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jueves, 20 de noviembre de 2025

La mansión de las pesadillas. Terrores vintage


Con el paso del tiempo y su uso como espacio literario, el concepto de casa encnatada ha ido transformándose. Muchos, acostumbrados a que el terror venga del mercado inmobiliario y no de un alma en pena, hemos concluido q que si el espectro en cuestión paga su parte d e la renta y no causa destrozos, se puede convivir con ellos a cambio de unos costes razonables. Pero la casa, el lugar vinculado a lo familiar por exce3lencia, a diferencia de escenarios pasajero como un hotel o incluso un vagón de tren, se ha ido adaptando a estos cambios, evolucionando y reflejando las preocupaciones y psicología de cada época. Si las señoras victorianas emplearon el relato de fantasmas como una manera de expresión propio, a donde podían reflejar tanto lo irracional como los aspectos psicológicos del escenario doméstico al que habían sido relegadas, ahora se convierte en uno hostil, lejos de las normas de la razón. Las casas encantadas y los fantasmas evolucionan y se adaptan, siendo prueba suficiente el que en el siglo XXI todavía pueda seguir apareciendo variaciones sobre el tema. Pero en el caso de esta antología de Valdemar, la visita a las casas se centrará principalmente, en su vertiente tradicional.

La mansión e las pesadillas, seleccionada por Jose Luis Gonzalez Caballero, recoge veinticinco relatos en los que l a casa como espacio sobrenatural aparece reflejada en varios aspectos: lugares en los que se manifiesta como algo del pasado, pero dotado de cierta consciencia, las estancias en aquellas casas en las que sus personajes han sido prevenidos sobre la naturaleza de esta, la casa como escenario de un suceso trágico condenado a repetirse y el poltergeist como manifestación de los incomprensible mediante los ruidos y golpes descritos en la teoría parapsicológica.

Los relatos elegidos entran principalmente en el terreno clásico. Aunque intentan dar algo de variedad o evitar la repetición, es inevitable que acaben apareciendo al menos un par de cuentos del maestro de la narración fantasmal como es M. R. James. El resto son conocidos en su mayoría, como Algernon Blackwood, Ambrose Bierce, E. F. Benson, Fitz James O´Brien o Le Fanu.

La colección se abre precisamente con un relato de Blackwood, en el que se mezcla lo espectral con lo onírico y que es curiosamente una de las elecciones menos tradicionales a la hora de adentrarse dentro de las casas embrujadas. Este, caracterizado por esa mezcla entre sueño y sobrenatural, con la aparición de un fantasma familiar mucho más benévolo que otros, da paso a una versión donde el fantasma es un eco del pasado, bien como suceso traumático o bien como reflejo de un crimen no resuelto, como es La casa de la pesadilla de Edward Lucas White o e el fantasma de Madame Crowl de Le Fanu.

La casa encantada, en una variante más moderna, aparece reflejada también en La casa evitada de H. P. Lovecraft, donde su concepción de los sobrenatural como algo sobre lo que todavía no hemos alcanzado el conocimiento necesario para comprenderlo se mezcla con el cuento tradicional y la historia de Nueva Inglaterra. También, en un género tan ligado a lo psicológico como este, los ejemplos no son muy novedosos: La caída de la casa Usher y el empapelado amarillo de Charlotte Perkins Gilman. Un relato que en los últimos años parece no faltar en ninguna colección sobrenatural o de de señoras victorianas pero del que reconozco que con cada nueva lectura, este suma un matiz que antes no había apreciado. Es fácil comprender como la fuerza de esta historia sobre una mujer atrapada en ese cuarto de una casa, sino en su propia vida o esa presenta enfermedad se convirtiera en uno de los mejores textos a los que se ha dado nueva vida editorial.

La antología no se limita a ese espacio concebido como entorno familiar, sino que muchos de los personajes se encuentran con lo sobrenatural de manera fortuita. La casa “con mala reputación “ a la que estos llegan atraidos por un precio conveniente o desoyendo las advertencias. Si precisamente es ese empapelado amarillo de Gilman en el que el lector no puede saber qué es lo que ha sucedido, sino es imaginándolo, es en La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, de Rhoda Broughton, una historia epistolar, donde los personajes se encuentran de manera indirecta, con algo aterrador. Del mismo modo, La casa y el cerebro de Bulwer –Litton mezcla de manera dispar esa mansión de fama aterradora con un epílogo de tintes ocultistas. Un entorno que también se puede manifestar de forma pasajera, como la Litera de arriba de Francis Marion Crawford con su idea de no una habitación, sino un camarote encantado, y que se adelantaría a la idea de relacionar lo sobrenatural con elementos entonces modernos como ese departamento en un barco.  

Debido a la naturaleza de las narraciones, los protagonistas de estos e limitan a ser meros testigos. Estos actúan como narradores, sin que puedan hacer mucho más que descubrir lo que sucede. Bien de manera principal, como dueños de la casa, o indirecta, como criados que presencian algo ajeno a sus vidas o inquilinos de un lugar cuya historia desconocen, cualquier cierre que puedan dar a los fenómenos, bien conociéndolos, dando sepultura a los restos de un alma en pena o como en La casa evitada, echando mano de la ciencia y de mucho ácido sulfúrico (tiene gracia que sea H. P. Lovecraft el que recurra a la solución más expeditiva), es siempre a posteriori, una forma de terminar un ciclo que hubiera seguido repitiéndose.

La mansión de las pesadillas es una de esas antologías que Valdemar publica periódicamente: a partir de su catálogo, con un tema concreto, hace una colección lo bastante amplia como para cubrir el tema y en el que se les reconoce que en la medida de lo posible, los cuentos que eligen no solo son representativos sino que son lo bastante inéditos como para no haber aparecido en cientos de antologías previas. Aunque, como toda colección, esta tiene el resto de que su contenido sea conocido por el lector en su mayoría (motivo por el que tuve que dejar fuera Gabinete de los delirios, su selección sobre científicos locos). Aunque cuando las ”repetidas” no son más que dos o tres, y lo bastante poco trillados como ests este caso, este paseo por el lado sobrenatural del sector inmobiliario merece la pena. Además, en una época en la que vivimos en un estado de pánico permanente, una noche en una casa embrujada, los espectros de M. R. James, el paseo por la casa familiar de Blackwood o un viaje en un camarote ocupado por algo que no es de este mundo, es lo más parecido al cozy horror que podríamos tener, sin todavía no han inventado ese término.

1 comentario:

Anacrusa dijo...

Sospecho que más pronto que tarde se convertirá en algo habitual en la ficción de terror el fantasma que paga su parte del alquiler al casero. Esa pobre gente está perdiendo un dineral con tanto espíritu viviendo de gratis xD.

Me apunto la antología. Ahora estoy con la de Relatos inquietantes para chicos valientes.

Los nombres que mencionas son, como dices, los clásicos. El tema casa encantada aparece frecuentemente en las señoras victorianas, más allá del dichoso empapelado amarillo de Charlotte, aunque no por repetido es menos actual. Ahora me ha venido a la cabeza la mujer del prota de Encuentros en la tercera fase: tiene que ocuparse de las tareas de la casa y de la crianza de tres niños pequeños mientras aguanta al marido cucú, y aún así aparece retratada de histérica. En fin...

Ser propietario de un inmueble sin perder los dos riñones para la hipoteca ya debería entrar en la categoría de fantasía xD.

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