Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 28 de marzo de 2013

Walking Dead, 3ª Temporada: dándolo todo y más.



Estamos en Semana Santa, ese tiempo de reflexión, procesiones, salir de puente (los que puedan) y de zombies. Bueno, esto último seguramente no, pero desde que en la tele ya no echan películas bíblicas como hacían hace años, cosa que también extraño porque las históricas de Charlton Heston molaban un montón, podemos ver lo que queramos. Además, Walking dead está a punto de terminar su tercera temporada y a la única serie de zombies de la tele le corresponde una entrada.



A estas alturas, Walking dead se ha separado por completo de los comics que la inspiraron, por lo que es preferible hablar de ella como una serie original y no comparar sus parecidos y diferencias con los guiones de Robert Kirkman. Pero como los comics también los estoy leyendo, y además la trama de esta temporada corresponde a la más larga de su versión en papel, y para mí, la más cansina, no puedo evitar compararlos, y concluir que la serie ha salido ganando.


La temporada anterior terminó deshaciéndose del que sería un personaje principal en los comics, Dale, para ser sustituído por Hershel, el dueño de la granja, y su familia, que ahora acompañan al grupo de Atlanta buscando un refugio. Andrea se ha perdido también por el camino, y se ha encontrado con una figura de la que se sabrá más un poco después. La tercera comienza saltándose uno de los arcos anteriores de los comics, que fue el viaje de los protagonistas durante el invierno, para hacerlos aparecer directamente en los primeros días de primavera, bastante desnutridos y buscando comida por donde pueden. Ha sido una buena elipsis, porque se aprecian mucho los cambios de carácter de los personajes, especialmente el de Carol, que ha pasado de ser la timorata que se pasó la segunda temporada buscando a su hija (QEPD) a alguien mucho más sereno y que tiene la relación más cercana de todo el grupo con Daryl Dixon.

 

Estos son más difíciles de matar pero dan vida y munición

La trama del gobernador y de la carcel me pareció la más cansada, y un tanto absurda, en todos los comics, y si no fuera porque cada número salía muy espaciado, habría pasado ampliamente del tema. Con todos los personajes que llegan a ese nuevo refugio, más los presidiaros que encuentran, saltan todo tipo de tensiones y tienden a comportarse de una forma bastante desquiciada: suicidios pactados, desequilibrios mentales, infidelidades, asesinos en serie….¡¡Socorro!! …su versión en la tv consiste en hacer desaparecer a los residentes de la cárcel rapidamente, que los personajes estén lo suficientemente entretenidos limpiando de zombies la cárcel (perdón, caminantes) o pendientes del futuro parto de Lori como para andarse complicando la vida.


Llegamos así al gobernador, el encantador líder de Woodbury, el pueblo al que Andrea y su nueva compañera Michonne llegan de una forma un tanto atropellada (ella con una gripe, y de paso, encontrándose al mayor de los hermanos Dixon). Parece un pueblito como cualquier otro, que ha conseguido mantenerse a salvo de los caminantes y cuyo líder, que se hace llamar Gobernador como título o como apodo, parece tenerlo todo bien organizado. El tipo parece bastante encantador, pero está claro que algo esconde…entre otras cosas, a su hija zombificada en un cuarto, y un sistema de mantener abastecido al pueblo a base de asesinar y robar a los supervivientes que se vayan encontrando en el exterior. El desarrollo de este gobernador es bastante interesante, pasando de ser un tipo que esconde sus mañas poco éticas a alguien realmente peligroso dispuesto a acabar de la forma más sádica con todo lo que pueda hacerle frente. Además, es interesante el verlo enfrentado como líder a Rick, que no solo parece estar volviéndose loco sino que actúa como un personaje cada vez más autoritario y despiadado, capaz de hacer lo que sea por defender a su grupo.



 


¡¡solo es un rasguño!!

 
Tenía mis reservas, pero el actor, al que conocía de uno de los especiales del Doctor Who, resulta mucho más interesante y complejo que su versión en comic, un tipo con pinta de Danny Trejo al que solo se ve en las viñetas torturando y matando a todo lo que se mueve y que resulta muy poco creíble como líder carismático de una comunidad de supervivientes. Por no decir su momento “caballero negro” después de su encuentro con Michonne a la que se pasó unos cuatro o cinco números torturando sin piedad. Fue una situación demasiado de comic y exagerada para lo que le correspondía a una serie sobre supervivencia.


Cabeza de Viejo, Cuerpo de Joven y el Tío de la Ballesta

El Walking Dead de la AMC tiene un elemento muy propio, que es Daryl Dixon…y en esta temporada a su hermano Merle, al que le perdimos la pista y una mano al final de la primera. A mí me daba la impresión que aparecería de nuevo como mano derecha del gobernador y he acertado, porque ha tenido un papel bastante importante durante toda la temporada, además de, para lo poco que ha aparecido, una evolución muy interesante y un papel de antihéroe y superviviente nato, que lo mismo se adapta (relativamente, porque muchas habilidades sociales no se gasta. Además de una boquita..) con los de la feria que con los del mercado. Norman Reedus tendrá sus fangirls, pero el redneck cazurro y capaz de sobrevivir a lo que sea interpretado por Michael Rooker también ha sido de lo más divertido de la temporada.

A falta del final de temporada, hay una cuarta firmada, una alegría después de ver estos 15 capítulos hasta la fecha. La serie empezó con el apoyo de los fans por su temática zombie, pero de forma muy errática, con cambios de showrunner y sin saber muy bien que hacer. Por suerte, la brevedad de las temporadas hasta ahora le ha dado tiempo para encontrar su propia identidad y establecerse como la única serie de zombies (perdón. Caminantes) de la tv.

lunes, 25 de marzo de 2013

La llegada de las gatas cósmicas


Esta foto tiene sentido. Pero más adelante


Esta es una entrada dedicada a las gatas de Barrilete Cósmico. Sí, en plural porque desde hace una semana Dalek se ha encontrado con una nueva competidora en la posesión de humanos y objetos inanimados. Desde hace algún tiempo me había planteado el tener otro felino, porque Dalek estaba cada vez más raruna y huraña, incluso más de lo que podría ser un gato con nombre de robot alienígena del futuro.



Sabela es una gata de unos seis meses, con un carácter sorprendetemente dócil y mimoso para haber vivido en la calle o no tener domicilio conocido. Fue por esto por lo que no tuvo ningún problema en entrar en casa, y sobre todo, que le pusieran el nombre antes de poner conocerla, de ahí que recurrieran al truco simpático de ponerle nombre de persona y no se acabara llamando River, Amy, Cybermen o Lady Bigotes, que le iría muy bien por aquello de estar a punto de estrenarse Juego de Tronos. Al final he tirado por la calle de enmedio y se ha quedado en Sabela Tyrell, Lady Sabela Tyrell para los campesinos, porque, tras haberme quedado en el cuarto de Canción de Hielo y Fuego, sospecho que su comportamiento es igual igual al de Margaery con la corte y con el príncipe Tommen: es mimosa, adorable y encantadora, se adapta muy bien a su nuevo hogar...mientras Dalek Lannister no está muy contenta con esa cosa peluda que está utilizando su poste de rascar y le roba las croquetas del cuenco.


 
¡¡Saca inmediatamente a ese bicho de MI casa!!

Su mimosez también sirvió para que la entrada en casa no fuera todo lo mala que pudiera esperar, al menos para ella, porque en lo tocante a Dalek acabó montando un número bastante dramático que incluyó bufidos varios y la negativa de acercarse a la humana que había metido en su casa a aquella usurpadora. El cabreo monumental dio paso al desconcierto y a algún bufido esporádico hacia aquella cosa peluda que ronroneaba sin motivo aparente, utilizaba sus juguetes y le había robado su puesto en el sofá y la manta (por suerte, todavía le quedaban las siestas encima de la tele), hasta llegar al punto de una actitud indiferente con algún que otro manotazo desganado en algún momento.



¡High Five tricolor!

Hasta el momento, parecen mantener esa especie de tregua o indiferencia la una hacia la otra, aunque no se si fiarme mucho: más de un día he llegado a casa para encontrármelas en el sofá, sentada la una junto a la otra, con esa expresión tan indescifrable de los gatos…Y todavía no tengo claro si están repartiéndose la posesión del comedero y el rascador, o tramando algo más gordo.

viernes, 22 de marzo de 2013

Lecturas de la semana II. De Lovecraft va la cosa


En la foto: dos de las cuatro o cinco cosas que más me gustan en el mundo

Uno de mis escritores favoritos, y del que acabé leyendo todas sus obras completas fue H. P. Lovecraft, ese señor conocido por haber inventado a Cthulhu y al que por cierto, también le gustaban los gatos. Su carrera no es precisamente de las más amplias, pero sí tiene una particularidad: la mitología que creó fue posteriormente aprovechada por muchos otros escritores, con mayor o menor fortuna, hasta el extremo que él mismo acabó formando parte de ella como un personaje más. De vez en cuando me da el aire y acabo, o bien releyendo a H. P. L. o hojeando alguno de los libros que aparecieron después. Además, los Mitos de Cthulhu se caracterizan por no tener derechos, por lo que cualquiera puede escribir sobre ellos y ponerlo a disposición del público en páginas como feedbooks.com, que es donde encontré estos dos libros.


 

Carles Bellver Torlá. Lovecraft y Cía. Es una recopilación de parte de los artículos que aparecieron en un fanzine de hace una década llamado Lovecraft Magazine, que iba, obviamente, de los trabajos del escritor y sus derivados. Como es muy difícil escribir algo que no se haya contado ya, con el tiempo la revista fue derivando hacia otros escritores, relacionados en un principio con Lovecraft, como podrían ser Jean Ray o Algernon Blackwood, hasta otros temas más variados, desde figuras del ocultismo o la lucha libre mexicana. En su segunda etapa no estaba nada mal y pude leer artículos bastante concienzudos, aunque le perdí la pista finalmente porque la temática de los últimos números ya no me interesaba tanto.

El contenido de esta colección es variado, y junto a artículos genéricos sobre la obra de Lovecraft o sus trabajos como negro para otros autores, hay otros sobre las pinturas de Nicholas Roerich o un intento de Tolkien por escribir una novela de viajes en el tiempo.
 
 


Rick Dakan. The Cthulhu Cult. Hay muchos libros inspirándose en la posibilidad de los Mitos de Cthulhu como algo real, y El culto de Cthulhu es uno de ellos. Un grupo de amigos de treinta y tantos se encuentran con la vuelta de uno de ellos, a quien conocen desde el instituto. Este le pide al protagonista que comience a localizar manuscritos originales de Lovecraft, por cuestiones de trabajo, pero detrás de este interés parece encontrarse la intención de crear una verdadera secta alrededor de la figura de Cthulhu, cosa que los personajes en un principio se toman como otra de las absurdeces de su amigo, y posteriormente, como algo más grave: este se lo toma bastante en serio, y la actitud de los que los rodean tiene toda la pinta de ser la de víctimas de un lavado de cerebro de una secta. Y aunque en un principio la preocupación es el no saber de dónde viene el dinero que su amigo utiliza para organizar sus eventos sectarios, o que su nueva novia parezca no ser quien ella dice, a medida que se toman en serio sus actividades como un verdadero culto, empiezan a pasar cosas mucho más raras.

El ritmo de la historia es bastante pausado, algo normal teniendo en cuenta que los protagonistas, un escritor y un agente inmobiliario, no se van a poner a investigar hasta que no pase algo realmente extraño. Todo lo que empieza a salirse de lo normal llega de una forma muy pausada y gradual, y siempre marcada por la posibilidad más realista de que el amigo de los personajes haya perdido la chaveta o sea un estafador. Al usar la primera persona, la narración está tan marcada por los recuerdos del protagonista que en algunos momentos llega a provocar nostalgia: muchos párrafos se dedican a hablar de sus años en el instituto, su entorno familiar, su primera novia, que reaparece en el transcurso del libro, y hasta de sus partidas de rol, lo que ya es el colmo del frikismo. Además, debido al ambiente un poco de artistas en el que se mueven los personajes hace que en muchas ocasiones acaben en fiestas para estudiantes universitarios, lo que todavía hace pensar más si el protagonista en el fondo no echa de menos esa época. Por no decir que aprovecha el tema de las fiestas universitarias de una forma un tanto absurda para poner en marcha las aventuras de los personajes.

Salvando el fallo del comienzo de la historia, en general es una lectura agradable, especialmente teniendo en cuenta que no hay que pagar nada de nada por disfrutar el libro…y que he leído homenajes a Lovecraft mucho peores por los que sí habría que pasar por caja.

lunes, 18 de marzo de 2013

Ronal The Barbarian (2011). Cine de animación no apto para las Asociaciones de Padrse


Hasta hace poco pensaba que el cine danés que llegaba a salir del país era Lars Von Trier y poco más. Lo que no imaginaba es que también se animaran con la animación digital y una comedia que, anunciándose para todos los públicos, sea capaz de parodiar una estética y un tipo de historias destinadas a los más mayores como pueden ser la espada y brujería derivada de Robert E. Howard



En un principio, Ronal el Bárbaro es una historieta al uso con su protagonista desastre, sus compañeros, el viaje de superación y la amistad entre los protagonistas: Ronal es el bárbaro más tirillas de toda Metalonia (sí. También hay unos cuantos chistes sobre heavys), que, después de haber perdido a su tribu en la incursión de un malvado señor de la guerra, debe recuperar la espada de Crane, el dios bárbaro, y salvar a su pueblo. Sin mucho ánimo por su parte lo acompaña un bardo, más interesado en conocer macizas durante la aventura que en la espada, una guerrera y un explorador elfo. Al igual que en muchas historias fantásticas, deberá viajar a diversos lugares para conseguir mapas, indicaciones o la espada en cuestión, superar todos sus miedos y finalmente, enfrentarse valientemente al malvado señor de la guerra que pretende resucitar a un demonio, conseguir la inmortalidad y dominar el mundo.



El argumento está muy pensado para servir de parodia a todas las historias similares, y en el que no falta ni el prólogo explicando la mitología del reino, los encuentros con cada uno de los personajes, las dudas del protagonista y finalmente, el enfrentamiento épico final. Al tratarse de una parodia bastante simple, sin andar buscando guiños y referencias rebuscados, no necesita nada más para poder presentar el lado más absurdo de gran parte de las mitologías fantásticas: los trajes encuerados de los malos, la vena mística de los elfos, e incluso algunos escenarios que, salvando las distancias, por falta de presupuesto o ganas de bromear, recuerdan un montón a los personajes diseñados para la trilogía del Señor de los anillos, desde los edificios de la tierra de los elfos hasta algunos de las criaturas que aparecen en el ejército de los malos, con un sospechoso parecido con los orcos de Peter Jackson o las bestias que montaban los Nazgul. Aún así, a ese guión se le echa en falta un poco más de complejidad, porquen en varias ocasiones parece pensado para poder sacar adelante una historia que ya se sabe cómo va a terminar y aunque resulta divertido, no termina de emocionar sabiendo que todo se soluciona, y en algunos casos, de forma bastante atropellada.



La estética del metal épico y el heavy tampoco se salva, y es parte de muchas de las bromas de la película: las secuencias del prólogo parecen sacadas de un disco de Blind Guardian, el hechicero que aparece es un lich, disfrazado pero lich a fin de cuentas, y el bardo que acompaña al protagonista tiene el aspecto arquetípico de aficionado a la música heavy. Hay algunos chistes un poco peor llevados, de esos que no pueden fallar a la hora de hacer la película accesible para un público más general, que lo mismo van desde referencias a los teléfonos móviles hasta los cachas de gimnasio que son los bárbaros de la tribu de Ronal, pero en este último caso me resultó bastante gracioso todo lo de las pesas y las posturitas de culturista.


Ronal el bárbaro contra las amazonas. Diversión para toda la familia

A los diez minutos de película, lo que más salta a la vista es que, para estar presentada para todos los públicos, tiene un humor mucho más bruto del que me había acostumbrado en las producciones de este estilo. En el doblaje no solo hay unos cuantos tacos, sino también dobles sentidos bastante obvios y algunos chistes imposibles de imaginar en una película supuestamente familiar, como las bromas a costa del vestuario de los bárbaros o que al protagonista le quede una parte sin cubrir por loción de la invisibilidad y que, cuando entra a robar un mapa, lo único que se vea sea su paquete señalando su situación en cada momento (y recibiendo varios golpes). Esto tampoco me parece muy grave porque en el fondo, los niños tienen bastante mala leche y seguramente esto los divierta más que un chiste aprobado para todos los públicos, pero es tan directo que resulta chocante, al igual que el carácter del protagonista: aunque sea un personaje flacucho, no presenta al principio ningún rasgo positivo, sino que está amargado por su situación, no es especialmente brillante y el que su tribu sea secuestrada se debe a que no ha sido capaz de cumplir la tarea que le han impuesto (precisamente, por no ser capaz de escuchar a su familia), y aunque a lo largo de la película va mejorando, tiende a mantener ese carácter un poco desastre y que hace que la batalla final le resulte un poco más difícil que a un protagonista más tópico.



La calidad de la animación, en un principio, es bastante correcta, y de nuevo sorprende el encontrar una historia tan bruta a ratos cuando el diseño de los personajes es bastante redondito y recuerda más al de la animación infantil habitual. Aún así, se nota que no es una producción de primerísima categoría, porque hay varias secuencias que parecen peor rematadas, o con menor calidad infográfica, que otras que aparecen y que directamente están muy cuidadas. Aún así, el nivel sigue siendo superior al de cosas que se han visto el año anterior, como es el caso de Las aventuras de Tadeo Jones y que sí se hartaron de promocionar en todas partes.

Aunque el guión no haya resultado brillante, sí es resultón, la animación intenta mantener toda la calidad que le es posible, y el desconocer la existencia de esta película hasta ahora hace que Ronal el bárbaro sea una producción a la que sí vale darle una oportunidad…Por no hablar también de todas las bromas a costa del género fantástico y los cachas de gimnasio.

jueves, 14 de marzo de 2013

El final de Being Human: de serie con carácter propio, a otra historieta más de fantasía urbana.



Hace cuatro años se estrenaba una serie que, con su premisa que sonaba a chiste, sorprendió a muchos por su particular forma de tocar el tema de lo sobrenatural: un vampiro, un fantasma y un hombre lobo compartían piso, intentando en la medida de lo posible parecer, y seguir siendo, humanos. Sin llegar a ser nunca una comedia, porque los primeros seis episodios eran bastante serios, se planteaba a los monstruos de toda la vida de una forma muy casera, sin enfrentamientos imposibles entre vampiros, y sobre todo, muy lejos del cualquier encanto que podría tener ser cualquier monstruo: las transformaciones en hombre lobo son tremendamente dolorosas, la relación de los vampiros con la sangre es similar a la de la dependencia de las drogas y el más allá, por lo poco que aparece en la serie, parece ser un lugar ciertamente desagradable.


De izquierda a derecha, un vampiro atontado, un hombre lobo tontaina, una fantasma, otro vampiro neurótico, el demonio y un funcionario

Era precisamente esa forma tan pequeña de contar las cosas, y tan centrada en los propios problemas de los protagonistas, lo que caracterizó a Being Human desde un principio y siguió manteniéndose en una segunda temporada que llegó a tener un final bastante deprimente para los protagonistas, que implicaba, entre otras cosas, perder a su compañera fantasma y tener que buscar un hogar nuevo.

Fue a partir de la tercera temporada cuando la cosa empezó a ir cuesta abajo: la vuelta del fantasma hace que este personaje se vuelva bastante insufrible, y por algún motivo, el guionista empezó a saltarse las normas acerca de los monstruos que él mismo había creado, y que eran bastante restrictivas, para acabar montándose, aunque intentara conservar ese ambiente casero y de ser poca cosa, una especie de sociedad vampírica que podría haber aparecido en cualquier otra serie. También sirvió para romper de lleno con las temporadas anteriores, porque esta implicó perder a dos tercios de sus protagonistas, que serían sustituídos por un nuevo vampiro y un hombre lobo, y acabar en una cuarta temporada llena de tópicos vistos una y mil veces en otras obras de fantasía urbana: que si la guerra entre hombres lobos y vampiros, que si la malvada sociedad de vampiros que quiere dominar el mundo que si niña Elegida de por medio y que si futuro apocalíptico. Y de paso, el reseteo total de la serie, en la que desaparece el último protagonista original y se crea un nuevo grupo de compañeros de piso y vida sobrenatural.


Según Toby Whitehouse, el demonio es un viejo repunante

En la quinta temporada ya no queda nada del Being Human original: no solo han cambiado los protagonistas, de los que parece imposible que se lleven bien debido a sus historias personales, sino que la serie es mucho más cómica, olvidándose del tono oscuro del principio, llegando a incluir momentos supuestamente graciosos con el hombre lobo tontorrón, el vampiro neurótico y anticuado y la fantasma con chispa. No es tan raro, después de que el propio Toby Whitehouse empezara a cambiar la serie por completo, pero además de su nuevo aspecto de comedia, acabó incluyendo una trama que sería imposible hace un par de años, con la aparición del propio Lucifer, referencias a un acuerdo entre vampiros y hombres lobo, el fin del mundo y hasta un departamento ministerial encargado de esconder todo lo relacionado con los vampiros y los hombres lobo. No hay drama en esta temporada, sino que se quedan con la parte más graciosa de todo lo que pasa, no dudan en incluir episodios sueltos en los que aparecen personajes bastante absurdos e incluso la relación entre los personajes se vuelve bastante ficticia e imposible de sostenerse: son seis episodios que se mantienen a base de engaños entre el vampiro protagonista y sus compañeros, con unos cuantos intentos de acabar con él y su ansia de sangre a base de estacazos que, a la tercera o cuarta vez en la que le presentan esa amenaza, ya no resulta creíble.

 

El resultado de la temporada, entre el demonio de segunda fila sembrando el mal rollo en un hotel, las tonterías de un hombre lobo y un vampiro sin química, y un funcionario a punto de ser amortizado dando vueltas por la trama, ha sido el de una especie de Buffy la cazavampiros inglesa, pero sin cazavampiros ni la mitad de gracia que tuvo la serie en un principio, porque es lo que suele pasar cuando una producción, en vez de evolucionar, se salta sus propias normas.

La quinta temporada, y Being Human, termina nada menos que con los protagonistas evitando el fin del mundo y ganando una segunda oportunidad como humanos, y con el cierre definitivo de la serie. Aún con el final feliz que ha decidido marcarse, no me he quedado muy satisfecha, porque este da la impresión de servir para finiquitar la serie defititivamente y ser muy gratuito. Después de todo lo que ha sucedido, resulta bastante difícil que los personajes sigan juntos felices y contentos, y sobre todo, que esa especie de recompensa final que es volver a ser humano, se reparta de forma tan gratuita, y en el caso de uno de ellos, bastante ilógica.
Aún así, y viendo cómo la evolución de la serie a un tono más ligero ha provocado que fuera perdiendo todas sus características, se agradece este final definitivo, y sobre todo, que este se fuera desarrollando en temporadas de seis capítulos como mucho.

lunes, 11 de marzo de 2013

Slither (2006). Babosas extraterrestres, tentáculos, y unos cuantos zombies



Las películas de invasiones alienígenas fueron en su día algo muy habitual en los cines estadounidenses. Sobre todo, las ambientadas en pueblos pequeños, que lo mismo servían para contar una historia no muy complicada, o también para que el presupuesto no se disparara. En todo caso, este género acabó formando parte de la cultura popular y es inevitable que muchas películas de serie B actuales se rueden a modo de homenaje hacia estas últimas.


Slither es un ejemplo de esto y su comienzo no se corta a la hora de mostrarlo: un meteorito cae en un pequeño pueblo, sin ser advertido por nadie, hasta que uno de los vecinos se topa con él para desgracia suya y es infectado por una especie de babosa con una intención muy clara: alimentarse de carne, infectar a todo lo que se mueva y extenderse por todo el mundo. Sus actuaciones no son precisamente discretas y, después de varias desapariciones de ganado, la policía empezará a seguirlo para encontrarse con una plaga de babosas que seguirán infectando a lo que quede del pueblo. Además, las babosas tienen la particularidad de formar parte de una sola mentalidad, que sería la del primer alienígena, y con este tipo de bichos solo se puede razonar de una forma: con fuego, y en grandes cantidades.



El argumento es en un principio, el típico de esas películas de invasiones: nadie se entera del meteorito que cae, y encima, todo sucede justo cuando hay más movimiento en el pueblo, en este caso, la temporada de caza. La vocación de parodia se nota desde el principio, mostrando un pueblecito típico americano…la mar de feo. En unas cuantas secuencias, no se cortan en mostrar a unos lugareños bastante poco agraciados y con pinta de cazurros, además de un cuerpo de policía que, hasta hace muy poco, no tenía que enfrentarse a grandes peligros, pero que por suerte, y gracias a ser zona de caza, tienen un buen arsenal a su disposición. Tampoco faltan personajes un tanto tópicos que no se toman mucho en serio, como es el caso del alcalde que se pasa media película gritándole a todo lo que se mueve, esposas insatisfechas, unas cuantas víctimas y un policía como protagonista que pase lo que pase, mantiene una expresión impasible.



Aunque técnicamente sea una película de alienígenas, tampoco faltan los guiños a otros monstruos que han ido apareciendo en las películas de bajo presupuesto, y además de babosas y mutantes de distinto tipo (con bastantes tentáculos incluidos), hay varias secuencias con infectados que no dudan en desplazarse tambaleándose y alimentándose como zombies. Una de las últimas secuencias, en la que las víctimas se van acercando a la casa donde se encuentran los protagonistas, no quedaría fuera de lugar en cualquier otra película que incluyera muertos vivientes. Y como una película de alienígenas no sería tal si no explicaran un poco de dónde vienen y qué pretenden, en Slither tampoco falta, pero resuelto de una forma más novedosa que la explicación científica o la teoría de cualquier personaje. Han pasado años desde las primeras películas del tema, y es normal que el lenguaje a la hora de desarrollar el guión haya cambiado y se haya adaptado a otros tiempos.

 


El reparto, al menos el de los personajes principales, está a la altura de un guión tan pensado para el público geek: el protagonista es Nathan Fillion, que fue el capitán Mal en Firefly, y que mantiene una actitud sarcástica pase lo que pase, y en el peor de los casos, lo mismo conserva la cara de poker frente a un nido de babosas, que ante un alienígena lleno de tentáculos. De antagonista involuntario, y con bastantes kilos de latex encima, está Michael Rooker, hoy conocido por su papel de hermano más bruto de Daryl Dixon y con una caracterización, antes de convertirse en monstruito, que me recordó un montón a los sketches de Cabeza de Viejo, Cuerpo de Joven de Muchachada Nui.


Los efectos especiales son muy correctos, y para alegría de los aficionados a la serie B, recurren a métodos tradicionales: cuando se fabrica un alienígena a base de latex y prótesis, se verá mucho más físico, y sobre todo, más artesanal, que los pegotes infográficos que se veían en otras películas de esos años. En algunas secuencias no queda otra que recurrir al ordenador, sobre todo para rodar un meteorito estrellándose, un escenario de otro planeta o sacar muchas babosas en pantalla, pero no se abusa y es una suerte, porque en una de las últimas secuencias se nota bastante que el departamento de informática no era el punto fuerte de la producción.

Con hora y media escasa, un reparto bastante freak y su intención de homenajear, y de paso, tomarse a broma un género tan de serie B como los alienígenas, Slither funciona y conserva también su punto terrorífico. Pero, incluyendo también los guiños a los zombies, y a sus efectos especiales hechos a mano, es normal que me ganara desde un principio.

jueves, 7 de marzo de 2013

Lecturas de la semana I



Igual que el mes anterior, no ha dado tiempo de leer mucho, pero sí variado


San-Antonio. Une banane dans l´oreille. Cuado miré la contraportada del libro, no me enteré de gran cosa: hacían referencia a un personaje que no conocía, y más de una vez, al chiste del plátano en la oreja que da título al libro. Podía haberme parado a mirar en la Wikipedia quien demonios era el tal inspector San-Antonio, el Viejo y Béru, pero entonces, ¿Dónde estaba el riesgo? Con saber que la novelita parecía parte de una serie de novelas policiacas o de espionaje populares, como lo son las de SAS, suficiente…

Efectivamente, San-Antonio es un personaje fijo, además del seudónimo del escritor Frédéric Dard, que cuenta los casos del protagonista, sus colaboradores y el jefe de estos, de una forma un tanto paródica y caracterizada por la utilización del argot, de mezclar palabras en otros idiomas, y si hace falta, inventarlas. Une Banane dans l´oreille debe ser el número 20 o 30 de la serie, por lo que está ya bastante avanzada en cuanto a personajes que no hace falta presentar, y sobre todo, tiene las características típicas de su tiempo: la saga empezó en los cincuenta en plena guerra fría, y con los años, se volvió mucho más desenfadada, y especialmente, más frívola. Gran parte de los chistes y las situaciones ridículas vienen dadas por gags sobre ropa interior femenina (y ausencia de esta), infidelidades varias, burdeles, travelos, y hasta unos cuantos chistes a costa de Bruselas y los belgas, donde los protagonistas se encuentran intentando salvar el contenido de una caja fuerte por orden de su jefe. Naturalmente, esto último es lo de menos contando con todas las situaciones absurdas anteriores, por lo que se acaba resolviendo con un mcguffin bastante imposible.

El estilo desenfadado, con una escritura tan simple, y un humor un tanto bestia, me recordó un poco a los últimos libros de Sven Hassel, donde también se buscaba un poco esa forma de narración y que no es rara en los libros populares. Quizá a veces es un poco excesiva, pero al no tomarse en serio, resulta más divertida que las imposibles aventuras de Malko Linge.

 

F. Paul Wilson. La fortaleza. De este señor no sabía gran cosa, al margen de haber escrito El Valle de las luces, novelita que leí hace años y no me gustó gran cosa por su estilo y resolución de telefilme. La fortaleza ha resultado bastante mejor, con una historia no solo más larga, sino un poquito más original para la época. El edificio del título, que se encuentra en Rumanía, es tomado por un grupo de soldados alemanes durante la II Guerra Mundial, pero este parece estar habitado y dedica cada noche a asesinar a varios de ellos. A los oficiales no se les ocurre otra cosa que buscar a un experto en historia de la localidad, que resulta ser un profesor judío y su hija. Por si esto fuera poco, el morador de la fortaleza asegura ser un vampiro y estar dispuesto a ayudar al profesor a echar a los alemanes de su país, mientras un tipo un tanto misterioso llega al pueblo y también parece bastante interesado en el castillo.

El tema de meter a los nazis en una historia de terror ya era popular antes, e incluso hay un relato de los años cuarenta donde otro batallón acaba alojado en el castillo de Drácula. Pero no fue hasta Hellboy cuando se empezó a poner verdaderamente de moda, por lo que la historia es una pequeña rareza de su época (sobre todo, para lo que publicaban en España en los noventa). El estilo en realidad es muy simple, y se limita a presentar al oficial de la Wermacht que no es un mal tipo, al de las SS que además de trepa, es un poco hostiable, su pelotón de soldados que van cayendo a razón de dos o tres por capítulo, y al resto de personajes, como el profesor anciano y con ganas de venganza, su hija que se pasa la primera mitad del libro intentando no ser violada por los soldados, y el extranjero misterioso. A su favor tiene que es un estilo muy rápido, y desde luego, es divertido leer algo de la época, que no fueran historias de familias amenazadas por casas malditas ni vampiros románticos, y que vaya tan al grano a la hora de incluir lo que los lectores quieren, que son escenarios siniestros y atmósfera sin meter capítulos de relleno.

Algunos detalles no es que hayan envejecido muy bien, y al margen de lo imposible de la historia, con el profesor investigando por orden de las SS, hay situaciones tremendamente cutres y gratuítas, como el que los personajes encuentren unos libros de magia con títulos tan sugerentes como Al Azif, el libro de Eibon, y practicamente, todos los que se mencionan en los Mitos de Cthulhu. Igual en la época era todo un guiño, pero hoy resulta más cómico que otra cosa.

La fortaleza tuvo en su día una adapción cinematográfica, que con la falta de presupuesto hace que se parezca al libro como un huevo a una patata, pero sirve para disfrutar de algo de cine de los ochenta poco conocido, y sobre todo, para ver al futuro Gandalf haciendo de profesor paralítico. Y a Gabriel Byrne con un peinado horrible.

lunes, 4 de marzo de 2013

Skyfall (2012). Edificios que explotan, coches de los sesenta y Javier Bardem con una peluca rubia



Nunca he sido muy fan de James Bond y sus hazañas. De los libros que inspiraron las películas, solo leí dos, siendo los de la Guerra Fría los más divertidos, y de las películas, he llegado a ver más parodias del personaje filmadas en los setenta (porque a Austin Powers no lo trago más de dos minutos) que las originales. La cosa cambió con Quantum of Solace, la primera película de Daniel Craig en el papel que ví, y en el que aparecía un James Bond mucho más quemado del trabajo, cabrito y cercano a los primeros libros que las versiones anteriores. Sin ser de mis películas favoritas, me gustó lo suficiente como para darle una oportunidad a la siguiente entrega, aunque solo fuera para ver una película cualquiera un domingo por la tarde.



Skyfall empieza con la desaparición de James Bond, dado por muerto (en realidad solo aprovechó para desaparecer y retirarse a una isla muy chachi) y con la jubiliación forzosa de M tras una misión bastante desastrosa en la que pierden un disco duro con los datos de todos los agentes infiltrados en grupos terroristas. Las vacaciones de James Bond no duran mucho cuando, tras un atentado en la sede del MI6, decide volver al trabajo, aunque, vistas sus pruebas físicas, no se encuentra en su mejor momento. La investigación, y un par de viajes por Asia, lo llevarán al responsable del atentado, un antiguo agente que, tras una misión que terminó con su captura, decide vengarse de M a quien considera responsable de lo sucedido. Y cuando el agente 007 se enfrenta a un tipo que no solo se sabe las mañas de su negocio, sino que es un experto en informática, lo mejor es olvidarse de utilizar aparatos complicados y volver a las armas y trampas más simples que tengan a mano.



Si la película anterior trataba más el tema de las guerras económicas entre grandes empresas y el control de los recursos más básicos, Skyfall se centra sobre todo en la renovación, tanto de muchos personajes como de actitudes. El protagonista aprovecha para desaparecer cuando uno de los agentes le dispara, por orden del propio M, y aunque vuelve, una herida grave hace que su puntería no sea la misma y que no consiga superar las pruebas de aptitud del departamento. A M, el jefe de toda la vida, le ofrecen la opción, bastante forzosa, de jubilarse, e incluso el departamento se traslada a un bunker después de que las anteriores oficinas volaran por los aires. Incluso el nuevo Q es un chaval que se ríe de los artefactos sorpresa de las anteriores películas y diseña algo tan simple como una pistola y un dispositivo de radio.

No tengo muy claro si esto salía en la película o es un anuncio del Corte Inglés

La tecnología y los gadgets típicos del personaje también se quedan de lado, y James Bond acaba dependiendo más de su ingenio y su capacidad para pelear que de aparatos informáticos. Es más, estos acaban resultando toda una trampa al servicio del villano, capaz de hackear los sistemas, lo que queda claro a partir de la segunda mitad de la película en la que recurren a modelos de coche de hace cuarenta años, una escopeta de caza e incluso esconderse en la casa familiar de Bond.

Aunque el guión sea el típico de una película de acción, con bastantes persecuciones y peleas, han cuidado mucho la estética. No solo en los títulos de crédito, que por lo visto es un clásico, sino en la mayoría de secuencias: aparecen, con unos colores muy seleccionados para cada ambiente, desde hoteles de lujo con proyecciones en Shangai, casinos en Macao que parecen sacados el paisaje donde se encuentra la casa familiar de James Bond, completamente gótico y muy alejado de lo que esperaba en una película de espías.



La mayoría de actores que aparecen son ya conocidos de la serie de películas y con la interpretación que se espera de ellos. Como novedad aparece la Señorita Moneypenny como agente de campo, y el nuevo Q, un chaval con el típico aspecto de genio geek que, pese a lo que se podría esperar, se dedica a diseñar cosas mucho más simples que bolígrafos bomba y zapatófonos. Las chicas Bond, que en su día eran algo habitual en cada entrega, aquí son inexistentes, y el papel de Severine no pasa de servir para pasearse por un casino y acabar siendo liquidada por el villano, que interpreta Javier Bardem de una forma bastante convincente: bastante sádico, desquiciado, con aspecto físico bastante extraño y un poco gayer. Y aunque las tres primeras características las explican a lo largo de la película, la última no la tengo muy clara. Seguramente solo fue para poner nervioso a 007.

Las dos horas y veinte que duran resultan un poco largas, pero eso también es porque no me gustan mucho las películas de acción y a la quinta escena de pelea y de explosiones que aparecía, ya empezaba a aburrirme y preguntarme cuando se acababa todo, aunque entre esta última entrega de 007, y el buen sabor de boca que tuve con Quantum of Solace, es probable que me anime a terminar la serie viendo también Casino Royale en algún rato muerto.

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