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lunes, 12 de enero de 2015

El corredor del laberinto (2014). Quienes son, de donde vienen, y ¿por qué corren?

Definitivamente, el cine ha encontrado un filón muy grande en las sagas para jóvenes. Especialmente, los de ciencia ficción y futuros distópicos, que son los que  más oportunidades están teniendo en los últimos estrenos. La última en sumarse a la lista ha sido El corredor del laberinto, que va un paso más allá en esto de los escenarios improbables planteando una situación en la que el espectador sabe tan poco de ella como sus personajes.


Esta empieza con la llegada de Thomas, un chico incapaz de recordar nada excepto su nombre, aparece en un lugar desconocido de una forma aún más extraña: encerrado en un montacargas junto a varios víveres, que son recogidos por un grupo de muchachos quienes saben tan poco de la situación y el lugar como él. Todos ellos padecen la misma amnesia, solo saben que cada mes, un nuevo cargamento y un recién llegado aparecen en las mismas circunstancias que Thomas, y que cualquier intento de escapar es imposible: el bosque y el claro donde viven está rodeado por una gigantesca muralla con salida a un entramado de pasillos al que llaman Laberinto. Los más rápidos tienen como tarea recorrer los muros, poblados por unas criaturas monstruosas, intentando trazar un mapa y encontrar una salida. Es la llegada de Thomas la que parece alterar el orden: los seres que pueblan el laberinto comienzan a atacar a plena luz del día, y el último en llegar al claro, es una chica, algo imposible hasta entonces, en cuya mano hay una nota donde se explica crípticamente que ella es “el último envío”. 


La mayor ventaja que tienen este tipo de planteamientos es que es muy fácil enganchar al espectador: con unos personajes que no saben nada de nada, y donde cualquier cosa los sorprende, es posible situarlos en cualquier tipo de escenario. Es más, este tipo de historias, al menos mientras no se desgrana el enigma principal, siempre me han enganchado mucho: sea la saga Cube, Open Grave, e incluso la fallida miniserie de Persons Unknown. Esta no iba a ser una excepción, además, de contar con la referencia a Cube que es casi lo que  más me ha gustado: el laberinto que recorren los protagonistas es móvil, parece desplazarse y reordenarse siguiendo una programación determinada. Además da lugar a situaciones bastante claustrofóbicas, especialmente cuando  los personajes tienen que deslizarse por puertas y paredes a punto de cerrarse. Se nota que en el diseño de este, y de los monstruos que lo recorren, es donde más se han esforzado: aprovechando muchos colores terrosos, como de metal oxidado, presentan un lugar gigantesco en comparación con el hogar de los protagonistas. Un detalle muy adecuado, especialmente si querían potenciar esa sensación de opresión durante toda la película y no solo en las escenas del laberinto.



Otro elemento a favor es el de plantearse más como una historia de ciencia ficción, de aventuras y algo de intriga, sin dar lugar, al menos en esta primera entrega, al tema de los posibles romances que parecen ser marca de la casa en este género. Me ha recordado a películas juveniles de hace un par de décadas, donde lo importante era precisamente el ofrecer aventuras, sin que los protagonistas se pasen media batalla conflictuados por cuestiones absurdamente sentimentales. Ehm..bueno, quizá los que nos quejamos de estas cosas deberíamos plantearnos que no somos el público objetivo de este tipo de cine. Pero, después de las últimas producciones, sigo pensando que el prescindir de tramas sentimentales es de agradecer.



Del reparto, quizá la cara más conocida sea Thomas Brodie-Sangster como Newt, también conocido como Jojen Reed en Juego de Tronos y como Ferb en Phineas & Ferb. Es curioso que le haya tocado un papel secundario cuando es uno de los más solventes en la película. Aunque también me ha sorprendido la aparición de Blake Cooper, en el papel de Chuck, con un personaje bastante entrañable y que por cuestión de físico, también se sale bastante de la tendencia habitual del género, lleno de adolescentes tirando a monos.



Como suele pasar con este tipo de comienzos enigmáticos, es fácil que el desenlace se acabe deshinchando, o en este caso, quede un poco pillado por los pelos. La explicación científica y toda la trama postapocalíptica parece sacada de la manga para justificar un experimento que, por mucho que quieran plantearlo como en enigmático, se queda en algo absurdo, tanto en su forma de llevarlo a cabo, como para justificar el meter en un escenario costosísimo a unos personajes durante tres años. También quedan dudas sueltas, que no tienen pinta de resolverse en la segunda parte, porque directamente, las han obviado: todo lo de terminar los envíos de personajes con una chica, más que a alguna intención secreta, tiene pinta de querer cubrir el cupo.


Deben ser las fechas que me vuelven las blanda, pero El corredor del laberinto tampoco me pareció una decepción. El desenlace, un poco para justificar las secuelas de las que viven las productoras, y la trama de ciencia ficción, tampoco resultaba especialmente coherente. Pero al menos, mientras los personajes se dedicaron a correr por unos pasillos interminables, me entretuvo y llegó a intrigarme. Además, en muchos aspectos, especialmente en cuanto a diversión e interés, resulta bastante mejor que la sosita Divergente o la desastrosa Ciudad de Hueso

2 comentarios:

satrian dijo...

El comienzo me convenció mucho más que la parte final, pero me resultó entretenida.
Para mí también era cara conocida Kaya Scodelario de Skins.

Renaissance dijo...

Sí, precisamente se salva por lo entretenida, porque ese desenlace queda un poco pillado. A veces pienso que los científicos de las películas tienen una asignatura llamada "Experimentos absurdos y de alto riesgo para sus participantes".

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