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jueves, 15 de enero de 2015

El hobbit. La batalla de los cinco ejércitos (2014). Lo cierto es que el título no engaña

 


El pasado diciembre se terminó la segunda trilogía planteada a partir de las obras de Tolkien. Desde su anuncio, muchos se plantearon la poca conveniencia de convertir un libro tan breve en tres películas. Que si incluir eventos que se sugerían, que si la aparición de Sauron, que si los escenarios…en realidad, todo podía depender de lo bien que se narrase ese material añadido, pero en La batalla de los cinco ejércitos, acabó notándose lo que sospechaba: el cine parece necesitar trilogías y nombres que vendan. Y los van a sacar de donde puedan.

 


Si La desolación de Smaug terminaba con un enorme cliffhanger y un igualmente enorme dragón dirigiéndose a la ciudad, La batalla de los cinco ejércitos ofrece tanto el desenlace del viaje original de los enanos y Bilbo, como la guerra entre humanos, enanos, e incluso orcos, por la montaña y sus tesoros. Al menos, aparentemente. Porque esto se mezcla con la locura de Thorin, una vez que ha conseguido su preciado tesoro, con la ambición (y un poco de egocentrismo) de los elfos, y especialmente, de los temores que elfos y magos albergaban: Sauron ha regresado, pese a que para esto último, todavía tengan que pasar unas décadas.



Visualmente, la película es todo lo que se podía esperar. Las escenas de acción y las batallas superan con creces a las que se pudieron ver hace diez años en El retorno del rey, con el añadido de explotar al máximo las perspectivas que ofrece el nuevo sistema de filmación. Aunque me quedé con la filmación normal, que no están los tiempos como para pagar dos euros por unas gafas de plástico alquiladas, y estos elementos se disfrutan igual. También podría decirse que se ha confirmado que algunas decisiones de casting han sido toda una mejora respecto a El señor de los anillos: Lee Pace como Thranduil resulta un personaje bastante memorable (aunque los fans y miles de memes también hayan ayudado a ello), y a su lado, a Orlando Bloom y su Legolas se le notan bastantes limitaciones.
El otro punto fuerte es el dragón Smaug, o más bien, el doblaje y expresiones que aporta Benedict Cumberbatch. Aunque breve, sus secuencias son el aporte más positivo de la película, donde la aparición de este aporta muchísimo dramatismo. No solo este presenta un antagonista muy interesante, sino que su enfrentamiento, o más bien, su irrupción en la ciudad, resulta muy dramática y alejada de cualquier intención de ser épica. A muchos nos cayó bien el dragón y sus cinismos desde un principio, pero las secuencias de hogares carbonizados y supervivientes intentando escapar rebajan mucho el tono y suponen la mayor carga emotiva que puede tener la película (bueno, en realidad a mí, pase lo que pase, Smaug me sigue gustando...y a mis gatas también).

 


Aquí se queda el interés que pudiera tener, porque, si hubiera que resumir la película, podría decirse que son 147 minutos de secuencias de batallas. Todas ellas, enlazadas con diálogos para dar lugar a la siguiente. Así, la trama de Smaug da lugar a un diálogo para que todos vayan a pelearse a la montaña. Después se paran a explicar otra cosa para que Thorin vaya a pelearse con Azog el profanador, ese orco inventado para la ocasión. Y a base de secuencias de esgrima, cada cual más imposible, se va llegando al desenlace donde, o bien se redimen los personajes con una muerte heróica, o se alcanza la victoria correspondiente. No han escatimado en coreografías para esto, porque lo mismo hay una batalla en un llano, que un duelo a muerte en un pasadizo de piedra que se desmorona…pero, exceptuando el verlo sin pensar en otra cosa, parece la idea en la sala de montaje fue unir todo el metraje de acción posible para cerrar una película, que de otro modo, habría sido muy breve.


Precisamente, el tema del montaje es algo que resulta bastante chocante. Es muy raro que me fije en detalles como esos o en como afecta al ritmo, pero a los diez minutos, empecé a recordar la letanía de “planteamiento, nudo y desenlace” que en toda clase de lengua y literatura inculcan a los estudiantes, y que aquí se habían fumado. Porque todo lo referente a Smaug, y a lo que prometía el final de la entrega anterior, se queda en algo muy breve. En realidad, tan breve como podía haber sucedido en el libro. Quizá esos diez minutos  del principio en los que despachan lo relativo al temible dragón deberían haber sido el desenlace de La desolación de Smaug, si a esta le hubieran quitado unos veinte minutos de escenografía y añadidos varios. La batalla de los cinco ejércitos debería haberse quedado en lo que era su título, pero en ese caso..¿qué sería de una película del Hobbit sin dragón en la última? Y tal vez se hubiera notado demasiado la excesiva duración de la película, al no tener ya más cosas que ofrecer.

 


Como blockbuster para las vacaciones, esta trilogía de Tolkien les ha salido redonda. Ha movido público, ha tenido unos valores de producción asombrosos, y parece que han conseguido llenar el hueco de las grandes producciones de fantasía que, hace diez años, quedaba vacío con El retorno del rey. Y exceptuando la segunda entrega, en la que al ser más pausada se notaban para mal esos añadidos, esta ha resultado bastante correcta y entretenida, como pretendían…Pero en conjunto, se nota que esa decisión de hacer dos películas y después tres, sobre la marcha, responde a la intención de rentabilizar una producción durante al menos, los próximos cinco o seis años. Con esta lógica, solo puedo esperar  que en el 2023 no nos encontremos con El Silmarilion de Peter Jackson dividido en siete películas.

4 comentarios:

Fernando dijo...

Días.
Yo he disfrutado más con las dos primeras que con la tercera, igual porque la trama era más previsible y en las otras dos había momentos muy originales y creativos.
Si le quitamos lo superfluo -tramas sentimentales que no vienen a cuento- y dejamos lo que verdaderamente vale la pena -escenas del viaje y tramas costumbristas- habría dado para dos películas de una duración algo exagerada.
Ante lo malo, lo más rentable: 3 películas.

7 películas de El Silamrilion serían u palo, porque ese libro es un palo. Salvo la historia de Gondolín, y otra de índole sentimental (no me acuerdo del nombre de los protas) poco más queda, como espectáculo cinematográfico digo.

PD: A la espera de que salga la versión extendida

satrian dijo...

Con dos películas hubiera quedado todo más redondo pero con esta moda de las trilogías al final tenemos esto, y a mí me han entretenido las tres que conste.

José Miguel García dijo...

Completamente de acuerdo: el ataque de Smaug a la laguna y su muerte debían haber cerrado el segundo film. Al hacerlo aquí, sabe a muy poco, por brevedad; carece de dramatismo, porque no hay tiempo para volver a recuperar las sensaciones (ambiguas, gracias a la voz de Cumberbatch y a que, de lejos, Smaug es el "personaje" más interesante de la trilogía) del anterior film; y trivializa su impacto, al ser tan solo el prólogo del pimpampum de batallitas que enseguida llegará.

Renaissance dijo...

Fernando: la primera, aún con la duración, me pareció bastante entretenida, y hasta me divertí un montón con todo lo de los goblins y las persecuciones de los enanos. En la segunda, se salvaban las secuencias de la ciudad y la aparición de Smaug. La tercera, simplemente, no tiene contenido.

Satrian: sí, no sé que les pasa. Cuando es trilogía les da por dividirla en cuatro partes. Si es un libro pequeñito, se sacan tres películas de la manga...tratan los guiones como si fuera chicle.

José Miguel García de Fórmica-Corsi: El planteamiento con Smaug fue decepcionante. Es como si hubieran puesto diez minutos de desenlace y un epílogo de dos horas y veinte...donde todos los añadidos extra para la película se notan muchísimo.

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