Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 25 de octubre de 2018

Darkman (1990). El fantasma de la oper....laboratorio



Hubo un tiempo en el que ver películas de superhéroes era una quimera. La saga de Superman había sido enterrada hacía años, Marvel tenía muy poco futuro con algún que otro intento y gracias al Batman de Tim Burton, DC parecía que iba a llevar la voz cantante. Era una época en la que parecía imposible trasladar a la pantalla los efectos visuales necesarios para un Spiderman, y llevar a cabo un proyecto como Los vengadores, impensable, pero también suponía la oportunidad de hacer algo distinto ¿Y si a partir de la estructura y del lenguaje del comic se pudiera crear un personaje con esas carcterísticas, pero sin más trasfondo que el cinematográfico? La idea se le ocurrió a Sam Raimi, quien hacía unos años, había tenido una ocurrencia igual de marciana: guionizar la sangrienta historia de un grupo de jóvenes atrapados por fuerzas diabólicas en una cabaña. No contento con ser el padre de Ash Williams, Raimi decidió dar el salto y crear su propio superhéroe.



Darkman no es otro que Peyton Westlake, un desafortunado científico ue se cruza en el caminoi de un empresario corrupto y una banda de mafiosos. Es un poco difícil imaginar que enlace hay entre una trama de corrupción urbanística y un proyecto para desarrollar una piel sintética que ayudaría a las víctimas de quemaduras, pero en la ficción los científicos apocados, los accidentes mortales y los malvados tienden a acabar juntos y revueltos. Dado por muerto, horriblemente desfigurado y alterado por un tratamiento experimental, en el que su capacidad sensorial fue eliminada para poder soportar el dolor de las lesiones, Peyton regresa a las ruinas de su laboratorio tras experimentar un cambio más allá del daño físico: la falta de sensibilidad viene acompañada de una sobreproducción de adrenalina, que le proporciona mayor velocidad y fuerza que a una persona corriente. Pero también una escasa estabilidad mental. La justa para poder recuperar sus estudios en el laboratorio y aprovechar la posibilidad de recrear el rostro de cualquier persona para vengarse de sus asesinos y proteger a su prometida.






El intento de Sam Raimi por crear su propio superhéroe funcionó, incluso con un reparto tan inverosimil como un Liam Neeson cubierto hasta arriba de maquillaje y vendas, y Frances McDormand en el papel de su prometida. Unos actores que ni dan el pego a nivel de preparación física en el tipo de cine que se haría con posterioridad, ni tampoco encajarían demasiado en los cánones de atractivo posterior, pero que defienden sus papeles con un talento y una escritura sólida en un guión que todavía conserva mucho del estilo que mostró en la trilogía de Posesión infernal: primeros planos llenos de giros y expresiones desquiciadas, escenas de acción cuya violencia se acerca más al dibujo animado que al realismo, y momentos de humor negro inesperados acompañados de un montaje vertiginoso en algunos momentos, pero también más calmado y pensado para ofrecer una producción a un público más amplio y una distribución mayor.



La historia y el personaje como tal, tenían vocación de cómic. Pero esta estaba todavía lejos de los superhéroes al uso y más cerca de un estilo más oscuro, quizá más similar a los personajes pulp, y un poco a los tebeos de terror. Su protagonista tiene menos que ver con poderes inverosímiles y más con algunas nociones científicas, tomadas un poco con pinzas, que lo convierten en alguien por encima de la media, pero también con unas limitaciones al mismo nivel: si bien la incapacidad de sentir dolor le hace actuar de forma más temeraria, eso último también lo convierte en un personaje inestable, con menos autocontrol y que a causa de su aspecto físico, se ve obligado a vivir al margen de la sociedad. No es una situación nueva, después de conocer a Hulk o, por buscar una referencia más parecida, a La criatura del pantano, pero este está bien construido, es carismático y da pie a posibles historias posteriores. Aunque en algún momento, sea precisamente esa intención de crear un personaje de comic la que juega en su contra: el punto de partida, entre científico, mafiosos y trama que los vincula está tan traida por los pelos que uno no puede evitar pensar que es toda una coincidencia que, en una ciudad tan grande acabaran todos estos personajes coincidiendo con las mismas personas.



Pese a los medios de los que dispone, la realización todavía conserva un estilo muy artesano visible en la caracterización de su protagonista, que si bien durante la mayor parte del tiempo se oculta mediante un vestuario que acabará convirtiéndose en algo así como en una seña de identidad (un sombrero, vendas y el abrigo con capa. Para haber salido corriendo de un hospital ha tenido bastante suerte a la hora de encontrarse prendas desperdigadas), acaba siendo revelado mostrando un trabajo de maquillaje que recuerda un poco a personajes marcados como El fantasma de la ópera, y directamente, al Doctor Phibes de Vincent Price. Con el maquillaje, efectos prácticos muy eficientes y algún chroma que es inevitable que se acabe notando, conviven también con los primeros efectos digitales que, bueno, es una suerte que se limiten a mostrar unas imágenes en 3d bastante visibles cuando el msdos en los ordenadores era algo habitual.


Con el estreno de Darkman quedaban muy lejos todavía las películas de superhéroes, y sobre todo, las que después se denominarían historias de origen y que se convertirían en algo habitual a la hora de crear una franquicia. Pero a fin de cuentas, Raimi, unos doce años antes de ponerse a dirigir Spiderman, es lo que consiguió llevar a cabo: contar algo que recordara a, sin tirar unicamente de guiños e influencias, e incluso abrir una puerta de cara a la continuación de un personaje que, en cambio, se quedó unicamente en dos secuelas directas a vídeo.




jueves, 18 de octubre de 2018

Venom (2018). Una comedia romántica. Con simbiontes


Aunque tras la última entrega de los Vengadores parezca que a Marvel no le queda ningún superhéroe por sacar, lo cierto es que el fondo editorial tiene personajes para rato y, lo que es más interesante, la posibilidad de variar un poco el tono de las adaptaciones más allá de la comedia para todos los públicos que, hay que reconocer, la división de Disney domina a la perfección. Logan, alejado en el futuro de la Patrulla X, fue una curiosa mezcla de acción y atmósfera crepuscular, y Deadpool no tenía ningún problema con el humor grueso y la ruptura de la cuarta pared (y del resto de tabiques o lo que hiciera falta). Pero, teniendo en cuenta también la variedad de héroes y villanos que todavía quedaban pendientes, era posible plantear si el enfocar a un nuevo superhéroe de forma más seria, o más bien, terrorífica. En pantalla tampoco era una novedad, aunque desde las tres entregas de Blade llovió bastante. Y las viñetas escondían monstruos distintos a los vampiros.



Venom podría entrar en esa categoría: un simbionte, o raza alienígena que necesita un huesped humano para sobrevivir en la Tierra y que se manifiesta con un aspecto monstruoso. A cambio, puede ofrecer a este una capacidad de regeneración y longevidad fuera de lo común, y que el director de la fundación Vida pretende utilizar para cumplir su objetivo de llegar al espacio, aunque eso implique varios experimentos fallidos con humanos. Pero es uno de estos especímenes el que acaba unido a Eddie Brock, un periodista caído en desgracia tras intentar destapar los trapos sucios de la fundación y que se ve obligado a combatir a la voluntad alienígena que ahora intenta dominarlo. Aunque en realidad, puede que esa criatura gigantesca, con una lengua similar a la de un xenomorfo y más dientes que una lamprea, quizá no sea tan malo y pueda ayudarlo para detener a la Fundación Vida. O a recuperar a su ex-novia, quien acaba jugando un papel importante en la misión de Brock y Venom.





Antes de hablar de la película en sí, habría que hablar del trailer. Y es que, para un público sin más información añadida que el que ofrecen sus imágenes promocionales, el tono de la producción iba a ser muy distinto: de superhéroes, sí, pero mucho más oscura y con una trama bastante prometedora acerca de una relación muy desigual y violenta entre protagonista y simbionte. La película, en cambio, acaba alejándose demasiado de lo que ofrecía. Si bien la estética, en los escenarios urbanos, se separa del aspecto más limpio de otras producciones, mostrando callejones abarrotados, tiendas de barrio, delincuentes y el peculiar paisaje de San Francisco (y las cuestas, que también les hacen mucha gracia. Aunque si se ha vivido en Orense tampoco son mucha novedad), el aspecto amenazante que se anunciaba brilla por su ausencia. Tras los primeros minutos, la naturaleza mortífera de la criatura que da nombre al guión desaparece: la necesidad de un huesped compatible y la mortalidad de aquellos que lo han alojado se convierte de repente en una capacidad de saltar de un ser humano a otro sin que esto tenga ninguna de las consecuencias explicadas previamente.



La relación entre ambos protagonistas sería en principio el punto más interesante, y que parecía ser una alianza incómoda para ambos. No sé como sería en el comic, ya que de Venom solo sabía por su aparición en los dibujos de Spiderman de los noventa, por lo que me limito solo a la que se plantea en la película. Si bien la dinámica que se forma entre ambos posteriorente es interesante, y hay que reconocer que lo mejor de toda la película es el trabajo de Tom Hardy, esta actitud un tanto burlona de Venom sale un poco de la nada, y cuesta acostumbrarse por lo súbito del cambio. Al resto hay que añadirle un antagonista de lo más soso que podía haberse desarrollado, secundarios que son despachados en cuanto la trama no los necesita, y sobre todo, la extraña decisión de incidir ante todo en la historia de amor entre Brock y su ex, que acaba teniendo más peso que los difusos planes de un villano que parece querer hacer experimentos porque se lo exige el guión y unos alienígenas que se pasan el resto de la película en un bote de cristal. La aparición de esta cada dos por tres, sea aportando datos esenciales, llamando por teléfono o saliendo por ahí, y un desenlace entre ambos que más parece sacado de un drama romántico que de una película de superhéroes acentúa la sensación de ser una película fallida, donde efectos especiales, escenas de acción y presentación del superhéroe son correctos como podia esperarse, pero que al guión le falta algo importante.



La impresión final de Venom es la de haber tenido un montaje o una edición distinta a la que necesitaba, o a la que se prometía, que no hay por ningún lado la película de acción oscura que se anunciaba y en su lugar hay un tipo con un alienígena intentando recuperar a su novia y acabar con el villano de turno. Algo que a ni a Tom Hardy pareció gustarle. Aunque, después de verla, debería estar orgulloso de haber llevado una película él solo.

jueves, 11 de octubre de 2018

Lecturas de la semana. De escritoras y hechiceras

 
 
Durante el último año no me han faltado colecciones de relatos. Bueno, en realidad, nunca faltaron, aunque muchas de ellas, como las antologías que sacaba Martinez Roca acabaron intercambiadas o donadas a la biblioteca (aunque conservo su contenido y sobre todo, horrendas portadas, en soporte digital). Son las más recientes las que acaban haciéndose un hueco, llamando mi atención, y, una vez superada la época en la que cada colección acababa incluyendo el mismo cuento de M. R. James o Polidori, acaban siendo una lectura de lo más variada …y donde las posibilidades de idear una colección son infinitas. En este caso, las antologías de corte femenino casi son un subgénero por derecho propio, y en casos como estos, una forma de descubrir enfoques muy distintos: por un lado, lo femenino en su vertiente más sobrenatural como puede serlo la brujería, y por otro, la presencia de las mujeres en el mundo literario en un entorno que siempre imaginamos cerrado como pudo serlo la época victoriana.
 
 

Damas oscuras. Cuentos de fantasmas de escritoras victorianas eminentes. Esta colección de Impedimenta recoge unos cincuenta años de cuentos de fantasmas caracterizados por su autoría femenina. Y en el prólogo, de forma muy concisa, expone la idea principal de la antología: en un entorno marcado por la presencia masculina como ejemplo de raciocinio, estas ponen a su personajes frente a lo irracional, lo inexplicable, y a algo tan marcado por la tragedia y lo emotivo como puede ser un espectro ligado a un lugar por lo que sucedió en el pasado. Esto sería solo una parte del libro y no la norma, porque en realidad la antología es muy variada y recoge tanto personajes masculinos, como testigos de sucesos extraños o cabezas de familia amenazados por lo sobrenatural, como mujeres, también en el papel de madres o narradoras de algo que les fue referido hace tiempo. Porque, dentro de este género, el recurrir a la narración dentro de la narración, es también algo habitual y que hace que las historias tengan una atmósfera mucho más íntima y cercana.

La segunda idea ha sido la de reunir los relatos en orden cronológico. Una decisión muy simple pero que sirve para percibir la evolución en el estilo, de forma general, y en los intereses y preocupaciones, así como la apertura de temas y posibilidades en los casi setenta años que abarcan los relatos, que van ganando en profundidad y haciendo que los personajes sean mucho más complejos dentro de lo que permitían unas normas bastante rígidas.

Como curiosidad, la edición incluye de regalo una criaturita fantasmal…o lo que es lo mismo, un recortable con el que el lector puede fabricarse una marioneta de aspecto victoriano y un poco inquietante, que todavía tengo pendiente. Solo es cuestión de hacerle una buena copia en color (¡Estamos en 2018! ¡Como para destrozar cualquier suplemento que nos incluya una edición tan cuidada!) y practicar un poco los recortes, porque creo que desde el parvulario no he vuelto a hacer ninguna manualidad con punzones.
 

Bienvenidos al Sabbath. Antología de relatos de relatos de satanismo y brujería. Además de algunas antologías traducidas y otras propias donde son capaces de salirse de los relatos más repetidos, de vez en cuando sacan algún cajón desastre con piezas publicadas previamente en libros anteriores. En estas colecciones, de formato más pequeño, se han repasado desde el mito del vampiro hasta lo sobrenatural en el mar, pasando por los científicos locos y sus invenciones. Ahora era el turno de la brujería y los aquelarres, algo que inevitablemente está ligado a las mujeres (y en menor medida, a los gatos). En este caso, dividida en cuatro bloques, sobre brujas, aquelarres, pactos demoniacos y otras formas de brujería, donde pueden aparecer clásicos como Robert L. Stevenson, la visión más cínica de Hawthorne, rarezas un tanto perversas como Huysmans e incluso H. P. Lovecraft donde no podemos evitar pensar que quizá Los sueños de la casa de la bruja es uno de los relatos más flojos en lo que a Mitos de Cthulhu se refiere.

Lo mejor de la colección es la variedad de visiones. Y es que aún separada por bloques, es posible dar una visión muy distinta  según la época y el estilo de cada uno. Los casos más llamativos son los apartados del diablo, donde Madame Lucifer recuerda mucho al relato popular y Un acontecimiento en el infierno es puro Barker. Y sobre todo, en “Otros ritos”, la sección más pequeña que actúa de cajón desastre y donde no podía faltar la brujería africana.
Y de remate, un vídeo. Era difícil no pensar en él tras 500 páginas de brujería.
 
 

jueves, 4 de octubre de 2018

Predator (2018). No sabemos quien caza a quien


Con la saga Depredaor, he acabado por hacerme un lío (bueno, con Alien, desde lo que hicieron con Prometheus, también): me quedé con la primera entrega, sé que existe una segunda, y toda una serie de historietas y crossovers con los xenomorfos en formato comic que han acabado por saltar a la pantalla. A ninguna de las cuales les hice caso más allá de encontrarlas en televisión algún domingo por la tarde, aunque la idea de una raza de alienígenas que se deciden a cazar por deportes tiene bastante gracia y da, como ha demostrado, para unas cuantas series B. O lo que es lo mismo, una buena idea para hacer tiempo una tarde mientras no se estrenaba la siguiente película de extraterrestres.
 

Esta entrega de Depredadores (vamos, que estos se complican menos la vida con los títulos que los de Resident Evil) comienza, una vez más, en una selva, donde un grupo de operaciones especiales presencia el aterrizaje de una nave alienígena y es víctima de la criatura que viaja en ella. El único superviviente de este encuentro, tras ocultar los objetos que portaba el ser al que se enfrentó, es enviado junto con otros soldados no aptos para el servicio, a un psiquiátrico militar del que acabarán huyendo cuando un nuevo visitante llega a la tierra con intenciones no muy claras, aunque algo parece seguro: su hijo, quien encontró por error las armas que su padre ocultó tras su enfrentamiento con el alienígena, corre peligro.
 
 








Para tratarse de una película sobre un grupo de humanos perseguidos por un alienígena mortífero, el tono resulta bastante ligero, e incluso familiar, si se la compara con las anteriores. Esta tiene mucho más humor, proporcionado por el grupo de secundarios que acompañan al protagonista, y que además de ser los soldados con las neurosis de guerra más inofensivas de la historia, parecen pensados para ser el soporte cómico del guión.

Además de este aspecto cómico, pilla un poco por sorpresa el tono familiar del que han dotado al guión, incluyendo el personaje de un niño que acompaña a los personajes principales el resto de la película. Y que, junto al humor, hace que el resultado sea mucho menos amenazador, menos de acción y más festivo de lo que pudo ser aquella vez en la que Schwarzenegger se enfrentó a la raza de cazadores en una selva asiática.


 

En principio, no era lo que se esperaba con indicios como el cartel promocional o, bueno, una entrega sobre esta saga, aunque la parte de acción está bastante correcta y es la que ayuda a que el resultado sea entretenido. Porque en realidad, el mayor fallo es la cantidad de tópicos y momentos absurdos que llega a acumular. Las intenciones de los depredadores varían mucho de una entrega a otra, y lo mismo se dedican unicamente a disparar a los personajes, que a cazar aliens, que en este caso, a buscar adn o algún macguffin. El niño protagonista, como era de esperar, es un asperger. Pero de los del cine de acción de siempre, que resuelve códigos, comprende comportamientos extraterrestres, y sobre el que recae un giro hacia el final que empezaba a verse venir con diez minutos de antelación. Además de recurrir a unas situaciones para hacer avanzar la trama que se saltan toda credibilidad. Y es que, hay que poner muchas ganas para pasar por alto que alguien pueda enviar por correo internacional un paquete con un arma alienígena, que llegue perfectamente a su destino, y que no salte ni un escáner, o que a los personajes los acabe acompañando un perro. Un perro gigante alienígena que se ha vuelto dócil de un disparo no letal. Y que aparece para pegar mordiscos cuando estos están en un apuro. Y cuando este acaba saliendo en el momento oportuno por enésima vez, se acaba pensando, “bueno, ¿por qué no?”.


 
A los xenomorfos, en cambio, les gustan más los gatetes


Aunque se pueda decir que a una saga como Depredador no se le pueda exigir demasiado, esta entrega ha acabado por ser más alocada de lo que debería. Con un tono ligero que no termina de pegarle y un final abierto donde literalmente caen del cielo unas armas que parecen prometer que la próxima película va a contar con unas armaduras que ni los Power Ranger. Salvo que el siguiente guionista cambie de opinión y decida otra cosa.



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