encontrarse dentro de una obra de ficción me ha recordado mucho a los libros de Jasper Fforde y al departamento de Jurisficción de Thursday Next.

En cuanto al contenido, no hay mucha más originalidad: el material con el que trabaja, es bastante limitado y a veces parece que para este hombre no había más allá de los años noventa, o como mucho, de un par de franquicias cutres de los ochenta: sé que la principal intención es parodiar las limitaciones de muchas series Z, o de producciones poco originales, pero esto hace que se acabe quedando con bastante de lo peor de esos años: que si las casas embrujadas a cada cual más genérica, que si los niños del maíz, y de postre, menciones a corrientes más nuevas como el cine de terror japonés, donde el tío no sabe muy bien de qué hablar y se pone a hacer chistes de Godzilla, o a intentar convencer de que Serpientes en el avión tenía gracia. Y el slasher, claro. Porque el capítulo más extenso está dedicado al mundo de los asesinos de adolescentes y sus circunstancias, y ahí es donde saca todos los tópicos perpetuados por Viernes 13, y recientemente, por Scream o Sé lo que hicisteis el último verano. No solo es el subgénero que más me aburre sino que es tan tópico que hay que ser muy bueno para que algo escrito sobre él tenga gracia. Y Grahame Smith no lo es tanto. Por lo que su guía se queda en un libro más o menos entretenido, pero no parece aportar nada más que unas cuantas obviedades graciosas junto a un par de menciones muy breves a otras películas algo menos tópicas. En toda la serie B hay muchísimas producciones más interesantes a las que podría sacársele punta, pero parece que esta Guía a optado por la supervivencia en los entornos más repetitivos.  

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