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jueves, 30 de enero de 2025

Fantasía poco heroica III. Michael Moorcock, El bastón rúnico y la pérfida Granbretan


 A la hora de hablar de fantasía que se separase un poco de los tópicos habituales, es imposible no incluir a Michael Moorcock, más de una vez. A lo largo de su carrera, ha desarrollado la figura del héroe como concepto fijo en el que variaban sus encarnaciones: el campeón eterno, bien Elric, Corum, Ereköse y otros, distintas facetas del mismo arquetipo a través de los planos que componen el Multiverso. Paradójicamente, lo que había nacido en parte como una transgresión de las normas de la fantasía clásica, pasaría a convertirse en un tópico recurrente de esta, una vez que su autor se hubiera convertido en uno de los clásicos.  

Esta figura del Campeón Eterno, agente voluntario o no, de la lucha entre el orden y el caos que Moorock relataba a la o largo de las aventuras de varios de sus héroes, queda desplazado, en el caso de esta encarnación, en favor de la premisa, un poco distinta, que protagoniza el duque de una pequeña región de Europa en un futuro lejano, un pasado improbable, o quizá en un plano distinto al nuestro.


El bastón rúnico es un ciclo de cuatro novelas protagonizadas por Dorian Hawkmoon, duque de la región de Colonia, quien a presado y torturado por el imperio de Granbretan es enviado, como títere de los que se hacen llamar Imperio Oscuro, a la región de la Camarga, donde  controlado por una joya incrustada en su frente  por los científicos del barón Meliadus,  actuará como espía entre los últimos que se oponen a los planes de dominación del Imperio.  Este es rápidamente descubierto por el Conde Brass, anfitrión de Hawkmoon, quien  por medio de sus conocimientos consigue detener temporalmente los poderes de la joya negra. Libre, al menos brevemente, del control de Granbretan y buscando una forma de salvar a su patria adoptiva y a a la mujer que ama,  Dorian emprende un viaje a través de Europa en busca de una forma de neutralizar definitivamente  el influjo de la joya negra, pero también del  bastón rúnico, un objeto  mencionado en las leyendas de  Europa y cuyos poderes, casi divinos, pueden inclinar la balanza en la lucha entre  las naciones libres y el Imperio Oscuro.

La saga de Hawkmoon se compone de cuatro novelas cortas: La joya en la frente, El amuleto del dios loco, La espada del amanecer y El bastón rúnico. Estas, si bien narran aventuras autoconclusivas, mantienen una continuidad den la historia del personaje, siguiendo en cada una la búsqueda, voluntaria o no, del objeto que da nombre a la saga. Si bien en la primera se establece un punto de partida, que sería buscar la manera de librase de ese primer objeto maldito, las siguientes mantienen una trama sobre búsqueda de una manera habitual en Moorcock: lo que importa es el viaje, no el objetivo. El bastón rúnico del título es un mcguffin, una idea que está presente: los personajes juran por el bastón, se menciona que este es responsable de poner en marcha ciertos acontecimientos…pero en cada capítulos, las aventuras de los personajes llegan a ser tan enrevesadas que es fácil olvidarse de lo que habían venido a hacer y perderse en un mundo completamente enloquecido, lleno de criaturas imposibles, escenarios poco probables y enemigos con los poderes más surrealistas que se hayan podido concebir.



La Europa del bastón rúnico es, o parece ser, según avanza la historia, la de un futuro lejano, resultado quizá de alguna catástrofe nuclear con la que convivían los autores de los sesenta y setenta y que aquí, convertida en el Milenio Trágico, resulta en un continente fragmentado el regiones reconocibles, como la propia Camarga, colonia, o Ucrania, pero con nombres en muchos casos, lo suficientemente tuneados como para que resulten familiares y el lector pille la referencia.

En cada capítulo, breve, pasan todo tipo de cosas, a una velocidad de vértigo donde se suceden monstruos con tentáculos, felinos con fauces llenas de colmillos, máquinas voladoras que desafían la lógica (o, bueno, lo harían si hubiera un mínimo de coherencia en el Multiverso), batallas de último momento,…e incluso deus ex machina en la figura de un caballero misterioso cuyo objetivo parece ser servir a los designios de ese objeto mítico y marear un poco al protagonista, a base de decirle “no, por ahí no vayas, que eso no está escrito así”. Algo también muy propio del autor: una imaginación desbordante, pero también una tendencia a aburrirse pronto de lo que está contando y solucionarlo todo de forma atropellada, bien con apariciones milagrosas de última hora, bien haciendo que la historia se termine de la manera más brusca posible.

La historia de Dorian Hawkmoon también supone una variación respecto a otras versiones del Campeón Eterno: no hay , en este caso, referencias al orden y al caos ni sus deidades representativas, sustituidas por esa figura omnipresente que es el mcguffin que da titulo a la saga. Y sobre todo la caracterización de sus antagonistas: en una vuelta de tuerca a la tradición en la fantasía anglocentrista, los villanos no son otros que Inglaterra (bueno, siempre lo han sido. Un poco. Pero los pobres no se dan cuenta), aquí llamada Granbretan y encarnación de la depravación y decadencia. Gobernada por un emperador milenario, encerrado en una burbuja de energía, sus habitantes ocultan sus rostros con máscaras metálicas de distintos animales. Un país donde el paisaje reconocible por el lector se ha magnificado y corrompido, surcado por máquinas voladoras y en cuyas calles se cometen los mayores actos de depravación como algo normal. Quizá una iteración de se e imperio decadente que era Melniboné, pero ahora convertido en una amenaza imparable, tan aterradora como grotesca, y que encuentra un final tan brusco y acelerado como la mayoría de antagonistas de Moorcock.

A lo largo de cuatro novelas, Moorcock narra una serie de aventuras imposibles a través de esa Europa probablemente futurista, creando secundarios como Oladahn o D´Averc que después aparca o retoma según convenga, inventando monstruos imposibles de vencer hasta el último momento y desarrollando un mundo más cercano a los escenarios de Metal Hurlant o El garaje Hermético que al a fantasía clásica. Pero también, por suerte para su protagonista, con un desenlace para este campeón eterno un poco mejor que el alcanzad o pro sus otras versiones. Ser u héroe de Michael Moorcock nunca ha sido fácil, pero aburrido, tampoco.


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