El pescador narra la historia de dos amigos, cuya relación se establece a partir de haber sufrido ambos la pérdida de sus familias y el haber encontrado en la pesca una suerte de afición terapéutica, que no solo los mantiene en contacto con su entorno sino unidos pese a su diferencia de edad e intereses. Cuando una de sus jornadas, planificada por Dan, el más joven y cuyo duelo es más reciente, los conduce a un lugar conocido como El arroyo del Holandés, su excursión rutinaria lo llevará a descubrir una historia cuyo origen se remonta varios siglos atrás, y en la que otros, al igual que ellos, estuvieron dispuestos a pagar un precio muy alto para recuperar aquello que habían perdido. Algo que podría tratarse solo de una leyenda. O quizá, la posibilidad para ambos de volver a tener con ellos a quienes la enfermedad o un accidente los había arrebatado. Si están dispuestos a pagar el precio.
Esta narrativa metódica sirve para establecer no solo la empatía con los personajes y comprender los lazos que se desarrollan entre ellos, sino para plantear uno de los temas principales: la importancia de las historias. Los pescadores, son en cierto modo, narradores (quienes tengan uno en su entorno y hayan escuchado un buen rato como acechaban a un pescadillo en el río cual gran cazador blanco en la selva, lo comprenderá bien), y la narrativa es uno de los hilos conductores. La novela está, precisamente, formada por historias que llevan a otras historias. Lo que cuenta su protagonista llevará a conocer la historia de su amigo. La decisión de este, llevará a conocer de mano de otro personaje, lo que sucedió hace décadas en el Arroyo del Holandés (constituyendo este una novela corta que podría leerse de forma independiente), existiendo, dentro de esta, una nueva narración que sirve de origen a lo anterior. Esta estructura se establece por capas, donde una parte de la trama conduce a una nueva historia, necesaria para poder llegar al desenlace.
En la trama también está presente uno de los temas que habían demostrado ser habituales en Langan: la importancia de la familia, cono como institución sino como un conjunto de lazos emocionales fuertes, pudiendo ser estos de sangre, o los que se forjan entre amigos y personas afines. Si bien esta estará presente en la forma de ser de su protagonista, quien encontrará una via de escape en un rasgo tan humano como es la capacidad de lealtad y afecto, esta tendrá una gran importancia en la tercera parte de la narración, donde uno de los elementos más importantes no es la criatura inhumana que amenaza a una comunidad sino en los esfuerzos de esta para mantenerse unida frente a ella. Y sobre todo, en los de uno de los personajes principales de este capítulo para poder salvar a su hija. Un enfoque que no deja de sorprender en un género donde es mucho más habitual reflejar el deterioro de los lazos familiares y de la familia como origen del horror, y no al contrario.
Es también la importancia de este enfoque humano el que sirve como principal contraste en una historia cuyo trasfondo es el terror cósmico. Os personajes saben que sus posibilidades son escasos pero en lugar de enloquecer, hacen frente con lo que tienen la influencia de Lovecraft, aunque muy lejana, también puede verse. Y Langan, al igual que Laird Barron y sus Hijos de la Vieja Sanguijuela (de quien, por cierto, es amigo y el relato Ancla es una versión sobre los meses que este pasó hospedado con su familia), va desarrollando una mitología a la que se hacen varias referencias tanto en la novela como en relatos de su antologías posterior. Es el caso de esa ciudad inventada por el, sumida en una noche perpetua, donde pueden encontrarse conocimientos prohibidos, y especialmente, el escenario del desenlace, un paisaje más de ese lugar imaginado por Langan donde, además de las referencia lovecraftianas, a parece también una interpretación de determinadas criaturas comunes a distintas mitologías.
El pescador es una novela que necesita su tiempo. Muy pausada, donde los sobrenatural tarda en aparecer pero esta llegada es abrumadora, y en la que una tragedia personal puede servir para que sus personajes no teman condenarse, pero también, para que esto sean igualmente capaces de enfrentarse a lo desconocido. Y que pese a su desenlace, en cierto modo esperanzador, este es más una luz temporal en la oscuridad que una victoria para su protagonista.
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