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jueves, 1 de octubre de 2020

Se vende alma (Por no poder atender) de Sergio S. Moran. Pactos con el demonio, especulación inmobiliaria, y una detective en crisis



Poder continuar más de dos veces la historia de un personaje de ficción, puede considerarse un éxito. La primera solo es una presentación, la segunda es un tanteo a partir de una idea que ha tenido éxito, pero la tercera es que realmente ha funcionado. Todo un logro cuando el sistema de publicación y distribución se basa en el interés de su público y una financiación mediante crowdfunding que se ha convertido en lo habitual en dos tercios de la serie escrita por Sergio S. Moran, que acaba de tener su tercera entrega. 





Se vende alma por no poder atender presenta de nuevo, más que a la detective sobrenatural Parabellum, a una Verónica Guerra a la que sus anteriores casos han pasado factura psicológica. Recuperada de una fuerte adicción a la ambrosía, una droga sobrenatural, obsesionada con un delincuente con contactos en el inframundo que se hace llamar el Negociante, y con crisis de ansiedad que se manifiestan en los peores momentos de su trabajo (por suerte, las consultas de psicología astral disponen de acceso en cualquier momento). Pero también reconciliada con su madre, la comisaria Fontenegro, y apoyándose en su amiga Arancha, una competente médium, continúa con su trabajo donde lo habitual es recuperar un fantasma huido de una mansión o investigar las propiedades de un producto deportivo cuyas ventas rozan lo imposible. Pero, como le ha sucedido antes, cualquier caso en apariencia rutinario puede esconder algo mucho peor…desde su mayor enemigo hasta un exnovio salido del infierno. Y, tratándose de Parabellum, esto puede tratarse de algo literal. 


A diferencia de lo anteriores, en esta tercera entrega se aprecia una mayor continuidad: se toma mucho menos tiempo en describir a personajes que han aparecido previamente y que forman parte del transfondo de la protagonista, así como a tramas ya cerradas que conviene conocer para comprender mejor las referencias previas y sobre todo, la actitud de un personaje mucho más marcado por lo que le ha sucedido previamente. Hay una evolución entre la primera, o segunda aparición de Verónica Guerra, como detective conocedora de todas las criaturas fantásticas de Barcelona y Madrid, frente a la de esta tercera aparición, donde ella misma se describe menos en forma (aunque la resistencia física nunca fue uno de sus rasgos), con los restos de una adicción todavía presentes y preocupada por lo que pueda pasarle a la única amiga que, hasta la fecha, parece quedarle en la serie. Pero también un tanto obsesionada con un antagonista al que el lector conoció previamente y que, aunque aquí también tiene su aparición, lo hace de una forma distinta y menos vinculada a las actuaciones de Parabellum de lo que esta hubiera esperado. Un cambio al que acompaña una evolución adecuada del personaje, con menos sarcasmo que en sus apariciones anteriores, algo más paranoico y menos sentido del humor. 


Salvo por la mayor importancia de la continuidad, el desarrollo de la trama es similar a las entregas anteriores: un caso de presentación, que sirve de forma anecdótica para dar una idea de la situación de la protagonista, un año después de Los muertos no pagan IVA, un gancho, en apariencia simple, que irá desvelando algo mucho más complejo y peligroso, y esta vez, un desenlace que podría considerarse el final de una etapa así como el cierre a lo que empezó en los dos libros anteriores. Pero no por mucho tiempo, porque en este se dan indicios para posibles tramas nuevas: las menciones al padre de la propia Parabellum, perdido (voluntariamente) por Bilbao, Daniel, un exnovio infernal (de nuevo, literalmente) del que ni la protagonista quiere hablar, y todo un sistema de rencillas y oposiciones entre distintos demonios que no tiene nada que envidiar a cualquier lucha entre políticos de baja estofa. Porque lo mejor de Parabellum sigue siendo su cercanía. No tiene que tener los poderes de Harry Dresden, ni el atractivo de Anita Blake, y a menudo, es mucho más pupas que el personaje de fantasía urbana medio. Pero con ella se ha desarrollado un mapa del país poblado por criaturas de la mitología local, pero también por las consecuencias de la corrupción, de la especulación inmobiliaria y empresarial y donde casi se agradece un enfoque fantástico al escenario. 





Tras Se vende alma, la detective de Sergio S. Moran se toma un descanso laboral. Por suerte, no por mucho tiempo, como el autor ha asegurado. Mientras, con esta entrega viene, además de un cambio de escenario e imaginar qué es lo que espera a Veronica Guerra tras su descanso, una novela corta, escrita al estilo de Elige tu propia aventura, en el que el lector puede guiar a su protagonista a través de un montón de malas decisiones. 

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