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jueves, 22 de diciembre de 2016

Pesadilla antes de Navidad (1993). El esqueleto que robó las navidades


Cuando se piensa en películas navideñas la primera que debe venir a la cabeza, es Qué bello es vivir, aunque sea más bien por la de veces que aparece de fondo como lo que los personajes de otra ven en televisión. La segunda sería Sólo en casa, un auténtico bombazo en su época y que en España sí se convirtió en una habitual para cubrir parrilla en estas fechas...y bueno, en la última década, el Señor de los anillos. Desde hace cinco o seis años no faltan unas vacaciones sin ella y sin que muchos nos echemos la siesta post-comilona con Frodo y Sam de fondo.



Y después está Pesadilla antes de Navidad, que es otro cantar. No solo lo mismo sirve para Navidad que para Halloween sino porque es de esas películas que, al igual que Gremlins y más recientemente, Krampus, la utiliza como trasfondo para una historia menos melosa y con menos buenas intenciones que los clásicos habituales. Además, tiene monstruos, y a raudales. En concreto, todos los habitantes de la ciudad de Halloween y Jack Skellington, el rey de la festividad, quien parece haberse hastiado de dedicarse a buscar, año tras año, nuevas formas de asustar. Tras descubrir que tras Halloween hay una nueva fiesta, donde no hay gritos ni miedo, sino regalos e ilusión, decide embarcarse en un propósito muy distinto: sustituir a Santa Claus, encargándose de la Navidad y convertirla en algo inolvidable. Pero pese a sus esfuerzos y buenas intenciones, la manera que tendrán de entenderla una ciudad poblada por esqueletos, vampiros, fantasmas y resucitados será muy distinta de la que los niños esperan.



Lo más paradójico de una película como esta, que puede considerarse parte de la mejor época de Tim Burton, fuera producida por Disney, quien durante muchos años tuvo el sambenito de sacar producciones muy blancas y muy para todos los públicos. Algo muy alejado de lo que puede verse en las primeras secuencias donde se presentan los escenarios, personajes principales,secundarios y sobre todo, la estética que entonces era la característica habitual de Burton: espirales, gusanos a rayas, más dientes de los que uno pueda contar y un desfile de todo tipo de monstruos, desde algo tan reconocible como un vampiro a otros que no tienen más referencias aparentes que todo aquello que da miedo. Cada uno de los personajes se ha diseñado al detalle, y precisamente las escenas que transcurren en la ciudad de Halloween sirven para disfrutar de todos los decorados que se han creado, y para fijarse en todos y cada uno de sus habitantes. Estas secuencias, donde prevalece el gris y el sepia, contrastan de forma muy efectiva con la ciudad de la Navidad y sus personajes, donde la luz es mucho más cálida, e incluso con los escenarios realistas que aparecen, donde esta tiene un tono más apagado y corriente. Aunque no se ha descuidado el guión, toda la filmación es una obra de artesania donde el stop motion brilla por sus propios méritos, algo que no se había vuelto a recordar hasta las estrenadas por el Estudio Laika, quienes siguen manteniendo esta tradición. Y también con una brevedad de la que hoy se consideraría un mediometraje: unos setenta minutos, que hicieron que en el estreno se completara la producción con alguno de los cortos de Burton, como Vincent o Frankenweenie (de las que pude ver ambas en su día. Porque sí, fui dos veces a verla...eh, en los noventa el cine era mucho más barato).



Es precisamente el guión el que también está a la altura del trabajo visual: planteada como un musical, las canciones son una parte muy amplia del metraje y todo un logro dentro de la banda sonora: hoy la pieza Esto es Halloween es tan tarareable como podría serlo cualquiera de Cantando bajo la lluvia. Pero para quien fuera esperando ver unicamente monstruos que querían robar la navidad, se encontró con algo muy distinto: unos personajes entrañables, entre los cuales, Jack, su protagonista, actúa buscando algo que vuelva a darle un sentido de nuevo a su vida, añadiendo con él y el resto de personajes de Halloween, una trama muy curiosa sobre la sensación de encontrarse perdido, la naturaleza de cada uno, o de aceptarla y sacar lo mejor de esta. A la manera de Tim Burton, claro. Pero tampoco falta un hilo romántico e incluso un antagonista, aunque quizá este último sea el que queda menos claro que hace ahí si no es para darle tensión al último tercio de la película, y sobre todo, de ofrecer una de las mejores secuencias visuales de esta.
 

Aunque las canciones fueron dobladas al castellano, y de manera muy fiel, también es uno de estos casos en los que verla en versión original es un añadido que le aporta más matices. El sentido de algunas frases se pierde al tener que buscar la rima adecuada, y por el camino se han quedado detalles que en cierto modo son importantes como que Jack Skellintgon no es el Rey del Mal, sino el Rey de las Calabazas, el símbolo de Halloween. Que, como cantan los monstruos en un momento dado, no son malos, sino que es su forma de ser, o que Oogie Boogie es el boogey man (el hombre del saco anglosajón). La historia sigue ahí, se comprende perfectamente, pero, una vez conocida, casi es una novedad descubrir estos pequeños detalles que en su momento se perdieron.


Breve, pegadiza y con unos personajes inolvidables, Pesadilla antes de Navidad es una de esas películas que hacen pensar “ya la he visto”, que con su simpleza parece difícil no olvidar su argumento, a grandes rasgos, pero que en algún momento, es imposible no volver a perderse por las calles de ciudad Halloween y fijarse en todos y cada uno de los detalles que ofrece. Además, hoy era un día tan bueno como cualquier otro, o incluso más. A fin de cuentas, pocos días más anteriores a navidad puede haber más que este.






2 comentarios:

José Miguel García dijo...

Recuerdo haber contemplado con asombro esta película en los cines, con el mismo asombro que, unos pocos años atrás (en compañía de cuatro gatos), vi "Eduardo Manostijeras". Estas dos películas labraron mi culto a Tim Burton para muchos años... que el mismo director agotó a fuerza de tanta cansina repetición posterior. Aun así, las dos se mantienen como lo mejor de su director (solo "Big Fish", de las posteriores, me parece mejor), y siguen emocionando y fascinando lo mismo. ¿Cuántas veces no habré tarareado las canciones más famosas de esta "pesadilla"...?

Por cierto que en su día creo que todos preferimos ignorar que, aun cuando la apariencia visual, el argumento y la atmósfera son Burton en estado puro... él no firma la realización. Está claro que Henry Selick fue ninguneado. ¿Se lo merecía? Tres años después firmó otro film "burtoniano", producida por Tim pero sin la misma implicación personal, y el resultado es peor: "James y el melocotón gigante". Y mucho más tiempo después hizo otro film de "stop motion", éste mucho mejor, que también tiene mucho de burtoniano aunque ya este director nada tenga que ver, "Los mundos de Coraline".

Renaissance dijo...

En su época Burton era un cineasta único, el partidario de lo macabro y de los freaks en una época en que el cine para todos los públicos tenía que ser más luminoso y optimista. Big Fish debió ser un punto, no el más alto, sino aquel en el que se podía vislumbrar cierta evolución a la que renunció, y quizá Dark Shadows debió ser uno de sus momentos más bajos.
A Henry Selick, en cambio, lo tenía asociado más con Coraline que con Pesadilla antes de navidad, al haber visto la película en una época en la que los títulos de crédito no eran algo en lo que me fijase mucho. En cambio, cuando descubrí después que era su director, no me sorprendió tanto habiendo conocido ya sus otras dos películas.

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