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lunes, 7 de septiembre de 2015

Oculus (2013). Para tener mala suerte, no hace falta romper un espejo



Aunque el cine de fantasmas en los últimos años cuenta con ejemplos bastante notables, hay un derivado que suele aparecer menos: los objetos malditos. En los últimos años han aparecido muchas producciones sobre casas encantadas, pero pocas o ninguna sobre estos últimos. Algo incomprensible, porque además de ser un motivo argumental algo más dinámico que una casa embrujada al uso, también sale más económico recurrir a algo más pequeño que tener que llenar de espectros un inmueble. También es cierto que cuando se usa, suele ser un recurso muy cutre, y que las últimas películas de la saga de Amityville tiraban directamente de los cacharros malvados que habían salido de la malvada casa. Pero en Oculus pasa precisamente lo contrario: han encontrado algo lo suficientemente sugestivo como para que sirva de motivo a la película, y que esta pueda ofrecer algo distinto.

 


Han pasado diez años desde que dos hermanos sobrevivieran a un atroz crimen cometido por el padre de ambos. Kaylie, la mayor, ha rehecho su vida, pero Tim ha estado hasta entonces bajo tutela psiquiátrica. Tras reunirse, vuelven a su antigua casa, donde su hermana pretende limpiar el nombre de su padre. Ella recuerda que la locura de este fue causada por un espejo, una antigüedad que a lo largo de los años ha llevado a sus dueños a la locura y a acabar con sus vidas y las de sus familiares. Con varios monitores vigilando constantemente el espejo, y un sistema de alarmas que le impide perder la noción del tiempo, Kaylie, pese a las dudas de su hermano, está convencida de poder acabar con un objeto cuya influencia hace que sus víctimas sean incapaces de distinguir la realidad de lo imaginado.



Aunque el tema no sea nuevo, la película cuenta con la ventaja de haber elegido un elemento que tradicionalmente, cuenta con mucho potencial: los espejos siempre han dado mucho juego en las historias sobrenaturales, desde servir como puertas a otros mundos, a otras situaciones más ambiguas. En muchos casos, el espejo representa un engaño, que no refleja la realidad como tal. En otras, es el objeto que sirve para mostrarla tal cual es en tanto hay algo que altera la visión de un personaje. En realidad, esto se queda un poco como idea, como un objeto con más potencial para una historia de terror del que podría tener una silla, un armario o un microondas, de modo que si no se piensa mucho en la idea que puede representar el espejo en cuestión, se queda un poco como un macguffin: hacía falta algo embrujado, y nada mejor que un espejo con un marco horrible. Pero esto también lo han tenido muy en cuenta en el guión, porque uno de los protagonistas expresa sus dudas sobre la naturaleza de este comentando lo aleatorio que resulta establecer una conexión entre los crímenes y un objeto cualquiera.

Este es también otro de los elementos claves de la historia: la ambigüedad sobre lo que sucede. Aunque no escatiman en secuencias abiertamente fantásticas, y en unas cuantas apariciones fantasmales, en todo momento mantienen la posibilidad de que haya una explicación racional para lo sucedido, y que los recuerdos de la protagonista sean ficciones para superar un trauma. Por lo que en este caso, ha sido bastante útil el caracterizar a uno de los personajes con una actitud muy racional y muy vinculada a las explicaciones que puede dar la psicología.
 
 

En caso de quedarse con la trama sobrenatural, la forma de desarrollar su trasfondo ha sido un verdadero acierto. Si lo del objeto maldito en cuestión parece un poco elegido por las connotaciones que tiene un espejo, sin más, su planteamiento es completamente distinto. Es uno de esos casos en los que el público sabe tan poco como los personajes: su origen es desconocido, solo los crímenes vinculados a su historia, caracterizados estos por la locura que todos sus propietarios sufrieron en algún momento. En cierto modo, no hay monstruo con una cara visible, ni un arma concreta, sino que la amenaza para los personajes viene provocada por la alteración en su percepción de la realidad y del tiempo.
 
Como decían en Las doce prueba de Astérix: bonitos ojos. Deben ser muy útiles para leer en cama por las noches.

Esto último sirve de justificación para la narrativa de la película, que es en dos períodos distintos, pero contada al mismo tiempo: lo que le sucedió a los protagonistas siendo niños, y sus intentos de acabar con el espejo diez años después. No se trata de flashbacks, sino que estas se solapan en distintos momentos de una forma muy sutil. Al haber presentado previamente la idea de que estos puedan estar viviendo algo que no es real, es fácil saltar en un mismo escenario de un momento a otro en el tiempo, e incluso hacer que los protagonistas puedan encontrarse con otros en el pasado e incluso, con apariciones breves de quienes podrían considerarse fantasmas. Pero este sistema también es muy difícil de mantener, y al final hace que, si bien es fácil comprender lo que ha sucedido en esos lapsos de tiempo, acabe resultando muy confuso lo que les pasa a los personajes…aunque en una historia en la que la gracia consiste en que estos no sepan lo que es real y lo que no, que el público acabe igual de desorientado es casi una ventaja.

 


El reparto está a la altura de la historia, al menos, de lo que les exige, que es en su mayor parte, acabar volviéndose locos o estar al borde del colapso. La mayor curiosidad de estos es vengan todos de la televisión: Rory Cochrane, de CSI Miami, Katee Sackhoff de Battlestar Galactica, a quien sorprende un poco verla haciendo de madre de familia tras pasarse media carrera como actriz de acción, y Karen Gillan en uno de sus primeros papeles después de Doctor Who. No es la suya una actuación sobresaliente tampoco, y gran parte de sus gestos todavía los reconocía de su papel de Amy Pond, pero resulta bastante eficiente.

Pese a haber optado por un tipo de narración que a veces se hace muy confusa, lo mejor que se puede decir de Oculus es que es una película de terror de verdad. De las que se arriesgan, no dependen de un monstruo identificable y explotable, ni mucho menos, de un final feliz. Porque su desenlace es uno de los  más cortantes y cerrados que he podido ver en mucho tiempo.

2 comentarios:

satrian dijo...

La tengo en espera, más que nada por las dos protas Katee Sackhoff y Karen Gillan, que el Doctor y BSG tiran mucho.

Renaissance dijo...

Tardé en verla porque lo del espejo malvado no me atraía mucho en principio, pero me ha gustado mucho. Katee Sackhoff, pese a lo poco que sale, genial y muy inquietante.

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