Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 26 de noviembre de 2020

La profecía (1.976). Este chico es un demonio




Si hubiera que quedarse con una década conde el diablo estuvo más presente en el cine, y en alguna de las mejores películas de esa época, sería en los setenta. Aunque esta podría haber empezado con La semilla del Diablo, unos años antes, fue entonces cuando el padre Karras llevó a cabo uno de los exorcismos más violentos y peligrosos, y cuando un niño de aspecto angelical comenzaba a desvelar su naturaleza diabólica. 




La profecía, un título equivalente a su original y al menos más enigmático que el que tuvo que sufrir El bebé de Rosemary, hace referencia al destino que llegaría a cumplir Damien. Este es en realidad un expósito, un recién nacido (o, dada la naturaleza del cambio, una versión mucho más siniestra de un changeling),   quien tuvo la suerte de sustituir al bebé fallecido del embajador de Estados Unidos que solo quería evitar que su mujer sufriera el trauma de la pérdida de su hijo. Tras los primeros años que transcurren con normalidad, su quinto cumpleaños se ve interrumpido por el suicidio de su niñera, quien antes de morir asegura ofrecer su vida como regalo a Damien. Es a partir de entonces cuando una serie de sucesos empiezan a levantar las sospechas de Katherine Thorn, y especialmente de Robert, quien conoce la verdad sobre el origen de su hijo. Los animales de un zoológico, aterrorizados ante la presencia del niño, la crisis de este ante la visión de una iglesia, y sobre todo, la aparición de un sacerdote, quien insiste en conocer la verdadera naturaleza de Damien, hacen que Robert, con la ayuda de un fotógrafo testigo de los accidentes que parecen suceder a todos los que parecen saber algo, comience a investigar y descubra que la muerte de su hijo y la oportuna aparición de un recién nacido huérfano, no hayan sido una coincidencia. 


 

Basada en el libro de David Seltzer, esta resulta una adaptación muy fiel al material original, y también uno de esos casos en los que la película supera en fama y calidad al texto. Este, un best seller correctamente escrito, sirve como origen para una producción en la que consiguen construir la tensión de forma gradual, a partir de un desencadenante antes del cual, la atmósfera y tono podrían corresponderse con un drama familiar. Y que, desde entonces, lo anómalos sucede de forma que este deja de parecer una coincidencia para desembocar directamente en una trama sobrenatural. Acompañado a partir de entonces, con la pieza coral de Jerry Goldsmith que se convertiría en la melodía más recordada de la película. 




Además de la realización, esta cuenta con un reparto muy sólido, compuesto de rostros conocidos. Harvey Stephens podrá ser recordado en su papel infantil de Damien, pero es solo una pequeña parte en comparación con el trabajo de Gregory Peck, Lee Remick o David Warner como grupo protagonista. O la interpretación ofrecida por Billie Whitelaw como la siniestra niñera de Damien. Es en los dos primeros, como matrimonio protagonista, sobre quienes recae la tarea de hacer una trama sobre profecías y el anticristo como algo mucho más humano, que pueda resultar inquietante incluso a aquellos a quienes el Diablo no les resulte una figura amenazadora en la película (en mi caso, prefiero que mis antagonistas duerman en algún lugar perdido del Pacífico y que la Humanidad les importe un comino), aportando muchos más matices. No es solo la presencia de lo sobrenatural como algo externo, sino lo que conlleva: la ruptura de la normalidad, la el peligro en el núcleo del hogar e incluso temas bastante controvertidos como el aborto y la depresión postparto, que se tocan de forma muy sutil pero están ahí. 




Aunque tanto su reparto como su director siguieran contando con unas carreras de éxito, y Donner fuera también el responsable de Superman y clásicos de los ochenta como Los Goonies o Arma Letal, La profecía, como buena película sobre el diablo, también cuenta con su leyenda negra: accidentes alrededor de su rodaje y tragedias personales pasaron a alimentar cierta fama de película maldita que, como suele pasar con estos casos, puede ser una coincidencia aprovechada posteriormente. Después de todo, Harvey Stephens no tuvo papeles más memorables que el del pequeño Damien y actualmente lleva una vida normal trabajando en el sector inmobiliario…Pensándolo bien, esta última actividad no deja de tener su cariz diabólico.

jueves, 19 de noviembre de 2020

Murder Death Koreatown (2.020). Algo huele a podrido en el barrio asiático




Desde hace bastante tiempo, es habitual que no falte La Película de Terror del Año. Puede ser un estreno que funcione inesperadamente bien, como Insidious o Conjuring, una producción que venga acompañada de una amplia campaña publicitaria, o que quizá sea un poco mejor entre todas las que se estrenaron por la misma fecha. Pero el 2.020 ha sido un año, por decirlo de algún modo, muy raro, y, en unos meses donde los estrenos y la distribución cinematográfica han tenido que buscar vías alternativas a las salas de cine, la que se podría considerar la producción más novedosa, ha seguido un camino igual o más extraño.




Hace unos años, un usuario de Reddit comenzó a recibir unas grabaciones anónimas donde alguien investigaba de forma aficionada un crimen real que tuvo lugar en el barrio coreano de los Angeles: una mujer asesina a su marido, siendo detenida poco después. El suceso, sórdido pero no inesperado en una zona poco privilegiada de la ciudad, es narrado en varios clips en los que un joven desempleado decide dedicar su tiempo libre a recopilar información y quizá resolver el caso. Las tosca filmaciones que recogen información proporcionada de mala gana por los vecinos van tomando un cariz inquietante cuando derivan en una serie de teorías en las que el detective aficionado, cada vez más inestable, cree haber sido contactado por el hombre asesinado y que existe un patrón, o una conspiración oculta en los interminables textos en coreano que aparecen garabateados en los muros del barrio, los pastores que predican en la calle, y los desvaríos susurrados por los mendigos que descansan en los patios traseros de Koreatown. La película no es otra cosa que el trabajo de edición y puesta en orden que este usuario realizó con un metraje extenso y progresivamente incoherente.

Aunque desde El proyecto de la bruja de Blair resulte imposible pasar cualquier tipo de filmación como algo real, esta colección de metrajes juega en todo momento a difuminar la frontera entre lo real y lo inventado a partir de un hecho real: el asesinato que sirve como punto de partida es un hecho real, y varias de las entrevistas que aparecen, donde los figurantes aparecen claramente incómodos, son vecinos a los que claramente no les está haciendo mucha gracia que se les pregunte por un hecho tan escabroso. La mezcla entre lo real y lo fabulado hace que el guión pueda estar más cerca de Holocausto Caníbal (donde se usaron filmaciones reales de la selva) que de la película de Daniel Myrick y Eduardo Sanchez. Y de nuevo, intenta mantener en todo momento la baza de una posible historia real al negar incluso la existencia de los títulos de crédito.




En un formato tan sobresaturado como el del metraje encontrado, consigue aprovechar la poca originalidad que a este le queda por ofrecer: recurriendo a una grabación con la cámara de un móvil, esta cuenta con la poca estabilidad y calidad que podría esperarse de un personaje que intenta realizar un reportaje o una investigación, con más ganas que medios, y cuya pérdida de estabilidad queda progresivamente registrada a través del cambio del tipo de personas entrevistadas, de su tono de voz, y en la adopción de unas premisas cada vez más irreales. La filmación, no demasiado nítida, no llega a marear demasiado dado que no llegan a excederse como pudo pasar en otras propuestas, como V/H/S , y aprovechan la falta de nitidez como medio para evocar más que mostrar (porque, en realidad, salvo la película que parece montarse su protagonista en la cabeza, no hay nada que mostrar) un entorno que acaba volviéndose inquietante por sí solo: Koreatown no es un barrio agradable de filmar. No se muestra como una de las peores zonas, pero sí una donde las viviendas no son lo mejor a lo que se podría aspirar, donde la convivencia con las personas sin hogar es una parte más de la sociedad y donde estas, y algo tan anodino como los grafittis en una pared, a los que no se le prestaría atención, acaban convirtiéndose en una realidad distinta, que no llega a verse del todo pero que en todo momento es tratada de forma muy hábil, como los delirios que una persona desequilibrada va construyendo sobre la marcha con los elementos que va encontrando.




De la película debe tenerse en cuenta su origen como historia corta, y no se le puede exigir más: su formato, con un protagonista desconocido, su historia narrada a medias, tramas sueltas e incoherencias son muy propias del creepypasta del que proviene, y no se puede esperar una historia lineal o que conduzca a ninguna parte. Pero sí es capaz de convertir de reflejar en primera persona el deterioro mental, o la revelación, depende de como se interprete, de un personaje central del que el espectador desconoce su aspecto en el último momento, como un entorno cotidiano puede convertirse en algo inquietante de una manera irreal, o el aprovechar en su favor elementos propios de la fantasía urbana más oscura.

Murder Death Koreatown por su formato y ambiciones, no puede competir con la saga de Conjuring. Ni pretender estar al nivel de It Follows ni mucho menos de Hereditary. Pero con su formato de grabación improvisada, lo ambiguo de su punto de partida y el material con el que trabajan, consigue ser aquello para lo que nació: ser la versión cinematográfica más fiel de un creepypasta.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Poltergeist (1.982). Fenómenos extraños, especulación inmobiliaria y un adosado embrujado

 


Aunque los ochenta fueron una década clave para el cine de entretenimiento que marcaría a una generación de espectadores, para los efectos especiales cuya evolución podría verse en las décadas siguientes, y desde hace tiempo, para la nostalgia que ha dado lugar a más de un remake con mayor o menor fortuna, también lo fue para el terror. Y, además de ser la fecha de alguna de las sagas para todos los públicos más populares, de los asesinos más insistentes y de unas cuantas imágenes icónicas, esta también vio el nacimiento de una producción que, por los nombres implicados, resultaría inesperada: ¿Qué pasa cuando pones a trabajar a Steven Spielberg, el mago de las producciones familiares, y a Tobe Hooper, el director de la inquietante Matanza de Texas, a producir y dirigir el mismo proyecto?




Poltergeist, término que hace referencia a un fenómeno sobrenatural ruidoso, breve e intenso, y que tiene lugar en un entorno donde no debería suceder nada extraño: una urbanización de construcción reciente, donde los vecinos conviven, discuten, o sus preocupaciones discurren entre ver un partido y realizar las mejores inversiones. Un escenario de promesas y bonanza donde, en una vivienda cualquiera, comienzan a tener lugar fenómenos inusuales: objetos que se mueven, aparatos que se encienden a voluntad y susurros que parecen surgir del televisor y que solo Carol Anne, la menor de una familia de tres hermanos, puede escuchar. Hechos que van en aumento y terminan con la desaparición de la pequeña, ahora atrapada en alguna dimensión situada entre las paredes de la casa. Y que supondrá que la familia Freeling necesite de ayuda muy poco ortodoxa si quiere recuperar a su hija. E incluso cruzar al otro lado.



El tono de la película sorprende por el marcado carácter familiar que mantiene en gran parte del metraje. Algo todavía más evidente en los primeros minutos, donde estos parecen anunciar más una comedia familiar que una producción terrorífica, pero que también se utilizan de forma muy hábil para marcar el tono de la historia, y de paso, para hacer un retrato muy concreto de la época: las primeras secuencias parecen estampas de las ideas de núcleo familiar, estabilidad y bonanza económica de la era Reagan, cortadas, de forma a veces sutil, en determinados momentos (la edad a la que la madre de la familia tuvo a su primera hija, las dispares lecturas del matrimonio o la marca que en un momento dado, exhibe su hija adolescente), y otras, de forma brusca: una tormenta en el medio de la noche, que desencadena la segunda mitad del guión, mucho más oscura, o lo que ocultan los cimientos de la casa, que mencionan como resultado de la ambición desmedida de una época. Aspectos que, en todo caso, suponen mover el relato de fantasmas de los caserones centenarios y los personajes atormentados a un núcleo familiar estable y a una vivienda de reciente construcción. Por no mencionar el uso de la televisión como vehículo de comunicación de los fantasmas y elemento que, de ser un objeto de reunión en el ámbito familiar, pasa a ser un elemento amenazador, que daría para una interpretación más amplia.




Aunque, comparada con otros estrenos, pueda considerarse una película de terror más suave, esta cuenta con momentos que han quedado grabados en el público que pudo verla como una producción para toda la familia: el ruido de la estática de la televisión, utilizado de forma eficaz, el árbol que golpea la ventana y un payaso de juguete de aspecto siniestro, que aunque aparezca por muy poco tiempo, tiene todo el aspecto de haber sido material para varias pesadillas, son los más icónicos en un guión que cuenta con menos efectos especiales de los que podrían esperarse en una película de género fantástico. Esta se sostiene más en el trabajo de los actores, especialmente en las primeras palabras pronunciadas por Heather O´Rourke, que anuncia con un musical "están aquíii…" el cambio de tono que tendría lugar en la que antes parecía una historia para todos los públicos. Y sobre todo, en enfocar la trama hacia los aspectos más emotivos: aunque uno de los aspectos más criticados actualmente es la machacona insistencia en la importancia del núcleo familiar, lo cierto es que todos los personajes están dotados de una gran empatía, desde el grupo de parapsicólogos hasta la médium Tangina, uno de los personajes más entrañables de la historia, y que marcan mucho el tono del guión, muy centrado en los lazos familiares y como estos pueden salvar a sus protagonistas.





El tono emotivo no impide, de nuevo, que esta cuente con momentos bastante oscuros, no solo los más recordados sino otros como la alucinación que sufre uno de los investigadores o los cadáveres surgiendo en la lluvia y desvelando lo que ocultaban los cimientos de una promoción inmobiliaria de éxito. Y que hacen que en cierto modo se note la diferencia entre los dos nombres principales en la realización de la película: se nota el conflicto entre el productor Spielberg, que hubiera querido dirigirla, y el director Hooper como uno de los responsables del cine de terror moderno. Tanto, que se notan las preferencias e intereses de cada uno, aunque sea más habitual considerar Poltergeist como uno de los éxitos del director de ET. Aunque, esta, como muchas producciones de terror de los ochenta, llegó también a tener su franquicia con dos entregas posteriores e incluso una leyenda negra sobre los fallecimientos de dos personajes que hoy, al igual que la insistencia en el tono familiar del guión, se quedan en algo anecdótico.



jueves, 5 de noviembre de 2020

El resplandor (1.980)….¡¡Aaaaquí está Joohnnyy!!

Hay determinados fotogramas que podrían constituir una enciclopedia visual del cine de terror. Cesare sentado en el ataúd en el que lo guarda el doctor Caligari. La sombra de Orlok deslizándose por una pared. el cuchillo, visto a través de la cortina de una ducha. Los cadáveres deambulando, en la primera vez de muchas, en un cementerio de Pittsburgh. Y, antes de que llegaran, a veces hasta el exceso, las siluetas de un guante con cuchilla y las máscaras de hockey (más otras posteriores, y que merecen estar también a la altura del resto), debería encontrarse el rostro desquiciado de Jack Torrance, asomándose tras una puerta destrozada.





Se cumplen, en el que podríamos considerar el año más desquiciado de lo que va de siglo, cuarenta años de la versión cinematográfica de El resplandor, una de las novelas más conocidas de Stephen King y que continuaría, tanto literaria como audiovisualmente, más de tres décadas después en Doctor Sueño. Una versión llevada a cabo en una época en la que el escritor gozaba un momento de fama pero también una serie de versiones de lo más irregulares: de las más meritorias, como Carrie, hasta otras hechas con tan pocas ganas como medios. El resplandor se encuentra por méritos propios entre las primeras, pero también entre las más controvertidas: dirigida por nada menos que Stanley Kubrick, con unas anécdotas de rodaje donde este llevaba su perfeccionismo al extremo y con la que King nunca estuvo conforme, hasta el punto de rodarse con su aprobación una miniserie que, pese a ser más fiel al libro, es de las que hace pensar "me gustó más la película". Y que, incluso en España llevó manos a la cabeza con el doblaje, elegido por el director, con Joaquín Hinojosa y Verónica Forqué poniendo voz a Jack Nicholson y Shelley Duvall.




 


Se cumplen, en el que podríamos considerar el año más desquiciado de lo que va de siglo, cuarenta años de la versión cinematográfica de El resplandor, una de las novelas más conocidas de Stephen King y que continuaría, tanto literaria como audiovisualmente, más de tres décadas después en Doctor Sueño. Una versión llevada a cabo en una época en la que el escritor gozaba un momento de fama pero también una serie de versiones de lo más irregulares: de las más meritorias, como Carrie, hasta otras hechas con tan pocas ganas como medios. El resplandor se encuentra por méritos propios entre las primeras, pero también entre las más controvertidas: dirigida por nada menos que Stanley Kubrick, con unas anécdotas de rodaje donde este llevaba su perfeccionismo al extremo y con la que King nunca estuvo conforme, hasta el punto de rodarse con su aprobación una miniserie que, pese a ser más fiel al libro, es de las que hace pensar "me gustó más la película". Y que, incluso en España llevó manos a la cabeza con el doblaje, elegido por el director, con Joaquín Hinojosa y Verónica Forqué poniendo voz a Jack Nicholson y Shelley Duvall.




Aunque sea la presencia de uno de sus protagonistas, ya enloquecido, una de las secuencias más famosas, toda la película cuenta con un componente visual que la convierte en una de esas producciones que, además de servir como referencia durante décadas, acaban formando parte de la cultura popular: las gemelas siniestras en el pasillo, el triciclo de Danny moviéndose a toda velocidad, el espectro de la habitación 337 e incluso, aunque sea por lo excesivo, la riada de sangre surgiendo de un ascensor. Imágenes que acaban quedándose aún cuando la trama acabe desvaneciéndose en la memoria del espectador. Algo, poco probable, porque el guión establece de forma efectiva algo a lo que siempre se ha prestado una parte importante del relato de fantasmas: el componente psicológico de sus personajes. Desde los primeros minutos, es posible percibir el deterioro mental de su protagonista, que acaba por convertirse en una amenaza más tangible que los espectros que se mueven en el escenario. Y cuya aparición, aunque escasa, dado que solo uno de los personajes puede percibirlos, tiene un carácter físico que se manifiesta no solo en su caracterización sino en su capacidad de dañar.



Pese a utilizar unos escenarios y exteriores muy amplios, lo desolado de estos, los decorados geométricos y el uso de los pasillos, tanto los de la construcción como los del laberinto exterior, hace que la película tenga una atmósfera, más que claustrofóbica, opresiva: hay una gran cantidad de espacios por los que moverse, pero estos no dejan de ser limitados y el exterior, esta vez por el clima en que se desarrolla, supone un peligro real y objetivo.

Cuando se trata de una película y un director considerado como clásicos, es difícil poder apreciar algo más si no es la impresión que esta ha producido, las escenas más potentes o lo que supuso en su momento y a posteriori. Aunque en el caso de El resplandor, también es posible reconocerla como una de las mejores películas de terror…y también una de las mejores adaptaciones al cine de las novelas de Stephen King, aunque a él no le guste especialmente.




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