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jueves, 4 de marzo de 2021

El tapiz de Fionavar (Guy Gavriel Kay). La sombra de Tolkien es alargada



Una de las mayores críticas hacia el género fantástico durante un par de décadas fue su carácter derivativo. la trilogía de Tolkien había supuesto las bases definitivas de cualquier entorno fantástico que se repetiría hasta la saciedad, desde obras originales hasta franquicias derivadas de juegos. En el pirmero de los casos, todo autor tenía su trilogía correspondiente. . algunos más originales, otros más simples, esta época se caracterizó  por una serie de sagas que por su estructura, influencia, y sobre todo, ambición, parecían querer ser El señor de los anillos de la siguiente generación. algunos escritores con una buena carrera a sus espaldas cuentan también  en sus inicios con obras cuyo principal defecto es este. Es el caso de Guy Gavriel Kay, quien hoy es más recordado por Tigana, pero que en sus inicios, su primera trilogía venía en la contraportada avalada por haber colaborado con Christopher Tokien en la edición del Silmarillion.





Los tres libros agrupados bajo el título de el tapiz de Fionavar narraba la llegada de cinco jóvenes a dicho reino, conocido como el primero de varios mundos, y cuya visita formaría parte de los acontecimientos que supondrían el fin de una era: la liberación de Rakoth Maugrim, el Desenmarañador, la guerra en la que humanos, enanos y lios alfar se unirán para evitar la destrucción de Fionavar y por extensión, del resto de mundos, pero también como Kim, Jennifer, Kevin, Paul y Dave tendrán un papel importante en ella y cómo encontrarán el destino que había sido tejido para ellos.

La intención de la trilogía parece estar clara: constituir Fantasía con mayúsculas, tan profunda como lo fue la Tierra Media pero también que aportara algo original y propio. Dado el argumento y desarrollo, es fácil suponer que no lo consigue. Pese al tono ambicioso, a querer recurrir a fuentes más antiguas, como utilizar la acepción nórdica de lios alfar en lugar de elfos, de querer crear una pieza compleja donde confluya la fantasía y la mitología celta y artúrica, todo se queda en la impresión de haber sido leído previamente. a los habitantes de Fionavar es fácil encontrarles su contrapartida con Legolas, Gandalf, Saruman y Sauron, con una guerra que debe ser finalizada y a medida que avanza, incluso con el Multiverso de Moorcock, donde el rey Arturo  campa a sus anchas cual campeón eterno y por aquello de tocar todos los palos, hasta está por ahí la Cacería Salvaje dándose un garbeo.

Veo difícil quejarme de que cuenten la misma historia una y otra vez siempre que esta esté bien narrada, pero a lo largo de los tres libros esta se limita a ser una sucesión de eventos donde ya al comienzo resulta difícil obtener la credibilidad necesaria como para aceptar que un mago aparezca en Canadá invite a cinco chavales a visitar un mundo fantástico como quien organiza una escape room...solo porque sea la festividad del reino. El que después estos acaben convertidos en videntes, guerreros, la reencarnación de ginebra o la madre del salvador del Reino, hace pensar que más que una desafortunada coincidencia, en la elección de visitantes de Gandalf..digo...de Loren Manto de Plata debía haber algo de mala fe.




Estos protagonistas, más allá de aceptar con total sencillez el convertirse en el arquetipo que proceda, tienen pocos rasgos más allá de algún que otro trauma de base, una actitud quejica o  la impresión de estar ahí en el momento apropiado para que suceda algo y avance la trama. Un grupo de cinco que, entre su origen, caracterización y habilidades finales, casi podrían ser  los jugadores de una aventura de Dungeons and Dragons o los protagonistas de los dibujos animados del mismo nombre. : un tanto desdibujados, a veces irritantes y siempre con una misión concreta.

Con muchos defectos en contra la saga, a día de hoy, se defiende gracias a su estilo: la narración se sigue sien problemas y por suerte, no cae en el defecto actual de producir auténticos tomos llenos de páginas. Lo que tiene que contar, lo hace en entregas de menos de 400 páginas, y quizá esto sea lo que la convierte en una lectura a la que es fácil recurrir si se quiere disfrutar de una historia de fantasía nostálgica, a lo que se podría haber disfrutado con 14 años sin tener que rebuscar entre los tomos de la Dragonlance.. Y a lo que es muy fácil encontrar los defectos propios de una obra primeriza: influencias con demasiado peso, querer ceñirse a unos cánones muy concretos y cierto exceso de ambición, también promovido por la edición, donde la palabra Tolkien y Silmarillion  aparecen demasiado.

Una obra primeriza de tantas y que de nuevo, si se es consciente de lo que se está leyendo, no resulta tan patosa  como pudieron serla otras que disfrutaron de exceso de publicidad aprovechando la estela de alguna tendencia. Después de todo, con el toque un poco dramático de El tapiz de Fionavar, me acabé divirtiendo, me acordé de los tomos de Timun Mas y lo variado de su catálogo y de cuando era posible sorprenderse con todo. Con los retelling de tópicos fantásticos de los últimos treinta años que supusieron Eragon o Cazadores de sombras, no tanto.

2 comentarios:

Rocío G. Tizón dijo...

No puedo ser objetiva, porque es mi autor preferido. No me canso de releerlo.
Un abrazo.

Renaissance dijo...

Dicen que Tigana es muy bueno, aunque se nota que El tapiz de Fionavar es una obra primeriza.

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