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jueves, 13 de enero de 2022

Masters del Universo (1987) Buen destino


 Cuando en los 80 una línea de juguetes, a medio camino entre el space opera y el Conan para todos los públicos empezó a emitir su serie de dibujos animados, no imaginaríamos que décadas después estos muñecos habrían encontrado un hueco fijo en el mundo del coleccionismo  y que la serie de Netflix lanzada 30 años después funcionaría, asumiendo por fin que su público había crecido y que la eterna pataleta entre Heman y Skeletor era una parte de la vida de los niños de los ochenta. Pero fue en ese momento, el suyo, cuando Mattel decidió que  sus juguetes también tendrían una película. La productora enargada sería la Canon, que se encargaría en la medida de lo posible de trasladar el mundo de fantasía a la gran pantalla...pero en su lugar  ofreció algo cuyo parecido con el material planteado era algo tangencial.  Aunque esto, de todas formas, sirviera para que en un momento dado, el público pudiera ver a nada menos que Dolph Lundgren  peleando a pecho descubierto contra Frank Langella. 


Masters del munvierso ofrece una visión muy breve de la aventura de Heman, Man at Arms y Teela en Eternia: Skeletor, valiéndose de una llave capaz de abrir portales en el espacio, ha conseguido invadir el castillo de Greyskull y vencer a la Hechicera. Finalmente ha derrotado a Heman...o no. Porque este y sus compañeros, ayudados por Gwildor el inventor, consiguen huir hacia otro mundo Y es que, aunque el universo sea un lugar muy vasto, parece que todos los portales conducen a la Tierra. En concreto, hacia un pequeño pueblo de Estados Unidos donde dos jóvenes descubren la llave, perdida por Heman, y, quedándosela tras confundirla con un sintetizador japonés, se ponen en peligro al ignorar que  tanto héroes como villanos la están buscando. 



La película fue uno de los últimos fiascos de la Canon, quien entre problemas financieros y la limitación presupuestaria para una producción de fantasía optó por uno de los recursos habituales de los ochenta: os personajes son trasladados a la tierra, donde sucede ran parte del metraje y que da lugar a varios momentos  supuestamente cómicos donde los protagonistas  se desconcierta ante objetos y situaciones cotidianas. Est último recae sobre el personaje de Gwildor, creado específicamente para la película en sustitución de Orko (era más facil tener a un enano disfrazado que a un animatrónico levitando) y cuyo papel de alivio cómico, además de contar con la antipatía de un público que quería  ver a sus personajes favoritos, no los inventados, y que resulta de todo menos gracioso. 

El resto de la película adolece de esa limitación: unos breves escenarios  desérticos de Eternia, el castillo con decorados brillantes , y muchos planos de una ciudad más vacía que Sabadell una noche entre semana, pese al jaleo   que arman un grupo de  monstruos y naves espaciales deslizándose por la calle principal. 




Entre el aspecto un tanto cutre de la producción, y lo plasticoso de las caracterizaciones, destaca sorprendentemente la labor de maquillaje de los villanos. Salvando la nariz tapada de Frank Langella, secundarios como el Hombre Bestia o una criatura reptil (a la  que matan pronto por el trabajo que debía dar), son bastante resultones y cuentan con el aspecto tangible de los efectos especiales tradicionales. Aunque reconozco que para esto  último, es la nostalgia la que habla, y es difícil no ver de otra forma a estas caracterizaciones un tanto fantoches. 


¡Con altura!

No hay mucho que decir de n guion donde los protagonistas venían de una línea de juguetes y consiste en una versión muy básica de la lucha del bien contra el mal, donde estos se limitan a ir de un lado a otro. En cambio, dentro de lo cutre, cuenta con ese extraño optimismo y forma de ver las cosas que se ha asociado con la década: el sacar adelante algo sin importar  lo ridículo que sea y donde todo parece sorprender a todo el mundo, donde cualquier cosa minimamente tecnológica se asumía como procedente de Japón y ese particular equilibrio entre  querer ser épico y caer en lo ridículo. 




Una forma de verlo que viene motivada en parte por el reparto: las interpretaciones (incluida una de las primeras apariciones de Courtney Cox) son tirando a flojas, Dolph Lundgren es un Heman tan inexpresivo como el Conan de Schwarzenegger..y después está Frank Langella. Cubierto de maquillaje hasta las orejas, con unas líneas de diálogo grandilocuentes, el actor escogió el papel  como algo muy alejado de su carrera habitual, y como el tipo de película que podrían disfrutar sus hijos, de una manera similar a la que le llevó a Raul Julia a elegir Street Fighter como última aparición, pero sin ese matiz crepuscular. El resultado, aunque fracasado, supone ver al actor bajo una capa de maquillaje, con unas uñas  enjoyadas que años después copiaría Rosalía, declamando unos diálogos propios de opereta y siendo posteriormente derrotado de una forma igual de exagerada.

 Masters del Universo se quedó en una producción fallida, sin la secuela planeada y sin el éxito esperado, pero también es una de esas películas que entre lo ridículo, lo involuntariamente cómico y un tono que irremediablemente acaba recordando a otra época, puede disfrutarse sin ser tomada en serio. 

2 comentarios:

Anacrusa dijo...

Cómo se coronaron los de Mattel con la serie de dibujos xD. Yo creo recordar que tuve un Heman. Si lo flipaba con la serie de dibujos no me pasaba lo mismo con la película. Seguramente por lo que dices, que la falta de presupuesto se notaba muchísimo. Yo lo que quería ver era el mundo de Eternia, y aquí te quedabas con las ganas xD. También es que teniendo Conan... Y mira que me pasaba algo similar, que para mí Conan era el de los dibujos animados y no el de la película, pero el carisma de Chuache hacía mucho.

Aquí la producción me recuerda a la de Doctor Who, pero si bien en Doctor Who el tono cutre es algo buscado, aquí es completamente involuntario. Por cierto, pobre Raul Julia. ¡Qué mala es Street Fighter!

No recuerdo a Courtney Cox en la peli, quizá porque el rubio de Dolph Lundgren me tenía obnubilado xD.

Renaissance dijo...

Conocí a Conan más por la serie de dibujos, y por su versión family friendly en El destructor, y la cara que se me quedó cuando leí los cómics de Buscema xD.

En esa década, lo de meter a personajes de otro mundo en pleno occidente ochentero era toda una tendencia ¡la de producciones que ha salvado esa decisión!

La verdad es que como película, es imposible no verla con un poco de afecto. Ahora, la serie de dibujos nueva oscila entre el homenaje y el fanfic, pero me debió durar dos tardes.

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