Los muertos vivientes de Robert Kirkman es el referente en
cuanto a comics de zombies más longevo. Pero otros autores se han animado a
avanzar los guiones más allá de los primeros escenarios, al ser este un medio
sin las restricciones de estilo que puede tener el cine o la televisión, y
porque, para qué negarlo, escenarios como las primeras apariciones de los
zombies y los centros comerciales han quedado ya muy trillado. O al menos, lo
han quedado aquellos que el público ha visto miles de veces en la ficción
situada en Estados Unidos, porque en cambio, cualquier escenario en otro país
resulta siempre más novedoso.
Este es el caso de Zombies, cuyo título confirma que su
guionista, Olivier Peru, no se ha complicado la vida a la hora de bautizar su
comic (en cambio, en el nombre de cada capítulo, se pone más solemne). Este comienza
como tantas otras, con un virus que provoca la resurrección de los cadáveres .
El protagonista ha visto esto muchas veces por motivos de trabajo, un actor de
serie B venido a menos que, mientras intenta salir como puede de un San
Petersburgo infestado de cadáveres, se da cuenta de lo distintas que son sus
reacciones frente a las de los personajes que interpreta. Sin embargo, todos
sus papeles como héroe han servido de algo, ya que él acaba siendo uno de los
responsables de poner a salvo a un numeroso grupo de supervivientes. Pero, a diferencia de sus películas, estos
cuentan también con una inesperada ventaja: algunos de ellos son inmunes al virus
y a las mordeduras de los zombies.
Al igual que el título, la forma de plantear la trama es muy
directa: en el mundo de los personajes los zombies son una parte más del cine
de entretenimiento, y lejos de buscar otros apelativos, es como se refieren a
los infectados. Incluso algunos de los tópicos de este género son mencionados
en las primeras páginas, donde el protagonista sabe que un espacio abarrotado
de gente es un peligro e incluso bromea sobre no encontrarse encerrado en un
centro comercial. Pero al tratarse de una historia de terror con un estilo
serio, estos se utilizan unicamente como contraste, mencionando a menudo lo que
podría pasar en una película frente a lo que hacen los personajes en realidad.
Parece que la intención del guionista era un poco hacer una historia de zombies
pero sin los clichés propios, porque parte de los dos primeros tomos se dedican
a caracterizar a los protagonistas como gente que no duda en salir por piernas
mientras al resto se los comen los zombies.
No sería mala idea en principio, sobre todo al incluir en el
punto de partida el mundo de la serie B y sus tópicos, pero esto termina por no
funcionar: los protagonistas pasan la primera mitad del tomo conflictuados por
ser unos cobardes, para, de forma bastante imprevista, pasar a ser unos héroes
y arriesgar sus vidas, de forma que el guión acaba yendo por el camino del que
pretendía separarse.
En cambio, desde el momento en que se olvida un poco de las
reflexiones filosóficas, es cuando empieza a funcionar mucho mejor: la trama es
mucho más ligera de lo que podría ser, precisamente, Walking Dead: hay
distintos grupos de supervivientes, algunos de los cuales se salvan de las
formas más imprevistas, y sobre todo, elementos más propios de la ciencia
ficción tales como la trama sobre la inmunidad al virus o una máquina de
ultrasonidos que provoca un tsunami de zombies. Cosas que pudieron verse en tv
en Z Nation pero que aquí se plantean desde una narración más dramática. Aunque
es curioso que el guión dedicara tanto tiempo a mencionar la serie B y los
heroísmos ridículos para que, su mayor baza sean precisamente estos elementos
tan propios del género.
En cambio, el dibujo es uno de los puntos fuertes: con gran
detalle, muy colorido, donde no falla nada a la hora de ilustrar paisajes y
viñetas abarrotadas de zombies. Que, pese a ese detalle, no es nada cercano al
gore: habiendo muertos vivientes de por medio, va a haber mordiscos, pero no se
exceden con la casquería ni con la violencia, donde las situaciones que podrían
resultar más gráficas se quedan fuera de la narración.
Zombies es uno de esos casos en los que parte de su
atractivo viene dado por la calidad del ilustrador, y con un guión mucho más
cercano al fantástico y al entretenimiento que a los aspectos más psicológicos
que puede ofrecer su planteamiento. Aunque quizá su mayor defecto sea esa manía
de aportar una profundidad que ni termina de funcionar, ni le hace falta.
Porque, hasta que no empieza a arrancar, esta parece una historia de serie B
empeñada en no serlo.
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