Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 29 de agosto de 2013

Lecturas de la semana. Dos de zombies, por no perder la costumbre



Si hace unos años me hubieran dicho que iba a haber novelas de zombies por todas partes, no me lo hubiera creído…Ahora lo difícil es encontrar una que sea medianamente buena. Porque divertidas sin prejuicios, hay unas cuantas, y de las malas con avaricia, otras tantas. Pero una nueva que pueda añadirse a la lista de “buenas” junto Guerra Mundial Z, es más difícil. También lo es encontrarla, o bien una que alcance el nivel de Max Brooks, o al menos, que se salga de la norma. Esta vez he encontrado una de cada tipo: la novedad y lo más tópico que me podía echar a la cabeza.




Colson Whitehead. Zona Uno. En Papel en Blanco proponían este libro, bastante reciente, como una de las cincuenta novelas que habría que leer, y teniendo en cuenta que en España había sido publicado fuera de las colecciones de temática terrorífica o zombie, lo mismo se salía un poco de la norma (por no decir de la flojez de muchas).

Zona Uno empieza técnicamente con el final de una epidemia zombie de las de siempre: los infectados por el virus mueren, resucitan, muerden al más cercano y así se extiende la infección y la caída de Estados Unidos. Sin embargo, esta vez han conseguido atajarlo y entre los distintos campos de refugiados ha surgido un nuevo gobierno, que se propone recuperar las ciudades llenas de cadáveres andantes. El protagonista, apodado Mark Spitz, forma parte de uno de los grupos de limpieza que trabaja en Manhattan, la Zona Uno para el nuevo gobierno. Mientras se encarga de liquidar a los zombies que se van encontrando, recuerda de forma bastante desordenada su vida pasada, sus encuentros con otros supervivientes, y las promesas del nuevo Gobierno que, a medida que avanza a través de la ciudad, parecen bastante frágiles.

Hay que reconocer que, si el autor quería hacer un libro distinto a la narrativa lineal y a los estereotipos del género, lo ha conseguido: durante todo el libro no pasa absolutamente nada, exceptuando el final, los tediosos trabajos, las conversaciones que ayudan al lector a ir entendiendo lo que ha pasado, y las vivencias del protagonista. Este se considera una persona mediocre con una suerte a prueba de bomba, que le ha permitido sobrevivir entre todo lo que sucede. Precisamente esta mediocridad de la que se alegra el personaje es lo que contagia todo el escenario: las referencias al estrés postraumático, a cómo el gobierno crea héroes y propaganda para poder mantener con ánimos a sus ciudadanos y a los dos tipos de zombies que aparecen. Mientras unos son los que conoce todo el mundo, y que se dedican a morder todo lo que se mueve, los otros son cadáveres ambulantes en el sentido literal de la palabra: muertos que repiten una y otra vez algo que hicieron durante su vida, ajenos a todo lo que sucede. No hace falta esforzarse mucho para saber por dónde van las críticas, no..

Y sin crítica tampoco se queda Zona Uno, porque el esfuerzo por ofrecer algo distinto y un poco de calidad en un panorama tan repetitivo es lo que se le vuelve en contra a medida que se avanza la lectura: las descripciones, y la forma de narrar a vuelapluma se hace muy poco dinámica, cansina y en más de una ocasión, despista de la (poca) acción principal. A veces parece que el autor es consciente de lo que está haciendo y se empeña en no parecerse al resto de libritos del tema.

 


Joe MckInney. Flesh Eaters. Con un título como este, no que hay entre las cubiertas no va a ser ninguna sorpresa: zombies. O infectados. Mordiendo gente. Y por si fuera poco, a remojo en plena inundación para desgracia de los protagonistas. Además de escapar de los infectados y la inundación que se ha llevado por delante la ciudad de Huston, cada uno de los personajes tiene unos objetivos distintos: una policía y madre de familia hará lo que sea para proteger a su marido e hija, y dos policías pretenden aprovechar la confusión para dar un golpe y salir con unos cuantos millones de dólares, que no sueltan ni aunque tengan a una ristra de infectados tras ellos. Tarde o temprano ambos grupos se encuentran y aún en plena catástrofe, todavía tienen ganas del enfrentamiento final que no puede faltar en las novelas de entretenimiento.

Al parecer esta es la tercera de una serie, pero al empezar con personajes nuevos y con la epidemia a punto de estallar, los otros dos no hacen falta…ni ganas que me han quedado de leerlos, tampoco. Porque en conjunto, esta novela sería el equivalente a un guión de telefilme catastrófico con zombies: un huracán, una inundación, una familia bienintencionada intentando salvarse y unos malvados corruptos haciendo maldades. Además, tampoco hay zombies sino víctimas de una infección que además de provocar una putrefacción acelerada, hace que sus víctimas se vuelvan caníbales…Qué oportunos son los virus, siempre mutando de acuerdo a los gustos de la cultura pop.

Pero, como suele pasar con este tipo de libros, se lee muy rápido, lo que hace que no sea una mala idea para leer en la playa los aficionados a los zombies. También es cierto que en conjunto todo lo que ha contado ni es especialmente interesante, original, ni se recordará por mucho tiempo, por lo que, si aparece otro libro del mismo tema un poco más interesante, sería una alternativa mejor.

lunes, 26 de agosto de 2013

Mama (2013). El fantasma que no perseguía a Nikolaj Coster-Waldau



Guillermo del Toro está apareciendo mucho en los cines a lo largo de este año. Como director de Pacific Rim, guionista en El hobbit y por si no fuera poco, Mama, una cinta de fantasmas con la que termina de cubrir el mayor número de temas posible en el fantástico. Salvo que en esta última, él solo ha trabajado como productor, porque tanto el corto que sirvió de idea para la película y el largometraje en sí, son cosa de Andrés Muschietti. Del cortometraje al guión de la película hubo que andar un camino muy largo: Mama es una historia muy breve, que se sirve principalmente de lo inesperado de un guión igual de corto y de aprovechar el suspense y el diseño de una criatura bastante inquietante. Pero un microrrelato de tres minutos no sirve para una película de 100, sino es como inspiración y para quedarse con el nombre de la criatura, y las dos protagonistas.



Mama, la película que se estrena en los cines, empieza con una crisis de locura y un asesinato: un padre de familia asesina a sus compañeros de trabajo, a su mujer, y se lleva a sus hijas a una cabaña alejada, donde antes de poder acabar con estas últimas, desaparece en la oscuridad arrastrado por una figura que habita en la casa. Cinco años después el tío de ambas consigue encontrarlas, convertidas en niñas salvajes que hablan entre ellas de una figura a la que llaman Mama, y que durante todo ese tiempo, se ha encargado de cuidarlas. El tío de estas asume la custodia para disgusto de su pareja, asistido por un psicólogo cada vez más intrigado por la historia de las dos niñas. Los ruidos, las siluetas deslizándose por la casa y diversos accidentes hacen sospechar tanto a los nuevos padres como al psicólogo que Mama tal vez no sea una invención, pero que tampoco sea una persona viva.



Hay que reconocer que partiendo de un par de secuencias, han hecho un buen trabajo con el guión. La historia que construyeron alrededor es bastante interesante y busca un poco la novedad en una trama que en realidad, es un relato de fantasmas de lo más clásico, contando con el trasfondo dramático y la tarea pendiente que todo espectro que se precie necesita para no seguir penando en la tierra: esta se remonta al siglo XIX y no le faltan sus escenarios típicos (desde un manicomio hasta la cabaña abandonada) y la tragedia que acompaña al fantasma. En cambio, el resto se moderniza bastante al tratarse de una criatura que acompaña a las dos protagonistas, y no encontrarse ligado a un lugar en concreto como podía pasar en La mujer de Negro. La parte dramática, relacionada con los personajes, es la que más flojea. No me voy a quejar de la trama del asesinato del principio, que se queda en un mcguffin y no sirve de nada más, pero el tema de las peleas por la custodia de las dos niñas y especialmente, las secuencias de “madre a su pesar” por parte de la novia del protagonista parecen sacadas de un guión estándar de telefilme. Quizá se extiendan más de lo que deberían en esto último, al despachar al personaje de Nikolaj Coster Waldau a hacer sus averiguaciones por su cuenta y a aparecer más bien poco en la pantalla.



En realidad la estrella de la película es el tema de los fantasmas, que se explora con gusto: no faltan las secuencias en las que, de forma muy sutil, indican una presencia de más en la casa y en las vidas de los protagonistas, que cada vez se irá volviendo más evidente. Lo más memorable de la película es en realidad la parte visual, con el trabajo que dedican a la presentación del fantasma y todo lo que lo rodea: este es muy gradual, pasando de algo muy sutil que se mueve entre las sombras de la casa a las manchas negras en las pareces que anuncian una aparición del fantasma mucho más directa. Y finalmente, la aparición completa de este, donde combinan la infografía para darle movimientos fluídos y un tanto fuera de lo común, con la caracterización más tradicional para las apariciones físicas. Porque este fantasma no se corta mucho a la hora de interactuar con el resto de personajes a base de ataques sobrenaturales, o directamente, a empujones.



Mama se publicitó principalmente con la figura de Del Toro, seguramente porque la estética de sus espectros recordaba un poco a alguno de sus trabajos, pero tiene la suficiente originalidad para que se tenga en cuenta como lo que es, el largometraje de Andrés Muschietti. Aunque quizá para el próximo estaría mejor plantearse el guión como largometraje y evitar que muchas partes quedaran como añadidos para alargarlo.

jueves, 22 de agosto de 2013

El temor de un hombre sabio. La historia de un héroe retirado al que le pasó de todo




Hace un año, empecé una serie de fantasía, no muy conocida y aún sin terminar, donde un tranquilo tabernero revelaba el haber sido el héroemás famoso de todo el reino. A lo largo del primer volumen, fue demostrando dos cosas: gran parte de sus heroísmos se debían más a la invención popular que a sus propios medios, y que eso de contarlas en tres días, uno por tomo, no iba a ser tal. O eso, o los dos siguientes volúmenes iban a ser bastante gordos.


 

Al final se cumplió la segunda opción, porque El temor de un hombre sabio, de Patrick Rothfuss, ocupa casi el doble de su predecesor, aunque hay que reconocerle que en el cuenta más del triple de lo que sucedía en el primer volumen. Kote, el posadero, empieza un nuevo día en el que alterna tareas tan sosas como atender el local y servir bebidas con la que concierne a Cronista, el escribano, que es transcribir su verdadera historia. En la narración, ha pasado menos de un año desde que Kvothe abandonara la ciudad y consiguiera entrar en la Universidad, con bastantes esfuerzos económicos, que continúan para desgracia suya y junto con su enemistad con un estudiante bien posicionado y bastante mala bestia, le dan bastantes problemas. Sin embargo, y tras unas vacaciones concedidas forzosamente por su profesorado, su suerte parece cambiar: lo que comienza con un viaje para conseguir un mecenas se convierte en una parte importante de lo que sería su leyenda: su trabajo junto a unos soldados de fortuna buscando a unos salteadores, su encuentro con las criaturas feéricas, su aprendizaje en una escuela de mercenarios y, casi de fondo, su investigación sobre las criaturas que asesinaron a su familia.

 

Lo que caracteriza a la Crónica del Asesino de Reyes es, su tratamiento de la figura del héroe: parte de su naturaleza es la que le aporta la tradición oral, y cómo en cada historia se aporta un elemento nuevo que lo convierte en una leyenda más. De hecho, el protagonista llega a escuchar miles de versiones sobre su viaje en busca de los bandidos, y tampoco duda en inventarse otras tantas, hasta el punto en el que Kvothe se convierte en un personaje imposible y del que muchos niegan su existencia. Otro elemento principal, al menos en El temor de un hombre sabio, sería su estructura: es, a grandes rasgos, la historia de una ida y una vuelta, en este caso, la salida del protagonista del entorno académico en un viaje donde aprenderá las habilidades que lo harán famoso. Las tramas en este caso están perfectamente separadas, y a la tercera o cuarta ya  tenía controlado cuando iba a terminar un viaje o un entrenamiento para empezar uno nuevo que duraría unos cuantos capítulos.

 


Patrick Rothfuss, señalando lo que le pagará la universidad de sus hijos

Se nota que a Rothfuss le queda solo un volumen porque en este, además de la extensión, parece que se le ocurrió meter el turbo de golpe e incluir todas las situaciones posible para ir dando forma al héroe de la saga. El resultado es un poco desastroso, porque aunque se notó su esfuerzo en un primer momento para crear un mundo de fantasía realista, lo estropea haciendo que al protagonista le pase practicamente de todo: salvarse de una magia negra, curar a un noble, detener a unos bandidos, encontrarse con un hada y aprender artes marciales con la versión rothfussiana de los shaolin, lo que me pareció la parte más chapucera y fuera de lugar porque eso de inventarse un trasunto de civilizaciones orientales es un recurso de fantasía muy de segunda fila.

 

En medio de semejante trayecto se encuentra Kvothe, que para ser el protagonista sigue siendo el personaje menos pulido de toda la serie. El autor se ha esforzado en dotarle de unos cuantos defectos que lo pierden, como la vanidad, la irreflexión, o tener una boca demasiado grande, pero esto no es suficiente para humanizar a un héroe tan perfecto que es capaz de aprender todos los idiomas que se proponga, todas las magias que se empeñe, y que hasta es lo suficientemente terco como para que lo acepten unos mercenarios orientales como alumnos. Está demasiado  lejos del posadero abatido que cuenta su historia, y ya se puede inventar algo lo bastante bueno como para que este cambio resulte creíble.
 
 

 

Aunque mantenga el defecto de su personaje principal, y un exceso de situaciones que le restan coherencia con el tomo anterior, sigue contando a su favor con una buena narrativa, además de buenos secundarios en contraposición a un protagonista imposible. Fue capaz de mantenerme unas 1000 páginas pendiente de las penurias económicas del protagonista en la universidad, y de tener simpatía o tirria por los compañeros y enemigos que lo rodeaban, además de contar con unos cuantos que sí resultan más enigmáticos e interesantes que el propio Kvothe, por lo que continuaré con el siguiente tomo que, por suerte, todavía está pendiente de terminarse. Y es que he tenido suficiente Asesino de Reyes para lo que queda de año.

lunes, 19 de agosto de 2013

The Conjuring (2013). Por una vez, el título español me parece mucho más divertido


Antes de que Zak Bagans se dedicara a investigar edificios vacíos buscando demonios con los que pelearse, un simpático matrimonio de especialistas en lo paranormal hacían lo suyo con varios casos que los harían famosos. Seguramente Amityville fuera el más conocido, con películas incluídas, pero los archivos de Ed y Lorraine Warren guardan muchos otros además de un montón de objetos presuntamente malditos que exponen en el museo de su casa. Algunos de ellos, con pinta de haber salido de una tienda de atrezzo cutre y con alguna explicación imposible detrás, pero no voy a meterme en el tema de si esta pareja (ahora viuda solamente) eran fraude o unos chiflados simpáticos, porque lo cierto es que su visión de lo paranormal, llena de demonios por todas partes, exorcismos y demás recursos de película de serie B, siempre me pareció muy cómica y entrañable. Algo así como las aventuras del musculitos de Ghost Adventures. Por eso en cuanto me enteré que la última película de James Wan narraba otro de sus casos más famosos, me lancé a la copia más cercana como se lanzaría un fan de Guillermo del Toro al estreno de Pacific Rim.



The Conjuring, con su fabuloso título en español, Expediente Warren, plantea de forma paralela las actividades de las familias Warren y Perron. Los primeros, alternan su trabajo ayudando a víctimas de encantamientos, y posesiones con charlas en universidades y atender su casa, que además de su hija pequeña, incluye un museo en el sótano lleno de objetos potencialmente peligrosos (entre ellos, la muñeca poseída Annabel, debidamente maqueada para la película con un aspecto más siniestro que la pepona que existe realmente en el museo Warren). Los Perron acaban de empeñar hasta la camisa para mudarse a una vieja granja, que además de necesitar una reforma a la voz de ya, incluye elementos bastante más desagradables como un sótano escondido lleno de trastos y telarañas, ruidos nocturnos y algo que asusta a sus cinco hijas hasta el extremo de que estos deciden acudir a los Warren en busca de ayuda. No hay muchas dudas acerca de lo que está pasando en la casa: es un encantamiento con tema satánico de por medio en toda regla, y los Warren junto a su equipo deberán realizar una investigación, y solicitar un exorcismo, para poder salvar a la aterrorizada familia.



En las dos o tres películas de fantasmas que ha rodado, el estilo de James Wan ha quedado claro: sutileza cero, y unos fantasmas espantosos y amenazadores tanto a nivel mental como físico. Esto es algo que, para las imposibles casos investigados por los Warren le va muy bien, por lo que el guión va al grano en cuanto al tema de sustos y apariciones espectrales: lo que empieza por crujidos y golpes termina con la aparición de unos espectros de aspecto bastante tremendo y con el personaje de Lily Taylor, la madre de los Perron, recibiendo más palos que una estera. Los escenarios tienen más atmósfera que en Insidious, tanto por el aspecto de la casa en medio del bosque, sacada directamente de cualquier escenario terrorífico arquetípico, como la propia historia ambientada en los setenta: coches enormes, jerseys de cuello vuelto y magnetófonos con auriculares que juraría habérselos visto a algún hipster últimamente.



El desarrollo de la película me pareció un poco lento al principio, seguramente porque lo que más me interesaba en ese momento era ver las peripecias de los Warren y no cómo una familia se iba asustando progresivamente de una casa que obviamente, estaba embrujada. Pero al menos la parte terrorífica está muy lograda, especialmente en la dosificación de sustos que si tienen fundamento (vamos, que realmente hay alguien mirando a un personaje o sí aparece un fantasma detrás de estos) y no se limitan a tirar de subidas de volumen, cosa que no soporto en las películas y de lo que se abusó mucho hace algunos años.



A la izquierda, la amenazadora muñeca poseída. A la derecha, su reinterpretación.

Lo más divertido, por su puesto, son los investigadores protagonistas. Se nota que la señora Warren todavía vive, porque el tratamiento que les dan es un tanto de Mary Sue: son buenos padres, desprendidos, no dudan en arriesgarse por los demás, y si hace falta, hasta te preparan el desayuno y te arreglan el coche (como se ve en la película, tal cual), y es en una historia como The Conjuring cuando dos personajes tan improbables se encuentran a sus anchas e incluso su famoso museo parece un poco menos de todo a cien y sí algo más amenazador. Ellos y los dos ayudantes de su equipo, un policía aficionado a la parapsicología y un chico especialista en aparatos técnicos, de los que espero que se acuerden para las próximas películas porque su aparición me resultó muy simpática.


Foto real del museo Warren. Junto con las reuniones de la Asociación de Amigos de Jean Ray en Gante, otro de los sitios que me gustaría visitar antes de morir.

The Conjuring termina con un final abierto y sus protagonistas recibiendo una llamada para investigar un caso en Long Island (la casa de Amityville. Pero espero que no le hagan otra película), que en un principio era solo un guiño a todas las investigaciones que estos llevaron a cabo pero, visto el inesperado éxito de esta, es muy probable que se convierta en una franquicia y en un par de años haya alguna nueva historia protagonizada por Ed y Lorraine. Y yo desde luego no me las pierdo.

jueves, 15 de agosto de 2013

Wild Cards I. Que no cunda el pánico, esto no va a retrasar Vientos de Invierno



Hace poco salió a la venta un nuevo título con el nombre de George RR Martin en la portada. Ocupado como anda en Poniente, no es que haya hecho una pausa y se pusiera a escribir otra cosa, sino que se trata de un proyecto de relatos de varios autores en el que él solo actúa como editor.



Aunque estas antologías lleven dando vueltas unas cuantas décadas, gracias al éxito de Martin en España es cuando se han ido publicando. La cosa tiene truco, porque en el primer volumen él solo se ha encargado de un relato del primer volumen, y mucha gente tiene más ganas de Vientos de Invierno que de historias de mutantes y virus espaciales. Tampoco es para ponerse nervioso, ¿es que no han visto la portada? ¡Tiene pilotos! ¡Y dirigibles! ¡Con ese dibujo se vende solo!

Lo cierto es que su presentación pulp también tiene truco, porque el mundo de Wild Cards es de todo menos heróico e inocente. Su punto de partida puede serlo, pero el desarrollo, no: en 1947, una nave espacial se estrella en Estados Unidos. El maltrecho alienígena, idéntico a los humanos excepto por su mal gusto a la hora de vestirse (tal cual), ha sido enviado con la intención de probar un virus que causa mutaciones en el ADN, de forma completamente desconocida. Sus efectos lo mismo podrían crear un superhombre que matar a su víctima a causa de deformidades que hagan imposible la vida.

 
Es como un cruce entre el Doctor Who y un árbol de navidad

Aunque el Doctor Taquión, como se le conoce en la tierra, no tuviera intención de llevarlo a cabo, el virus es robado y extendido en el país, con sus desastrosas consecuencias: en el día Wild Card, nacen los Ases, gente a la que el virus le proporciona poderes que no desentonarían en un comic, y los Jokers, aquellos quienes han sido deformados o mutados haciéndoles imposible la vida con la gente normal. Esto último, porque la sensibilidad con los que eran distintos en los años cincuenta tampoco es que estuviera muy lucida, por lo que a lo largo de las décadas, los Jokers, recudidos a vivir en un guetto, tendrán que luchar por sus derechos y defenderse de las agresiones. Los Ases, en cambio, vivirán sus primeros días de gloria como equipos de élite, para acabar cayendo en plena era McArthy y su caza de brujas, empezando a resurgir como héroes unos años después.

El mundo de los Wild Cards se describe a través de una antología de relatos que, aunque independientes entre sí, están entrelazados como si fueran los capítulos de un libro, al narrar lo que sucede en los distintos años, y especialmente, al contar con ciertos personajes que serán claves en el desarrollo de los acontecimientos de la historia: el Doctor Taquión, el grupo de superhéroes conocidos como Los Cuatro Ases, Croyd Crenson, la víctima del vírus cuyos poderes y características mutan con sus períodos de hibernación, irán apareciendo a lo largo de los distintos cuentos.



El tono de las historias tiende a ser bastante oscuro, también. Si bien las características de los Ases y los Jokers podrían recordar a los mutantes de Marvel, estos están mucho más marcados por las actitudes y formas de pensar típicas de los años cincuenta y sesenta, y por tanto, a ser mucho menos heróicas y sí más deprimentes. Todas sus actuaciones están marcadas por las distintas opiniones del público, de la presión política, y los relatos protagonizados por los Jokers…bueno, si ser un As no implica un final feliz, para estos pobres desgraciados las cosas van a ser todavía peor, por lo que las simpatías del lector acabarán del lado de estos. Y cuando el poder de uno de ellos consiste en comunicarse con los gatos, todavía más por motivos obvios.

Este tono va evolucionando según la época en la que transcurran, algo normal teniendo en cuenta que son varias décadas de diferencias y algunas tan encontradas como los años cincuenta y el Verano del Amor. Lo más llamativo es encontrar un homenaje a Miedo y Asco en Las vegas que sucede en Jokertown, o una versión, con más humor negro, de las comedias de los ochenta en las que podía pasar de todo en una sola noche.


 
Y yo me quejaba que mi calle era un asco...

¿Y el relato de Martin? Como era de esperar, este transcurre en los momentos más bajos del mundo de los Wild Cards, en pleno barrio de los Joker y con el doctor Taquión hecho una verdadera ruina. Pero también, y viniendo de un tipo que ha dedicado los últimos seis años a asesinar a nuestros personajes favoritos, está lleno de esperanza y llega a ser uno de los más optimistas del libro.

Wild Cards no llega a tener un final concreto, sino que termina en una época determinada y con un segundo volumen, algo más corto, en el que el papel de los Ases y los Jokers irá variando a lo largo de los años. Me pregunto si en algún momento a alguno le dará por hacerse supervillano….

lunes, 12 de agosto de 2013

Under the Bed (2012). Terrores infantiles y un monstruo fallido

 


No es muy difícil que un niño se asuste. Solo hace falta un pasillo sin luz o algún ruido nocturno para que un armario o el hueco de la cama se convierta en la morada perfecta para todo tipo de monstruos dispuestos a agarrar tobillos y…bueno, creo que nadie llegó a saber lo que podía pasar con todas esas cosas que nos asustaban. Después uno se hace mayor, y tras empezar a preocuparse de otros miedos (o en el peor de los casos, plantearse que si realmente hay algo viviendo debajo de la cama, ya podía notarse y ocuparse de limpiar un poco el suelo), los anteriores se ven con algo parecido a la nostalgia, o al menos, a la fascinación por lo básico y abstracto de esto. Muchas películas, sobre todo en los ochenta, se acercaron a este tema, con mayor o menor tendencia al género terrorífico, o incluso al humor. Pero han pasado varios años hasta que se volviera a filmar alguna que realmente explotara el tema y se centrara en los verdaderos protagonistas de este, que serían los niños.



¿Dónde viven los monstruos de las camas-canapé?

Under the Bed comienza con el regreso, un tanto incómodo, de un chaval a la casa con su hermano menor, su padre y la nueva esposa de este. Durante el viaje, y la fiesta de vuelta, no se sabe mucho de lo que ha pasado salvo por las referencias de algún niño malintencionado a un incendio, y la tensión que el cabeza de familia y su mujer parece estar viviendo con la vuelta y la actitud huraña del protagonista. Esa misma noche los temores de este último, y de su hermano, se hacen realidad, con los gruñidos poco discretos que provienen debajo de la cama. Y es que, por desgracia para ellos, el célebre monstruo que todos los niños temen es real, y está dispuesto a cenarse al protagonista, aunque eso implique salir de su mobiliario habitual. Tras estudiarlo lo suficiente, los personajes concluyen que no tienen más remedio que acabar con el monstruo, aunque esto suponga enfrentarse a la incredulidad, y al carácter cada vez más estresado, de sus padres.



A la hora de desarrollar la parte más realista de la historia, que es la vuelta de su protagonista y su pasado conflictivo, el guión responde más que bien: los personajes hablan de todo lo que pasó mediante alusiones, hasta el momento en que estos deben enfrentar su problema, y no recurren a la típica secuencia de explicación para que al espectador le quede claro y masticado lo que ha sucedido. Además la actitud de estos es bastante lógica, incluso la de personajes tan secundarios como los vecinos, que va desde el actuar como si no hubiera pasado nada, hasta comportarse de una forma más cruel en el caso de los niños, que no dudan en tratar de loco al protagonista. Incluso durante la primera parte llega a sospecharse sobre la salud mental de este y si la historia del monstruo no estaría unicamente en su cabeza. El reparto ayuda bastante a esta ambientación, con un aspecto normal, tirando a vulgar o feucho en algunos casos, y en el que los personajes principales tienen el aspecto cansado que se esperaría de alguien con falta de sueño continuada.



La trama fantástica, en cambio, es la que más flojea. Si se trabaja con una historia sobre terrores infantiles, el uso de la imaginación, y el no revelar nada de forma (o en su defecto, diseñar algo realmente creativo e inquietante) es lo principal para poder crear atmósfera, y aquí se lo saltan a la torera: el monstruo aparece con la misma sutileza que un elefante en una cacharrería: los muebles tiemblan, las estanterías se caen, y hace el suficiente escándalo como para que los adultos tuvieran que levantarse, cosa que no pasa. Además, aún con las teorías de los protagonistas sobre la insistencia del monstruo en perseguirlas, que podrían ser tan descabelladas o posibles como cualquier otra, todo lo que lo rodea tiene un aspecto un tanto cutre y poco cuidado, como si los guionistas necesitaran incluir un monstruo por contrato y no se preocuparan porque este fuera realmente amenazante o que tuviera lógica dentro del universo de la película.



El final no hace otra cosa que confirmar el carácter forzado de ese monstruo debajo de la cama, cuando deciden saltarse por completo cualquier amago de discreción y lo hacen salir por ahí, matar unos cuantos extras y pelearse finalmente con el protagonista como podría pasar en cualquier otra película de bicho. Con un par de aciertos, y demasiados fallos en contra, ni se queda como referente para el género de terror infantil, y ni siquiera llega a serie B entretenida. Además, como víctima en tiempos de una imaginación un tanto desbocada, me ha llegado al alma que no hagan mención al mayor enemigo de los monstruos que viven en las habitaciones de los niños: taparse la cabeza con la manta.

jueves, 8 de agosto de 2013

Las aventuras de Bob Morane (1957-). De la selva a la Luna



Y sigue pareciéndome más fiable que los vuelos de Ryanair...

Los países francófonos (por lo poco que conozco, claro), estuvieron especializados en el género de aventuras durante muchas décadas. No solo en los comics, donde Tintín es reconocible por todos y también cuentan con otros como Blake y Mortimer, sino en la literatura, que durante mucho tiempo también fue una base del entretenimiento popular y muchos de sus personajes llegaron a disfrutar de una popularidad sorprendente a lo largo de varias décadas.



Del personaje creado por Vernes sabía muy poco: que era francófono, por motivos obvios, que pertenecía al género de aventuras, y que su mayor archienemigo era conocido como La Sombra Amarilla. Después de encontrar digitalizada casi toda su andadura por el mundo, unas 60 entregas, descubrí que, como muchas otras cosas, no era francés, sino belga, y que estaba destinado al público juvenil. Lo que era una ventaja a mayores porque muchas de las cosas que más me gustan vienen de ese país, y su orientación hacia la chavalada de los 50 y 60 implicaría que el idioma sería más asequible sin estar simplificado hasta el extremo. En el valle infernal, se presenta al personaje, un antiguo piloto de la II Guerra Mundial reconvertido en empleado de una compañía de transportes y encargado de recorrer zonas entonces tan exóticas como los mares e islas de Oceanía. Un viaje, como otro cualquiera, sale mal cuando uno de sus pasajeros lo obliga a aterrizar en el medio de la selva. Su intención es robar las esmeraldas de un pacífico pueblo pigmeo que hace algunos años lo salvó de morir en ese entorno salvaje…Eso es ser desagradecido, y lo demás son cuentos. Los personajes, separados en dos grupos, los que pretenden robar las joyas y los que quieren abandonar la selva, deberán atravesar un valle desconocido lleno de peligros imposibles: desde caníbales hasta arañas gigantes y otros animales poco simpáticos.



La novela, muy cortita, e incluyendo al final un apéndice sobre las aventuras reales de otros aviadores, tiene todo lo típico de la literatura de entretenimiento de posguerra: referencias a un conflicto que estaba muy cercano, el deseo de la gente joven de leer sobre aventuras un tanto imposibles, pero que podrían llegar a ser reales por el desconocimiento del lugar en el que se desarrollan, y una visión sobre los nativos en el que se va notando el cambio de mentalidad europeo: ya no se los describe con la incorrección típica de la literatura pulp de los años veinte, sino que refleja tanto el arquetipo del caníbal y las tribus violentas, como la visión del buen salvaje que vive en armonía con la naturaleza y al que se le trata con un sorprendente respeto por su actitud y falta de codicia ante bienes que los europeos sí valoran, como las piedras preciosas y el oro. Aún siendo un género que no me interesara mucho, me ha quedado buen sabor de boca: Vernes también se esfuerza en dar carácter a su personaje, como el héroe y viajero al que en realidad le es imposible adaptarse a una vida normal (aunque su sidekick sí es un poco más cliché), y visto lo breve de cada entrega, seguiré con unas cuantas aunque solo sea por saber qué demonios pinta La sombra amarilla.



Bob Morane tampoco se quedó sin su cuota de fama durante los años siguientes porque además de unos cientos de novelas más (supongo que las últimas, cortesía de otros escritores, que el señor Vernes va muy mayor), llegó a ser adaptado a comic, series de animación y llegando a tener sus propios videojuegos en la época de Atari, e incluso una canción dedicada a sus aventuras cortesía del grupo Indochine.

lunes, 5 de agosto de 2013

Frankenstein´s Army (2013). Remezclando géneros



En las películas de metraje encontrado parecía que estaba todo inventado. Las de VHS eran un poco más originales, aunque maldito el mareo que producía verlas. Otro tanto con las de guerra, que parece que cuando no tienen otra cosa que hacer, sacan unos nazis zombificados o unos experimentos absurdos, y tenemos metraje para entretener un rato. Lo que no imaginaba es que a alguien se le ocurriera juntar los dos géneros de serie B por excelencia en la última década, en una misma película. Y que el revuelto no saliera del todo mal.



Con un título como Frankenstein´s Army uno ya se imagina lo que se encuentran los protagonistas: un grupo de soldados soviéticos siguen una señal de socorro de un comando perdido, y acaban en una antigua iglesia, rodeada de cadáveres mutilados, que parece servir de laboratorio. Encuentran a unos cuantos supervivientes alemanes, pero que parecen estar tan asustados como ellos, y que intentan esconderse de unas criaturas, mitad hombre, mitad máquina, que deambulan por el edificio. Y es que en un buen guión de serie B no puede faltar un científico que piense que pegarle una escafandra y unas tijeras de podar a un zombie va a servir para ganar una guerra. La principal diferencia con otras películas es que esta viene contada desde la perspectiva de una cámara, que les acompaña con la intención de filmar imágenes de propaganda para el régimen soviético, y que irá recogiendo las atrocidades que se encuentran en el laboratorio. Con algún que otro tembleque también, por aquello de recordar que se trata de un rodaje de cámara en mano.



La primera impresión que da la película es tirando a negativa: de entrada, todo lo que cuentan podría haberse filmado desde una perspectiva tradicional, por lo que todo eso de la cámara al hombro da la impresión de servir para esconder la falta de presupuesto (que se les nota un poco) más que por el tema de la originalidad, que a estas alturas, no lo es. El desarrollo, al menos en su primera mitad, tampoco sale muy bien parado: todo lo que les va pasando lo he visto en bastantes películas, y da una impresión bastante negativa de ser la típica película europea que intenta imitar los clichés de la serie B estadounidense o inglesa. El pelotón de soldados es tópico hasta el extremo, con su soldado odioso (que, ni lo matan pronto, ni tampoco lleva muchas palizas por parte de sus compañeros), el jovencito, en veterano más noble y el cámara. Los supervivientes aparecen unos cinco minutos contados y pasan a ser víctimas bastante rápido. Y lo peor es, en un principio, la aparición de las criaturas mecánicas creadas por el científico loco: si bien el concept art es bastante interesante, con todas las monstruosidades que podría dar de sí ensamblar piezas de guerra sueltas a un cadáver, las apariciones de estas dan la impresión de ser bastante plasticosas, como si fueran una buena caracterización de los actores de un Pasaje del Terror de los caros pero que no tienen la textura correcta para una película, por mucho de segunda fila que sea (en el peor de los casos, llegan a parecer un cosplay de los buenos). Quizá lanzar una copia en alta definición no sea la mejor idea cuando no se anda sobrado de presupuesto…

 


Los defectos parecen salvarse de golpe y porrazo a partir de la segunda parte, cuando el guión parece olvidarse de todos los tópicos que estaba acumulando, lanzándose directamente al espectáculo, y lo que es mejor, pasándose a otro género como es el de los Mad Doctors. Los soldados protagonistas empiezan a desarrollar un carácter violento mucho más real que los estereotipos que venían interpretando: no tienen compasión con los supervivientes y tampoco dudan en abandonar a su suerte a un traidor. El recorrido de la cámara por el laboratorio, y el encuentro con quien es, directamente, el descendiente del Doctor Frankenstein original, es bastante más interesante, e incluso los monstruos que aparecen tienen un aspecto menos de plástico que los anteriores…o lo mismo es que a los 45 minutos de película, ya me había acostumbrado a ellos. Se nota que se estaban reservando para este personaje porque aunque sea un científico loco de los de manual, es el más interesante de la película…hasta me caería bien como villano, sino fuera porque menciona a sus primeros experimentos realizados con gatos (no sé que pasa últimamente, pero las películas que he visto implican riesgo para los felinos). Incluso el cierre, que va indicando también el carácter individual de la película sin anuncio de secuelas, tiene bastante humor negro y consigue salvar bien una primera mitad tirando a aburrida.


Aún salvándose gracias a la última parte, Frankenstein´s Army no queda como una serie B redonda, de esas que han entretenido y han tenido en vilo, sino como una relativamente entretenida y en la que, visto el resultado, han puesto más interés en el concept art que en desarrollar el guión.

jueves, 1 de agosto de 2013

Evil Dead (2013). Me sigue faltando Bruce Campbell...


A los demonios también les gustan los gatos...


Cuando se anunció el remake de Evil Dead, hubo llanto y crujir de dientes. Igual las versiones nuevas de Viernes 13 fueron buen recibidas, porque las películas originales, tampoco es que fueran gran cosa, pero es imposible pensar en la saga de Posesión Infernal sin esa versión tan suya del Necronomicon, los demonios volando por una cabaña en medio de la nada, y sobre todo, el personaje de Ash, que pasó de víctima de las circunstancias a héroe de la serie con tendencia a recibir leña y a soltar frases ingeniosas. El que Bruce Campbell anunciara que no haría ninún cameo, y que del guión se fuera a encargar Diablo Cody, que tampoco es que tenga mucha maña para el género de terror, hizo que muchos perdiéramos cualquier interés de lo que pudiera salir de la idea.



Parece que el 2013 es el año en el que el cine le lleva la contraria a todos, porque después de haber visto como Guerra Mundial Z se convertía en una buena película contra todo pronóstico (y sin ningún parecido con el libro en que se basa), el remake de Posesión Infernal también fue bastante más competente de lo que se esperaba.




El argumento principal no se separa mucho del original, teniendo en cuenta que es lo más reconocible de la película: un grupo de amigos se reúnen en una cabaña perdida en el bosque. Allí encuentran un volumen de brujerías varias, uno de ellos no se le ocurre otra cosa que ponerse a recitarlo…y con esto empezarán a caer, uno tras otro, los protagonista, poseídos por los demonios. Pero estos poco tienen que ver con el Exorcista y más con los demonios que aparecían en Demons, mucho más monstruosos, con fuerza imposible, un pelín cercanos a los zombies y en el caso de los de Posesión Infernal, con bastante mala baba y capaces de amenazar al resto del personal con tragarse sus almas y demás cosas de demonios.

 
Dicen que para esta nueva versión, el libro se inspiró en un temario de oposición a judicaturas...

Dicen que el demonio está en los detalles, y también en ellos es donde está la diferencia con la primera Posesión Infernal: lo principal, como el libro de brujerías, o la aparición de un árbol monstruoso, sigue ahí, e incluso la falta de humor del guión. Porque aunque la trilogía original se vea hoy más como una comedia terrorífica, la primera aparición de Ash estaba mucho más centrada en el terror que en el espectáculo, por lo que su remake tampoco es que tome una dirección distinta en este sentido. Es en la forma de enfocar elementos de la historia donde empieza a diferenciarse, como el eliminar cualquier referencia al Necronomicon y sus demonios kandarianos por un libro de brujería más genérico, traducido crudamente con escritos encima de sus páginas, y utilizados por un grupo de lugareños para acabar, de una forma bastante sangrienta, con el demonio que sirve de prólogo a la historia, en una de las mejores secuencias de la película.

 


Los personajes también han tenido sus cambios, y no precisamente para hacerlos más cercanos al público joven de hoy, sino para que la actitud de estos sea un poco más lógica: no son chavales que quieren pasar un fin de semana en medio de la nada, sino que la reunión de estos se debe a un intento de desintoxicación de una de los protagonistas, y de paso, para solucionar alguna rencilla familiar y de amistad que ha quedado entre ellos. Al menos, sirve para achacar a un enorme síndrome de abstinencia el comportamiento agresivo de la primera víctima, y principalmente, para negarse a abandonar una cabaña en medio de la nada donde han encontrado, entre otras cosas, un libro bastante grotesco y un sótano lleno de gatos muertos (pues mira, solo por eso me pongo de parte de los demonios infernales y de su sana intención de acabar con la humanidad). Esta intención de hacer que los protagonistas se comporten de una forma lógica dentro de lo que está pasando, es bastante loable, aunque después se la cargan a base de giros de guión en los que se nota que la intención es separarse del material original aunque sea contradiciendo todo lo que ha venido narrándose hasta ahora: el final es interesante, pero ese truco absurdo de que las víctimas que se libran de la posesión se curen mágicamente de sus heridas, muchas de ellas mortales, responde más al objetivo de contar con una “final girl” que a algo que forme una parte lógica de la historia.


Sería imposible hacer una versión de Evil Dead sin todas las cantidades de sangre y asesinatos que esto implica, cosa que sí han respetado. La publicidad la anuncia como la película más terrorífica en años…que tampoco es para tanto si se ha visto más del género, pero sí lo es para que se estrene en una sala de cine, y creo que desde La casa de los 1000 cadáveres no recuerdo una película distribuida de forma general que fuera tan bruta. No faltan motosierras, brazos arrancados, víctimas escaldadas, quemadas, caras partidas…el lote completo, vamos. Y es aquí donde aprovechan a colar un homenaje a la trilogía original de Evil Dead y especialmente a Ash, con la aparición de la motosierra y el guiño acerca de quien acaba perdiendo la mano. No sé si este remake dará lugar a una nueva trilogía de Evil Dead después de 30 años de la original, pero al menos ha dado para una película de terror bastante efectiva, aún con sus fallos y algunas ganas un poco excesivas de ser distinta a la original.

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