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jueves, 4 de diciembre de 2014

Topolino, el último héroe. El hombrecito que salvaba a la ciudad


No hace mucho me puse a releer algunos Mortadelos de Bruguera que tenía por casa. Entre historietas del profesor Tragacanto, Sir Tim O´Theo o Doña Urraca, me encontré con una, donde un pequeño monigote vivía una situación cómica en una sola página. El nombre, Topolino, me sonaba más al calzado que llevó mi abuela o al título que el Don Miki tenía en Italia. Pero en otro número, me encontré con que me había quedado bastante volada con las aventuras de Topolino: el solito, con su astucia, se enfrentaba a un ejército con unos trajes y una parafernalia propia de los villanos de los años treinta.  Esto último fue lo bastante desconcertante (y divertido) como para que quisiera buscar algo más que las cuatro páginas que disponía sobre el personaje. Por suerte, había una edición reciente, y disponible en la biblioteca, que últimamente se han puesto bastante aleatorios y de allí lo mismo sacas una BD francesa recientísima, que la colección completa de los Muertos vivientes, manga eroguro e incluso tebeo español clásico más allá de Zipi y Zape. 



Topolino aparece caracterizado como un hombrecito minúsculo, con traje y pajarita muy a la antigua. Como dice la contraportada, su aspecto es más cercano al de un apacible funcionario que al de un héroe, y solo por esto último, cuenta todavía más con mi simpatía. Pero esa pinta inofensiva no impide que viva aventuras de lo más estrafalario, enfrentándose a villanos cuya caracterización es muy similar a la de los pulp de los años veinte. Vamos, algo que hoy se considera tan vintage y referencial que no me imaginaba encontrarlo en una historieta de humor destinada a niños. Estas son muy breves, resueltas en dos páginas, cuatro como mucho, y con una estructura idéntica en todas: Topolino encuentra por casualidad, o lo busca, si es su archienemigo, a un villano con algún tipo de arma y un plan malvado. Gracias a su ingenio y a los inventos de su amigo Colodión consigue detenerlo, aunque el guardia Adolfo suele opinar que son todo invenciones de Topolino, a quien le gustan demasiado los folletines y llamar la atención.


La principal característica de estos comics es su referencia continuada al género pulp, los folletines y las películas de aventuras clásicas. Cosas que a Figueras, su autor, le encantaban, y de hecho comentaba a menudo que este era un tebeo hecho porque le gustaba, y no tanto pensando en los lectores. Hoy son detalles claramente reconocibles, pero en su momento debía ser, para los lectores más pequeños, algo chocante encontrarse con esos sicarios uniformados, aviones monoplaza, dirigibles, e incluso un comic parodiando abiertamente Ella de H. Rider Haggard. A veces parece que con cuatro viñetitas consigue librar a este tipo de literatura de cualquier añadido, quedándose unicamente con lo que la compone: aventuras imposibles, un poco absurdas, soluciones de ultima hora, y sobre todo, ese aire un tanto entrañable que estas novelas de principios de siglo adquirieron a las pocas décadas. 


El humor, que es el componente más importante, parece en un principio, bastante simple: algún porrazo, y la típica confusión de determinados personajes. Pero este no se queda ahí, porque en muchas ocasiones este se vuelve mucho más absurdo, explotando las posibilidades de los diálogos. Y sobre todo, la autorreferencia que aparece en muchos casos: a menudo los protagonistas y sus enemigos parecen bastante conscientes de ser personajes, o directamente, de no tomarse mucho en serio lo que está pasando. No es raro encontrar bocadillos donde el propio Topolino comente que una situación “parece de ciencia ficción camp”, que el Doctor Siniestro diga que si tuviera buena puntería, se acabara la historia, y, en la parte más cómica, la viñeta de un zeppelín estallando mientras el malvado Doctor dice “Rogelio, ¡Te he dicho que no fumaras!”.



El dibujo es el propio de la historieta humorística: muy simple, caricaturesco, y por algún motivo, sin  más escenarios que un simple campo. No sé si por economía a la hora de dibujar o por comodidad. Pero ese trazo tan sencillo también acaba siendo parte de la gracia del personaje y su mundo. No hay nada más chocante que ese dibujo tan “de tebeo” donde sitúa, como si fuera lo más normal del mundo, unos robots similares a los de la Guerra de los mundos o una máquina del tiempo. Además recordando que siendo muy pequeña me costaba mucho menos seguir este tipo de ilustraciones que las de trazo realista, también me provoca más simpatía.

Tras terminar de nuevo las aventuras de Topolino, me di cuenta que Alfonso Figueras no era tan desconocido como pensaba (bueno, en realidad gracias al prólogo de la edición recopilatoria, que citaba más obras suyas). Porque también es el autor de otras historietas cómicas muy marcadas por los ambientes terroríficos y el fantástico. Además de trabajar en los Mortadelos semanales, sus tiras de Mr Hyde y Doctor Mortis aparecieron en los números de Dossier Negro, de las que también pude ver algunas cuantas sin reparar que aquellos dibujos me sonaban. Ahora, en cambio, me estoy planteando en irles a pedir a la biblioteca a ver si consiguen alguno de esos tomos.





2 comentarios:

satrian dijo...

Nunca me llamó la atención Topolino

Renaissance dijo...

A mí no me llamaba la atención hasta que lo leí en esta segunda vuelta. Es bastante gracioso.

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