Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

domingo, 28 de agosto de 2011

Doctor Who 2011. Regresos de temporada y títulos engañosos



Requisito para entender al gatico: haber visto la temporada anterior del Doctor Who

Este año, el Doctor Who estuvo lleno de sorpresas y decisiones inesperadas, en argumento y emisión. Aunque ya en el 2009 habían saldado la temporada a base de especiales con David Tennant, esta vez han dividido en dos la temporada habitual, desde junio hasta finales de agosto. Cosa un tanto extraña, porque aunque Doctor Who debe tener las temporadas más largas de Gran Bretaña, siguen siendo 13 episodios solamente.



En boca cerrada no entran moscas

Tras la espera, y con un minitrailer en la que la voz de Amy iba adelantando lo que había estado haciendo el Doctor durante estos meses, empezaba un episodio que de momento, prometía (prometía nazis) y que aparentaba no tener nada que ver con el arco principal de la temporada. En estos dos últimos años, Moffat, además de ser un tío un poco macabro, ha demostrado que es especialista en desconcertar al público, como ha pasado con la aparición de Mels, una amiga de la infancia de Amy y Rory, que sin venir a cuento, se apunta (y a punta de pistola) al viaje temporal con los tres protagonistas.



En breve, nuevo vídeo viral de El Hundimiento: "Hitler se entera que va a salir en Doctor Who"

Aunque el capítulo comienza con un una ambientación bastante obvia, desde un principio ya empecé a sospechar que de nazis y de matar a Hitler, nada de nada, porque enseguida hace su aparición un elemento cienciaficcionero muy de la serie, en este caso, robots justicieros, gente miniaturizada y el nuevo leivmotiv para lo que queda la temporada (Silence will fall), y, sin explicar mucho más, nueva información decisiva acerca del personaje de River Song. Porque esa es otra novedad en la serie: mientras que hasta ahora no hemos tenido otra cosa que leves indicaciones de la traca final, que se resolvía en dos o tres capítulos, este año hemos estado pendientes de lo que le iba a suceder al doctor, a Amy, y sobre todo, a River Song. Una decisión bastante sabia esta última porque los actores envejecen, y es preferible ir cerrando sus tramas antes de que sea imposible explicar las canas mediante viajes temporales ni trucos de guión.

El único defecto que he encontrado a un capítulo que ha resultado emocionante, es la falta de tensión derivada de la información que tenemos de antemano: porque, cuando un par de días antes, te enteras en el blog de Satrian que Matt Smith repite como Doctor el año que viene, ya no impresiona mucho que este parezca a punto de morir/regenerarse. Un poquito de discrección, señores productores...



Fijo que este episodio le encantará a Thomas Ligotti

Tras la vuelta del Doctor, la próxima semana Mark Gatiss repite como guionista, espero que esta vez con más suerte que las anteriores, con una historia muy de su estilo: niños amenazados, muñecos siniestros y ambiente macabro. Que tampoco me quejo, pero de buena gana lo vería de nuevo trabajando con The League of Gentlemen y no tecleando en el ordenador.

martes, 23 de agosto de 2011

Torchwood Miracle Day: más que siete vidas, una muy larga



Puede que me haya costado un mundo encontrar gato para esta entrada...pero acabo de dar con un buen fondo de pantalla


¡Volvemos a hablar de series! Lo que, a día de hoy, y tras cientos de entradas sobre cine, libros y gaticos, se ha convertido en la excepción del blog.



La vuelta al tema es gracias a la nueva temporada de Torchwood, lo que tiene su picaresca por nacer como un spin-off de Doctor Who…que además de mi favorita, es una de las últimas series que ví y sobre las que escribí. Y si las series británicas ya tienden a ser muy cortas y bastante aperiódicas, Torchwood se lleva la palma, ya que después de dos temporadas regulares, y un tanto perdidas en cuanto a calidad e historia, cerraron el arco principal con Children of Earth, que además de acabar con Torchwood como organización, le devolvió la honra a los personajes de Russell T. Davies. Y encima fue una miniseriaza de las que hacen época, todo sea dicho…aunque las malas lenguas podrían decir que con la pésima calidad de las dos temporadas, cualquier cosilla habría dado el pego.

La idea de Torchwood siguió dando vueltas cual Tardis orbitando a la tierra, y finalmente la cadena Starz firmó para hacer otra temporada, trasladando la acción y los personajes a Estados Unidos. Aunque los cambios se iban anunciando, tras los primeros episodios se notaban unas cuantas diferencias con la forma de rodar de Gran Bretaña: además de presupuesto, la narración es mucho más rápida, más a lo grande, y más “de película de acción”, incluyendo esto, un sorprendente número de persecuciones y explosiones. El mayor cambio, en todo caso, ha sido la actitud del capitán Jack: aunque le siga dando a pelo, a lana y a alienígena, si se tercia, y tenga sus escenitas en algún capítulo, está mucho más suavizado y menos presente, cosa que agradezco porque una de las peores cosas del Torchwood original era el exceso, que en la mayoría de los casos se notaba metido con calzador (otra cosa es que me siga preguntando por qué, en vez de omni, Jack Harkness se haya vuelto completamente gay).

En cuanto a la historia, retoma la desaparición e ilegalización de Torchwood tras el incidente de Los niños de la tierra, del que ya nadie habla: Gwen y Rhys viven con su hija, en una apartada casa en la costa, y del Capitán Jack poco se sabe. La acción comienza con la ejecución de un asesino pederasta, que sobrevive ya que, por algún motivo, la gente ha dejado de morir. Esto no quiere decir que se hayan vuelto todos inmortales, sino que la situación resulta bastante horrible: nadie muere…aunque los empalen, descuarticen, quemen o los tiren de un quinto. El sistema sanitario se colapsa y las alarmas de superpoblación empiezan a saltar. Mientras, una compañía farmacéutica prevé hacer negocio vendiendo analgésicos a toda esa gente que se ve condenada a vivir con dolor y los gobiernos desarrollan planes un tanto drásticos para equilibrar la población.



Con un tío así, los de Telecinco tenían la programación solucionada

Hasta la aparición de Gwen y Rhys no se sabe nada del Capitán, que también está investigando por su cuenta y ha descubierto que es la única persona sobre la tierra que sí puede morir (esto no le impide que siga siendo bastante cabras y se arriesgue lo que haga falta), y como era de esperar, los últimos miembros de Torchwood se trasladan a Estados Unidos donde, con la ayuda de dos agentes de la CIA comienzan a investigar lo que sucede.

Con siete episodios por el momento, y unos tres o cuatro que faltan por emitir, el desarrollo me ha parecido que se alarga un poco: en seis episodios finiquitaron algo tan complicado como Children of Earth, y aquí parecen un poco perdidos con tanto agente gubernamental, corporaciones peseteras, y hasta un grupo en la sombra del que de momento, no se sabe nada. Hasta han incluído un flashback del pasado de Jack, cosa que por lo general, me parece un recurso un poco cutre.

En el lado bueno, y es lo que más me ha gustado con diferencia, ha sido el tratamiento de la premisa principal: desde el “día del Milagro”, como lo llaman en la serie, van mostrando las distintas posiciones de los personajes respecto a la desaparición de la muerte: unos se lamentan de que sus seres queridos hubieran muerto un año o un mes antes. Otros, más realistas, se dan cuenta del riesgo que supone un planeta en el que nacen niños pero nadie muere. Y sobre todo, el que se planteen que los que no mueren, pero tienen heridas mortales, tendrán que sobrevivir el resto de sus vidas combatiendo el dolor, como ya le sucede a uno de los personajes, y que una empresa pretenda hacer negocio de esta nueva situación.

Para terminar, otro apunte literario: si Ensayo sobre la Ceguera de Saramago viene a ser la versión seria de El día de los trífidos, de John Wydham, es Miracle Day la versión geek de Las intermitencias de la Muerte?

jueves, 18 de agosto de 2011

Las mejores películas de terror bélico (al menos, para mí). Segunda parte


Lo más difícil de la entrada: conseguir fotos de gatos de la época

Hay por internet una frase hecha que dice: todo mejora con piratas. Yo añadiría que a falta de piratas, los nazis también ayudan, y por eso he hecho una segunda parte con las películas de nazis y fantasías varias más divertidas. Bueno, por eso, y porque he visto muchas.



Outpost (2008). En algún país del Este, un grupo de mercenarios es contratado para asegurar un antiguo bunker. Tras encontrar una pila de cadáveres y a un superviviente catatónico, comienzan a ser atacados por balas que surgen de ninguna parte y por soldados fantasmales.



No hacía falta ser un genio para saber que los protagonistas las iban a pasar canutas, no: en estos casos, cuando no son fantasmas, son zombies, y cuando no son zombies…son zombies cuánticos. O algo parecido. Porque lo que se encuentran los personajes es nada menos que una maquinaria capaz de alterar las leyes de la física y hacer que los sujetos experimentales se conviertan en zombies. Estos, con capacidad para teletransportarse, y sin otra cosa que hacer, destripan a cualquier bicho viviente que se les ponga por delante. Más allá de la maquinaria y las teorías físicas, que la convierte en la película ideal para que la fastidie alguien de ciencias, es casi lo mismo que Dog Soldiers o cualquier otra con soldados perseguidos por el monstruo de turno. Había algo de potencial en la gente que contrata a los protagonistas, de la que poco se sabe pero se les supone bastante influyentes. Por desgracia, lo dejan de lado a favor de una historia mucho más tópica en la que solo al final intentan aprovechar un poco más lo novedoso del invento que aparece. También sale un actor más o menos famoso, Ray Stevenson, conocido como Tito Pullo, el soldado más cabrito de la legión XIII y alrededores.



The Keep (1983). Una rareza para aquellos años, tanto por tema, como por la forma de filmar. Está basada en El torreón, de F. Paul Wilson (conocido en su casa a la hora de comer), y según dicen, se parece a la novela como un huevo a una castaña. Tiene su gracia para quien le guste el cine ochentero, pero al resto, no se la recomiendo, a menos que quiera ver a unos nazis en un decorado, rayos de colores, música electrónica y a Gabriel Byrne con un peinado horrible. Y a Jurgen Prochnow haciendo de protagonista.




Blood Creek (2008). Ya había hablado de ella, una peli muy entretenida que podría definirse como “Los hermanos Winchester se enfrentan a un zombie nazi con poderes que no hacen gran cosa”.

Se quedan fuera Capitán América, que aún no he visto, al menos la versión nueva (hay otra de los noventa, muy cutrilla), pero que podría estar al tener como malo a Cráneo Rojo. The Devil´s Rock (2011), no pasa de ser la historia mil veces vista, con los nazis invocando al bicho de turno que se les rebela. Y aunque resulte bastante cantoso el que no mencione Dead Snow, tampoco la he visto…ni ganas: por los trailers y las opiniones me parece una película demasiado chorras, incluso para mis estándares. Y el título en castellano, Zombies Nazis, si no es de juzgado de guardia, por lo menos es un spoiler en toda regla.

lunes, 15 de agosto de 2011

Las mejores películas de terror bélico (al menos, para mí). Primera parte




Una vez Hewl se refirió a mis gustos como “una extraña obsesión con los gatos. Y con los zombies, los nazis y las camisetas frikosas de motivos enxebres”. No niego ninguna de las cuatro cosas, y como de los gatos ya somos devotos habituales, hoy voy a dedicarle una entrada a los nazis. O más bien, a unas cuantas películas fantásticas que incluyen nazis o parafernalia militar de por medio. Pero, ojo, esto no quiere decir que después me dedique a un texto acerca de mi selección de camisetas geeks, que por mucho que proteste, ya quisiera él un fondo de armario como el mío.

Aunque empezaron a hacerse famosos desde Hellboy (2003), el ejército alemán ya era conocido en el género fantástico por ser unos villanos muy resultones: con el tiempo empezaron a conocerse sus particulares proyectos bélicos, muy cercanos a la ciencia ficción y su llamativa parafernalia los acabó convirtiendo en un valor fijo a la hora de buscar un antagonista.



El Bunker (2001). En los últimos meses de la guerra, un grupo de soldados encerrados en un bunker, rodeado por enemigos, comienzan a volverse locos a causa de una serie de sucesos sobrenaturales.



Como suele pasar en este tipo de películas de bajo presupuesto, cuando el director es un poco talentoso, puede hacer que hora y media en un mismo escenario resulte entretenido, aún cuando la producción en cuestión no pase a la historia. En este caso, el tema fantasmal es una excusa para hacer una película sobre los propios fantasmas de los personajes, mucho más cercana a Session 9 que a un argumento más típico. Lo más interesante es ver los retratos de los soldados, bastante humanizados, en los que hay un poco de todo: el más noble, el fanático, e incluso un chavalillo, resultado de los últimos reclutamientos apresurados. Su defecto es que acaba volviéndose un poco lenta, y aunque el guión intenta jugar al despiste con lo que sucede (¿fantasmas, o la culpa de los personajes?), se vuelve un poco más confuso de lo que debería.
Como curiosidad, la cara más conocida es Jason Flemyng, protagonista más reciente de Invasión Jurásica y de Lock, stock and two smoking barrels.



Deathwatch (2002). La primera guerra mundial es una ambientación muy poco explotada en el género, pese a las posibilidades que podría ofrecer en cuanto a escenarios. Esta película cubre un poco el hueco, con unos soldados ingleses perdidos en Tierra de Nadie. Los sucesos extraños (y peligrosos) no se hacen esperar, y uno tras otro acaban cayendo de formas inexplicables y macabras.



Hoy en día puede resultar un poco aburrida, ya que se rodó en plena fiebre de El sexto sentido y ya nos podemos imaginar qué es lo que le está pasando a la pobre soldadesca. Sin embargo, tiene a su favor el que prefiera ir dejando claro (a quien quiera pillarlas al vuelvo) lo que sucede, unos escenarios muy logrados, y a Jamie Bell, Billy Elliot hace unos años, que deja las zapatillas de ballet para arrastrarse por el barro. Es lo que tienen estas películas inglesas: tarde o temprano te acabas encontrando a todos los actores que conoces.



Below (2002). Un submarino americano, tras recoger a los supervivientes de un buque hospital, comienza a sufrir todo tipo de accidentes inexplicables. Las sospechas de sus protagonistas van desde culpar al buque alemán que los persigue, hasta a temer que todo se debe a algo que sucedió antes de que la historia de comienzo.



Entre las toneladas de agua que los personajes tienen encima, y que todo sucede en un submarino, el tema resulta un poco claustrofóbico y a veces, algo caótico: es un poco difícil saber qué ha sucedido con tal personaje o qué ha pasado en otra sala. Y, al igual que en El bunker, su componente fantástico es muy relativo: la historia está mucho más orientada a la supervivencia de una amenaza real, como es el mantener funcionando el submarino, que a cualquier tipo de monstruo. Y al igual que en esta última, también sale Jason Flemyng, que parece que últimamente está abonado a hacer de soldado en la II Guerra mundial.



Hellboy (2003). No podía faltar: la película, comic en principio, que unió los dos grandes temas de la segunda mitad del siglo XX: los nazis y los mitos de Cthulhu. Aunque los comics del personaje siempre me han parecido que meten más cosas de las que puede acabar manejando el autor, la película me pareció muy redonda, consiguiendo ubicar perfectamente a cada personaje, hacer creíble la estética de los comics, y sobre todo, traer a Hellboy a imagen real gracias al papelazo de Ron Perlman. Aunque aparecen de transfondo, y el malo por excelencia es Rasputín (y unos bichos muy gordos), algunas de las secuencias más divertidas se deben a Kroenen, un nazi zombificado, robótico y especialista en artes marciales. Cuando pensamos que era imposible juntar todas esas cosas, va del Toro y lo consigue.


martes, 9 de agosto de 2011

Entrada de búsquedas. Hoy, con un 30% más de absurdeces garantizadas



Historial de búsquedas: "atún", "rascar tripitas" y "cosas brillantes que se mueven"

En mayo se me ocurrió subir una entrada sobre búsquedas que llegan al blog, como hacen muchos otros. En su momento me quejaba de unos resultados bastante corrientes y relacionados con el contenido de Barrilete (sorprendentemente, una gran cantidad de términos relacionados co Being Erica, Malice in Wonderland y ultimamente, El cazador de Trolls y Sucker Punch). Sin embargo, algo raro debe haber en la red esta semana, porque en una visita a las estadísticas me ha dejado los resultados más estrafalarios que he visto en mucho tiempo:


malo de lazy town sin maquillaje. Pues supongo que sin ese pedazo barbilla con el que lo caracterizan. O eso, o los de la Cuore ya no tienen famosos a los que criticar.

siluros gigantes.
Estoy pensando en venderle esa idea al canal Syfy. Fijo que de ahí saca varios telefilmes.

traje de fantasía barrilete. También podría buscar un traje de fantasía cósmica, que tiene mejor caída.


cosas que hacen ruido. Las vuvuzelas, los tertulianos de Sálvame, los coches tuneados...y algunos grupos musicales según qué gustos.

quiero follarme a sarah palin. Y con esta frase comenzamos nuestro descenso a la zona crepuscular de las búsquedas.

pelicula de acción en la epoca medieval y moderna. Yo le añadiría también unos cuantos zombies, nazis, tecnología steampunk y piratas. La protagonizaría Cillian Murphy y probablemente sería la mejor producción de la historia.

el mejor sombrero de animales de granja. Quizá un gato, con el rabo colgando por detrás a lo David Crockett.

peliculas de mafias
¿De cuales? ¿calabresas, tríadas, yakuzas, rusos...?


gatos dibujados.
El verdadero enigma de la semana: que yo recuerde, debe ser la primera búsqueda relacionada con felinos que he visto.

lunes, 8 de agosto de 2011

Lecturas de la semana



¿Usan los gatos de pelo largo sus greñas como marcapáginas?

Entre bibliotecas y estanterías, esta temporada los libros están ganando la partida en cuanto a ocupar tiempo de ocio.



Paul Feval Jr. La jeunesse du Bossu. Teniendo en cuenta que en la literatura francesa está también con Alejandro Dumas padre e hijo, las novelas de capa y espada deben ser un negocio familiar en el país de Sarkozy. En este caso, el hijo de Paul Feval retoma al espadachín Herni de Lagardère, contando la historia de su nacimiento (con intrigas familiares incluídas) y su formación como acróbata y espadachín. Siendo el protagonista bastante joven, el autor optó por una trama algo más simple de resolver, como es el devolver el honor (y de paso, la hija perdida) a un caballero, y entre medias, se van presentando a los personajes que ya hicieron su aparición, con unos años más, en El jorobado. El estilo de Feval hijo es algo más simple que el de su padre, metiendo prácticamente todos los personajes típicos de las novelas de aventuras: en unas 200 páginas tenemos nobles, titiriteros, espadachines, piratas y taberneros malvados. Y aunque roza el batiburrillo con bastante frecuencia, resulta divertido. Además, el estilo, tratándose de una novela popular, es bastante asequible, por lo que es una buena forma de ganar algo de soltura y vocabulario en la lengua de Molière.



Gerald Durrell. My family and other animals. Zoólogo en un principio (con las cosas que cuenta de sus años mozos en Corfu, todavía no sé como pudo entrar en la universidad), Durrell es conocido por sus libros relacionados con animales, tanto novelas como los autobiográficos, como este Mi familia y otros animales. En él cuenta la llegada con su familia a la isla griega de Corfu, y sus encuentros con los diversos animales (desde aves hasta insectos) de la isla. La peculiaridad de la isla no se limita a su ecosistema, ya que Durrell describe a su familia como un tanto singular: Leslie es un apasionado de las armas de fuego, Margo tiene acné y está en plena edad del pavo, y Larry (futuro Lawrence Durrell) tiene tanto unas ideas como unas amistades bastante raras. Su madre es a ratos coordinadora de todos como un personaje que se ocupa de la casa y el jardín, y aunque el ambiente costumbrista y pausado de la novela es su principal atractivo, algunas de las excentricidades de la familia me acabaron resultando más repunantes que graciosas, especialmente situaciones como contratar a alguien para que lleve a un perrito en un cojín mientras otro perro sigue fielmente a su ama (en este caso, la madre de Durrell). Además, no salen gatos. O sí salen, pero los mencionan como unos bichos escuálidos, feos y que se reproducen como ratas. Y ahí ya me han tocado la fibra sensible.



W. Somerset Maugham. El filo de la navaja. No queda muy bien decir que la primera vez que oí mencionar a Maugham fue a un figurante en un capítulo de Buffy. Pero los caminos del Señor son inescrutables y tomé nota del paisano como alguien a quien leer en un futuro. De nuevo por coincidencia, encontré en la estantería de un familiar El filo de la navaja, que resultó ser su obra principal (y yo, hasta visitar la wikipedia, sin saberlo). La principal característica de la historia es la falta de conclusión que el narrador advierte en un principio, ya que se limita a contar su conocimiento de los miembros de una familia y sus allegados, y las relaciones entre estos a lo largo de varios años, desde los felices veinte hasta la crisis de los treinta. Larry, el que sería el personaje principal, es un veterano de guerra, que, hastiado de su vida entre la gente de clase alta, decide recorrer Europa y llegar hasta India. Entre medias, el autor va narrando las bodas, nacimientos y muertes de los distintos protagonistas o secundarios. De una forma muy objetiva, llegando a expresar, como mucho, la opinión que tal o cual personaje podría inspirar a los que le rodean, o como mucho, refiriéndose al rechazo que uno de los protagonistas le produce en un determinado momento. Efectivamente, no hay más final en la novela que el devenir de la vida de las personas y, en palabras del propio narrador, lo que estas van encontrando con los años, que puede ser felicidad, riqueza, autodestrucción o reconocimiento social.
Al margen de la propia novela, es especialmente divertido leerla en una edición un tanto antigua: en la mía, habían dejado las expresiones malsonantes en inglés, con una nota al pie que indicaba textualmente “obscenidad de indeseable traducción”. Mal sabían entonces que con la HBO venimos todos resabiados…



Roald Dahl. Matilda. Exceptuando Charlie y la fábrica de chocolate (y el juego que me dieron los oompa loompas para hacer chistes sobre Tyrion Lannister), los libros infantiles de Dahl me resultan sorprendentemente macabros: en Las brujas, describe a una raza de mujeres espantosas que acaban con los niños de formas horribles y creativas, y las circunstancias que rodean a James y el melocotón gigante, pese a absurdas, son mucho más cercanas a los cuentos tradicionales que a la narrativa moderna y edulcorada.
Matilda tampoco es una excepción, y tenemos nada menos que a una niña de cinco años, superdotada, a la que sus padres desprecian y que, además de su inteligencia, descubre que cuenta con poderes telequinéticos, aunque el autor evite esa palabra en todo momento. A la protagonista le van a hacer falta, ya que la directora de la escuela es uno de los personajes más sádicos que se hayan podido describir en un libro para niños: siempre desde la perspectiva un tanto absurda, que sirve para suavizar la situación, la directora Trunchbull castiga a un niño a empacharse con tarta de chocolate, utiliza las coletas de otra niña para lanzarla como un martillo olímpico, y, sin llegar a ser oficial dentro de la novela, se le sospecha que tiene un asesinato a sus espaldas. Aunque el final feliz se sabe de antemano, y que la protagonista usa sus poderes con bastante ingenio, una de las mejores bazas de la historia es la explicación al inacabable directorio de la malvada principal: sus castigos, aunque sádicos, son completamente extravagantes, y es su excentricidad la que permite que cualquier verdad que cuenten los niños, resulte increíble a oídos de los padres. Sin duda, Roald Dahl conoce muy bien a sus lectores, y que muchos de ellos se habrán sentido así ante algún profesor particularmente antipático.

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