Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 21 de agosto de 2025

Lecturas de la semana. Señores de entreguerras


Visto que los años veinte de este siglo siguen en ese escenario incierto tras el Covid,  he decidido volver a la década de los Veinte buena, la del siglo pasado. Las del desengaño, el expresionismo, la creatividad y  el autoengaño de “no, no, en otra guerra no nos metemos”. Y la  época de esos señores que reflejaban muy bien  ese fantástico desasosegante, mucho más perturbador que el anglosajón y sus relatos clásicos de fantasmas (aunque a M. R. James lo quiero mucho y siempre será  el referente de terror cozy).  En los que también se percibía acierta violencia, menos sutil de la que podíamos esperar hace un siglo y también, inquietud hacia el futuro. No es necesario centrarse únicamente en esos extraños veinte, sino  que un poco antes, tanto en Checoslovaquia   poco  después de la Gran  Guerra como en Alemania, años antes de  esta, a parecían los primeros textos  que servían como predecesores.

Jaroslav Hasek. El comisario rojo.  Esta es la historia, a través de relatos breves, de  la llegada  del nuevo comisario Gashek al pueblo de  Bugulma, durante la revolución rusa.  En su estancia, este hará cumplir como puede las normas dictadas por lo soviets, se encargará de mantener el orden en el pueblo y  de denunciar a los posibles traidores.  Tarea  que  chocará  con la de  Yerokhimov,  comandante de un regimiento revolucionario que intentará por todos los medios  encarcelar al actual comisario. El motivo  será lo de manos, dando lugar a las situaciones más peregrinas en las que ambos acabarán en un juego de persecuciones, ordenes contradictorias  intentos por salvar su  pellejo ante los que los habitantes de  las propia Bugulma y el regimiento de chuvaques encargados de escoltar a Gashek  no les queda más remedio  que cumplir con resignación por absurdas que resulten.

Esta es la parte principal de una selección de relatos variados de Hasek,  completada por varios capítulos   de escenas de carácter costumbrista  en la Praga de  principios de siglo XX, a en entornos rurales como las  lagunas de Razice, así como  varios textos de la creación más famosa de Hasek, el soldado Svejk.  Estos se caracterizan por un fuerte carácter autobiográfico:  todos los escenarios están relacionado con momentos de su vida, siendo ese pequeño pueblo de la Rusia  revolucionaria una parte.  Hasek aprovechó la guerra para desaparecer, precisamente, como comisario bolchevique, situación que lao llevaría  a empezar una nueva vida…incluso con una nueva esposa. Lo que hace pensar que su biografía sea incluso más divertida y difícil de creer que sus narraciones. Estas reflejan  de forma  paródica la organización soviet, la  paranoia en tiempo de revolución, las traiciones y alianzas, así como a la gente de a pie, que se limita a seguir con  su vida y  que seguramente están pensando que poco importa un jefe u otro.  Estas llevan al absurdo la cadena de mando, sus contrasentido  y la planificación. Pero en la que sorprende que  su visión cómica sea mucho más amable y menos ácida que la empleada con  la jerarquía  austro húngara, como  puede verse n los relatos de Svejk que cierran el libro.

Este componente autobiográfico también está presente en los Relatos de una vieja farmacia, donde estuvo de aprendiz y  el desfile de personajes (boticario, su esposa, los empleados y los vecinos del edificio) son pura comedia costumbrista con un punto que incluso puede  recordar un poco a las viñetas de 13 Rue de  Percebe. Este costumbrismo también está presente en los textos de La atalaya del alguacil,  inspirado en el trabajo desempeñado  por su abuelo. Pero la ironía, el reflejo ácido del presente, del absurdo y de las mezquindades de la política, tendrá n mucho más peso en la sección de miscelánea, donde abogados,  jueces e incluso la  hacienda pública  sale  más que mal parada. Y sobre todo,  en el reflejo de su andadura política: las narraciones  que recogen su camino en  el Partido del Progreso  Moderado recoge discusiones, reuniones y  un programa electoral que  constituye un reflejo hilarante de todos los personajes con aspiraciones políticas elevadas…y un programa electoral  que  hoy daría el pego en cualquier campaña.


Karl Strobl. Elagabal Kuperus. En  la parte antigua de una ciudad de Alemania, cerca de la catedral, se encuentra la mansión de Elagabal  Kuperus.  Ermitaño,  al igual que su amigo el encargado de las campanas de la catedral, temido por sus vecinos quienes cuentan historias sobre sus poderes y posible mago  auténtico, capaz de conservar  cuerpos como si albergaran vida, este  lleva una existencia apartada del mundo mientras el millonario, Thomas Bezug planea, previa propuesta de uno de sus empleados, hacerse con el oxígeno de la tierra  y comercializarlo como un bien más…después de todo, si nadie lo ha hecho antes, y no está prohibido, es una oportunidad  empresarial  para cualquier emprendedor.  Esta es solo uno de los planes de Bezug, dueño de todo lo que desea, incluso de un ser humano si se lo propone. Pero es solo un personaje más en una historia en la que poetas, artistas, mujeres fatales,  inventores e incluso el fin del mundo tienen, aunque solo  por un momento, y como pieza de algo mayor, un papel asignado.

Olvidado voluntariamente durante años, al igual de Ewers,  Strobl  es actualmente más conocido pro sus relatos cortos publicados durante la década de los veinte y de los qque Valdemar presentó una selección en la antología Lemuria.  Es precisamente uno de ellos en los que aparecía este Elagabal  Kuperus, ese mago  barbudo y de grotescos colmillo que  constituían sus rasgos distintivos, y que en la novela de su mismo nombre, más que un protagonista, es un hilo conductor. Esta, escrita en 1900, queda todavía un poco lejos de nuestra “entreguerra”,  pero  el desarrollo de la perversión de la jerarquía familiar, la figura del oligarca  de los primeros años del capitalismo como alguien implacable capaz de destruir  a todo al que se le oponga, el retrato sobre la degeneración y vicios de las clases acomodadas, así como ese momento  previo al desenlace, con un apocalipsis recibido con desesperación y orgias,  le acerca mucho  en estilo y temática  a los relatos que publicaría en  El jardín de las orquídeas.

Con una trama inclasificable y casi imposible de resumir, esta tiene como hilo conductor el enfrentamiento entre los dos personajes, que parecen representar el enfoque  material y el espiritual. Enfrentamiento que no llega a tener lugar porque estos encontrarán su destino de forma muy distinta. Pero que sirven de nexo para los personajes que irán apareciendo, todos y cada uno de los cuales  con un papel, por pequeño que sea, en la historia. Una en la que sorprendentemente, no falta una trama amorosa en la que los jóvenes amantes triunfan frente  a sus antagonistas  a una serie de situaciones cada vez más enloquecidas.  

El punto de partida, ese proyecto para hacerse con el oxigeno del planeta, casi concebido como una parodia de la ambición de los primeros magnates, pasa a un último plano para centrarse en os conflictos entre personajes, desaparecer de un plumazo y ser sustituida por un  aviso marciano sobre un inminente choque planetario, la desaparición de la tierra…que evidentemente, en el último momento no tiene lugar  pero sirve para que  la trama alcance cotas de locura insuperables.

El texto, un pdf traducido  al inglés sacado de archive.org, me hace sospechar que esta no ha sido  la mejor ni la traducción más coherente, pero por el momento, es la única  disponible de una novela  extraña, entre la tragedia, la ciencia ficción, el ocultismo y el fantástico, en la que por un momento,  su cantidad de personajes y el papel de cada uno   roza lo excesivo y donde no faltarán  los Deus ex Machina. Pero que por todo eso, resulta fascinante y desconcertante…y incluso, cuenta  con su propia película: nada menos que una versión cinematográfica de 1920, en a que  Conrad Veidt tiene un papel. Hoy, desafortunadamente perdida.

jueves, 14 de agosto de 2025

28 años después (2025). Broken England

 


Hace 23 años se estrenaba una película que supuso un antes y un después en el cine de zombies. La producción de Danny Boyle no solo se convertía en una pieza clave como lo fue La noche de los muertos vivientes, sino en la discusión acerca de las capacidades de los zombies que tuvo lugar durante los primeros años de la década del 2000: ¿estos pueden correr, sí o no? En realidad estos, sí pueden. Porque por mucho que su comportamiento carente de racionalidad nos recuerde a los cadáveres reanimados, lo que provocaba los hechos narrados en la película de Boyle no eran zombies, sino infectados por un tipo de rabia que se propagaba rápidamente como una epidemia. La película tuvo una secuela pocos años después, que dejaba un final abierto en el que sugería que la enfermedad, convertida en pandemia, se había extendido más allá de Gran Bretaña. Y ahora, unos pocos menos que los 28 años del título, la historia continúa, décadas después de que los esfuerzos por contener una pandemia global fueran inútiles.


Desde que el intento, hace casi treinta años, de detener  la expansión de un peligroso virus más allá de la zona donde este empezó a  manifestarse, las autoridades  europeas optaron por aprovechar las fronteras naturales del mar y aislar  al Reino Unido en cuarentena. Desde entonces nadie puede salir pero tampoco entrar en las islas. Sus habitantes  fueron abandonados a su suerte a la espera  de que la propagación del virus se detuviera por la falta de huéspedes. Pero unos pocos  consiguieron sobrevivir. Aislados por la marea que separa durante parte del día la isla de Lindisfarne  de la principal una pequeña comunidad  sobrevive  recuperando objetos  mediante incursiones en la tierra.  Estas son también un ritual de paso a la madurez. Y Spike,  un niño de doce años que vive con  Jamie,  su padre, e Isla, su madre,   aquejada por una enfermedad incurable en una sociedad sin  conocimientos médicos, debe realizar ese primer viaje junto a su padre. E n una tierra  abandonada, poblada por infectados que han evolucionado para adaptarse al medio, Spike  ve un mundo que desconocía, tanto  una tierra desde cuyo interior no es posible ver el mar, como  la complejidad y los secretos del mundo adulto.  Pero también  que   ese nuevo lugar  lleno de peligros puede suponer una esperanza, cuando descubre que, aislado durante años un medio,  ha conseguido sobrevivir,  que tal vez este tenga la explicación para lo que sucede a su madre, o incluso una cura.



La película retoma a algunos de los elementos audiovisuales que se utilizaron en la primera entrega, haciendo que tanto la saturación de las imágenes, y sus sonido, tengan un aspecto menos tradicional. En este caos, lo más llamativo  ha sido el uso de la cámara de un IPhone para determinadas escenas, algo que  no  dice mucho para los que desconocemos los aspectos técnicos de un tipo tan especifico de lente pero es inevitable no fijarse en un montaje crudo, en el que  esas nuevas generaciones de infectados   son gravados  con luz nocturna, de forma casi documental y amateur, y  en el que el  ritmo de na narración se alterna con secuencia gráficas, muy aceleradas,  pero también con  imágenes de archivo   de cine clásico, en las que se aluden a conflictos bélicos del pasado, así como la alocución del poema de Kipling que  acompaña a estas secuencias y a las de la vida diaria de los supervivientes. Una manera   poco convencional, arriesgada pero difícil de olvidar, de enlazar el pasado y el presente de las  islas, así como los cambios, o la escasa diferencia entre épocas en algunos casos, que esta ha presenciado.


 Estos cambios son también una constante del guion: el Brexit es el suceso que  parece esta detrás de toda la trama, un ante s  un después en la historia, tanto real como ficticia,  y que aparece de forma bastante evidente en esa separación entre  Inglaterra y el continente, narrado al principio. Pero también en l a comunidad de supervivientes que permanecen unidos a la isla principal por esa ruta que  se queda  sumergida  por las mareadas gran parte del día. Una  Inglaterra  rota, estancada en la cultura de hace  veinte años por los sucesos de la primera película y que  ahora sobrevive gracias a una comunidad pequeña, que vive de los conocimientos y recuerdos que conservan, o han decidido conservar (como el  Boots de Kipling   que marca los entrenamientos y la caminata del protagonista).  Referencias a la cultura popular, como los teletubbies  o los Power Rangers, hoy muy lejanas,  son las que se encuentran en ese escenario congelado en un momento del tiempo. Junto a una  muy concreta y muy  vinculada a la historia reciente del Reino Unido, que refleja  bien lo que habría sucedido de no  haberse conocido la verdad  relativa a cierto personaje allá por 2011.


El uso de estas puede parecer  cuestionable a veces: sirve también como elemento  humorístico  en alguno de los momentos de la película, y si bien en el desenlace este  puede resultar un poco chocante, también  sirve para una de las situaciones  más divertidas en una  historia por lo demás oscura: ¿qué  pasa cuando una persona, nacida y criada  como hace dos siglos, se encuentra con los valores y  cánones estéticos  propios del Instagram post  2020?  Nuestra década tampoco sale muy bien parada.

El hilo conductor de la historia, será, sin embargo, el viaje de su protagonista. Concebida como un coming of age, en el que  la presencia de las referencias culturales  anteriores actúa como vínculo con un pasado que el personaje principal apenas conoce, esta refleja de forma cruda ese paso a la madurez, a la consciencia de la mortalidad y a la complejidad del mundo adulto. El viaje del protagonista comienza con un intento de   encontrar un médico para su madre a causa de una dolencia que desconoce….pero que ambos progenitores saben cuál es, aunque estén demasiado asustados como para nombrarla.  De este modo, se establece también  una oposición entre la figura del padre del protagonista, centrado en la supervivencia, como huida hacia delante. Por otro lado, la figura del doctor  Kelson, cuya   aparición en el tráiler resulta engañosa. Este es un personaje positivo, una suerte de ermitaño y guardián de los muertos, casi un reverso del  Coronel Kurtz al que  parece referenciar y que considera  a esos infectados no una amenaza, sino una forma de vida distinta. Es a partir de  su aparición cuando la trama abandona  el tono de thriller de supervivencia con toques de ciencia ficción (con  esos infectados evolucionados en distintos tipos) para centrarse en esa idea de viaje a la madurez,  no necesariamente realista: la fortaleza de  huesos será lo menos extraño que  el héroe encontrará en el  viaje que desde entonces, a pena acaba de comenzar.


No fueron 28 sino 23 años   los que ha tardado en  estrenarse  una secuela   más que digna a esa primera película de pandemias y supervivencia. Dos décadas en las que varias crisis , una pandemia global y un par de guerras  más han  pasado a formar parte de un guion cuyo  tono, muy distinto a su primera entrega precede, de forma sólida a las secuelas  que Boyle ha anunciado para los dos próximos años.


jueves, 7 de agosto de 2025

Lecturas de la semana. Empezando series

 


Lo mejor de empezar un libro es saber que podremos  conocer el final de la historia. Al menos, por  lo que al autor  y editorial se refieren, cuando  este  termina de escribir y consigue que se publique fuera de sus fronteras…Que no podamos terminarlo por pereza, porque el enésimo conflicto mundial sea el de verdad, serán ya factores ajenos a la voluntad de los interesados.  En este caso,   han sido dos libros de fantasía, un género en el que  es habitual encontrarse esta tendencia a la continuidad.  Uno   es de una autora con una carrera amplia, y una trilogía muy conocida. E. otro es  un relativo recién llegado a la narrativa pero   con  trayectoria previa en el diseño y creación de juegos de rol.





Robin Hobb. El aprendiz de asesino (Trilogía de Vatidico).  La historia de Traspié  Hidalgo, conocido durante años simplemente como Chico, por su entorno cercano, o como Bastardo por otros,  quien siendo un niño  es abandonado en el castillo y criado por el encargado de las perreras. Traspié crecerá entre ambos mundos, educado Burrich,  un hombre tosco, pero leal al príncipe Hidalgo. Consciente de  no pertenecer a ningún lugar pero a la vez dotado de un poder insólito que lee permite establecer  conexión con los animales, este será designado  para  ejercer la profesión más adecuada para un bastardo: la de asesino al servicio del rey, aunque esa  posición a menudo requiere de más diplomacia que  la del simple asesinato. Mientras Traspié continúa su formación,  rodeado  por luchas internas y alianzas políticas las noticias de las incursiones piratas comienzan a llegar  a las cortes.  Los supervivientes de sus incursiones parecen cambiados por ellas, como si hubieran  perdido la humanidad. Una anomalía que no solo detecta Traspié, sino  Verídico, hermano de su padre,  con quien comparte un don  similar que utiliza para detenerlos.

El primero tomo de la trilogía del Vatídico narra, una vez más, el tema del viaje del héroe. Este, narrado en primera persona por el propio Traspié,  recorre los primeros años de la vida del protagonista, de forma paralela a la historia reciente del reino y las normas de la magia existente en el mundo de la autora. Este, muy estático,,  describe estamentos sociales marcados y donde cada uno tendrá su lugar. En el caso del protagonista, será ese limbo entre la familia real y los siervos, sin pertenecer a ninguno, y en el que su condición de bastardo es reconocida. Aunque él asume su situación y su vida   con la capacidad de adaptación que a menudo muestran los niños. Los capítulos sobre sus primeros años la reflejan bien,  donde el protagonista describe su vida en la primera infancia con una sencillez que resultará chocante al lector. Una situación que cambia a medida que crece y recibe un nuevo lugar y aprendizaje en el castillo. Al tratarse de una historia introductoria, nada de lo que de momento haga su protagonista (que termina esta primer tomo con unos quince años) tendrá  especial relevancia en los asuntos  importantes de su entorno, sino que lo que pueda hacer jugará solo un papel muy pequeño en un mundo de  cortesanos, intriga s y amenazas externas.

En este sentido, Hobb aprovecha muy bien estos elementos para ir dando forma al mundo e Vatídico: el lector va conociendo más de este a medida que su protagonista crece. En un mundo donde no hay un espacio determinado para los niños y estos dejan de serlo muy pronto, este descubre  su habilidad innata para una forma  de magia que se considera algo negativo…todo ello , de forma muy similar a la del descubrimiento del mundo y de sí mismo mientras va  creciendo.  Un  lugar donde los personajes que acompañan a Traspié  irán también desarrollado su personalidad: Burrich, el tutor y padre adoptivo, tosco, práctico que parece  incapaz de manifestar nada pero que  quiere de verdad al niño que ha criado. Chade, el asesino  real y mentor de Traspié, Molly, su amiga de la infancia  u otros tan enigma-ticos como el Bufón. Y el propio Traspié, quien irá formándose a lo largo de este primer libro y cuya personalidad dista mucho del cliché de elegido o  héroe con destino manifiesto.

Aunque  no tenga un ritmo muy rápido, sino que se toma su tiempo para reflejar esa cotidianeidad y los cambios que se van sucediendo en la vida del protagonista, el mundo y los personajes de Hobb (hoy aquejada de  Covid persistente y con la salud un poco tocada) resulta mi real y genera afinidad con el lector.

Seguramente la estructura narrativa  en la que se desarrolla la formación del héroe  puede recordar a El l nombre del viento: no es de extrañar porque la trilogía de Hobb fue escrita con anterioridad a la serie de Rothfuss. La diferencia  es que Hobb ha terminado la suya, Traspié es más humano que el marisabidilla de Kovthe…y no tenemos que enfrentarnos a una historia inacabada  tras un tocho de novecientas páginas donde  hay ninjas.

Gareth Hanrahan. La plegaria de la calle (El legado del hierro negro). Cuando Cari, una de las últimas descendientes de una casa noble misteriosamente asesinada, Spar, un joven infectado por una enfermedad que poco a poco petrificará su cuerpo y Rata, un ghoul que todavía no ha sido  transformada por la naturaleza propia de su raza, son capturados después de un robo que sale mal (Pero estrepitosamente mal. Nivel “ha saltado una catedral por los aires” de mal) sus caminos se separan. Carillon Thay es  liberada por un estudioso que asegura que esta tiene un papel importante en el futuro de la ciudad. Spar esa aislado en una prisión, as la espera de una confesión o que la enfermedad termine con él, y Rata, huyendo por los subterráneos, encuentra a una mujer que exige ser guiada y presentada ante los ghouls ancianos, pues hay una información importante que estos deben conocer. Mientras, a las puertos de Guerdon siguen llegando refugiados de la guerra entre dioses que tiene lugar al otro lado del mar. A una ciudad donde la tecnología  mecánica convive con las criaturas  creadas mediante alquimia, en cuyas calle acechan seres peores que los ghouls y muchos temen que los antiguos dioses no han sido destruidos, sino que esperan su regreso.

Esta es la primera novela de Hanrahan, concebida como una historia autoconclusiva  pero  que posteriormente se convertiría convenientemente en trilogía…el desenlace, en realidad,  tiene bastantes cabos sueltos como para que hubiera una puerta abierta a continuar si el primer libro funcionaba. Y lo hace, pero no del todo. El autor   venía de los juegos de rol y se nota, porque el punto fuerte de la historia es el trasfondo. Este, en lugar de escenarios de fantasía más trillados y elfos, presenta una suerte de revolución industrial en la que  ferrocarriles y herramientas  conviven con experimentos alquímicos utilizados como fuerza de trabajo, cuya materia prima  es obtenida mediante…no lo quieras saber. Pero si hay  criaturas llamadas Hombres de sebo o Cabezas de gaviota, ni su aspecto ni el proceso de fabricación  va a ser agradable. Un escenario muy propio de la fantasía oscura, en el que  describe un sistema de magia muy cercano al horror corporal, unos ghouls muy deudores de los  creados por Lovecraft o seres hechos por colonias de gusanos )reconozco que  cuando describió a los reptadores me acordé de Oogie  Boogie), este desarrolla como tema secundario esa guerra de dioses, que si bien parece algo lejano, acabará  siendo un tema  clave en los siguientes libros.  Se establecen también una serie de características y normas para esas divinidades que puede, pero no pueden, existir en el mismo plano que los humanos  y a la vez, deben valerse de heraldos o santos tocados por  ellos, para cumplir sus misiones. Un mundo  más grimdark, como lo fue la trilogía de la  marca del Cuervo de Ed McDonald, que de fantasía,  y al igual que este, muy marcado por ese desarrollo   de cosas siniestras que hacen que el escenario tenga un punto un tanto loco, y alejado de cualquier pretensión de realismo  y seriedad. Una tarea que  es la que mejor lleva a cabo del autor por su capacidad de  base a la hora de formular escenarios y que estos funcionen bien, y cuánto antes.

No pasa lo mismo   con  la narración y los personajes principales, que resultan bastante irregulares. Aunque es interesante que la trama funcione como ultima gran aventura de estos, y se pasen gran parte del libro protagonizando  su parte de forma separada, estos parecen funcionar a ratos: el papel de  parte de ellos es lo que he han sido y no lo que hacen, en el caso del ghoul, acaba resultando más interesante uno de los miembros de su raza, quien aparece poco pero su caracterización  es más llamativa. Y Aleena la santa, enviada de los dioses, malhablada, resolutiva y de vuelta de todo, tiene mil veces más carácter que Carillón, la protagonista, en su papel de heroína con pasado misterioso. Incluso Eladora, un personaje empollón con bastantes  visos de ser insufrible, acaba resultando   más compleja y generando más simpatía.

Algo parecido loe pasa al a  narración: ya resulta raro el uso del presente,  pero esta varía mucho entre capítulos haciendo que algunas partes resulten un tanto tediosas mientras otras captan el interés mucho mejor.

Con todo, y gracias  precisamente a la creación de un mundo muy interesante y oscuro, aunque exagerado a más no poder, es por lo que el libro funciona. El desenlace es suficiente para que  pique tocía más la curiosidad y su segunda parte merezca una  oportunidad. Además, ¿A quien no le va a gustar un  ghoul como los de Lovecraft?

jueves, 31 de julio de 2025

Robocop (1987). All cops are bionic

 


Lo mas parecido que te encuentras a gatos y robot en 2025 y que no sean imágenes IA


Deformar la realidad para convertirla en una sátira es muchas veces,  una forma de reflejar la manera más fiel. Una vía de entender el entorno, y de interpretarlo, muy útil teniendo en cuenta  que  el mundo parece regirse desde hace bastante por la Ley de Poe. Las sátira, ese espejo deformante que devuelve una imagen demasiado nítida, sirve también de filtro para tratar temas cuya dureza sería mayor sin  ese filtro de la exageración: la violencia, si no se convirtiera en caricatura, sería algo más duro de mostrar.   Quizá por ello una de las películas de acción más recordadas de los ochenta es precisamente una sátira de todo lo que narra: el estilo de vida al que se aspira, la desaparición de este, los encargados de mantener el orden establecido desde una óptica poco halagadora y  como todo, absolutamente todo, puede convertirse en una propiedad empresarial.


En algún omento del futuro, las noticias sobre las tensiones entre potencias nucleares y las catástrofes   en países lejanos son recibidas con indiferencia por los habitantes de un Detroit convertido en un feudo de bandas organizadas y delincuentes ante los que la policía, sobrepasada  y sin medios ni efectivos, poco puede hacer.  Es una recién llegado, el agente  Murphy, una de las últimas bajas cuando es salvajemente tiroteado por un grupo de delincuentes. Su muerte se convierte en un oportunidad para uno de los ejecutivos de la OCP, la empresa propietaria de la policía de Detroit que propone, como medio de sustituir a las  fuerzas del orden, el uso de agentes caídos, reconvertidos en ciborgs,  como  nueva policía que  no solo  serán  propiedad de la OCP, sino q que los obedecerán ciegamente. Murphy, o lo que queda de él, se convierte en el primer  agente mecánico de Detroit y una esperanza para reducir la delincuencia. Pero en su memoria, reseteada por los científicos,  todavía  conserva retazos de su vida pasada y de su muerte. Y la consciencia de que los responsables de esta todavía  están en la calle.


La llegada de Paul  Verhoeven al  cine estadounidense comenzó con esta película considerada hoy como un clásico cyberpunk,  y en el que  se  muestra uno de los peores escenarios posibles a través de la sátira y una exageración que sin embargo, siguen pareciendo muy reales. El Detroit conflictivo y sin fuerzas del orden era solo el comienzo de la ciudad fantasma que conoceríamos a principios del siglo XXI. La ligereza con la que los presentadores de televisión dan las noticias, alternando con publicidad  y programas de entretenimiento, favorecen   esa atmósfera de caricatura  hiperrealista que contrasta  con las calles en las que se mueven los personajes (curiosamente, los escenarios no se rodaron  en Detroit sino en Dallas). Un trasfondo que  transmite esa sensación de falsedad, de parodia, frente al  escenario principal en el que, si bien la violencia también es retratada de manera exagerada,  buscando el gore y el humor negro, sigue resultando perturbadora: los últimos minutos del agente Murphy,  a manos de unos delincuentes armados, es filmada con explosiones gráficas, miembros arrancados u unos antagonistas que, entre carcajadas, resultan aterradores (aunque pertenezca  a la generación que tuvo pesadillas con el villano arrojado a la cuba de residuos tóxicos que aparecerá al final). Esta marcará el comienzo de  forma más gráfica, de una trama en al que, tratándose de una historia de policías en el futuro, el  crimen a parecerá posteriormente, pero  ya mostrado de forma más  grotesca y con más tendencia a ese mismo humor negro.  Y que continuará alternándose con las secuencias de televisión, que  rompen un poco la pretensión de realidad, y  dando más información sobre   el escenario y es e posible futuro. Un recuro que aunque  Verhoeven utilizaría también en  Starship Troopers, aquí  resulta  menos cómico que en la cinta posterior y mucho más efectivo.


los hijos de los ochenta nos pasamos por el forro la calificación por edades

El uso de la violencia como recurso paródico es solo uno de los aspectos de la trama, aunque  sí el más recordado. El guion,  rodado finalmente como sátira, refleja de manera irónica  la era Reagan y  esa extraña convivencia entre los últimos coletazos de la guerra fría, de la desaparición del estado de bienestar y del  todo vale de la cultura yuppie que aparece reflejada como  los propietarios oficiales de la policía, pero también de  otros cuerpos del estado, y para los que el crimen organizado es solo una rama más del tejido empresarial.  Lejos del tono satírico mantenido  durante toda la cinta, el diálogo entre Clarence, el criminal y asesino de Murphy, y  uno de los empresarios, repartiéndose   las áreas del negocio (el ilegal y el inmobiliario ) para un futuro cercano, es uno de los más  pausados, pero también  uno de los más reflexivos.

La presencia de los dos temas principales, esa violencia exagerada como motor satírico, hace que  parte de otros aspectos de la trama queden en un lugar secundario: sobre las connotaciones  acerca de la consciencia y  humanidad de Murphy tras su transformación se pasa de forma muy somera, siendo  poco más que un  tema secundario para un personaje que parece más vivo y complejo  en su versión robótica que en su encarnación previa.  Así como esa huelga de policía que, aunque  por un momento muestra un escenario propi de La Purga, acaba  pasándose de puntillas en favor de la trama de venganza y  el desenlace en el que, adecuadamente, las cosas acaban como al principio.


Es complicado referirse a las interpretaciones cuando  su personaje principal  se pasa parte del metraje recurriendo a las expresión de solo una parte de su cara, pero Peter Weller Como Murphy  encarna a ese androide de movimientos estáticos que solo, en los últimos minutos, recupera esa parte de expresividad de un rostro humano.  Destaca, sobre todo,  Kurtwood  Smith como delincuente, con un caracterización  totalmente  sádica y  cierto punto psicopático,así como , en la parte más paródica,  Miguel Ferrer como ejecutivos agresivo y farlopero que,  más que parodia, parece  un yuppie cualquiera, en cualquier momento de los ochenta.


En su realización, marcada no solo por ese enfoque de la violencia sino por lo artesanal, destaca precisamente los efectos especiales de Rob Bottin:  su  policía robótica, las explosiones de escenarios y miembros amputados….o  señores que se derriten en uno  de los momentos más enloquecidos del desenlace. La banda sonora de  Basil Poledouris, una composición que, si no es de las que más se recuerdan, si que se reconoce. E incluso la animación, mediante  Stop Motion, de uno de los prototipos   de policía  robotizado, en la que participó  Phil Tippett (me pregunto s i ya entonces estaba recogiendo trastos para ir rodando Mad God a ratos  muertos), pausada, fotograma a fotograma, pero tan real como permitía  esa técnica. Un equipo, una  filmación y unos efectos que  no  se cortan a la hora de reflejar una estética muy extrema que hoy puede parecer normalita, pero  que en 1987 supuso  más de un problema en cuanto a distribución.

Robocop se convertiría en una película de acción  que  marcaría el final de la década y el comienzo de una carrera  ligada  a la ciencia ficción y a los futuros poco esperanzadores y a los personajes implacables. Pero también de una muestra de como esa Ley de Poe puede manifestarse de las formas más extrañas: Robocop, la creación de una corporación despiadada que considera la vida humana un producto más, un reflejo de ese capitalismo llevado al extremo, se convertiría en una franquicia con dos películas más, una serie de televisión e incluso una de dibujos animados, en una decisión tan extraña como pudo serlo sacar una de Rambo o de los vengadores tóxicos.  En esa época, solo era cuestión de cambiar las balas por rayos laser y ya había una alternativa familiy friendly.

jueves, 24 de julio de 2025

Lecturas de la semana ¿Qué está pasando?

 



Pocas cosas llaman más  la atención a un lector  con preferencia por lo insólito que un comienzo inesperado.  Bien porque  Gregorio Samsa se despertó tras un sueño agitado  convertido en un horrible insecto, porque están tomando la casa, o porque, (en muchos casos,  en novelas  a las que  les cuesta mantener un desarrollo a la altura),  los protagonistas  no saben como han llegado allí ni qué hacen en ese lugar.  Una situación suficiente para  poner en marcha una historia que después podrá defenderse bien, caer en lo absurdo o tirar de Deus ex Machina, pero  que  han dado los primeros pasos para que el lector  avance la página. 

En este caso, es un recuro empleado tanto en un policiaco francés de los años treinta como en una novela de terror de hace muy pocos años. Y tanto un señor francés  del siglo pasado como uno de la Irlanda contemporánea aplican a un escenario que en ambos casos, es muy cercano al misterio de la habitación cerrada. 



Pierre Vèry. El testamento de Basil Crookes. Durante la parada de un tren  que recorre los pueblos de Inglaterra, un extraño personaje lanza, sin miramientos, un libro y una carta al interior de los vagones, un poco antes de quitarse de en medio...tanto de su propia existencia como de la historia. Una  llena de lugares que poco tienen que ver con ese incidente del tren, donde un matrimonio a punto de separarse, el capitán de un barco permanentemente atracado en puerto, un médico y el dueño de una casa de empeños se verán  implicados en un misterio inexplicable, donde cada sospecha provocará un nuevo asesinato y donde, para disgusto de  las desconcertadas  fuerzas del orden, un  personaje, detective por aburrimiento, parece tener la clave de todo lo que sucede. 

Véry, además de vivir por las librerías de segunda mano en la sección de ejemplares a un euro o en las estanterías de policiaco, se caracteriza  por su preferencia por los crímenes en apariencia imposibles de resolver,  las situaciones extrañas y las resoluciones  enrevesadas donde la máxima de Holmes, sobre  quedarse  con lo que reste, una vez descartada toda solución imposible, se retuerce hasta lo insospechado.  Una forma de tratar el género policiaco que  mantuvo a lo largo de los casi treinta años de su carrera literaria, y de la que este Testamento de Basil Crookes es una de las primeras obras. 



Esta, escrita en 1930, recurre a un escenario  del país que inventó  un subgénero policiaco propio:  una aldea en la costa británica, aislado y  rodeado de bosque y pueblos pequeños, donde la sensación de inmovilidad  supone que un asesinato  sacuda a toda  la comunidad donde los personajes residen.  Este evolucionaría con los años al cozy crime (el equivalente literario de hacernos bolita bajo una manta y esperar a que todo pase de una vez),  pero  que en manos de Véry toma un matiz casi irreal, donde los personajes, más que peculiares, son extraños, sus decisiones  más anodinas pueden conducir a  la complicación del misterio  y donde ese detective protagonista con sus deducciones y conocimientos  surgidos de la nada, es tanto o más sospechoso que el resto.

Este escenario, lejos de los entornos rurales y urbanos de la Francia  natal de Véry, recuerda hoy por su extrañeza a esa Inglaterra deliberadamente irreal  y  de decorados que acompañaba los guiones de John Steed y Emma Peel en Los Vengadores: sabemos que  la solución va a ser tan simple como enrevesado va a ser el camino hasta ella. Un recurso habitual  en el autor, ( y que, o te gusta este tipo de misterio surrealista, o lo odias), en el que  esa complicación artificiosa para llegar a un desenlace solucionado a base de deducciones  razonadas en el último momento responde, seguramente, a la necesidad  de  mantener al lector en vilo en una lectura muy sencilla, de la de kiosko,  pero que también utilizará a  menudo, y superaría con creces a Pierre Véry,  Jean Ray en sus novelitas de Harry Dickson: lo que importa en este caso no es  la complicada trama ni  la lectura psicológica de los personajes, sino ese microcosmos que el autor desarrolla, donde el crimen más extraño y la solución  más inesperada, pueden ser posibles. 



A. M. Shine. Los vigilantes. Cuando una noche Mina conduce su coche, una avería lo detiene en medio de  algún lugar perdido  de Irlanda. esta, sin más orientación que  una luz que brilla entre los árboles,  se dirige hacia una construcción donde  tres figuras la apremian  para entrar en su refugio poco antes de que este sea asediado por unas  criaturas de aspecto humano  que parecen, en todo momento, mantenerse alejadas de la luz que cada anochecer, se enciende en el interior de ese bunker convertido en hogar y prisión de sus habitantes. Esa será  la primera de muchas noches en las que Mina, Danny, Ciara y Madeleine, quien ha tomado el mando del lugar, se refugian de unos series  que  se ocultan bajo tierra durante el día  e incansablemente, cada oscurecer, atacan esa extraña construcción, en medio del bosque,  que oculta  las respuesta a lo que sucede. Una respuesta que  Mina y sus compañeros deberán encontrar  antes de que el hambre, o el cristal que los separa de sus perseguidores,  ceda y acabe con ellos. 

Con este punto de partida Shine  presenta  en su primera novela una historia de terror con elementos tan simples como un escenario fuera de lugar, el enigma que lo rodea, y la supervivencia de sus protagonista en  peligro  por fuerzas desconocidas La novela,  aprovecha su brevedad (no llega a novela corta pero es escasa para los estándares actuales) para  establecer  la rutina de sus protagonistas,  haciendo avanzar el tiempo de forma que esta no se haga tediosa, y reflejando así otra de las amenazas que  supone un problema a largo plazo: sin  medios para sobrevivir al invierno en Irlanda,  ni conocimientos para cazar o conseguir agua, la desnutrición se convierte en un factor  tan peligroso como la progresiva  fragilidad del refugio. Este se mantendrá el tiempo necesario  de la trama para que puedan descubrir el origen de lo que sucede y llegar, al menos,  los que puedan, a un desenlace que no solo supone la salvación y relativa seguridad, sino la  puerta abierta a una  continuación que de momento no ha sido publicada en España. 

Estos vigilantes no es una novela demasiado compleja:  aprovechando el golpe inicial del misterio planteado, y recurriendo a la  tradición de las criaturas feericas en Irlanda (de las chungas, de las de preguntarse "¿pero donde estaban cuando Oliver Cromwell hacía de las suyas?"), desarrolla una narración  que adecua bien los tiempos: no se explaya en las partes más monótonas,  mantendrá un ritmo acelerado en la última parte, y se centra lo necesario en su epílogo.  La sencillez de la idea,  además del número limitado de personajes, hace que recuerde mucho a las producciones de terror británicas de principios del 2000,  desde El bunker, Deathwatch o Dog Soldiers que narraban historias un poco claustrofobicas, la acción estaba dosificada  e iban al grano. Algo que no se si habrá conseguido Shyamalan en su adaptación cinematográfica, pero al menos, esta  novela ha sido lo bastante interesante  como para continuar leyendo su segunda parte. 

jueves, 10 de julio de 2025

Lecturas de la semana. Futuros inciertos

 



No sé como se luchará en la tercera guerra mundial, pero sí en la cuarta: con piedras y palos
Albert Einstein
La planificación, a muy largo plazo, es una herramienta inútil. En los ochenta creíamos que en el año 2000 iríamos todos vestidos de papel albal
Mi profesor de Dirección estratégica I, circa 2004

Desde que la  humanidad descubrió su capacidad para destruir no solo a sí mismo, sino  el llevarse a todo por delante, el peor futuro posible se convirtió en una constante en la ficción posterior a la segunda guerra mundial. Los humanos no  estarían en  la superficie de la tierra para siempre, y su  desaparición era algo tan inevitable como lejano, como lo fue la extinción de los dinosaurios, hasta que  la posibilidad de hacerlo  por la acción propia de estos se volvía una posibilidad unas veces más cercana que otras. Este final sería re imaginado de distintas formas, según las preocupaciones de la manera de pensar  de cada década. El temor a la guerra atómica daría  paso  a una deriva más paulatina,  la destrucción de la seguridad de del estado del bienestar, así como el evidente deterioro del ecosistema o el error definitivo, aquel en el que jugando a ser dios, el hombre encontraba su final a manos de sus propias creaciones, orgánicas  o artificiales.

Y rebuscando por las tiendas de segunda mano,  dos libros, no de los más conocidos, reflejaban estos posibles finales,  como algo uy lejano  e inevitable, pero también de una forma muy distinta a las que interpretarían hoy. Que probablemente, fuera un encogimiento de hombros y pensar “bueno, al menos no tendremos que  vivir más eventos históricos”.



Jean Pierre  Andrevon. Un mundo desierto.
Un hombre despierta en su habitación sin ningún recuerdo de su vida, para descubrir que todos a su alrededor han muerto. Cada hombre, mujer y niño de la ciudad se encuentra inerte, sin signos de violencia,  para ser devorado poco después por las ratas.  Demasiado confuso como para sentir nada, este  recorre a partir de entonces una pequeña ciudad,  ahora desierta en la que todo  parece haber quedado congelado en un momento del tiempo: cada mañana, las tiendas aparecen repletas de alimentos que no parecen  estropearse y las librerías muestran  prensa llenas de palabras sin sentido. Su vida continúa durante días  intentando comprender lo que sucede hasta que un nuevo visitante aparece en el lugar: una mujer tan  desconcertada como él, que desconoce como ha llegado hasta ahí.

Andrevon tiene una carrera  bastante amplia como autor de ciencia ficción y terror, aunque apenas se ha publicado en España (el otro que recuerdo es El retorno, bajo su seudónimo  Alphonse Brutsche,  en una colección olvidada que publicaba cosas del catálogo de Fleuve Norir).  Gran parte de sus novelas  giran entorno a la especulación, situaciones extrañas y  enigmáticas cuyo misterio se irá desgranando según el lector avanza, y en este caso, Mundo desierto es un ejemplo. Aunque la temática  entra  del lleno en la ciencia ficción, con elementos que a años después  podrían  verse en Matrix, los primeros capítulos, dotados de esa irrealidad, son más cercanos al fantastique, algo que se mantienen incluso cuando los protagonistas  investigan más sobre su entorno.

La novela , muy breve, sigue un estilo rápido, propio de la lectura un poco de quiosco de la colección en la que se publicó originalmente, y aunque  tiene algún elemento que hoy chirría (en concreto: que el autor insista  nosecuantas veces en que el personaje  femenino que aparece después es  10  o 12 años mayor que el protagonista) lo compensa  el desarrollo de la trama. Esta  no es  nada  rompedora, pero si bien ejecutada. Esta plantea un aspecto muy interesante: a las pocas páginas el lector supone que lo que sucede es algo sobre el fin del mundo. Así  es, pero este no será  algo repentino, y  a la tierra le quedan todavía muchas vueltas que dar. Algo que  hace que el desenlace esté impregnado de  cierta tristeza, un poco solipsista,  pero también es uno de los mejores  finales (literarios y del planeta) que he leído en mucho tiempo.




James  Kahn . demasiado mundo, demasiada sangre.
Esta es la historia de como dos amigos emprenden una búsqueda para recuperar a las mujeres que aman y vengarse de las criaturas que  han destruido sus  hogares. En un futuro lejano, tanto como para que las antiguas naciones hayan sido olvidadas ,y  el conocimiento humanos se hubiera  convertido en rumores y leyendas, donde la humanidad conviven en una paz incómoda con criaturas mitológicas  y animales inteligentes, el escriba Josh y el  centauro Beauty recorren un continente para salvar a sus seres queridos  antes de que sea demasiado tarde. Una búsqueda a la que se le unirán  Isis, una gata capaz de hablar  y razonar, y  Jasmine, una humana inmortal gracias a su cuerpo sintético, que ha sido testigo de todo lo sucedido durante  los últimos siglos.

La carrera de Kahn  se centra sobre todo en lnovelizaciones de guion, siendo responsable de los Goonies,  Poltergeist o  El retorno del Jedi. La trilogía del nuevo mundo, de la que este sería el primer libro, es prácticamente, su única narración original. Su carrera literaria se nota, porque el estilo narrativo es muy visual y simple: descripciones sin perderse d un detalle de los vestuarios o aspecto de los personajes, como si lo que estuviera haciendo fuera explicar una imagen,  de una manera simple y donde  pasa cuanto antes a las escenas de acción,  algo de lo que han bastante en las 500 páginas del libro.

Esta recoge una premisa a la que también se ha recurrido a menudo: el futuro lejano,  en el que de algún modo la magia vuelve sin m ser más que la tecnología olvidada ,y en el que las criaturas no humanas han asido fruto de ingeniería genética. Un tema  que remite a Los hechiceros de la guerra de Bashki, La sombra del torturador de Gene Wolfe  e incluso a Hora de aventuras. Y gracias a la cual incluye algún guiño muy bien traído  como la existencia de  hobbits  por un capricho de la humanidad que intenta sacar  a las criaturas de los libros (y que años después, con un fandom cada vez más friki e intransigente,  el chiste  ha ganado con el tiempo). También hay que reconocer que el personaje de Isis, la gata parlante, está tan bien caracterizado que sospecho que  Kahn, o convive, o convivió con gaticos en algún momento anterior a la escritura del libro.

Aunque esto, y  para quie negarlo, el nivel de locura que alcanza en algunos momentos la historia,  es lo más salvable. En realidad, este, más que  acercarse a La sobmra del torturador o Cena en el palacio de la discordia, lo hace a Holocausto Robot, 199: Los guerreros del Bronx  y otras producciones  italianas que, a la estela de Mad Max, intentaban  reflejar, a base de descampados y cazadoras vaqueras  con rotos, como en el año 2000 la civilización  caería e iríamos  todos hechos unos zorros entre robots y mutantes. En este caso, los mutantes son sustituidos por criaturas mitológicas  creadas genéticamente, por aquello de  poder  jugar también la baza de la fantasía  separándose un poco de los cánones de Tolkien y Dragones y Mazmorras.  No faltan  unas cuantas escenas  subidas de tono, que  los ochenta se notan  para mal y también había que demostrar que  esta era una obra de ficción para adultos (lo de  narrar mejor, cuidar la coherencia, o hacer pensar, ya lo dejamos para otro día) y unas cuantas tramas  que va incluyendo, como la  “nueva criatura” de la que  se habla  al principio y supondrá  el giro final, que acaban resultan confusas. Da la impresión que intentó incluir todo lo posible de cara a las continuaciones que tenía en mente.

El libro, en resumen, se disfruta como esas mismas películas   a las que recuerda: pasan demasiadas cosas como para aburrirse, a ratos parece original,  a otros, roza lo ridículo , pero  es un poco una forma de ver ese futuro lejano  donde  Kahn no quiso  quedar sin tocar ni un solo tema. Y con el que seguiría al menos durante un libro más: en España  Edaf publicó únicamente el primero. El según sería  la secuela directa, y el tercero, una historia completamente distinta que solo parece acercarse al mundo descrito en los anteriores de forma tangencial. En cierto modo, no podía haber una mejor forma de cerrar una saga tan enloquecida.

jueves, 3 de julio de 2025

Autopista al infierno (1991). Orfeo en cuatro latas

 


El descenso de Orfeo al Hades es la historia de esta figura mitológica que ha permanecido en la cultura. El viaje a través de la oscuridad por amor, en vano al final por un gesto inocente inspiraría, del mismo modo que lo haría Prometeo, Pandora o la poesía de Homero, narrativas posteriores en las que pese a las variaciones introducidas, se adivinaba ese mito original. Un mito que no quedaba limitado a la narrativa más elevada, sino que podía verse en un guion de serie B, tan aparentemente absurdo y falto de prejuicios como tremendamente creativo como solo podían serlo esas producciones hechas con más ingenio que medios. Y en la que ese Hades original se transformaba en un escenario tan improbable como una carretera que atravesaba el desierto de Nevada.


Charlie y Rachel son dos enamorados, pero demasiado jóvenes, que deciden tomar una arriesgada decisión a espaldas de sus padres: huir a las Vegas y casarse en secreto. Aunque su camino a través de una carretera secundaria que recorren intentando no llamar la atención es interrumpida por una monstruosa figura, vestida como un policía , que se lleva a Rachel. Aconsejado por el empleado de una gasolinera, quien los había advertido sobre la naturaleza de aquel camino, Charlie cruza el umbral entre ambos mundos para poder salvar a su novia. Aunque el infierno sigue sus propias reglas .y una de ellas es que deberán salir de allí ante de que amanezca.





En España, el infierno sería un bar con serrín en el suelo y garrulos gritando con un partido de fútbol de fondo (al menos para mí)


Esta es una de esas películas cuya realización se encuentra a caballo entre ambas décadas: aunque estrenada en 1991, cuando el cine de entretenimiento comenzaba a derivar hacia el blockbuster espectáculo y los efectos digitales se iban abriendo paso, mantiene los códigos de la serie B de los años anteriores, mezclando el terror con la comedia alocada, utilizando efectos especiales artesanales y con una premisa tan extraña como es esa revisión del mito de Orfeo y Euridice desprovista de todo atisbo trágico y trasladada al microcosmos de las carreteras que cruzan Estados Unidos y la cultura popular que el país fue desarrollando durante el siglo XX.
El guion de Brian Hegeland, responsable también de historias mucho más serias y recordadas como L. A. Confidential y Mystic River, adopta en clave de fantasía y humor, la leyenda del viaje al Hades, aquí transformado e n un paraje desértico en el que los escenarios tradicionales han sido sustituidos por referencias, tan inesperadas como bien traídas. El purgatorio es un bar de carreteras, donde la condena es escuchar la charla de una camarera que nunca sirve café, un local de alterne bautizado como Hoffa´s, en honor al sindicalista (y probablemente, como guiño a la franquicia de bares con tetas family friendly Hooters), y donde estos escenarios conviven con guiños a frases hechas como que El infierno está pavimentado de buenas intenciones…En este caso, literalmente. Tampoco falta una sala donde ciertos personajes ilustres, como Imelda Marcos o Gadafi, tenían un asiento reservado. Toda una versión estrafalaria del recorrido por el infierno en el que el personaje de referencia será esa primera figura, Hellcop, con gafas de espejo y el rostro marcado con citas bíblicas, que cumple su cometido de forma tan implacable como muchos asesinos de series entonces populares. Una sucesión de escenas en equilibro con las situaciones que viven los protagonistas, tales como morir y regresar, replantearse la decisión que los ha llevado a ese lugar, o un momento en el que el héroe es tentado por un grotesco súcubo que si bien no desentonaría en una historia más seria, aquí se plantea desde su enfoque más cómico y solo son una parte más de esa particular odisea.


El reparto, al menos en cuanto a ala protagonista, es el aspecto más flojo: la pareja d formada por Chad Lowe y Christy Swanson son lo más pavisoso que podría haberse elegido (además de ser etas última la primera y también más aburrida encarnación de Buffy), y la aventura que ambos viven mantiene su interés gracias al guion, su ejecución visual y sobre todo, al elenco de secundarios. Desde toda la familia Stiller interpretando distintos cameos, y donde podemos ver a Ben caracterizado como Atila, hasta el personaje de Richard Fansworth, muy breve pero con interés. Y especialmente, el diablo encarnado por Patrick Bergin, con una moral ambigua, mucho más próximo a la figura burlona, pero ciertamente amistosa con los humanos, en lugar de la encarnación del Grran Adversario de la religión oficial. Y es que este personaje, Beezle, a modo de guiño para el público, resulta, como el diablo de las creaciones populares, mucho más cercano, buen perdedor y amable, que la zarza ardiendo con tendencias autoritarias que lo desterró al infierno.
Con un dúo protagonista tan poco carismático, el aspecto más destacable, además del resto del reparto, son su s efectos especiales: entre unos exteriores de aspecto lunar se mueven desde extras con disfraces más sencillos hasta caracterizaciones más cuidadas y tangibles como ese Policía del infierno o directamente exagerados como un súcubo, diseñado en puro látex y en el que no escatiman detalles grotescos para su diseño. Se asoma también, muy poco, esos primeros efectos digitales, que entre el presupuesto y lo primerizo, destacan terriblemente para mal, como ese coche atravesando un abismo en el que la infografía canta como poco. Y todavía lo hace más en comparación a secuencias como un Cerbero, casi recuerdo de otra época, filmado en stop motion.




Entre cruces de caminos, cactus, desierto y bares de carretera, esta autopista al infierno es, tanto una de esas películas un poco perdidas entre dos décadas, como una revisión de un mito clásico, donde la tragedia es sustituida por el humor y lo fantástico.







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