Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 16 de octubre de 2025

Trompe l´oeil (1975). El espejo roto

 


Es difícil dar una definición exacta del término  fantastique. El título hace pensar en el continente, en una atmósfera más marcada por el absurdo y lo extraño que el enfoque que se da a lo sobrenatural en el mundo anglosajón, y la   irrealidad  que parece estar a un paso de lo c9tidiano. El fantástico continental, especialmente vinculado  a los países de habla francesa, y del  cual jean Ray es el primer nombre que viene a la cabeza. Pero no es solo el autor  de Malpertuis y La ciudad del miedo indecible, sino también Thomas Owen,  Gerard Prevot, y también  su contrapartida audiovisual durante los sesenta y setenta.  Desde  la surrealista adaptación de  Malpertuis pasando por Le seuil du Vide,  a una presencia más sutil como podía serlo la atmosfera de Providence o El año pasado en Marienbad de Resnais.  O una producción belga, de nuevo, una de esas películas olvidadas y restauradas hace relativamente poco donde  se mezcla lo extraño, el drama psicológico y lo más anodino.  


En una mansión de algún lugar de Bélgica, una mujer  embarazada  se recupera de una  crisis de amnesia.  Tras ser encontrada en la calle, portando un cuadro  del que no puede recordar  su procedencia, continúa desde su hogar su trabajo como restauradora,  sintiéndose cada vez más fascinada por ese lienzo encontrado, en el que un ave rapaz se posa sobre una mujer inconsciente. Al preocupación por su salud  que muestran su marido y su madre aumenta cuando empieza a recordar lugares de esas horas perdidas e insiste, ante la incredulidad de su familia, en que  en la desde la mansión abandonada que ve desde su casa, un hombre la observa día y noche.

Bajo el curioso título de Trampantojo,  el guion se mueve entre el fantástico y el drama psicológico. El largometraje, únicamente interpretado por cinco actores, refleja un entorno opresivo para su protagonista, en la que se adivina desde el primer momento algún tipo de trastorno (o quizá esa sensibilidad de quien puede percibir otras realidades) favorecido por una situación familiar en ela que el personaje de la madre de esta sirve como reflejo de sus temores y rechazo al exterior.  El esposo, interpretado por  Max von Sidow (uno de los más  prolíficos,  sin duda, el más patilargo del cine europeo) se mueve entre la incapacidad de comprender, la compasión y el rechazo q que esta siente  hacia él cada vez que  muestra  sus emociones, o intenta llevar la vida de un matrimonio normal. La  personalidad de Anne, interpretada por  Marie  France Bonin,  con su figura escuálida, en la que apenas se adivina el embarazo que el resto de  personajes tienen que recordar al  espectador,  recuerda  en su naturaleza paranoica y temerosa a la Mia Farrow de  La semilla del diablo o Liv Ullman de La hora del lobo: alguien al borde de la locura, cuya actitud des ignorada pero  que esconde cierto grado de certeza.


La caracterización de su protagonista sirve de excusa (así como para incluir un poco de drama realista por sin nos pasamos con lo fantástico)  para  la aparición de lo anómalo: la figura  que la vigila, de cuya realidad el espectador está seguro  al ser uno de los personajes secundarios quien lo ve por primera vez, pero  se niega en todo momento lo lógico de su aparición ¿cómo va a haber nadie asomándose desde una casa deshabitada hace mucho?  Es a partir de esta  situación cuando  la trama  se mueve hacia lo extraño: el tema del cuadro que  ha encontrado  tiene tan poco sentido como lo que sucede a su alrededor, una de las pistas la lleva a una galería de arte, llamada irónicamente “Second Sight”, la persecución, casi ridícula por lo  breve y por el escenario en que transcurre, que esta sufre en una calle completamente vacía. Un elemento que se repetirá en todo momento  en la película: no hay  ni un solo figurante ni extra, más allá de los cinco personajes. Las escasas cenas exteriores se desarrolla en calles pequeñas y vacías (además de filmar de una forma en la que la actriz parece superpuesta en una pantalla, sin encontrarse realmente en el exterior), así como  los planos de la mansión  familiar, una casa señorial que tiene su contrapartida en la vivienda deshabitada, ruinosa y llena hasta la bandera de libros y papeles, dando  a los momentos previos al desenlace esa sensación de entrar en el terreno de lo onírico.


Es esta irrealidad la cualidad que se mantienen durante todo el metraje, y que hace que este, pese a lo escaso de su contenido, funcione. De un modo muy similar a Suspiria, el valor de este  es eminentemente visual, tanto  en las tomas del interior de la casa  donde juegan con la composición de cámaras y espejos, como en las exteriores, así como su desenlace, una secuencia  que no duda en aprovechar ese componente surrealista  para cerrar la historia diciendo "mira, interprétalo como quieras”. Una atmósfera acompañada por un ritmo muy pausado en su primera parte, que acaba contrastando  con un desenlace en comparación a la parte previa, más dinámico, sin que llegue a acelerarse, y que  lo acompañan unas interpretaciones un tanto rígidas, como si las instrucciones proporcionadas por el director fueran “actuad como si estuvierais contrariados, pero estáis intentando que no se os note”.

Trompe-l´oeil, jugando con la superposición entre el drama real, el fantastique,  la explicación propia del folletín y el surrealismo funciona, aún en su lentitud, por esa combinación de elementos  y del peso de lo visual sobre el contenido,  donde los tono opacos del exterior  contrastan con la viveza de los rojos y azules de los decorados, restaurados en la versión de Arte  TV y  de los que resulta extraña  esa nitidez y falta de grano setentero al que estamos acostumbrados en las películas de esa década.

jueves, 9 de octubre de 2025

Le seuil du vide (1972). El otro lado de los subarriendos

 


El escenario, o la ausencia de este, puede convertirse en un elemento  propio del mundo sobrenatural. Si hoy hemos incorporado la idea de los espacios liminales al imaginario popular moderno gracias a las backrooms, esta idea de lo  cotidiano como concepto anómalo viene de mucho antes. El mundo de las hadas, el limbo, el purgatorio, y más adelante,  con la incorporación de la ciencia como elemento fantástico, la cuarta dimensión  daba nombre a ese espacio ajeno al nuestro convertido en lugar de paso entre realidades, o en una localización con sus propias reglas. Un lugar que en el mundo de la palabra escrita sería  fácil de describir  (o de no hacerlo, como   buen espacio no sujeto a las normas de la lógica), pero  que  en un medio audiovisual  parecía más difícil de plasmar de forma adecuada.  Después de todo, ¿Cómo  mostramos lo incomprensible? Una pregunta que una película de los setenta, hoy prácticamente, desconocida, conseguía  responder en parte.


Wanda Leibowitz  es una joven pintora que tras despedirse de su amante, seguramente para siempre, emprende un viaje de Estrasburgo a París con la intención de continuar su carrera artística. En un golpe de suerte, una anciana de aspecto amable  le informa de una habitación disponible en su casa. un cuarto en una mansión antigua, pero con un precio irrisorio  y lo bastante amplio y céntrico  como para trabajar allí. Este,  como  muchas casas señoriales venidas a menos, tiene una puerta cerrada, cuyo uso Wanda desconoce,  pero la advertencia de su casera es tajante: siempre  ha estado cerrada, y debe permanecer así. Una advertencia que  Wanda desobedece pronto, para descubrir que  al otro lado de esa puerta hay un espacio sumido   en la oscuridad, sin coordenadas ni dimensiones medibles,  hacia el que esta se siente atraída. Pero en mundo real se  vuelve también más extraño cuando, tras visitar a un médico, amigo de su familia, encuentra la foto de una mujer cuyos rasgos guardan un extraordinario parecido con los suyos.


La película adapta la novela del mismo nombre de Kurt Steiner, seudónimo de André  Ruellan y publicada en los  años cincuenta por  Fleuve Noir. Un detalle de interés  al tratarse de una colección de títulos populares, donde cabían el policiaco, el fantastique y el suspense  y de un autor que fue traducido al español un par de veces:  el escritor de  La llama y la sombra  ya  planteaba en esta novela corta la idea sobre la irrupción de lo irreal como una fuerza incomprensible en la vida de sus personajes, sin lógica aparente ni desenlaces felices. No he podido encontrar la novela  en la que se inspira este Umbral del vacío, y una lástima porque me hubiera gustado conocer cual era el tono y la explicación a  la trama que  Steiner  planteó inicialmente aunque  de todas formas también colaboró en el guion). En todo caso,  tanto el formato del libro como el estilo del autor da una idea previa de  que la ejecución de su versión cinematográfica será similar: la torpeza y lo irreal acaban haciendo que funcione.

Aunque en su momento contó a un premio a la interpretación  principal en un festival de cine, esta es hoy tan desconocida  como ese galardón que recibió.  No hay  acaras destacadas, su director haría  carrera posteriormente en el cine para adultos, el de dos rombos, no el de subtítulos  en el cineclub) e incluso la realización de esta es muy irregular.  Con una duración de una hora y cuarto, esta tiene un desarrollo muy lento, haciendo que los primeros veinte minutos parezcan interminables y la última media hora, comience a  resolver todo de forma precipitada.  Las interpretaciones, y de ahí lo chocante de ese premio, parecen forzadas y artificiales.  Primeros planos mirando a cámara, diálogos   forzados donde los pronuncian sus líneas en el momento que la trama necesita que algo pase…incluso una situación como la conversación  casual entre la protagonista y un camarero tiene esa actitud forzada, de recitar algo de forma expresa porque será necesaria más adelante.   No faltan secuencias donde los figurantes miran a la protagonista fijamente sin motivo aparente ¿por qué?  Bueno, cosa del cine europeo, que es mucho de planos fijos para reflejar  alguna cosa…o que involuntariamente,  consiguen reflejar ese progresivo enrarecimiento de la atmósfera que rodea a la protagonista.  Casi una aproximación, dentro de sus limitaciones, a La semilla del diablo o El quimérico inquilino, de una manera un tanto patosa pero en la que refleja ese malestar.

Sospecho que La Femme ha visto esta película

La lentitud, la evidente  torpeza en el ritmo, las interpretaciones recitadas, funcionan por esa feliz coincidencia   que también hacía funcionar las películas de Lucio Fulci: porque  lo que se cuenta es  anomalía, es una historia de pesadilla, y las pesadillas no tienen sentido. Es precisamente por esa  sencillez por lo que, el momento en el que lo sobrenatural hace su entrada, funcione.  Este elemento es bastante evidente, aunque en un momento dado el guion parece querer jugar con la ambigüedad entre la locura de la protagonista y la existencia de una amenaza real,  descartándose rápidamente 8º igual de atropellado que su desenlace) a favor del enfoque fantástico. Y en el que  en una película sin  apenas medios, consigue utilizar  estos a su favor para recrear ese espacio ilógico in más  recursos que la oscuridad, la imposibilidad de hallar referencias espaciales en el lugar, un juego de luces y una secuencia filmada en negativo,  mediante  escenarios pintados y en la que deliberadamente  se nota su falsedad. Un limbo recreado de forma artesanal, ciertamente falso,  pero que resulta igual de aterrador y  digno de recordar que  escenas tan poco realista como  el desenlace de El más allá  o la aparición final de el Viyi, y cuyos elementos visuales serían utilizados posteriormente en otras producciones: ahora, el limbo sumido en la oscuridad que  mostraron en Insidious, no parece tan novedoso como sus predecesores.

Le seuil  du vide es una de esas escasas muestras de cine fantástico francés de una época en la que este no destacaba ni  por calidad, ni por la consideración que se le tenía. Sin embargo, la aparente torpeza, lo forzado de las interpretaciones y la ejecución de una trama  en espacios cerrados de forma casi teatral hace que se convierta en una curiosidad, una escasa hora y cuarto que  merece la pena conocer, aunque solo sea por descubrir una historia inquietante, muy propia del fantastique francófono, y en la que juega de forma  inesperadamente  hábil, que no innovadora, con temas como el temor a envejecer, la locura, el paso del tiempo, existencia de espacios entre realidades…y  que los rentistas son una gente tan poco de fiar como en nuestro siglo.



jueves, 2 de octubre de 2025

El teléfono negro (2021) no hables con extraños

 


El retrato del mundo infantil puede ser el reflejo de la pura nostalgia, de la inocencia y de una época donde todo era más sencillo, o de algo mucho más oscuro. Algunas de las mejores narrativas de terror muestran ese aspecto más siniestro, de indefensión, incredulidad por parte de los adultos, aislamiento, y sorprendentemente, de la capacidad de adaptación a un entorno hostil  de los más jóvenes. A menudo, retratado también como el paso de una infancia que es  preferible dejar atrás a una madurez bien merecida.  Si Stephen King, tanto en su novela como en las dos adaptaciones audiovisuales de It es el ejemplo más conocido con su  club de los perdedores,  no solo capaces de superar el peor escenario en el que podían haber vivido sino  de acabar con un mal primigenio, sería su hijo, Joe Hill, quien   en uno de sus relatos cortos lleva a cabo esta aproximación del terror a la infancia, sin  bien una mucho más real e inquietante,  que también será adaptada al cine.


Finney  Shaw es  la última víctima del secuestrador que mantiene en vilo a una ciudad de  Colorado, durante los años 70.  Cuatro niños desaparecidos sin dejar rastro, ahora Finney  se encuentra en el mismo lugar que ellos: un sótano, un jergón y un siniestro personaje enmascarado que asegura no querer hacerle daño aunque parece más preocupado de esperar a que este intente  escapar o desobedecerle que por  mantenerlo con vida. En el sótano, un viejo teléfono desconectado de la línea comienza a sonar, y unas voces, que reconoce como las de los niños desaparecido, le cuentan lo que  ellos descubrieron para que él pueda ser quien sobreviva. Mientras, la policía continua su investigación sin éxito,  salvo pro la ayuda de la hermana de Finney, quien en sus sueños  percibe distintas pistas acerca del paradero de su hermano.



La película de Scott Derrickson,  director de Sinister (una buena película de terror  moderna  a la que no le faltó su secuela sin sentido) y producida por  Blumhouse, la productora que durante  la década pasada demostró que  podían hacer tanto películas de terror destacables,  buenas o regulares, pero que  funcionaran bien,  adapta este relato de Hill como un thriller sobrenatural: lo espectral estará presente desde el principio, así como la videncia, elementos que lo alejan del realismo estricto, pero  el aspecto más importante de la trama es  esa amenaza real encarnada en el secuestrador de niños, del que no conoceos ni pasado ni motivaciones,  pero sí su caracterización de aparente normalidad, dotándolo de un entorno que acentúa esa sensación de que al igual que en la realidad, el asesino siempre saluda en el rellano de la escalera. Y que la violencia puede estar muy cerca, aunque parezca, en su discreción, indetectable.


Es precisamente esta violencia cotidiana uno de los temas principales de la película . en la vida de los protagonistas es una parte más, tanto en su hogar, conviviendo con un padre alcohólico que recurre a castigos físicos (del que es un acierto dotarlo de una mayor complejidad y  presentarlo como alguien igual de sumido en esa espiral, no un maltratador de libro), como  en ese entorno escolar en el que las agresiones físicas entre alumnos están a la orden  del día. Finney es una víctima del bullying,  siendo el arquetipo de chico tímido y silencioso.  Las escenas en las que aparece esa violencia, tanto el maltrato doméstico como las peleas escolares, resultan  brutales en su realismo. Un escenario lleno de agresividad que no impide que las muestras de afecto y amistad sean igual de genuinas y conmovedoras. El amigo del protagonista, que emplea esa misma violencia como herramienta de defensa y protección, el chico que felicita al protagonista tras un partido o la relación con su hermana,  un personaje mucho más  activo y quizá adaptado al medio que su hermano mayor, aunque  es a ambos actores,  Mason Thomas y  Madeline McGraw  a quienes  hay que reconocer que su interpretación está a la altura.

Ambientada en los setenta, ese final del sueño americano, donde ya es imposible sentir nostalgia de ese pasado idealizado, a nivel visual la película busca reflejar  la estética de esa época con tonos apagados, una fotografía  fría y un metraje mate  que  busca recordar  el grano setentero (si una película tiene ese aspecto de grano, sabemos que muy alegare no va a ser). Junto a una trama que busca llevar de forma paralela es a violencia real con el aspecto sobrenatural de la historia. En este, los fantasmas son algo real, convirtiéndose en n un relato de venganza sobrenatural en el que las anteriores víctimas comparten ese conocimiento con el protagonista. La caracterización de los espectros se corresponde con la idea tradicional de alma en pena: estos se comportan más como un eco de su naturaleza cuando  estaban vivos, habiendo olvidado su identidad y conservando solo retazos y memorias que  únicamente pueden comunicar durante un periodo muy breve. El comportamiento de estos completa la estructura de rompecabezas en la parte final del guion, en el que cada diálogo y secuencia previa  sirve para la salvación del protagonista. Una decisión que aunque forzada (todo tiene que estar pensado para combinarse) refuerza esa sensación de relato de justicia sobrenatural.

Sin embargo, la acumulación de elementos sobrenaturales acaba suponiendo un lastre: el papel de los fantasmas  como guía del protagonista tienen su sentido en la trama. Los poderes psíquicos de su hermana parecen un añadido para recordar que todo tiene que  tener un significado fantástico, y aunque  parece pensada para acentuar  la hostilidad y aislamiento que sufren los protagonistas, así como la ineptitud e la policía,  esta podría haberse resuelto sin la ayuda paranormal de último momento.

Es curioso que una de  las películas  que tuvieron un estreno en condiciones después de un par de años entre encierros y mascarillas trate, precisamente, de un  encierro, un asesino enmascarado y la capacidad de los más pequeños a adaptarse a situaciones anómalas. Una producción  que adapta la historia original convirtiéndola en una trama inquietante, llena de tensión y a la que de forma inesperada, le ha salido una secuela este año convirtiendo a su antagonista en una entidad sobrenatural.  Solo hay dos cosas infinitas en el cine: las ganas de hacer caja y la capacidad de los guionistas de estirar el chicle como sea.




jueves, 25 de septiembre de 2025

Weapons (2025). Necesitamos un culpable



Se dice que en periodos de crisis, las películas que mejor funcionan son las comedias y las de terror. Quizá una forma de evadirse de manera directa, o en el segundo caso, de  canalizar aquello que nos preocupa  transformándolo en algo que se puede comprender o controlar. En todo caso,  esta última tendencia puede ser cierta teniendo en cuenta que han surgido  algunas producciones del género muy originales inquietantes y que de algún modo consiguen reflejar mediante varios recursos el malestar de un mundo que resulta  cada vez más hostil y en el que  no parece quedar  ningún lugar seguro. Fue  Zach Cregger  quien hace un par de años lanzaba una película, no de las más populares  incluso un tanto irregular, donde utilizaba  escenarios  y trasfondos como el deterioro de las ciudades, la violencia a puerta cerrada y la especulación inmobiliaria en Barbarian. y que este año, antes de dar  el salto a un proyecto algo más domesticado como  ese remake de Resident Evil, vuelve a esos mismos escenarios urbanos, quizá más favorecidos que aquella casa en  la desvencijada Barbary Street, Detroit, pero tan llena de secretos y a punto de estallar como esa. 



Una noche, a las  2.17 de la madrugada,  diecisiete niños desaparecen sin dejar rastro.  estos abandonan sus casas para adentrarse  corriendo hacia la oscuridad,  como guiados por una fuerza invisible tal y como atestiguan las grabaciones que las cámaras de seguridad instaladas en algunas casas, pudieron captar.  Desconociendo el cómo, el por qué o hacia donde,  el único punto en común de la desaparición es el aula de Justine  Gandy, a cuya clase acudían  todos los niños desaparecidos salvo Alex,  quien  parece haber no escapado.  los interrogatorios a la maestra y su alumno no  arrojan ninguna luz sobre el asunto y pronto  Justine se convierte en el chivo expiatorio para unos padres que quieren recuperar a sus hijos o al menos, encontrar  un culpable. esta, convertida en el centro de todas las miradas , sospecha que Alex puede saber algo de lo sucedido,  y que su comportamiento reciente puede tener algo que ver con ello.  Uno de los padres, quien ha decidido  comenzar una explicación por su cuenta, descubre de forma accidental que las sospechas de Justine pueden ser ciertas, y que lo que quiera que haya pasado, puede estar relacionado con la casa de Alex. 



Mediante un punto de partida mucho más llamativo que Barbarian, Cregger desarrolla una trama  basada en principio en el golpe de efecto, con esa primera desaparición,  dentro de un escenario cotidiano: los niños corriendo  como autómatas dirigidos hacia un lugar concreto sirve de referencia a un título que juega bastante con lo que irá sucediendo con los personajes. 

De nuevo, una parte de la trama  serán las referencias a situaciones reales, especialmente, a la idea de la caza de brujas  literal y los juicios públicos donde el objetivo es buscar un culpable ante todo (algo que  en España sucedió con un par de casos de crónica negra).  Pero también, de nuevo, a la idea de la violencia intrafamiliar y la imposibilidad de saber lo que sucede a puertas cerrada si alguien no es lo bastante observador o  muestra un mínimo de preocupación. La idea de ese juicio público, de la exposición del faso culpable, se lleva a cabo  a través de unos personajes imperfectos: la protagonista, Justine,  no es una persona intachable. Su problema con el alcohol se acentuará  una vez el pueblo la tome con ella,   no es la mejor de las compañías para su ex novio, quien parece tener  también un historial  del alcoholismo...pero  es una buena docente, observadora y  preocupada por ese alumno que últimamente se muestra taciturno. El resto de personajes  se  caracterizan de manera similar: un policía adúltero, poco ético y sobrepasado,  un director más preocupado por la gestión de un conflicto  que por  la profesora que  está sufriendo, un padre al que solo le importa  recuperar a su hijo...incluso este último chaval es mostrado, al menos en parte, como el matón del colegio o alguien poco agradable. Nadie es inocente, pero ninguno es un monstruo. 




Es precisamente  esta última la figura desconocida hasta la mitad de la trama.  Un elemento externo, cuya presencia no se desvela  hasta  la investigación improvisada. La tía Gladys, alguien que se mueve en el terreno de lo sobrenatural,  a ratos grotesca y a ratos amenazadora, cuya intrusión tiene  similitudes con el cuco (es curioso que  Cregger no hubiera a provechado esta referencia) y cuya naturaleza  y poderes la convierten en algo ajeno a su entorno, pero claramente la amenaza que nadie había esperado. Es este giro hacia lo sobrenatural más clásico  lo que supone una sorpresa en la trama: un monstruo  clásico que parecía  desplazado en el terror moderno   y que es recuperado en su  aspecto más tradicional, convirtiéndolo en algo imposible de creer, en una anomalía tanto para los personajes  como para un espectador que poco  necesita saber  para comprender los actos de un antagonista que hablan por si solos, y  de la que no es necesario conocer nada más. Algo que deberían tener en cuenta ahora que  se habla  de una precuela sobre esta.  No , no me interesa saber  quien es ni de donde  viene Tia Gladys. Es suficiente saber que un día, en un pueblo,  llegó una bruja. Y que quizá, igual que ella, pueda haber otras en otros lugares.




De nuevo la premisa, y este uso, muy directo, del giro de guion  que tiene lugar hacia la mitad de la trama,  tiene que compensar uno de los mayores  problemas de Weapons.  Todavía  es una pelicula irregular. Y si bien a nivel formal  el componer la historia mediante varios puntos de vista en el mismo periodo de tiempo es interesante,  y refuerza esa idea de que nadie es completamente inocente,  sobran nada menos que dos de esas perspectivas, que aportan muy poco a  lo que podemos ver a través de los tres protagonistas, y hacen  que esa narrativa desarrollada como un mosaico  resulte repetitiva cuando  nos cuentan lo mismo dos veces más de lo necesario. 

Lejos de ser  la mejor  película de terror del año (ninguna lo es en realidad, pero parece que cualquier cosa que destaque  se considera así en estos tiempos de hype), Weapons  es una propuesta interesante, un regreso a un monstruo tradicional , concebido  de nuevo como lo anómalo y lo incomprensible en un entorno moderno.  Uno en el que la apariencia de seguridad está tan cogida con pinzas  que solo hace falta  una chispa para que todos salgan a la calle a empezar una nueva caza de brujas. 

jueves, 18 de septiembre de 2025

Lecturas de la semana. Fantasmas vintage

 


Los fantasmas, si son un  elemento que ha aparecido en la narración fantástica desde el principio de esta,  el probar su existencia  también se convirtió  en un objetivo desde que  en la  era de la razón (sea  cual sea esa)  muchos de los fenómenos entonces atribuidos a las hadas, al manas en pena y otros seres sobrenaturales encontraran una explicación racional basada en la ciencia. Los fantasmas, como   el enigma de lo que pasa después de morir,  serian estudiados por quienes querían probar su existencia, bien como  un fenómeno físico todavía no explicado, o como la prueba de que quedaba de nosotros algo más que una esquela.  


En muchos ensayos se intentaba encontrar  esta  posible explicación, o la prueba  definitiva sobre lo incorpóreo. No so lo reflejaban la manera de pensar de su autor sino también  su enfoque de la ciencia según los conocimientos recientes. Estudios donde se e defiende el éter como un elemento, o la electricidad como  mayor descubrimiento científico y  la apertura de un mundo de posibilidades pueden leerse c hoy con la misma sensación de inocencia y optimismo que las novelas de John Carter de Marte.

Para otros, la figura del fantasma  se queda en una curiosidad un mero interés personal mediante el cual recopilar relatos ligados a las leyendas familiares y a los lugares,  más una forma de imaginar  que pudieran ser reales y de disfrutar de una velada junto al fuego.  Dos enfoques distintos, en dos libros que tiene en común la nacionalidad de sus autores: un reputado astrónomo  y un escritor de ciencia ficción, franceses ambos, que en un momento de su carrera, decidieron escribir sobre una faceta distinta de lo inexplicable.


Camille Flammarion. Les Maisons Hantées.  A través de los testimonios remitidos a Flammarion y mediante el análisis de estos, el astrónomo francés defiende la existencia del alma como entidad separada del cuerpo, así como la  permanencia de esta.  Distintos fenómenos como la aparición a kilómetros de distancia  ante sus seres queridos de aquellos que están a punto de morir, fenómenos extraños en castillos y hogares, poltergeist,  personas altamente sensitivas a los fenómenos ultraterrenos e incluso  posibles  posesiones espirituales  son recogidas en un ensayo a través del cual intenta  dar una explicación que justifique  la veracidad de  fenómenos tan improbables y subjetivos como  espectros de recién fallecidos que anuncian su muerte,  que se aparecen para denunciar agravios e incluso sucesos físicos como  ruidos inesperados  y objetos lanzados desde la nada.

La carrera de Flammarion   como astrónomo y divulgador científico brilla por su ausencia en este ensayo  centrado exclusivamente en sus creencias espiritistas, que  defiende a capa y espada con poco o  ningún argumento c científico más allá de exponer que hay fenómenos que todavía no comprendemos, que el  magnetismo es una fuerza física a tener en cuenta en esta clase de sucesos, así como la electricidad fenómeno al que  no duda en recurrir a la hora de argumentar en cuanto a hechos inexplicables y descubrimientos recientes (menos mal que no vivió para ver la fisión del átomo. Hubiera  alucinado mucho pero no en el buen sentido). Una serie de  explicaciones  que  poco sustento tendrían como argumentos científicos  más allá de justificar  los testimonios enviados por sus servidores y transcritos e a lo largo del texto. Porque si una señora asegura  que un antiguo no vio se presentó en forma astral  para despedirse antes de morir, un señor  explica que en su casa  llovían misteriosamente céntimos  belgas o en unas cas a de Coimbra, en un castillo de Calvados o  en una  habitación de la  Auvernia tenían lugar todo tipo de fenómenos extraños, tienen que ser total y absolutamente cierto. No hay  ni un  solo ápice de escepticismo, ni  contraste de los hechos, solo  esos testimonios y un profundo a fan de seguir creyendo en lo que expone.

No puedo ver a la tierra lusa como hogar de espectros sino como el de la música pimba


No es un libro  para ser tomado como ensayo científico, sino como una lectura bastante amena durante  la cual, lo más interesante son esos casos de poltergeist y fenómenos atribuidos a fantasmas. Estos abarcan varios lugares de Francia, siendo uno de los más antiguos hacia 1880 y el más reciente, durante el abandono de París en la Gran Guerra. Otros aportan  casos más recientes y en lugares incluso más lejanos, no solo en Portugal sino en ciudades coloniales de Asia. Estos nunca llegan a ser completamente teatrales: ruidos, golpes, objetos que se mueven cuando convenientemente no hay nadie, que sirven de fundamento a eses intento de Flammarion de justificar sus creencias. Una lecturas curiosa, con el mismo  valor probatorio que un programa sobre fenómenos extraños  emitido por la radio de madrugada  pero con la misma  validez  que este: no son  tanto  las pretensiones científicas, ni ese tono de divulgación un tanto obsoleto, que  lo convierte  ya en ficción, sino   ese momento de suspensión de la realidad que   la lectura de estos casos produce. Además de  ciertos momentos involuntariamente cómicos derivados de una mentalidad muy distinta a la actual:  para el sufrido testigo de un poltergeist en Indochina, lo peor no ha sido el susto, sino que su asistente  salió por patas ¡Con lo bien que cocinaba!


George Langelaan. Diez fantasmas. Langelaan, el escritor anglofrancés conocido por La mosca e Historias del Antimundo (menudo miedo me dio  en su día La dama de ninguna parte)  se consideraba también un cazador de fantasmas. Pero lejos de buscar estos mediante evidencias,  solo aspiraba da conseguir todo tipo de historias sobre  ellos,  tarea que este libro lleva a cabo recopilando distintas narraciones  de Escocia, Irlanda, Inglaterra y Bretaña. Comenzando por una primera anécdota de su infancia,  narrada con mucho sentido del humor, en la que su abuelo quitaba hierro a una  aparición en el baño de su casa, porque “solo era un fantasma”, los relatos escritos por  Langelaan  a partir de las historias narradas por conocidos y amigos recogen la figura del fantasma en  su acepción mas clásica. Un eco de un suceso traumático que  ha marcado un lugar para siempre. Estos, como  crímenes pasionales, suicidios, ejecuciones, venganza y duelos a muerte, son las historias recibida en el libro. Muchas,  caracterizadas por ese componente tráfico, como todas las leyenda locales. Algunas, no exentas de cierto humor e incluso  con la aparición de algún falso espectro.


La primera curiosidad de este libro es el cambio realizado por la edición española: Noguer  redujo  los Treize Fantômes originales a diez, sin  saber a donde han ido los otros tres (¿estarán en el éter?¿los habrá exorcizado un editor?). Una pérdida  un tanto fastidiosa  cuando no se puede encontrar la edición francesa. Al menos,  los diez relatos de los que disponemos compensan esta desaparición. Ya el prólogo, con ese humor,  sirve para  que  Langelaan exponga el comienzo de su interés por  lo sobrenatural. No como algo verídico sino   por la fascinación que despiertan  a todos los que nos gusta que nos cuenten historias.  Los relatos siguientes, desde la tragedia romántica en una aldea de pescadores bretona, los fantasmas que habitan todo castillo que se precie o uno sobre salteadores de caminos, cuyo desenlace es muy similar a la leyenda del cazador, la loba y la esposa del castellano. Y en los que es posible  ver aspectos comunes según el origen de estos: los fantasma irlandeses son los que sin duda tienen un componente más trágico y fatalista, más marcado por l o  pasional y lo inevitable.  Escocia será el ligar dela nobleza, las traiciones y los duelos. Pero todos siguen eses estilo informal, donde presentan el escenario, a su narrador, generalmente  un a anfitrión y esa historia ligada al lugar o a la familia.  


Algo así como una guía de viajes  de lugares reales y hechos imaginario, sonde la existencia o no de los fantasmas no es importante: estos serán reales en la medida en que su historia siga siendo narrada y escuchada.

jueves, 11 de septiembre de 2025

Lecturas de la semana. Colecciones recicladas

 


Como compradora habitual de libros de  menos de cuatro euros y más de cuarenta años,  he comprobado que no solo de Bruguera  vivía  la literatura de terror asequible. Otras editoriales, más  pequeñas, publicaban títulos bajo la etiqueta de terror,  con ediciones más o menos  de bolsillo y que hoy  son difíciles de encontrar. En este caso, la editorial  Geasa, bajo el sello “Relatos terror”, publicó a finales de los setenta  varias novelas cortas, seguramente  compradas en bloque a la editorial propietaria y  con un criterio  a la hora de promocionarlas  cuando menos curioso: “best sellers europeos” e insistiendo en cada numero que además de los criterios de calidad,  interés de la trama o fama del autor, también lo era el número de ventas…¡nada menos que  500.000 ejemplares! Ante todo, que quedara claro que aquí solo había superventas.  No parece fácil que hubiera tanto francés para cada novela. Porque   estos libros eran en realidad números de la colección Angoisse de Fleuve Noir, una editorial que solía publicar novelas de terror, suspense o ciencia ficción  de autores patrios en los que la calidad  era variable. Fue  El retorno, de Alphonse Brutsche, un seudónimo de Jean Pierre Andrevon,  el primer número que encontré de la colección. Una historia de aparecidos muy macabra del estilo de Aterrados de Rugna.  El asesino está en casa, de José  Michel, era más  bien un thriller claustrofóbico que terror.

Estos dos números son los últimos que he podido encontrar hasta la fecha, en la librería que suelo visitar cuando vuelvo por vacaciones y donde  hay que reconocerle que he encontrado auténticas rarezas y frikadas vintage.



Kurt Steiner. La llama y la sombra.  En un pequeño pueblo  cerca de Edimburgo, durante  una  atención rutinaria, el médico local comete un error que  cuesta l vida a una paciente. Tras ocultar el error que condujo a esta situación,  este sospecha  que algo extraño sucede: desde el  primer momento supo que su medicación  había sido la correcta.  Pero también, uno de sus vecinos ha desaparecido, no solo del pueblo, sino también  de la memoria de sus habitantes, para ser sustituido por una enigmática joven que vive  junto a su padre alcohólico.  Cambios en la realidad, percibíos únicamente por él, quien  presencia como cada uno de ellos parece destinado a  provocar su ruina o llevarlo a la muerte. 

La novela juega mucho con esa característica del fantastique  que es esa a falta de lógica,  convertida en una ventaja: poco importa el porqué, sino  lo extraño de la situación. En este caso, el motivo de estos cambios en la realidad, las criaturas que lo provocan, ni el motivo por el que él protagonista ha sido elegido como víctima, son desconocidos.

Steiner, un seudónimo de  André  Ruellan, recurre a un entorno tan  vinculado a las historias sobrenaturales como es Gran  Bretaña, además de  alejar la narración de un público al que seguramente,  le parecería   Edimburgo  un entorno más exótico.  O cando meno, tan detallado como le permitió la guía de viaje con la que seguramente escribió el primer capítulo: mientras el escenario principal se limita a ser un simple pueblo con casas y árboles, el autor  enumera  todas las calles principales de la ciudad: la Royal Mile,  Princess Street, Greyfriars…un intento   o bien de dar veracidad, o de ir rellenando el número mínimo de páginas, aunque para los lectores que ya disponemos de Google Maps,  tiene su gracia el descubrir al momento que es lo que hay  en el número 12 de Candlemaker Row, donde debería estar la tienda de fotos que menciona la historia.

El resultado es un poco irregular,  no llega a  provocar esa sensación de extrañeza que  le sentaría muy bien a una narración sobre   falsas realidades y fuerzas ocultas, pero tiene esa  velocidad de lectura y sencillez  en l ejecución que lo convierte en una curiosidad de otra época.


Jean Murelli. El órgano del horror. Tras el   fracaso de la última sesión de un reputado mentalista, el periodista encargado de hacer el reportaje desaparece misteriosamente. Lejos de tener algo que ver con ello como parte de una venganza,  el mago advierte a su compañero que algo ha sucedido. La  última pista de su paradero lo conduce a un pequeño pueblo de la campiña francesa. Los únicos visitantes han sido, precisamente, un periodista al que nadie ha visto, pero también un misterioso científico y su esposa.  Este es solo una de varias personas que han desaparecido en el pueblo durante las últimas noches, precedidas por los acordes de un órgano. 

Si la colección de Fleuve Noir tiene como los bolsilibros Bruguera, un poco de todo, después de tres números con historias bien planteadas dentro de su sencillez y limitaciones, esta es una de las más flojas. Su desarrollo es un batiburrillo de tópico del terror de los sesenta, donde hay médiums, pueblos siniestros, brujería, posesiones demoniacas, m ad doctors, secuaces siniestros y silenciosos y  hasta viajes astrales. Es que no queda ni un palo por tocar, y  ninguno  sale bien. 

La  trama comienza con los periodistas   genéricos, el veterano descreído y el más joven, quizá más respetuoso con las fuerzas que no comprende. Continúa con un viaje a un pueblo siniestro que no es tanto, presenta al interés romántico,  una femme fatale que  quiere dejar de serlo (en este caso, una bruja obligada a cumplir  los deseos de su amo demonio y científico loco) y un antagonista de orígenes exóticos, que no contengo con intentar   acercarse a la trama de la explicación racional también incluye  características sobrenaturales y n final abierto  intentando dar una sensación  ominosa que, bueno, más que  final  no feliz para su protagonista, tampoco hace gran cosa. 

Al igual que las anteriores, esta es breve, casi  con una longitud que parece establecida en las 200 páginas  de la colección lo que hace que  como lectura no de tiempo de abandonarla. Una curiosidad, d las flojas, dentro de una colección casi desconocida. Aunque me gustaría pode r encontrar alguno más de los ocho o diez libros que publicó  Geasa. 


 




 



jueves, 4 de septiembre de 2025

Lecturas de la semana. Antologías remix

 

Puede que no salgan en la lista  de  los más vendidos durante el verano  o  en los libros que uno se llevaría a la playa, pero p ara las vacaciones siempre acaba cayendo alguna antología de Bruguera o similares  gracias a las visitas por la tienda de segunda mano: ocupan poco,  muchos de los relatos  incluidos  son desconocidos y tienen un papel que las hace indestructibles (no se puede decir lo mismo del encolado. Lo mismo aguanta un segundo Chernobil, que se ha quedado seco y se desintegra).  En este caso, la Selección Horror de la editorial,  con unos volúmenes más pequeños  que  otros publicados con carácter temático, como  Historias sobrenaturales o Siniestras,  son una mezcla entre  cuentos leídos hasta la saciedad y  otros que ni se conocían,  y una  completa falta de fidelidad al material original.

Es precisamente en la primera entrega de esta selección donde  puede verse referenciados las fuentes originales de los cuentos publicados: varias antologías de distintos títulos, desde   relatos selectos de terror, algún ómnibus sin hilo conductor aparente, que solo tenían  en común haber sido compiladas por Kurt Steiner, a quien sí que se menciona en cada uno de los números de la  colección. Colección de la que    esta vez, a base de ir encontrando ejemplares de forma aleatoria, he  conseguido los dos primeros.


Horror 1. Tras un breve prólogo de  menos de una página, en la que se habla de forma genérica acerca del terror y la  fascinación que este ejerce,  ocho relatos sin ninguna conexión entre sí ni por temática, autor o época,  narran distintas situaciones: desde el Ultimo amanecer recorre de manera desoladora,  pero también muy naif a nivel científico, la os últimos días de la tierra por un cataclismo espacial,  pasando por clásicos inevitables como Los hechos de M Valdemar o El horla, así como narraciones de la época pulp como El lienzo de la locura de Seabury Quinn.

Quizá en este caso lo más  llamativo sea la antigüedad de algunas narraciones que seguramente no hayan vuelto a ser publicadas desde entonces. Si las más recientes  son la venganza muy propia de los comics EC narrada en El lienzo de la locura, o  ese hipotético episodio sobrenatural en la vida de Somerset  Maughan,  ya en los sesenta,  hay relatos de 1902,  o de 1916 que sorprenden tanto por lo poco conocidos y lo original de sus tratamientos.  Si El buque fantasma de  Middleton  puede ser relativamente recordado por su ironía a la hora de  narra la vida cotidiana de un pueblo que convive con sus espectros, la descripción del fin del mundo  de El ultimo amanecer combina la inocencia  propia de ese desconocimiento del espacio  con una situación tan devastadora  como la descrita en  La nube púrpura de Shiel. Casi inmortal, de Austin Hall, es un cuento  sobre vampirismo, magia negra y un villano que se adelanta al menos una década al pulp. Una selección sorprendente que termina con un reato  más clásico como el  de Dickens y  Juicio por asesinato, pero que   resume un poco el tono general de la colección: te puedes encontrar cualquier cosa.


 Horror 2. De nuevo, tras un prólogo,  ocho relatos   en los que los clásicos son algo menos vistos que en otros números: el fantasma inexperto de H. G. Wells, una historia con bastante ironía acerca de las normas que rigen  a los habitantes del mas allá y  por qué estas no deben ser imitadas por un mortal. Schalcken el pintor, de Le Fanu,  guarda en común con el anterior la descripción de lo que sucede cuando los vivos y los muertos ocupan lugares que no les corresponden.

En este  tomo hay bastanteas nombres  conocidos:   Bradbury destaca con un relato inquietante acerca de  enfermedades infantiles y  su contagio. Además de dos nombres que sonarán  por el círculo de Lovecraft: Frank  Belknap Long y Robert  Bloch, años después de sus aportaciones a los Mitos, y ya con narraciones muy distintas.  Una aventura pulp espacial en el caso de Long, y una  vuelta con mucho humor negro al tema de los objetos malditos, en los que no falta una referencia al  Vermiis Mysteriis inventado por Bloch.

Los  cuentos menos conocidos, una venganza de unltratumba de  Robert  Barbour  Johnson en la  Ultramuerte de Thaddeus  Warde,  Gardner  F.  Fox y su  revisión de las vidas  pasadas con giro final en Vete, lluvia, vete, y la versión  moderna de un cuento popular tan siniestro como El flautista de Hamelin,  de Eric  Frank Russell terminan un tomo igual de variado en el que incluso los cuentos más antiguos y con más posibilidades de haber  aparecido en otras antologías todavía no están lo bastante trillados. 


jueves, 21 de agosto de 2025

Lecturas de la semana. Señores de entreguerras


Visto que los años veinte de este siglo siguen en ese escenario incierto tras el Covid,  he decidido volver a la década de los Veinte buena, la del siglo pasado. Las del desengaño, el expresionismo, la creatividad y  el autoengaño de “no, no, en otra guerra no nos metemos”. Y la  época de esos señores que reflejaban muy bien  ese fantástico desasosegante, mucho más perturbador que el anglosajón y sus relatos clásicos de fantasmas (aunque a M. R. James lo quiero mucho y siempre será  el referente de terror cozy).  En los que también se percibía acierta violencia, menos sutil de la que podíamos esperar hace un siglo y también, inquietud hacia el futuro. No es necesario centrarse únicamente en esos extraños veinte, sino  que un poco antes, tanto en Checoslovaquia   poco  después de la Gran  Guerra como en Alemania, años antes de  esta, a parecían los primeros textos  que servían como predecesores.

Jaroslav Hasek. El comisario rojo.  Esta es la historia, a través de relatos breves, de  la llegada  del nuevo comisario Gashek al pueblo de  Bugulma, durante la revolución rusa.  En su estancia, este hará cumplir como puede las normas dictadas por lo soviets, se encargará de mantener el orden en el pueblo y  de denunciar a los posibles traidores.  Tarea  que  chocará  con la de  Yerokhimov,  comandante de un regimiento revolucionario que intentará por todos los medios  encarcelar al actual comisario. El motivo  será lo de manos, dando lugar a las situaciones más peregrinas en las que ambos acabarán en un juego de persecuciones, ordenes contradictorias  intentos por salvar su  pellejo ante los que los habitantes de  las propia Bugulma y el regimiento de chuvaques encargados de escoltar a Gashek  no les queda más remedio  que cumplir con resignación por absurdas que resulten.

Esta es la parte principal de una selección de relatos variados de Hasek,  completada por varios capítulos   de escenas de carácter costumbrista  en la Praga de  principios de siglo XX, a en entornos rurales como las  lagunas de Razice, así como  varios textos de la creación más famosa de Hasek, el soldado Svejk.  Estos se caracterizan por un fuerte carácter autobiográfico:  todos los escenarios están relacionado con momentos de su vida, siendo ese pequeño pueblo de la Rusia  revolucionaria una parte.  Hasek aprovechó la guerra para desaparecer, precisamente, como comisario bolchevique, situación que lao llevaría  a empezar una nueva vida…incluso con una nueva esposa. Lo que hace pensar que su biografía sea incluso más divertida y difícil de creer que sus narraciones. Estas reflejan  de forma  paródica la organización soviet, la  paranoia en tiempo de revolución, las traiciones y alianzas, así como a la gente de a pie, que se limita a seguir con  su vida y  que seguramente están pensando que poco importa un jefe u otro.  Estas llevan al absurdo la cadena de mando, sus contrasentido  y la planificación. Pero en la que sorprende que  su visión cómica sea mucho más amable y menos ácida que la empleada con  la jerarquía  austro húngara, como  puede verse n los relatos de Svejk que cierran el libro.

Este componente autobiográfico también está presente en los Relatos de una vieja farmacia, donde estuvo de aprendiz y  el desfile de personajes (boticario, su esposa, los empleados y los vecinos del edificio) son pura comedia costumbrista con un punto que incluso puede  recordar un poco a las viñetas de 13 Rue de  Percebe. Este costumbrismo también está presente en los textos de La atalaya del alguacil,  inspirado en el trabajo desempeñado  por su abuelo. Pero la ironía, el reflejo ácido del presente, del absurdo y de las mezquindades de la política, tendrá n mucho más peso en la sección de miscelánea, donde abogados,  jueces e incluso la  hacienda pública  sale  más que mal parada. Y sobre todo,  en el reflejo de su andadura política: las narraciones  que recogen su camino en  el Partido del Progreso  Moderado recoge discusiones, reuniones y  un programa electoral que  constituye un reflejo hilarante de todos los personajes con aspiraciones políticas elevadas…y un programa electoral  que  hoy daría el pego en cualquier campaña.


Karl Strobl. Elagabal Kuperus. En  la parte antigua de una ciudad de Alemania, cerca de la catedral, se encuentra la mansión de Elagabal  Kuperus.  Ermitaño,  al igual que su amigo el encargado de las campanas de la catedral, temido por sus vecinos quienes cuentan historias sobre sus poderes y posible mago  auténtico, capaz de conservar  cuerpos como si albergaran vida, este  lleva una existencia apartada del mundo mientras el millonario, Thomas Bezug planea, previa propuesta de uno de sus empleados, hacerse con el oxígeno de la tierra  y comercializarlo como un bien más…después de todo, si nadie lo ha hecho antes, y no está prohibido, es una oportunidad  empresarial  para cualquier emprendedor.  Esta es solo uno de los planes de Bezug, dueño de todo lo que desea, incluso de un ser humano si se lo propone. Pero es solo un personaje más en una historia en la que poetas, artistas, mujeres fatales,  inventores e incluso el fin del mundo tienen, aunque solo  por un momento, y como pieza de algo mayor, un papel asignado.

Olvidado voluntariamente durante años, al igual de Ewers,  Strobl  es actualmente más conocido pro sus relatos cortos publicados durante la década de los veinte y de los qque Valdemar presentó una selección en la antología Lemuria.  Es precisamente uno de ellos en los que aparecía este Elagabal  Kuperus, ese mago  barbudo y de grotescos colmillo que  constituían sus rasgos distintivos, y que en la novela de su mismo nombre, más que un protagonista, es un hilo conductor. Esta, escrita en 1900, queda todavía un poco lejos de nuestra “entreguerra”,  pero  el desarrollo de la perversión de la jerarquía familiar, la figura del oligarca  de los primeros años del capitalismo como alguien implacable capaz de destruir  a todo al que se le oponga, el retrato sobre la degeneración y vicios de las clases acomodadas, así como ese momento  previo al desenlace, con un apocalipsis recibido con desesperación y orgias,  le acerca mucho  en estilo y temática  a los relatos que publicaría en  El jardín de las orquídeas.

Con una trama inclasificable y casi imposible de resumir, esta tiene como hilo conductor el enfrentamiento entre los dos personajes, que parecen representar el enfoque  material y el espiritual. Enfrentamiento que no llega a tener lugar porque estos encontrarán su destino de forma muy distinta. Pero que sirven de nexo para los personajes que irán apareciendo, todos y cada uno de los cuales  con un papel, por pequeño que sea, en la historia. Una en la que sorprendentemente, no falta una trama amorosa en la que los jóvenes amantes triunfan frente  a sus antagonistas  a una serie de situaciones cada vez más enloquecidas.  

El punto de partida, ese proyecto para hacerse con el oxigeno del planeta, casi concebido como una parodia de la ambición de los primeros magnates, pasa a un último plano para centrarse en os conflictos entre personajes, desaparecer de un plumazo y ser sustituida por un  aviso marciano sobre un inminente choque planetario, la desaparición de la tierra…que evidentemente, en el último momento no tiene lugar  pero sirve para que  la trama alcance cotas de locura insuperables.

El texto, un pdf traducido  al inglés sacado de archive.org, me hace sospechar que esta no ha sido  la mejor ni la traducción más coherente, pero por el momento, es la única  disponible de una novela  extraña, entre la tragedia, la ciencia ficción, el ocultismo y el fantástico, en la que por un momento,  su cantidad de personajes y el papel de cada uno   roza lo excesivo y donde no faltarán  los Deus ex Machina. Pero que por todo eso, resulta fascinante y desconcertante…y incluso, cuenta  con su propia película: nada menos que una versión cinematográfica de 1920, en a que  Conrad Veidt tiene un papel. Hoy, desafortunadamente perdida.

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