Con Marvel repasando los últimos
personajes que le quedan por adaptar al cine, y anunciada la
intención de hacer una nueva versión del cazador de vampiros de la
editorial, es fácil olvidar un poco esa época en la que sus
versiones cinematográficas eran escasas, en algunos casos,
imposibles de llevar al cine, y más de una vez, muy distintas de lo
que se había visto en los comics. Bueno, por eso y porque algunas
tienen ya la friolera de 22 años, como es el caso del cazador
aparecido por primera vez en La tumba de Drácula y llevado al cine
en 1998. Y que en su momento, con todas sus libertades respecto a
original, fue todo un éxito en los cines además de una muestra de
muchas de las tendencias visuales de la época.
Blade, además de un cazador de
vampiros, es un híbrido entre ambas especies. Afectado por la
mordedura de la que su madre es víctima estando embarazada, ha
desarrollado la fuerza y la velocidad de estos, pero no su debilidad
a la luz solar, lo que le permite moverse libremente entre ambos
mundos dedicándose a eliminar a todo no muerto que se cruce en su
camino. Pero también tiene la misma sed de sangre que estos, siendo
cada vez más difícil el poder mantenerla a raya. Es una de sus
cacerías, tras el sicario de Deacon Frost, un poderoso vampiro
local, la que le lleva a descubrir una profecía que puede
desencadenar la llegada de la más poderosa de esas criaturas, pero
también a conocer a una hematóloga, víctima en su momento de una
mordedura, capaz de desarrollar una forma de ralentizar su naturaleza
vampírica.
Pese a ser un estreno anterior al más
conocido de esa década, como fue Matrix, la película parece muy
deudora de su estética, montaje y efectos sonoros. Muy alejada del
personaje de comic original, en cuanto a colorido, vestuario y
características, en esta abundan los escenarios en blanco y negro,
los abrigos de cuero, la música techno, los duelos a katana (arma a
la que le ha tocado llevar el sambenito de ser extremadamente
molona), con capaces de meter una referencia o copia de Vampiro la
Mascarada (por lo de los vampiros ocultos en la sociedad y los doce
clanes) e incluso un par de secuencias bullet time con los personajes
esquivando balas mediante unos efectos que en su mayoría, se han
quedado bastante pobres. Porque aunque en su día costara con un
presupuesto holgado,es uno de esos casos en los que la infografía ha
envejecido muy mal y la mayoría de lo recreado mediante este
sistema, especialmente los movimientos de las gotas de sangre,
resulta muy pobre y artificial, pareciendo esta un pegote flotante
renderizado en lugar de un líquido que se mueve de forma
sobrenatural.
Las escenas de acción, que serían en
realidad lo más importante tal y como se ha concebido el guión,
aguantan mucho mejor: dinámicas, bien orquestadas y con buenos
especialistas, salvo por el exceso de katanas, gabardinas y gafas de
sol que no se caen ni con las piruetas más increíbles. De nuevo,
una estética popularizada gracias a la trilogía de los Wachowski
pero que ha resultado tan imitada, reciclada y parodiada que hoy
tiene un punto ridículo. Un punto que también aflora en su
argumento, a menudo cogido con pinzas en favor de incluir escenas de
acción y en el que es fácil encontrar momentos carentes de sentido,
como el sicario cómico al que el protagonista deja escapar una vez
sí y otra también (Tras un rato pensando en que este me sonaba
mucho, me di cuenta que Donal Logue encarnó, casi veinte años
después, a Harvey Bullock en Gotham), la facilidad con la que el
villano, del que insisten en su naturaleza mestiza frente a los
vampiros de pura sangre, se mueve por bibliotecas y archivos...en las
que Blade también entra con una facilidad pasmosa para hacerlas
explotar por los aires. Para ser la historia de los no muertos a lo
largo de milenios, no es que se hayan trabajado mucho la
vigilancia...
Con un grupo de secundarios
reconocibles, como Kris Kristofferson o Udo Kier, en un breve pero
interesante papel, Wesley Snipes cuenta con el papel protagonista
haciendo lo que sabe hacer. No me refiero a defraudar a Hacienda, que
eso vendría después, sino a prestar una interpretación inexpresiva
en la que la presencia continua de las gafas de sol le ayuda a
ocultar un poco la ausencia de cualquier tipo de cambio facial. Lo
que podría ser lo peor de la película se convierte en lo que esta
necesitaba: un héroe frío, capaz de hacer posturas llamativas en
cualquier situación y donde mantiene cara de poker frente a una
sociedad de vampiros, dirigida por Stephen Dorf, que se caracteriza
por una actitud más histriónica, llamativa, un poco exagerada, y
que parece sacada de la rave contínua en la que estos parecen vivir.
Blade, un poco ridícula vista hoy, con
un argumento cuyos fallos saltan a la vista, y con un estilo visual
que se hizo caduco bastante pronto, supuso también el ser uno de los
primeros éxitos de Marvel, la posibilidad de que estos se pudieran
llevar a cabo, y sobre todo, el contar con una secuela, muy superior
a la primera parte, en la que Guillermo del Toro iba dando sus
primeros pasos como director de estrenos importtantes. No estoy
demasiado a favor de los reboots en lugar de buscar ideas nuevas,
pero después de veinte años, no estaría mal el ver esa nueva
versión ya dentro del universo Marvel, que se ha anunciado. Al menos
no ha pasado como con Spiderman y sus tres remakes por año.
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