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jueves, 12 de enero de 2012

Melancolía (2011). Lars Von Trier nos odia y quiere acabar con el mundo



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Lars Von Trier es uno de esos sesudos cineastas nórdicos que, cuando no están inventándose nuevas tendencias de cine, está ganando premios en festivales. Al menos, hasta que un día tuvo la genial idea de poner en una de sus películas a un zorro que dice “Reina el caos”, e Internet, que con cualquier cosica tiene mofa para rato, le perdió el respeto.



Se ve que al hombre le va la marcha, porque después de Anticristo, decide volver a temas poco realistas, como en este caso, un planeta que va a chocar con la tierra, o más bien, cómo esto afecta a los personajes de la película. La idea no está mal: muchas películas y libros (que se lo digan a Saramago) han aprovechado una situación extrema para centrarse más en las pequeñas historias y en los dramas personales, que en las explosiones. Viniendo de Lars Von Trier, me daba bastante miedito: a estas alturas se tiene un poco creído el ser un gran director, y sobre todo, poner de excusa sus continuas depresiones para filmar cualquier cosa que se le ocurra: ¿Qué tiene el día tonto? Pues escribe un guión sobre el fin del mundo, y de paso, dar un discurso sobre la naturaleza malvada de la tierra, la vida, y los seres vivos. Éxito asegurado.



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A grandes rasgos, es en lo que consiste Melancolía, que además, es el nombre del planeta que ha tenido el mal gusto de estrellarse contra la Tierra. Eso va quedando claro en el principio de la película, con una sucesión de imágenes un tanto surrealistas que van detallando el efecto de la llegada del planetazo (es que es muy grande) a la órbita terrestre. Después da un giro completo, pasando a mostrar la boda de la protagonista y la reunión con su familia, que como suele pasar, es bastante disfuncional: su madre, nada contenta con la celebración del matrimonio, es, como diría Hewl, una perra del infierno, y no se corta en demostrarlo. El cuñado se conoce el percal, está haciendo cuentas de lo que cuesta la boda. Y poco a poco, las escenas alegres van deshaciéndose para ver cómo la protagonista empieza a caer en una depresión de la que supuestamente, no había salido, la boda se termina, y con ella la cordialidad entre los distintos personajes e invitados. Lo más desconcertante es haber encontrado a un montón de caras conocidas, como John Hurt, Alexander Skarsgard, e incluso Kiefer Sutherland, y este último ya tiene delito, por contar con el mismísimo Jack Bauer, y no ser capaz de evitar el fin del mundo…En fin, se ve que trabajar con el danés tiene bastante tirón.

La segunda parte comienza con la hermana de la protagonista, el anuncio del paso del planeta Melancolía, cosa que a ella le da bastante miedo, y con la vuelta del personaje principal, sumido en una completa depresión, incapaz de moverse y hacer nada por si misma. Según se acerca el planeta, esta irá encontrándose mejor, al contrario que su hermana, consumida por el miedo, hasta el desenlace. La diferencia con la primera parte es evidente, sobre todo por la impresión que me dejó de que la película habría funcionado igual si la esa hora a mayores, y no me creo lo de caracterizar a los personajes, porque hubiera sido lo mismo sin toda la trama de la boda. Hay alguna situación un poco ridícula, como sacarse de la manga la clarividencia de la protagonista, que suelta así, tal cual, y una diatriba en la que empieza a decir, sin venir a cuento, que no hay vida en otros planetas y que el mundo es malvado…Definitivamente, alguien estaba teniendo un día muy malo, y quiso dejarlo claro.



Una cosa debo reconocerle a Lars Von Trier: es un buen director de cine. Las dos horas y cuarto de película no se hacen largas ni tediosas, es muy capaz de manejar una escenografía preciosa y sé perfectamente lo que ha querido contar: la relación entre la melancolía de la protagonista y la llegada del fin de todo, la actitud de las dos hermanas...incluso cada pequeño detalle está pensado para dar información acerca de los personajes, sin que sean necesarios muchos diálogos. Pero a mí no me basta: también está obsesionado con relacionar cada película que hace con su depresión, sus ideas, y sobre todo, que el público lo sepa. Si algo he aprendido hoy es que, cuando cualquier persona normal está de malas, más le vale quedarse en casa, que los demás no tienen por qué aguantarlo. Si se trata de Lars Von Trier, hace una película, y en Cannes le lloverán premios. Pero esto es algo que los chicos de Muchachada Nui habían visto venir antes:



Las gafas de Lars von Trier representan todo lo que el odia

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